La geopolítica del decadente imperio estadounidense (EUA) sigue activa en América Latina. ¡Cuidado! La apreciación raya en la desconfianza, porque la ofensiva contra Venezuela es opción.
Dos indicadores: con el imperio vale pensar mal para acertar, porque allende sus fronteras solo hay intereses
de “seguridad nacional”, y todo el aparato de Estado se empeña en su
resguardo —la historia lo pone en evidencia y la práctica militarista
lo corrobora—, y para atender los asuntos de interés los gringos mueven
lo necesario, “falsas banderas” para salirse con la suya, utilizar los
artilugios posibles y apostarle a no perder. Cuando pierde arrebata.
Los peligros
1.- EUA tiene la mirada puesta en Venezuela, porque el país bolivariano posee la reserva petrolera más grande del mundo; un pastel
apetecible para sus avasallantes petroleras. Es claro que ha intentado
casi de todo: golpe de Estado contra Chávez, amenazas contra Maduro,
descalificación electoral, revuelta social, movilización vandálica,
compra de voluntades, propaganda interna y externa, descrédito
internacional, crímenes endilgados al gobierno, descrédito de
instituciones, entre otras acciones.
Obama dijo en marzo
pasado que Venezuela era una “amenaza extraordinaria e inusual para la
seguridad nacional y la política exterior estadounidense”. La alarma se
encendió. No le resultó, de momento, pero tampoco se dio por vencido.
Claro que los intereses están por delante, y por el petróleo —lo ha
demostrado— está dispuesto a lo que sea. Como el autoatentado a las Torres Gemelas el 11/S para justificar la invasión a Irak, e ir por el petróleo bajo pretexto terrorista. Imperio con una derecha voraz. De ese tamaño es la amenaza, y la ofensiva que no termina.
2.- En la geopolítica imperial EUA trabaja pacientemente con una estrategia de mediano a largo plazo. Aplica el plan perverso —y
le sale porque le invierte comprando traidores—, tal que si las
acciones previas no le resultan insiste como sea, incluido el uso de la
fuerza. Y esa es una opción contra Venezuela. EUA se atreve a eso y
más. Tenerlo presente es actuar en consecuencia. La variable sigue
siendo acción directa o indirecta, que para los fines es lo mismo. Es
decir, apostarle a una invasión indirecta, que puede resultar directa. No es trabalenguas, es probabilidad.
El pretexto ya lo tiene. Se trata de la defensa de los intereses de sus
empresas. Recuérdese que tras la ofensiva de los corporativos
multinacionales está el Pentágono, que la estrategia comercial es de
guerra. Y por ahí anda la Exxon Mobil apostándole a desestabilizar
a Venezuela, atizando el conflicto interno con Guyana, su vecino. Igual
en marzo (¿coincidencia? No) la petrolera inició operaciones en la
excolonia británica, en la Guayana Esequiba que desde 1777 fue
reconocida como territorio venezolano.
La Exxon ha firmado
con el gobierno de David Granger inversiones por 200 millones de
dólares en diez años. La Guayana Esequiba, disputa no resuelta y
herencia de la Colonia española. En 1840 inicia el avance paulatino
inglés por el oro. El arrebato se consuma en 1897 entre EUA y Gran
Bretaña por 159 mil km2. En 1899 se legaliza el despojo vía el “Laudo
de París”. El caso está en la ONU desde 1962, más como la Guyana se
independiza en 66, el problema sigue.
Lo último, se dice, es
que Exxon financió la campaña de Granger y ahora él plantea su derecho
al progreso guyanés, en apoyo al interés de la petrolera. Ese es un
escenario favorable a los intereses gringos. El Pentágono está
realizando “maniobras militares conjuntas” en los estados del sur:
Texas, Nuevo México, Arizona, California, Nevada, Utah, Colorado. ¿Con
qué fin? Puede ser contra Latinoamérica. Por la construcción del Canal
de Nicaragua, o en apoyo a Exxon. EUA le apuesta a ganar. El pastel
está, sin fiesta o invitados.
Pero la principal amenaza es
contra Venezuela. Sin perder de vista que pegarle al país bolivariano
es golpear sus grandes logros en pro de la unidad Latinoamericana; es
decir, a organismos prósperos como Celac, Unasur, Alba y Petrocaribe. Y
de refilón a los países integrantes, a unos más que otros, como
Bolivia, Ecuador, Brasil, Cuba, Dominicana, la propia Venezuela,
etcétera.
Por el hecho de que eso atenta contra la dignidad,
pues en pleno siglo XXI el espíritu colonialista imperial permanece y
los ideales de Bolívar —que Hugo Chávez Frías impulsó—, causan tirria.
Pero los proyectos quieren, y deben reivindicar la historia común de
América Latina, sacudirse las herencias muertas: la española,
portuguesa, inglesa, holandesa. Sobre todo la española, para una
aspiración común hacia la prosperidad de los pueblos. Aspiraciones
legítimas.
Seguro que con este fin, desde Washington la elite, los petroleros también, mueven sus piezas. Cabe por ello que suavizar la relación con Cuba, vía el restablecimiento diplomático condicionado,
la señal no es lo que parece. ¿Cómo un restablecimiento sin Guantánamo
o el desbloqueo económico, financiero y comercial? Palmaditas a Raúl
que avanzan contra la isla, deslumbrados por renovar relaciones con su
siempre verdugo. Como que Raúl no tiene una pizca de la desconfianza
que sí tenía Fidel. Pero son “tiempos modernos” para ellos.
No solo eso. Ya mencionábamos a Nicaragua. Pero fijándose bien, hasta el intento por desactivar el conflicto armado en Colombia tiene jiribilla;
suena como para utilizar las bases militares estadounidenses en ese
país libremente, sin la interferencia de las guerrillas. Como la
intentona vigente de derrocar al presidente ecuatoriano Rafael Correa.
Los negocios son la parte central de la trama, llevan la delantera para
abrirse paso, luego viene lo demás.
Como la posibilidad de la llamada “operación popote”, si la Exxon perfora en la Guayana Esequiba. De ahí el peligro a la invasión.
¡Cuidado con eso! Los movimientos citados, todos, parecen encaminados a
un fin; o a matar varios pájaros de un tiro. Esto es una advertencia
para Venezuela, para la región latinoamericana, Cuba incluida. Las
secuelas del decadente imperio siguen amenazantes, aún y cuando
recolecta derrotas en sus travesías mundanas. Luego entonces, los focos rojos deben estar encendidos, por la propia unidad latinoamericana.
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