Fuentes: Rebelión
La rebelión de abril 2018, nace al encenderse las
chispas de los ambientalistas al protestar por el incendio de la
reserva ambiental de Indio Maíz y por la protesta de los adultos
mayores contra la reforma a las pensiones del Seguro Social, dando
inicio a un proceso ascendente de movilizaciones, barricadas y tranque
hasta culminar en la madre de todas marchas del 30 de mayo que se
transformó, por la represión, en la marcha de los sueños robados y de
las vidas arrasadas.
Ambas protestas, ambientalistas y adultos mayores, fueron el grano
que derramó el vaso donde se habían acumulado múltiples agravios: la
sórdida desigualdad, la violencia en el campo, el abandono de los
“millennials” y sometimiento de la población por la represión
gubernamental.
En
ese escenario emerge la protesta de los estudiantes de las principales
universidades, segundada por el movimiento campesino y los ciudadanos
autoconvocados. Dando origen a las marchas multitudinarias, a las
barricadas y a los tranques en diferentes lugares del país; se llegaron a
contabilizar 153 tranques. Es decir, la rebelión de abril 2018 fue un
movimiento multisectorial.
Estos
movimientos sociales nacieron espontáneamente sin un liderazgo
preestablecido, los liderazgos surgieron en cada tranque, en cada
barricada, en cada marcha. Nunca se logró establecer un liderazgo
nacional nacido de la propia base de lucha, lo que permitió que
representantes del gran capital lograran obtener la hegemonía en la
dirección política en la mesa de negociación con el régimen y la
representación internacional de la protesta.
La
estrategia del régimen, para controlar el movimiento social, fue
utilizar la “guerra paramilitar” con el objetivo de recuperar las
calles, demoler los tranques, desmantelar al movimiento de protesta y
reestablecer su alianza con el gran capital. Sin embargo, el régimen,
dos años después, no ha logrado desmantelar la efervescencia de la
protesta. Aunque el movimiento social perdió la calle por la represión
indiscriminada de los paramilitares, el régimen no ha podido resolver la
crisis política.
Dos
años después, junio 2020, el liderazgo estudiantil se encuentra
fragmentado con múltiples líderes parciales. El movimiento campesino sin
una dirección política que ofrezca una estrategia de cómo enfrentar a
la dictadura. Y, los representantes políticos del gran capital
embarcados en la estrategia de las elecciones en el 2021, como la única
salida posible, han abandonado cualquiera otra opción de la salida de la
dictadura apoyado por sectores conversos de estudiantes y campesinos.
Dos
años después, los diferentes sectores de la oposición se encuentran
inmersos entre las cinco crisis (sanitaria, económica, internacional,
social y política) que se encuentra inmerso el país y sin poder
encontrar el camino unificado que le permita superar el tapón que tiene
empantanado al Estado-Nación.
Dos
años después, en medio de la curva ascendente del coronavirus, surge el
movimiento de las 35 Asociaciones Médicas que aglutinan aproximadamente
unos 4 mil médicos y médicas en todo el país, desafiando la política de
“inmunidad de rebaño” o la “guerra biológica” ejecutada por el régimen.
Ojalá que la dignidad de los médicos se haga una conducta para todos
los políticos.
Los
protagonistas de la convocatoria a la cuarentena nacional no son los
políticos ni tampoco los líderes sociales de abril 2018, sino una nueva
generación de luchadores, los gremios médicos y de enfermeras que se
proponen salvar vidas. Mientras el mensaje del régimen es contágiense,
muéranse.
La
implementación de la “guerra biológica” de parte del régimen
Ortega-Murillo persigue diferentes objetivos: terminar de desarticular
al movimiento social surgido en abril 2018, doblarle el brazo al capital
al profundizarse la crisis económica, y, buscar cómo mantenerse en el
poder más allá del 2021.
En
medio de la crisis sanitaria, surgió un estamento social, los médicos,
que se enfrentan al régimen en el campo de la salud, proponiendo un
protocolo diferente para mitigar la espiral de contagio que el régimen
persigue con su “guerra biológica” o “inmunidad de rebaño”.
El
llamamiento de los médicos a favor de una cuarentena nacional que tiene
el objetivo de salvar vidas ha recibido el apoyo de todos los sectores
sociales, de la comunidad internacional y de los trabajadores de la
salud.
Y,
está funcionando en cada comunidad, acelerando el proceso de la
implosión del régimen con las declaraciones de la alcaldía de Muelle de
los Bueyes, la asamblea del territorio de AMASAU-Awastingni en la Costa
Caribe, etcétera.
A
principios de junio, nos encontramos en el inicio de la curva
ascendente de contagio de la pandemia, en el rojo del semáforo
epidemiológico, cuando los contagios y las muertes se contarán por
decenas todos los días. Sin embargo, la política del régimen sigue
siendo la “guerra biológica” poniendo en riesgo la salud y las vidas de
miles de nicaragüenses, incluyendo sus propios partidarios.
Por
otro lado, el régimen ha sido insensible a las necesidades y a las
demandas de los que menos tienen, de quienes sobreviven el día a día y
de aquellos que siempre, pero aún más en calamidades como ésta, tienen
que salir a trabajar porque, de no hacerlo, dejarían de comer sus
familias.
Estamos
frente a una catástrofe económica, con decenas de micro, pequeñas y
medianas empresas quebradas, miles de personas en el desempleo y el
irremediable decrecimiento de una economía mediocre que no ha logrado
despegar desde la crisis de abril 2018.
Las
imágenes que circulan a través de los medios de información, muestran a
personas en las calles de las principales ciudades y en los buses, sin
respetar la sana distancia física ni hacer uso de los insumos sanitarios
mínimos, como el cubrebocas, lo cual nos vaticinan malos augurios.
El
régimen Ortega-Murillo cree que la salud de la economía es más
importante que la salud de la población; por lo tanto, sigue la receta
que indica que el lucro y la riqueza son, a final de cuentas, más
importantes que la vida humana.
El
régimen quiere mantener abierta la economía con el pretexto de ayudar a
los pobres, pero al mismo tiempo esas vidas son las que consideran
desechables y sus trabajos, remplazables. En estas circunstancias es
preciso y recomendable escuchar con atención a la ciencia, a los médicos
y especialistas. Y el consejo inequívoco de éstos, que es indispensable
la cuarentena nacional para evitar más muertes. La salud de la
población debe ser la prioridad.
Decenas
de médicos y médicas de los centros de salud y hospitales han adquirido
el virus por las pésimas condiciones que ofrece el sistema de salud. Y,
además, porque las autoridades del Ministerio de Salud les prohíben
ingresar con mascarillas o tomar otras medidas de protección. Muchos
trabajadores sanitarios, por la falta de protección adecuada, se ven
obligados a usar bolsas de basura para protegerse o máscaras
reutilizables.
La
política sanitaria del régimen, la “guerra biológica”, es tan peligrosa
como la pandemia misma. Desde el punto de vista de la salud, es una
tragedia lo que vivimos. Además, ocultar información significa que el
Estado se transforma en algo más nocivo que el virus porque evita que la
población tome plena conciencia de lo peligroso de la pandemia.
Así
como en abril 2018 surgió un liderazgo estudiantil y campesino quienes
fueron posteriormente cooptados por los sectores del capital desviando
la reivindicación más sentida por la población: “que se vayan”. Ahora,
junio 2020, ante el peligro que la pandemia se vuelva incontrolable,
surge el liderazgo médico; el cual le ha inyectado una nueva esperanza a
la lucha por la democracia.
Dos
años después, ha surgido una propuesta de lucha que propone “salvar
vidas” lo que implica rechazar la “guerra biológica” del régimen.
“Salvar vidas” a través de la cuarenta nacional es la consigna. Salvando
vidas, también, estamos haciendo el cambio. De cara al llamado a la
cuarentena nacional, el régimen ha iniciado una campaña de desprestigio
contra las 35 Asociaciones Médicas porque no puede justificar su
política de “guerra biológica”.
Prácticamente
no hay día que la vocería oficial del gobierno no insulte y
descalifique a quienes cuestionan su dislocada visión de la pandemia, en
especial a quienes desaprueban su total desprecio a la vida de los
nicaragüenses por su estrategia de la “guerra biológica”.
El
llamado a la cuarentena nacional nos indica que estamos en presencia
del nacimiento de un nuevo liderazgo sociopolítico que se enfrenta a la
estrategia de la “guerra biológica”, en unas condiciones de mayor
debilidad del régimen en comparación a la coyuntura de abril 2018.
Liderazgo que goza de mayor nivel científico y con un programa profético
de amplio consenso al decir la verdad para “salvar vidas”.
Cuando
impartía clases, durante muchos años, en la Escuela Superior del Estado
Mayor del Ejército de Nicaragua, conocí por su propia voz que muchos
oficiales se habían alistado a las fuerzas armadas con el fin de tener
acceso a la educación universitaria y para hacer una carrera militar, no
para secundar una “guerra biológica”. Al final de cuentas, sólo hay
algo que importa cuando un gobierno, entra en la ruta de la “guerra
biológica”: no lo que piensen sus coroneles o los generales, sino, ¿lo
secundará la oficialidad media del ejército?
Ahora
que el régimen Ortega-Murillo ha adentrado de lleno en los dominios de
la irracionalidad, nos preguntamos: ¿El ejército descubrirá que la
política de Ortega-Murillo es una amenaza para la sociedad y para su
institución? ¿Los oficiales medios tomarán conciencia que la “guerra
biológica” erosiona fuertemente el fundamento entre los soldados y su
sociedad?
Conclusión:
en los últimos días, el régimen Ortega-Murillo ha sufrido dos fracturas
importantes, en un país de por si fracturado por las cinco crisis, con
la sanción al jefe del Ejército de parte de los Estados Unidos y por el
desmarque de las Asociaciones Médicas de la “guerra biológica”, fractura
que acelera el proceso de implosión al surgir una contrahegemonía. Ya
nada será como ayer y todo lo que vendrá depende de nosotros. A eso le
tiene horror el régimen.
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