Manuel
Humberto Restrepo Domínguez
Hay hombres que luchan un día y son buenos, otros que
luchan un año y son mejores, pero hay los que luchan toda la vida esos son los
imprescindibles, anuncio B. Brecht en uno de sus versos mas reconfortantes para
quienes no se cansan de luchar por dignidad y derechos. Pero también los hay
del otro lado. Hombres que hacen daño un día y son absurdos, otros que hacen
daño toda su vida, esos son verdaderamente nazis. No importa lo que
digan, lo que anuncien, la causa que prediquen, sus modos de acción llevan la
esencia nazi. Sus virtudes del mal están en lo que hacen pero sobretodo en la
capacidad para borrar las huellas del horror que provocan. Son astutos, se
atrincheran en redes, logias o ghetos para autoprotegerse y hacerse temer,
incluso promueven formulas paralelas de organización como sindicatos,
colectivos, juntas, ONG o plataformas, para vaciar de contenido los discursos y
creen firmemente que su misión es curar a impíos, herejes, críticos, comunistas
y rebeldes de la enfermedad llamada dignidad.
Siguen el plan de una matriz de odio incrustada ya en políticas de estado, en
programas de instituciones o acciones especificas para eliminar legalmente o
materialmente a los otros, a sus adversarios. Su trazado es combatir las formas
de pensar contrarias a su interés de sometimiento y de control de gentes y
territorios. Son partes de un engranaje criminal, unos son determinadores,
otros adiestrados ejecutores. Para estigmatizar y mantener el miedo, difaman,
calumnian, inventan justicieros.
De esos hombres hay cientos todavía, organizan el horror, borran los rastros y
le ponen a sus victimas la responsabilidad de su propio dolor. Son hombres despreciables
que llevan en sí el sello de lo inhumano, que les permite ser capaces de todo,
actuar con obsesión sin limites. Los mueve el afán de desaparecer al enemigo
creado sin dejar rastro. En la historia reciente paramilitares colombianos como
el iguano, mancuso, centella, don mario, el medico, don Berna, H.H, Arroyave,
el alemán y muchos mas en sus breves confesiones han ratificado que no dudaron
en tajar trozos de carne humana viva que comieron para deleitar su victoria,
que no se conmovieron al practicar cirugías sobre la carne viva del acusado
comunista, guerrillero, colaborador o amigo del colaborador para saciar su
odio. Que tampoco sintieron pánico al cortar las cabezas de sus adversarios y
jugar al futbol, ni vergüenza al abrir vientres de embarazadas para sacar el
feto enemigo, ni se inmutaron descuartizando cuerpos de inocentes o metiéndolos
en hornos crematorios para disminuir las pruebas del exterminio y no dejar
rastro.
Esos hombres saben bien la combinación entre el limite de la ley y sus actos
criminales. A esos hombres solo los paraliza el verbo que los pone en evidencia
y revela sus imposturas. Sus cuerpos ya no son políticos, son meramente
biológicos por eso no se atragantan con la carne de sus victimas. Añoran otra
vez tener un estado nazi como el que formó a sus héroes. Llevan en sus cuerpos
la sustancia del mal aunque los determinadores no disparen sus ansias los
delatan, tratan de someter, torturar, vengarse con el otro de su propio y
triste destino. Son hombres sin otro, sin humanidad, solo saben hacer
daño. Destruyen al otro para ocupar su lugar. Los persigue la culpa de no
haber creado su lugar propio en el mundo, viven donde muere el otro, destruyen
para imitar a sus victimas. Son el caìn de sus hermanos para suplantarlos.
Nunca están en su lugar, siempre están en el lugar de otro. Su talento es
biológico, visceral, enfermizo. Sus conductas son de supervivencia, son
cazadores en busca de presa para arrancar el alito de vida de sus victimas que
aliente su miserable existencia difícilmente superable aun con años de
tratamiento siquiátrico. Tienen el mal en sus células, no logran enfrentarse a
sus propios recuerdos, son obsesivos su terrible depresión la ejercitan
destruyendo, matando, regando de victimas los caminos que pisan.
Esos hombres para hacer daño y continuar pareciendo honestos, son reconocidos
por sus métodos de intimidación legales o violentos y se ganan el silencio y
omisiones de quienes pudiendo actuar no lo hacen por el miedo a ser las
próximas victimas y prefieren repetir que no pueden hacer otra cosa que lo que
hacen, que omiten para defenderse aunque reproduzcan impunidad. Estos hombres
Nazi, en todo caso, han roto los vínculos con lo humano. No les interesa ni la
vida ni la muerte, solo la victima, el cadáver, que pone en entredicho incluso
la posibilidad de llamarlos humanos. No quedan testigos de su obra, solo su
propio testimonio, el secreto del hilo conductor de sus crímenes lo llevan
ellos mismos y nadie mas puede dar testimonio de su miserable tarea
destructiva. Quizá vuelva Núremberg otra vez, por lo menos para saber del
horror que han provocado esos hombres, nazis incrustados en las paredes de mi
barrio, de mi calle, de mi pueblo, de mi entorno en el que habitan también
imprescindibles.
P.D. 1. Con el solo anuncio de adelantar en el Congreso un
debate político sobre paramilitarismo, en una semana distribuyeron amenazas a
180 defensores de derechos humanos. Entre tanto mantienen la cuota de sangre de
un defensor asesinado por semana para que sepan que están ahí y que esta
vigente su esencia nazi. 2. Solidaridad a Miguel Ángel Beltrán colega profesor
de la U.N y a todos/as los perseguidos/as de la academia por su pensar.
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