La clase dominante norteamericana no oculta sus intenciones de debilitar a Rusia y devolverla a la situación semicolonial que mostraba tras el colapso de la Unión Soviética, cuando Boris Yeltsin era presidente, agrega.
Por su parte, derrocar al Gobierno legítimo del presidente Nicolás Maduro y la Revolución Bolivariana, permitiría a la administración estadounidense liquidar un puntal del conjunto de países que en América Latina resisten la dominación imperialista, como Cuba, Bolivia, Ecuador, Nicaragua, entre otros, destaca.
Detalla el autor del libro El capitalismo en un callejón sin salida, que la insurrección que dio al traste con el gobierno de Yanukovich y la instalación de políticos prooccidentales, conforma una estrategia de Estados Unidos y la Unión Europea para intentar colonizar las antiguas repúblicas soviéticas y rodear a Rusia como parte de una nueva Guerra Fría.
El mandatario, refugiado en Rusia tras su destitución por el Parlamento, fue víctima de una combinación de intriga política ilegal por partidos proimperialistas, semanas de manifestaciones de la extrema derecha y amenazas y acciones violentas de grupos fascistas estimulados y financiados desde el exterior, explica.
Las fuerzas derechistas que ahora prevalecen en Kiev, prefieren colocar a Ucrania en la posición de un esclavo al aceptar las precondiciones para un préstamo dictadas por Washington, Bruselas y el FMI, en lugar de la ayuda de emergencia que proponía Moscú a fin de que el país saliera de la crisis, apunta.
En el caso de Venezuela, subraya Goldstein, Washington pretende establecer una "democracia" de oligarcas capitalistas mediante la organización y financiación de grupos violentos que promueven la violencia y asesinatos en las calles de Caracas y otras ciudades.
Afortunadamente, el pueblo venezolano a diferencia del ucraniano, se moviliza para defender la Revolución Bolivariana del extinto presidente Hugo Chávez, quien tomó el control de los ingresos de la enorme renta petrolera y la destinó para empoderar a las masas y mejorar sus condiciones de salud, educación y de vida a gran escala, subraya.
No obstante, los antecedentes que confirman el abierto respaldo de la Casa Blanca a movimientos contrarrevolucionarios y golpistas en Chile, Nicaragua, Guatemala y El Salvador debe llamar la atención de los latinoamericanos y tomar en serio estas acciones desestabilizadoras para evitar que cumplan su propósito, advierte el intelectual.
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