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lunes, 13 de julio de 2015

Cumbres geoestratégicas de Ufá: convergencia de BRICS, Grupo de Shanghai, UEE y Ruta de la Seda


Bajo la Lupa
Alfredo Jalife-Rahme

FotoEl presidente de Rusia “demostró no estar para nada aislado”. Las dos cumbres en las que recientemente participó “evocan el gran juego mediante el cual el zar Vlady busca profundizar sus lazos con China”Foto Reuters

¡Vaya semana histórica! Se aglutinaron las negociaciones tanto del contencioso nuclear iraní como de la impagable deuda griega, además de las dos transcendentales cumbres geoestratégicas de Ufá (Rusia), en medio de las fallas técnicas (sic) de la bolsa de Nueva York, United Airlines, del Wall Street Journal y los misiles Patriot en Turquía, al unísono del brutal desplome teledirigido de las bolsas en China.
El zar ruso Vlady Putin demostró no estar para nada aislado al recibir a 15 mandatarios de primer nivel mundial y al apadrinar tanto el nuevo Banco de Desarrollo BRICS como la asombrosa incorporación de India y Pakistán al Grupo de Shanghai (OSC, por sus siglas en inglés).
Resalta la coincidente percepción sobre las dos trascendentales cumbres geoestratégicas en Ufá (Rusia; http://goo.gl/o6SCoR) tanto por Kathrin Hille, del Financial Times, portavoz financierista de La City (en Londres), así como del rotativo chino Global Times.
Para Kathrin Hille (http://goo.gl/kFp087), las dos cumbres de marras evocan el gran juego mediante el cual Vladimir Putin busca profundizar sus lazos con China.
En el siglo XIX, el escritor británico Rudyard Kipling bautizó de gran juego a la contienda entre la Rusia zarista y el imperio británico por la supremacía de Afganistán y Asia Central.
Dos siglos más tarde, el nuevo gran juego en Eurasia se escenifica entre Estados Unidos/OTAN –cuando Gran Bretaña (GB) ha declinado notoriamente– y Rusia/China/Grupo de Shanghai.
Kathrin Hille juzga que debido al aislamiento de Putin en Occidente ahora se ha volteado a una creciente asociación con China para apuntalar el reclamo de Rusia a un estatuto de gran potencia (¡supersic!), lo cual otorgará al Grupo de Shanghai (http://goo.gl/hB1GJ4un nuevo significado.
La pieza nodal de tal estrategia se centra en la región entre las costas del mar Caspio y la frontera occidental de China (nota: la provincia de los uigures sunitas de Xinjiang), que se encuentra ahora en la encrucijada de iniciativas separadas de integración lanzadas por Rusia y China.
Cita un reciente reporte del Club Valdai, foro internacional ruso de discusión: “En 2015 podemos hablar del (…) momento de Eurasia central, confluencia (sic) de circunstancias internacionales políticas y económicas”.
Una de tales circunstancias es la poco publicitada pentapartita Unión Económica Euroasiática (UEE; http://goo.gl/ryYynL), que tiene el objetivo de crear un mercado común desde Bielorrusia hasta Kirguistán, mientras que China proyecta su nueva Ruta de la Seda del siglo XXI (http://goo.gl/fAEXpv), que comporta planes masivos de infraestructura a través de Asia central y del sur de Asia hasta las fronteras orientales de la Unión Europea (UE).
Cual su clásica intriga balcanizadora y vulcanizadora, GB amarra navajas entre Rusia y China mediante el viejo truco de una declaración de un clandestino funcionario ruso preocupado por el expansionismo chino cuando Pekín ha sustituido a Rusia en Asia central como el principal inversionista y socio mercantil.
Mas aún: los planes de crear corredores de transporte competirán con los vínculos del tren ruso que conecta a Europa y Asia.
A juicio de Kathrin Hille, Rusia no tiene otra opción debido a que se ha vuelto más dependiente de China.
Sin contar a los BRICS, los tres magnos proyectos euroasiáticos –Grupo de Shanghai/UEE/Ruta de la Seda– se traslapan e interconectan por imperativa necesidad geoestratégica, como también aduce el Consejo de Asuntos Internacionales de Rusia, que detecta la coordinación de intereses de Rusia y China en Eurasiaa fortiori cuando ya han sido aprobados los ingresos de India y Pakistán al Grupo de Shanghai, en espera de la próxima incorporación de Irán cuando le sean levantadas las sanciones.
Según Kathrin Hille, Vladimir Putin ha impreso mayor relevancia a la nueva fase revigorizada del Grupo de Shanghai, que con el binomio de Rusia y China tendrá un impacto más allá de la región misma.
Cita a un experto de la Academia de Ciencias de Rusia, Sergei Luzyanin, quien propugna que el reinvento del Grupo de Shanghai creará una oportunidad adicional para revivir el diálogo (¡supersic!) con Occidente y así desactivar las tendencias de confrontación. ¡Qué ingenuidad!
Ni Estados Unidos ni GB, que aplican sin respiro los axiomas del geopolitólogo inglés Hartford Mackinder –retomados por Zbigniew Brzezinski, ex asesor de Seguridad Nacional de Carter e íntimo de Obama–, permitirán al precio que fuere una unión euroásiatica de cualquier tipo: militar, económica, mercantilista o espiritual; al menos del reordenamiento global de un G-3 (Estados Unidos/Rusia/China) que repele Washington, que se inclina más por un G-2 que rechaza la mentalidad multipolar de Pekín.
Kathrin Hille descubre que la mayoría de los miembros del Grupo de Shanghai pertenecen a la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (CSTO, por sus siglas en inglés), la alianza militar en la que Moscú agrupó algunas anteriores repúblicas de la URSS previas a su colapso.
Cita a analistas militares de alto nivel de Rusia, quienes arguyen que el Grupo de Shanghai, siempre y cuando sea reforzada su estructura militar acoplada al CSTO, puede confrontar a la OTAN.
Para Moscú, la mejoría del papel del Grupo de Shanghai restituirá algo (sic) de la influencia rusa frente a Occidente, si le es dado a China un papel en las presentes discusiones globales sobre una seguridad euroasiática más amplia.
Kathrin Hille cita a Yan Xuetong, decano del Instituto de Relaciones Internacionales Modernas en la Universidad Tsinghua de Pekín: Rusia y China se encuentran bajo presión estratégica de Estados Unidos. Mientras Estados Unidos retenga su hegemonía, la relación dual entre Moscú y Pekín continuará en tal dirección.
Dmitri Trenin, director del Carnegie Moscow Center, diagnostica, según Kathrin Hille, que la casi alianza (¡supersic!) entre Moscú y Pekín resultará en sacar (¡supersic!) a Estados Unidos de la región.
Estados Unidos ya no será la potencia hegemónica en Eurasia, mientras que China gana su prominencia en forma pacífica (¡supersic!) en Eurasia, lo cual le llevará cada vez más cerca a asumir su justo lugar en el mundo, sentencia Dmitri Trenin.
La evaluación de China es que Rusia se mueve al Este debido a las medidas punitivas de Occidente, por lo que con el Grupo de Shanghai, la UEE y la Ruta de la Seda esperan conseguir beneficios económicos mediante la complementariedad de integración económica regional que les permitirán sortear las sanciones occidentales (http://goo.gl/A51jAi ).
Global Times considera que de ahora en adelante Rusia podrá conseguir sus necesidades de capital del Nuevo Banco de Desarrollo BRICS, del Banco de Desarrollo del Grupo de Shanghai y del flamante banco chino AIIB, del que Rusia es miembro fundador (http://goo.gl/Dx7zFw).
Rusia se despide así con bombo y platillo del quimérico Occidente del G-7 de corte financierista anglosajón.
Son tiempos del “ fracking geopolítico”, cuando el planeta se ha fracturado en dos poderosos bloques, uno unipolar en decadencia, encabezado por Estados Unidos, y otro ascendente multipolar jefaturado por Rusia/China, que no tienen otra opción: acomodarse o ir a la guerra.

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