Durante la última semana del mes de febrero, aparecieron en diferentes
medios de prensa dos artículos sobre Haití. El primero es una reflexión
del ex presidente del Brasil, Luiz Ignacio “Lula” Da Silva, el otro es
de Santiago Rodríguez a partir de algunas declaraciones realizadas por
el actual ministro de Defensa de Argentina, Agustín Rossi, luego de su
reciente visita al país caribeño. Simple coincidencia o no, esto no es
lo más importante de estos dos artículos, sino que han golpeado de la
misma manera la dignidad del pueblo haitiano. Y esto es inaceptable. En
efecto, por razones no reveladas estos dos dirigentes políticos
sudamericanos decidieron, a escasos meses del décimo aniversario de la
imposición de la Misión de las Naciones Unidas para la Estabilización
de Haití (MINUSTAH), defenderla con una prepotencia casi idéntica a la
que suele caracterizar a los dirigentes del imperialismo norteamericano
cuando deciden en cualquier momento invadir ciertos países y derrocar
gobiernos que no son de su agrado.
Inaceptable, también,
porque tanto Da Silva como Rossi, ni siquiera mencionaron las
violaciones sexuales a niñas, mujeres y jóvenes haitianos por parte de
soldados de la MINUSTAH. Incluso, si uno lee atentamente el texto de Da
Silva, pareciera que el cólera que ya causó más de 9.000 muertos y más
600.000 personas infectadas fuera un fenómeno natural como el terremoto
que nos golpeó el 12 de enero de 2010. Lo que es grave, puesto que
varios científicos demostraron que esta enfermedad fue introducida en
Haití por soldados de Nepal, miembros de la MINUSTAH. Tampoco
mencionaron las dos Resoluciones del Senado Haitiano exigiendo el
retiro gradual de la MINUSTAH y dando como plazo último el mes de mayo
próximo. Lo mismo podemos decir cuando ignoraron por completo las
múltiples movilizaciones del pueblo haitiano y sus organizaciones
durante estos casi diez años en contra de la MINUSTAH y las represiones
por su parte a las mismas.
Francamente, nos cuesta creer y
considerar que se trata de una equivocación. Pensamos que pretenden
ocultar la verdad para no reconocer terribles errores como así también
el carácter neocolonial de esta Misión denominada de Estabilización. Un
nombre que es simplemente un eufemismo para disfrazar o enmascarar la
ocupación de Haití. Si uno repasa con seriedad todo lo que ocurrió en
Haití desde junio de 2004 hasta nuestros días, no le puede caber duda
alguna de que Haití ha sido colocado bajo tutelaje de la ONU. La
intromisión de la llamada Comunidad Internacional a través de la
MINUSTAH en los asuntos internos del país es de tal evidencia, gravedad
y magnitud, que incluso determinó con prepotencia los resultados tanto
de la elección presidencial de 2006 donde salió “electo” René Garcia
Préval como los de la última de 2010-2011 donde dicha Comunidad nos
impuso a Michel Joseph Martelly.
Están las declaraciones del
diplomático brasileño Ricardo Seitenfus (ex representante de la OEA en
Haití) para confirmar lo que quedó claro hace ya bastante para la
inmensa mayoría del pueblo haitiano en cuanto a las nefastas
consecuencias de la ocupación de Haití por la MINUSTAH. Y con tantas
pruebas de intromisión y violaciones a los derechos humanos, a la
soberanía y el derecho a la autodeterminación del pueblo haitiano, es
evidente que estos dos artículos no pueden tapar el sol.
Pero
como el ex presidente brasileño, Da Silva y el ministro de Defensa
argentino, Agustín Rossi, no son imperialistas y no representan a
países imperialistas cabe, entonces, preguntar: ¿por qué reflexionaron
y plantearon de esta manera la situación en Haití? Sinceramente no
pensamos que es por falta de información acerca de los atropellos y el
verdadero rol de la MINUSTAH. Tampoco podemos desconocer que son
dirigentes con sensibilidad social y formación más que suficiente para
aprehender los sufrimientos de un pueblo. A nuestro entender tienen
suficiente bagaje político e intelectual para comprender que el
empobrecimiento extremo que afecta a la inmensa mayoría de los
haitianos y toda la destrucción institucional y estructural que notaron
y plantearon claramente, no pueden ser producto del azar, sino que son
el resultado de décadas de dominación imperialista, de la exacerbación
de la dependencia de Haití con respecto al imperialismo yanqui como así
también de las traiciones de varios haitianos que se autoproclaman
defensores del campo popular.
Además, sin lugar a dudas, deben conocer
la historia nefasta de la primera ocupación militar norteamericana
(1915-1934) que transformó a Haití en una perfecta neocolonia de los
EE.UU. Inclusive, no pueden ignorar la historia del apoyo
norteamericano a la terrible dictadura de la familia Duvalier
(1957-1986) como así tampoco la historia de los golpes de Estado que
han ocurrido en Haití bajo la batuta de la CIA norteamericana, el
Pentágono, etc. Tampoco pueden desconocer que desde el 2010 el
verdadero mandamás en Haití es el ex presidente norteamericano, Bill
Clinton.
Conscientes de esta realidad y sin negar también la
existencia de lo que en muchas ocasiones se denominan razones de
Estado, pensamos que el nefasto contenido y enfoque de estos dos
artículos, se debe a una subestimación del pueblo haitiano por parte de
estos dirigentes sudamericanos -tal como lo podemos constatar en todos
aquéllos que son prisioneros de los esquemas propios del pensamiento
moderno occidental, de la llamada modernidad occidental-. Una
modernidad que pretende determinar cómo los pueblos deben vivir y
organizarse, y que siempre menospreció al pueblo haitiano. Una
modernidad que permanentemente sostiene una visión paternalista y
lastimosa sobre el pueblo haitiano.
Es, quizás, por eso que ellos se
han atribuido el derecho de decidir que la MINUSTAH no puede retirarse
hasta acabar con su tarea, salvo decisión contraria de la ONU y no a
partir de la decisión del pueblo haitiano. Y esto es así, pues en
ningún momento hicieron ni siquiera una sola mención de la opinión del
pueblo haitiano sobre la MINUSTAH, de sus organizaciones populares,
etc., etc. Ignoraron completamente este aspecto; sin embargo, es el más
importante de la crisis que pretenden solucionar o ayudarnos a
solucionar. En este contexto, al continuar con este tipo de planteos y
de política, afirmamos sin temor a equivocación que van a seguir
llevando agua de vez en cuando a barrios carenciados -tal como lo
consignó el ministro Rossi-. También, la MINUSTAH seguirá contribuyendo
para que el 1% de la población pueda seguir concentrando en sus manos
más del 75% de toda la riqueza del país y las empresas capitalistas
puedan seguir pagando salarios de hambre a los obreros haitianos y el
70% de la población activa seguirá sin trabajo.
¿Cómo
dirigentes tan importantes en sus respectivos países no pueden admitir
que el pueblo haitiano es el único capaz de solucionar tan espantosa
crisis? ¿Cómo no pueden comprender que el imperialismo no se combate
sólo en Venezuela sino también en Haití? Y esto más allá de las enormes
diferencias existentes entre estos dos procesos políticos.
Ahora bien, hay otras preguntas que nos gustarían hacer tanto al ex
presidente Da Silva como al ministro Rossi. ¿Cómo no pueden ver en la
MINUSTAH un instrumento de dominación? ¿Por qué la presentan como
Misión de ayuda? ¿Por qué ocultan u olvidan de mencionar cómo comandos
norteamericanos secuestraron al presidente Aristide el 29 de febrero de
2004 para luego depositarlo en África? ¿Por qué no dicen cuáles fueron
las tropas que desembarcaron y ocuparon Haití luego del derrocamiento
de Aristide? ¿Por qué no revelan quiénes elaboraron la Resolución 1542
votada en el Consejo de Seguridad para crear e imponer la MINUSTAH? Les
hacemos estas simples preguntas porque los dos manifestaron su interés
por el pueblo haitiano y afirmaron que no lo quieren abandonar. Además
se las hacemos, porque no queremos hacer ningún tipo de juicio de
intención de sus declaraciones, solamente queremos llamarles la
atención sobre una política que golpea la dignidad del pueblo haitiano
y que no sirve para luchar de manera coherente en contra del
imperialismo. Una política que excluye al pueblo haitiano no sólo como
sujeto histórico capaz de destruir este orden neocolonial, sino que lo
coloca en una posición no relevante en sus esquemas de análisis. Es
totalmente nefasta.
Una verdadera ayuda, según nuestro
entender, ha de comenzar por estudiar la historia de Haití. Una
historia que no se puede analizar únicamente con las categorías del
pensamiento occidental moderno si tenemos en cuenta que aquélla lo
cuestionó y planteó varios otros y diferentes elementos de
civilización.
En este marco, nos parece importante recordar
la respuesta de Ricardo Seitenfus durante una entrevista a la siguiente
pregunta:
-¿Qué impide la normalización del caso de Haití?
-“Durante doscientos años, la presencia de tropas extranjeras se ha alternado con los dictadores. Es la fuerza la que define las relaciones internacionales y nunca el diálogo con Haití. El pecado original de Haití, en el escenario mundial es su liberación. Los haitianos cometieron lo inaceptable en 1804: un crimen de lesa majestad para un mundo atribulado. Occidente era entonces un mundo colonialista, esclavista y racista que basaba su riqueza en la explotación de las tierras conquistadas. El modelo revolucionario haitiano asustó a las superpotencias. Estados Unidos no reconoció la independencia de Haití sino en 1865 y Francia exigió el pago de un rescate para aceptar la liberación. Desde el principio, la independencia estuvo comprometida y obstaculizado el desarrollo del país.
El mundo nunca ha sabido cómo tratar a Haití y así que terminó haciendo caso omiso de ella. Comenzaron 200 años de soledad en el escenario internacional. Hoy en día, la ONU aplica ciegamente el capítulo 7 de su carta, y despliega sus tropas para imponer su operación de paz, lo que no resuelve nada, es peor. Quieren hacer de Haití un país capitalista, una plataforma de exportación para el mercado de EE. UU., eso es absurdo. Haití tiene que volver a ser lo que es, es decir, un país predominantemente agrícola, imbuido del derecho consuetudinario. El país es continuamente descrito en términos de su violencia. Pero sin Estado, el nivel de violencia es mínimo, y alcanza aún una fracción de la de América Latina. Hay elementos en esta sociedad que han impedido que la violencia se extienda más allá” [1].
Para nosotros, no cabe la
menor duda que nuestra historia plasmó en la realidad la visión del
esclavizado, sus sufrimientos, su forma de concebir el mundo, la vida
misma, puesto que ese ser humano comprendió que para su completa
liberación no podría quedarse prisionero de la modernidad occidental
que le negaba hasta su propia naturaleza humana. Así, la revolución
haitiana no es hija de la revolución francesa, es fundamentalmente el
resultado de un largo proceso de lucha durante más de 300 años de
esclavitud que empezó prácticamente desde que los esclavizados fueron
arrancados de África y depositados como bestias en el Caribe. Los
cimarrones entendieron que su libertad, su verdadera libertad, dependía
únicamente de ellos, de su capacidad para luchar, vencer y destruir el
orden colonial. Entendieron que su libertad no podía ser un regalo como
tampoco producto de la lástima de sus verdugos.
Esto les costó sangre,
mucha sangre y sacrificios enormes, pero supieron escribir una de las
páginas más gloriosas de la historia humana en busca de la verdadera
libertad. Es esta maravillosa historia que la MINUSTAH está pisoteando,
y esto es inadmisible desde cualquier punto de vista que aboga a favor
de la libertad, de la liberación, en contra de la explotación del
hombre por el hombre. Como el pueblo haitiano que actualmente enfrenta
en las calles a la MINUSTAH es heredero de esta historia, les decimos
-plenamente convencidos de su capacidad de resistencia y dignidad- que
rechazará y derrotará lo oprobioso. Si 300 años de esclavitud no
pudieron someter indefinidamente a estos esclavizados, creemos que diez
años de MINUSTAH tampoco podrán con sus verdaderos herederos ni torcer
definitivamente el rumbo de nuestra historia.
Nota:
[1]
La Organización de Estados Americanos (OEA) destituyó en Navidad (2010)
a su representante especial en Haiti, el brasileño Ricardo Seitenfus,
tras la publicación en Le Temps de Suiza de algunos
cuestionamientos al papel de la Misión de Estabilización de la ONU en
Haití (Minustah) y la política de la comunidad internacional para con
la nación caribeña.
Henry Boisrolin. Coordinador del Comité Democrático Haitiano en Argentina
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.
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