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jueves, 2 de julio de 2020

Del Black Poweral Black Lives Matter




En agosto de 1972, con el propósito de renovar la visa de turismo, viajé a Houston. Primera visita a la tierra prometida, y gran alegría cuando en una esquina del downtown, me crucé con un par de negros que vendían el periódico de los Black Panthers.
Puño en alto, les compré un ejemplar (25 centavos) con un billete de cinco dólares. Dije: Right on! Keep the change! Los negros tomaron el dinero, me husmearon de pies a cabeza, y arrojando con desdén el periódico a la banqueta, se doblaron de risa.
¡Qué raro!, pensé. ¿Había dicho algo incorrecto? ¡Imposible! Tenía bien leídos y subrayados los manuales de la Martita Harnecker y, por ende, pensé que había tropezado con militantes de bajo-nivel-político.
Años después, en Washington, una activista puertorriqueña con un peinado afro espectacular, me echó ojitos. Sintiéndome un tigre, tuve la suerte de que otra compañera, tras observar el cuadro, me soplara bajito: Olvídate. Es la pareja de un pantera negra.
Moraleja dialécticamente superadora: a) la vida también es injusta con los blancos buena onda de izquierda, pero medio boludos; b) subsumido en la lucha de clases, el complejo fenómeno del racismo continúa siendo asignatura pendiente en el menú del marxismo a la carta.
Por aquellos años, las glorias del movimiento negro estadunidense habían pasado. Respetuosos aunque críticos de la prédica pacifista del pastor Martin Luther King, el movimiento tuvo tres vertientes combativas: 1) el más antiguo de los musulmanes negros (o Nación del Islam), organización religiosa fundada por Elijah Muhamad (1897-1975), cuyo primer templo fue erigido en Detroit, en los años de 1930. Malcolm X fue su líder más conocido, pero se separó de los musulmanes, un año antes de su asesinato; 2) el Comité Coordinador de Estudiantes No-Violentos (CCENV, por sus siglas en inglés), conducido por Stokely Carmichael (1941-98) desde inicios de 1960. El CCENV transmitía valores morales y humanitarios que trajeron la simpatía de los blancos liberales norteños, y de algunos sureños que no pertenecían al sur recalcitrante; 3) el Partido de los Panteras Negras, fundado en octubre de 1966 por Huey P. Newton (1942-98) y Bobby Seale (1936) en Oakland (California). En 1969, el jefe de la FBI, Edgar Hoover, señaló al partido como la mayor amenaza que enfrenta la nación, y en dos años lo destruyó con agentes negros infiltrados.
El 13 de septiembre de 1971, el alcalde de la Prisión Estatal de Nueva York en Attica, con pleno conocimiento del gobernador del estado, Nelson Rockefeller, ordenó a la policía estatal y a la Guardia Nacional atacar a los militantes negros reclusos y sus rehenes, un bloque de celdas (42 muertos).
En Carta a América, misiva que a mediados de los años sesenta el escritor James Baldwin (1924-87), envió inicialmente al New York Times y al Times (de Londres), y que ambos periódicos se negaron a publicar, leemos: “Jamás he conocido a un negro que no estuviera obsesionado con el ‘Black Power’”.
Agrega: “Todos los estadunidenses negros nacen en una sociedad que está decidida –repito: decidida– a que nunca aprendan la verdad acerca de sí mismos o de su sociedad”. Cosa que nuestro José Martí entrevió con 70 años de antelación:
Los negros están demasiado cansados de la esclavitud para entrar voluntariamente en la esclavitud de color. El hombre blanco, que por razón de su raza se cree superior al hombre negro, admite la idea de la raza y autoriza y provoca al racista negro ( Mi raza, Patria, Nueva York, 16 de abril de 1893).
A finales de 1976, visité la tumba de Martin Luther King en Birmingham (Alabama). En 1963, el pastor había dicho: He soñado que, un día, en las montañas rojas de Georgia, los hijos de los antiguos esclavos y los hijos de los antiguos propietarios de esclavos se sentarán juntos frente a la misma mesa de fraternidad.
A 50 metros de allí, la tumba de Alberta Williams, su madre, asesinada en 1974 a tiros en una iglesia bautista, por un joven negro de 23 años que exclamó: ¡Todos los cristianos son mis enemigos!
Con una perspectiva de 50 años, las consignas sesentistas de negros y blancos estadunidenses pueden sonar a candidez, locura, ingenuidad política. Las belicosas: Crear uno, dos, tres Vietnam, Black Power, Patria o Muerte. Y las menos belicosas: Peace and love, We shall overcome, I have a dream
Sin embargo, aquellos ideales fueron tributarios de la consigna madre: Proletarios de todos los países, uníos. Y lograron, a la postre, dos grandes victorias que negros, mestizos, pueblos originarios y blancos conscientes celebraron por igual. Con algo más que amor y flores, Vietnam se impuso al imperio más poderoso de todos los tiempos, y Cuba y Venezuela lo resisten, desde hace 62 y 22 años, sin arriar sus banderas.

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