Esta
nota revisará el panorama alimenticio actual. Éste se complica para
buena parte del mundo, en especial para países vulnerables, debido a dos
factores particulares: la caída en los ingresos de la población que la
pandemia y el confinamiento han producido en las economías del mundo, y
la dependencia al exterior en cuanto a alimentos.
La
dependencia alimenticia fue expuesta a partir de las restricciones por
la pandemia, así como la falta de soberanía en la producción de
alimentos de algunos países. El comercio alimenticio se ha complicado
en cuanto a sus redes de distribución, lo cual repercute en alzas en los
precios de los alimentos. Esta crisis pone en perspectiva el costo y las ventajas de la dependencia alimenticia de libre mercado.
El mundo ha virado hacia las restricciones alimenticias y mercados más cerrados. Destacan algunos países
como Rusia, Argentina y Brasil, importantes exportadores netos de
alimentos. La dependencia del exterior hace evidente la vulnerabilidad
por parte de los importadores netos alimenticios, como México, Estados
Unidos, China, la mayor parte de África y la Unión Europea, ante
cualquier reducción del comercio internacional. En última instancia la
pandemia también muestra la fragilidad de las cadenas de valor y la
interdependencia en cuanto a producción y suministros en cualquier
sector.
Aunque se regularice el comercio internacional,
así como la distribución interna de alimentos en los países
dependientes; el ingreso y el empleo han caído de manera generalizada en
el mundo, esto pone en un mayor predicamento la seguridad alimenticia
de la población de países vulnerables en cuanto al ingreso. La FAO
menciona: “La fuerte desaceleración de todas las economías del mundo y
en particular de las más vulnerables (…) hará que los países, en
especial los que dependen de las importaciones de alimentos, tengan
dificultades para disponer de los recursos necesarios para comprarlos”,
ya que las tasas de desempleo han aumentado y las repercusiones
económicas de la COVID-19 en el ingreso serán más severas.
En
todo el mundo hay un impacto en el ingreso y el empleo; sin embargo, en
el caso de los países con bajos ingresos el panorama es aún más crítico
dado que destinan la mayor parte de sus ingresos para su alimentación,
siguiendo la ley de Engel que relaciona un porcentaje menor del gasto en
alimentos a medida que aumenta el ingreso. Por tanto, los países con
menores ingresos tienen más en riesgo su seguridad alimentaria.
El
Departamento de Asuntos Económicos y Sociales de Naciones Unidas estimó
una recesión mundial cercana a una caída de 3.2 mundial para el año
2020. Para los países desarrollados se espera una caída de 5% del PIB,
mientras que, en los países en desarrollo, de 0.7%. El escenario puede
ser aún más adverso para los países con bajos ingresos. Mark Lowcock,
secretario general adjunto de asuntos humanitarios de Naciones Unidas
espera que la pobreza extrema, es decir, la población que vive con menos
de 2 dólares al día aumente por primera vez en tres décadas.
Desde
un esfuerzo multilateral es posible hacer frente a estas circunstancias
particulares y aminorar el impacto que tendrán en los países con bajos
ingresos. Se necesita otorgar un ingreso mínimo que le permita seguridad
alimentaria. Para enfrentar esta cuestión Naciones Unidas planteó un programa
dirigido a la ayuda humanitaria de aproximadamente 67 mil millones de
dólares, que pretende hacer frente tanto a la pandemia, la inseguridad
alimenticia como la pobreza en países vulnerables. Este programa recién
tendría efecto a finales del 2020 y sería insuficiente para aminorar la
vulnerabilidad del todo. La Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios de la ONU
estima que sin esfuerzos adicionales, el costo de la ayuda para el “10
por ciento de las personas más vulnerables del mundo de los peores
impactos de la pandemia es de aproximadamente 90 mil millones de
dólares, equivalente al 1 por ciento del paquete de estímulo global
implementado por los países de la OCDE y del G20”.
Las
perspectivas de seguridad alimenticia frente al encierro pone de
manifiesto la dependencia alimentaria. En los países con menores
ingresos es aún más crítica y urgente que la fragilidad de las cadenas
de suministros alimenticias. La forma de producir y distribuir alimentos
está en cuestión dado que la mayor parte de los países tienen capacidad
de producir alimentos por sí mismos y no necesitan depender de largas
cadenas de suministros para alimentar a su población. El apoyo a la
producción y al consumo de alimentos locales debe considerarse como una
salida a este problema e incluso un impulso al aumento de la ocupación
en el sector primario.
Num.16, Año 2020, 15 de junio
- Oscar Ugarteche, Investigador titular “C”, IIEc-UNAM, SNI III Conacyt, coordinador del obela.org
- Arturo Martínez Paredes, Facultad de Economía, UNAM, Miembro del obela.org
Fuente: OBELA, Observatorio Económico Latinoamericano www.obela.org
https://www.alainet.org/es/articulo/207285
No hay comentarios:
Publicar un comentario