Gobernador de florida declara estado de emergencia
Miles de personas en cuarentena, incluido el jefe de gabinete del magnate
El Congreso podría ir a receso
▲ Un paciente es sacado en ambulancia del Life Care Center en Kirkland,
ubicado cerca de Seattle. El hogar de ancianos está en el centro del
brote del coronavirus en el estado de Washington.
Nueva York. El coronavirus ha sido detectado en 36
estados y en la capital, el número de contagiados ha alcanzado más de
600, y se cuentan entre 19 y 26 muertos; además, la Bolsa de Valores
experimentó su peor desplome desde 2008 (cayó más de 2 mil puntos), todo
mientras el presidente Donald Trump sigue insistiendo en que todo está
bajo control, tanto el virus como la economía.
El gobernador de Florida, Ron DeSantis, firmó una declaración de
estado de emergencia que le brindará acceso a fondos federales para
enfrentar el avance del Covid-19, que ha provocado dos decesos y 18
contagios en la entidad.
Ayer, Trump repitió:
lo hemos estado manejando muy bien, mientras informó que estaría discutiendo con el Congreso medidas para apoyar la economía.
Desde que estalló el brote de coronavirus en este país hace unas
semanas, Trump ha insistido en que no es nada peor que la influenza
(algo desmentido por epidemiólogos), y que su gobierno ha reaccionado
mejor que nadie y constantemente ha desinformado a la población al
contradecir a los expertos en salud pública sobre las dimensiones,
pronósticos y manejo de esta crisis de salud.
Al inicio de esta crisis, Trump declaró que había 15 casos y que ese
número en los siguientes días estaría cerca de cero (eso fue el 26 de
febrero), e insistió: “lo tenemos todo muy bien bajo control…
verdaderamente hemos hecho una muy buena labor”. Días más tarde informó
que pronto habría una vacuna, a pesar de que sus propias funcionarios
médicos tuvieron que reiterar que eso tardará más de un año; poco
después en una visita al Centro de Control de Enfermedades (CDC)
insistió en que todos aquellos que necesitaban un examen podrían tenerlo
–una mentira– y ahí mismo se elogió al comentar que los expertos en el
CDC se habían quedado asombrados por su capacidad de comprender estos
temas.
A la vez, durante los últimos días se han revelado decisiones de
Trump para minimizar las dimensiones potenciales de esta crisis y hasta
de no reportar el número de personas examinadas, aparentemente para
evitar dar datos sobre la magnitud del problema: algunos expertos
calculan que unos 35 mil estadunidenses morirán por el coronavirus este
año y otros estiman que entre 20 y 60 por ciento de los adultos serán
eventualmente contagiados (aunque no todos tendrán síntomas).
Más aún, algunos miembros del régimen de Trump han acusado a los
medios y los demócratas de exagerar la severidad del coronavirus para
tratar de hundir políticamente al presidente.
De hecho, el mandatario insultó al gobernador de Washington –el estado con más contagiados–, Jay Inslee, de ser una
víborapor atreverse a criticar la respuesta del gobierno federal, y ayer respondió a críticas del gobernador de Nueva York, Andrew Cuomo, aludiendo a el El Padrino para atacarlo, y a su hermano, un conductor de CNN.
Mientras Trump manejó la crisis aparentemente con la prioridad de
favorecer su campaña electoral (visitó el CDC con una gorra con su lema
de campaña), el país padece no sólo de la propagación del virus, sino
las consecuencias de un sistema de salud que ha sido debilitado por
recortes en presupuesto de agencias federales claves y una campaña para
minar la capacidad, y la credibilidad científica, como una lenta y torpe
repuesta inicial, ni hablar de las carencias para atender a víctimas,
sobre todo aquellos que no tienen seguros de salud (por lo menos 26
millones) por falta de planes de contingencia.
Cada día se anuncia del cierre de distritos escolares y
universidades, como de miles de personas en cuarentena preventiva desde
la ciudad de Nueva York hasta el estado de Washington, incluidos algunos
funcionarios y militares.
Por lo menos cinco legisladores federales han declarado que han
tenido contacto con un contagiado y cuatro de ellos informaron que están
en cuarentena voluntaria. Dos de ellos, los diputados Doug Collins y
Matt Gaetz, tuvieron contacto personal con el presidente Trump a finales
de la semana pasada, después de estar expuestos a una persona
contagiada en una conferencia de políticos conservadores. Se ha
discutido la posibilidad de que el Congreso entre en receso si se
reportan más casos.
Mark Meadows, recién designado jefe de gabinete, también anunció que
se pondrá en cuarentena voluntaria porque entró en contacto con un
contagiado.
La crisis se multiplicará, pero algunos expertos, médicos y
comentaristas advierten que lo peor en estas coyunturas es la falta o la
distorsión de información, y acusan que Trump es tal vez la peor
amenaza en esta crisis.
La portada del New Yorker, que muestra la cara de Trump con un cubrebocas sobre los ojos y el encabezado: Bajo control, es el mejor resumen (https://www.newyorker.com/culture/ cover-story/cover-story-2020-03-09).
Foto Ap
David Brooks
Corresponsal
Periódico La Jornada
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