El
escenario deseado de los actores de poder (estabilidad institucional
para el reacomodo de actores y espacios de decisión; control de la
crisis sin mayores costos que los derivados de los procesos judiciales
abiertos; supeditación de las demandas sociales a los procesos legales)
se desmorona u obliga a nuevos pactos y reajustes en la hoja de ruta de
la transición controlada.
La
batería de denuncias y juicios sobre importantísimos actores políticos
(que develan la naturaleza criminal estructural del sistema electoral,
del poder ejecutivo y del sistema de organización y representación)
debilita a estos actores, las reglas de juego y su agenda política
inmediata. A estas alturas, la estrategia diseñada para que casi nada cambie
está seriamente amenazada, a pesar de todos los esfuerzos: legales,
institucionales y apoyos explícitos o ambiguos de las elites. El
tratamiento legalista y formal de problemas políticos agudiza la crisis
y el malestar.
Qué va a pasar si...
La
resistencia institucional a la modificación del proceso electoral y la
permanencia de Pérez Molina en la jefatura del gobierno dificultan pero
no anulan la posibilidad de una transición más allá de los deseos de
las elites y las normas legales vigentes. Incluso en la eventualidad improbable o en la posible inevitabilidad
(por lo agitado y cambiante del tiempo político) de que las elecciones
se celebren el 6 de septiembre, bajo estas mismas reglas y actores, los
cambios se producirán.
Si
hay elecciones en septiembre, el próximo gobierno asume con el estigma
de ser continuador del estado y la legalidad corporativa criminal. Si
hay elecciones con las mismas reglas, gran parte del próximo congreso y
el próximo ejecutivo van a ser más temprano que tarde sometidos a
juicio y destituidos: por plazas fantasmas, por asociación criminal,
por cohecho, por enriquecimiento ilícito, por corrupción, por abuso de
poder, porque el pueblo así lo decidió…
Las
elecciones, concebidas como salvavidas del proceso, otorgarán oxígeno
escaso al sistema exhausto. La legalidad e institucionalidad actuales
sucumbieron, lo que se agudiza por las disputas alrededor de negocios y
control de instituciones, las visiones encontradas sobre el operador
electoral y futuro gobernante idóneo, el papel ingerente y activo de
Estados Unidos (marcado por su agenda de seguridad hemisférica) y las
movilizaciones sociales.
Protestas y propuestas: modificación integral del ejercicio del poder
El
proceso de cambio ha iniciado ya: crece la conciencia política, la
indignación se convierte en participación, el rechazo a la corrupción
comprende el rechazo al Estado y el sistema, la lucha por derechos es
un ejercicio activo y no delegativo, se acaba la apatía, lo que se
plasma en una de las consignas símbolo de este momento: Indiferentes y en silencio, Nunca más. Cada vez más construimos colectividad.
En
el corto plazo, se trata de recuperar condiciones e instituciones
democráticas, para el ejercicio de derechos y el bien común. Este es el
sentido de las propuestas de reforma a la ley electoral y de partidos
políticos: no es legitimar el sistema, no es el horizonte deseado y
final sino la reconstrucción de las posibilidades de participación
ahogadas por los gobiernos neoliberales. En el medio plazo, el reto es
concretar nuevas normas legales e institucionales, nuevas formas de
organización política, económica y simbólica: un nuevo pacto social.
La
estrategia definida por organizaciones sociales y populares (Asamblea
Social y Popular) desde el 28 de abril, es premonitoriamente vigente y
actual: renuncia del presidente y vicepresidente, gobierno de
transición, modificación de las reglas de participación, convocatoria a
asamblea nacional constituyente para discutir y sanear de raíz un
modelo agotado. Esta propuesta no es idéntica a la de las
manifestaciones en la plaza central pero encuentra punto de
convergencia en el progresivo convencimiento (todavía no generalizado
ni profundo) de que el problema es estructural, no coyuntural ni de
personas.
Frente a la
visión continuista de los sectores de poder, que profundiza la
indignación, las propuestas sociales y populares se convierten en una
forma –a la vez soñadora y realizable- de superar la actual crisis.
Cualquier otra acción o falta de acción nos conduce a la incertidumbre
y el despeñadero, con una posibilidad de que la transición controlada
por los actores de poder se convierta en una transición o continuidad
violenta, en la que el uso de la fuerza es el factor decisor.
Por
vez primera en muchos años, las organizaciones sociales, populares,
urbanas, juegan en el centro del tablero político: redefinen
correlaciones de fuerzas y ocupan espacios de poder simbólico.
Las
movilizaciones sociales van, vienen, se rearticulan y sobre todo
protestan, proponen, discuten y construyen en alegre algarabía,
recuperando el ejercicio de derechos anulado por el partido patriota y
el modelo neoliberal militar.
Pasamos
de la propuesta al ejercicio para el poder, entendido este no como el
control del poder institucional, no como un lugar específico, sino como
un campo social de fuerzas (Amador Fernández Savater: El poder no es un objeto que se encuentre en un lugar privilegiado que se pueda ocupar o asaltar).
Tenemos capacidad de gobernar las coyunturas –o hacemos el esfuerzo- entendido este proceso, siguiendo a Isabel Rauber, como indagar
la realidad sociopolítica en cada momento y pensar las alternativas,
para moverse en las coyunturas de modo favorable a los intereses
propios, evitando ser arrastrados por situaciones que beneficien o
alimenten intereses ajenos.
Construimos lo común: cambio simbólico, ideológico y político clave frente a la hegemonía de lo individual.
Los
procesos no son lineales y los riesgos son mayúsculos: violencia y
confrontación provocada por grupos de poder desplazados, nuevas
alianzas de elites, rechazo judicial y político de investigaciones del
Ministerio Público, dificultades para pasar de la agenda de reformas
inmediata a la estructural, desarticulación del sujeto social
transformador, etc. El peligro de la involución es latente:
empresarios, Estados Unidos, embajadas europeas, partidos, sistema de
justicia...temen perder el control de la coyuntura, y se enredan y
desenredan en alianzas y peleas, con el objetivo único de favorecer el
modelo actual de dominación/acumulación.
En
este momento estamos: podemos cuestionarlo por posibilista,
aprovecharlo, abrazarlo o negarlo. Al menos, abre una oportunidad para
debatir, protestar, proponer y construir en comunidad.
En su autobiografía, Howard Zinn afirma que El
cambio revolucionario no llega como un momento cataclísmico (¡cuidado
con tales momentos!) sino como una sucesión interminable de sorpresas,
caminando de manera zizagueante hacia una sociedad más decente. Tenemos la oportunidad, dice Alan Badiou, para Crear en común el destino colectivo.
Fuente: http://www.memorialguatemala.blogspot.com/2015/07/el-cambio-es-posible-la-creacion-en.html
http://www.alainet.org/es/articulo/171217
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