Resurge con energía el combate antirracista también en Europa
Fuentes: Rebelión
Decenas de movilizaciones antirracistas
recorrieron las principales ciudades del mundo en las últimas semanas protestando
contra un flagelo tan complejo como *escondido*. Miles de personas, también en
Suiza, participan de estas manifestaciones a pesar de las restricciones sanitarias
debidas a la pandemia.
“Esas reacciones no me sorprenden
para nada ya que el movimiento de denuncia no es nuevo, existe desde hace
varios años”, subraya Izabel Barros, una de las fundadoras de la organización
helvética Berner Rassismus Stammtisch.
Esta dinámica de protesta tiene
un doble significado: la denuncia de una realidad casi cotidiana, que padecen,
aquí, muchas personas negras. Y, por otra parte, la solidaridad activa con las
protestas que se dan en otras partes del mundo para denunciar brutalidades
racistas, explica Izabel Barros, brasilera, *afro descendiente y de raíces
indígenas* -según su propia definición-, quien llegó al país hace 15 años como parte
de un intercambio universitario.
“Mi objetivo, entonces, era
realizar estudios en la Universidad de Friburgo sobre la guerra de las
religiones en Suiza, pero mis profesores me señalaron en ese momento que no era
adecuado que en tanto extranjera me lanzara a investigar una temática tan específica
de la historia nacional”, recuerda con cierta ironía.
Fue así que, para la
entonces joven estudiante, la temática del colonialismo y el esclavismo,
incluyendo la responsabilidad helvética en este sistema-proceso, se convirtió
en tema central de análisis y guía rectora de su dedicación profesional y
asociativa.
Paradójicamente, esa vivencia
inicial en Suiza, “con condimentos un tanto discriminatorios a nivel académico”,
la reorientaron a la problemática del colonialismo-racismo, que constituye hoy,
para ella, una prioridad cotidiana.
Concluido su master en
Historia y Sociología en la Universidad de Neuchâtel, Barros, junto con sus
colegas de la Fundación suiza Cooperaxion lanzaron, en tanto pioneras, las visitas
guiadas a través de los “vestigios del colonialismo y la esclavitud”. Las
realizan en las ciudades de Berna, Friburgo y Neuchâtel, dotadas de sólidos
argumentos históricos y de calidad pedagógica. Centenares de personas –
especialmente estudiantes- participaron de las mismas en los últimos 7 años.
Racismo a la
“helvética”
“El racismo es la
continuidad de la esclavitud. Es una construcción histórica y social, en la
cual Suiza, como la gran mayoría de las naciones europeas, participaron activamente,
de una u otra manera”, explica Izabel Barros.
Entre el pasado colonial y
la realidad actual, un puente repleto de historia, de sacrificios y de
sufrimientos humanos, reflexiona. “El racismo golpea hoy a muchas personas en
su día a día. Les complica la búsqueda de un empleo; su desarrollo profesional;
el contar con una vivienda digna; el ejercicio de las relaciones sociales; sufrir
controles de las autoridades policiales por el solo hecho de su identidad, fenómeno
conocido como perfil racial”, subraya.
Según la Comisión Federal
contra el Racismo, principal entidad oficial dedicada a esta temática, existen unas
100.000 personas negras en Suiza susceptibles de “vivir una situación
particular”: ataques físicos y verbales, carentes de instrumentos de apoyo, con
el sentimiento de sentirse desvalorizados en la propia sociedad suiza.
En su Estudio de
referencia sobre la problemática, publicado a fines del 2017, donde presenta Recomendaciones
sobre el tema del racismo anti-Negro en Suiza, afirma que las personas de
color pueden confrontarse cotidianamente “a la discriminación sistemática y a
las estigmatizaciones”. Y padecen de “numerosos prejuicios … en el sentido de que
serían irracionales, emotivas, perezosas, sin pudor, violentas y tendrían
comportamientos criminales”.(https://www.ekr.admin.ch/pdf/Studie_AntiRassismus_F.pdf).
“El color de la piel pesa”,
reflexiona Izabel Barros, subrayando, por ejemplo, los controles sistemáticos y
especiales de documentación en la vía pública que sufren las personas negras y no
sufren las personas blancas, subraya.
El pasado 11 de junio, en
el marco de las movilizaciones de solidaridad contra el asesinato en Estados Unidos
de George Floyd, una quincena de asociaciones, hizo público un comunicado que
enfatiza “que la violencia policial racista también es una realidad mortífera
en Suiza”. En el mismo dan los nombres de 23 personas muertas en el país, en
los últimos 20 años, en hechos ligados a la intervención de fuerzas policiales
o de seguridad. Todos casos debidamente registrados.
Sin llegar a la muerte han
sido conocidos en los últimos años procesos jurídicos resultantes de la identificación
pública exigida por policías a gente de color. Entre ellos, el de Mohamed Wa
Baile, negro de nacionalidad suiza, hecho que fuera ampliamente mediatizado en
el año 2018.
Brutalidad
global
La salida de tanta gente a
las calles para protestar, reflexiona Barros, “es el resultado de la comprensión
del racismo como un sistema global y estructural, que excede las fronteras
nacionales de un país en concreto”.
Muchas de estas protestas, aquí, analiza, no fueron convocadas por las
organizaciones que desde años trabajan en esta temática. “Tuvieron y tienen un
condimento altamente espontáneo, integrando a nuevos participantes, muchos de
ellos jóvenes, analiza. Todo esto, muestra la amplitud del problema, “que está subyacente
y comprueba lo fructífero del esfuerzo de concientización que sobre el tema se
viene haciendo desde hace mucho tiempo”. Y que a nivel internacional implica la
participación de millones de personas en Europa, Estados Unidos, América Latina
y en tantas otras regiones, puntualiza.
¿El racismo es igual en
todas partes?, preguntamos a la también militante feminista. “Hay particularidades
específicas, por ejemplo, en América Latina”, responde. En Brasil, por ejemplo,
se trató de “vender” el mito de una democracia racial, argumentando que todos
somos iguales ante la ley. “En realidad se trata de un modelo impuesto por una
élite blanca a la mayoría de la población que es afro descendiente, con casi
cinco siglos de esclavismo por detrás. En América Latina, completa, “nuestra identidad
es de asimilación, pero al mismo tiempo de mucha revuelta y violencia explosiva”.
A nivel más académico, completa,
también existe una diferencia significativa entre la mirada latinoamericana,
vivencial, que parte de ser “víctimas directas del racismo y la segregación” y
la percepción de ciertos intelectuales -incluyendo algunos de la autodenominada
izquierda europea-, que “priorizan el análisis de clases por sobre los de raza
y de género. Y posponen así la solución de estos temas, “que para nosotros son esenciales
y prioritarios, al cambio de sistema, estructural, futuro, a largo plazo”,
afirma.
El Estado,
solo asume a medias
La preocupación de la Suiza
oficial ante el racismo constituye una realidad concreta en los últimos años. El
Estudio que mandató la Oficina Federal contra el Racismo -dependiente del Ministerio
Federal del Interior- y que realizaron investigadores de la Universidad de Zúrich
enumera múltiples recomendaciones.
Entre ellas, la necesidad
de una mayor apertura de la Administración Pública a las minorías; evitar
estigmatizaciones y excesos verbales de parte de los responsables políticos;
promover que los medios de comunicación traten de forma correcta este delicado
tema. Además, urgen “a la Conferencia de Comandantes de las Policías Cantonales
y a la Conferencia de Directoras y Directores de los Departamentos Cantonales
de Justicia y Policía, a asumirse garantes, incluso públicamente, del respeto a
las minorías y reforzar las medidas necesarias”. Instan también a crear
instancias de apoyo y sugieren al mundo académico promover la investigación necesaria
en cuanto a protección contra la discriminación y el racismo”.
Buenas propuestas -aunque
el Estudio tiene lagunas- pero insuficientes, reflexiona la joven activista
antirracista. “Todo será limitado e
incompleto en tanto el Estado no reconozca y corrija el racismo estructural
existente”. Lo que explica que, a pesar de una relativa buena voluntad oficial,
“muchas de estas recomendaciones hayan quedado como simples deseos, pero no sean
aplicadas debidamente”, concluye.
*en colaboración con swissinfo.ch
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