CLAE / El Cohete a la Luna
El fracaso del
promocionado del 23F, con el que Estados Unidos pretendió obtener la
implosión venezolana junto a al desmembramiento de las Fuerzas Armadas
Bolivarianas, concluyó este sábado en un fiasco coronado por la ruptura
de las relaciones diplomáticas con Colombia.
La pretendida ayuda
humanitaria y las escaramuzas fronterizas motorizadas desde Washington
son parte constitutiva de la desesperada búsqueda por recuperar el
control total en América Latina, controlar sus recursos naturales y
evitar el crecimiento de la multilateralidad económica y política —de la
región— con China y Rusia.
El Departamento de Estado, el
gobierno de Colombia y la oposición liderada por Juan Guaidó no lograron
este último sábado justificar la salida militar a la crítica situación
venezolana. La ayuda humanitaria que el Comando Sur y los paramilitares
colombianos pretendieron ingresar a través de la frontera que divide
ambos países es cuestionada tanto por
la Cruz Roja Internacional, por
carecer del protocolo estipulado para ese tipo de cooperación, como por
las Naciones Unidas.
Estados Unidos ha decidido asfixiar la
economía de Caracas a través del cerco financiero, la prohibición de
importar medicinas y una proscripción a terceros países para que provean
alimentos. El boicot económico-financiero ha producido un profundo
descalabro en la economía venezolana cuyas pérdidas han sido evaluadas
por el Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica (CELAG) en
350.000 millones de dólares, sólo entre 2013 y 2017.
La ayuda
humanitaria que la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo
Internacional USAID) pretendió ingresar en forma violenta a través de la
frontera con Colombia, supone el 0.001 % de los quebrantos generados
por el bloqueo. Si la primera etapa de la ofensiva de Washington
consistió en inducir al deterioro de la situación social del país
caribeño, la fase actual busca legitimar, a través de potenciales
escaramuzas fronterizas en Cúcuta (o una masacre sin responsables
ciertos), la invasión, el bombardeo o el incentivo para el desarrollo de
una guerra civil.
El último lunes 18 de febrero, el presidente
Donald Trump se dirigió a exiliados venezolanos y cubanos desde la
Universidad de Miami con un discurso que puso en evidencia al triple
motivación de su ofensiva contra Nicolas Maduro. (a) La utilización del
fabricado conflicto con Venezuela para recuperar porciones de liderazgo
perdidos, sobre todo vinculados a la construcción del muro con México,
entremezclados con los avances de las investigaciones sobre sus
contubernios durante la campaña electoral de 2014-2016. (b) El
recurrente intento por disciplinar a América Latina para socavar
cualquier intento de proyectos soberanos, y (c) la advertencia, por
elevación, a China y a Rusia acerca de quién controla el hemisferio
occidental.
El discurso de Trump en la capital anticastrista
incluyó un saludo de Juan Guaidó, enviado a través de videoconferencia.
El autoproclamado primer mandatario de Venezuela, que fue reconocido
únicamente por el 30 % de los países asociados a las Naciones Unidas,
agradeció el encomiado apoyo de Washington, donde se formó años atrás
gracias a una beca financiada por USAID. Guaidó fue cooptado por el
National Endowment for Democracy (NED), una de las entidades de fachada
de USAID, a través de la cual realizó un posgrado en la Universidad
George Washington, bajo la dirección del economista venezolano Luis
Enrique Berrizbeitia, ex director ejecutivo del Fondo Monetario
Internacional (FMI).
Sus enseñanzas no fueron en vano. A
principios de febrero de 2019 Juan Guaidó presentó un plan para el
futuro de Venezuela titulado Plan País, que contiene las máximas
de ese organismo multilateral: la liberalización financiera y económica,
la flexibilización laboral y la privatización de todas las empresas
venezolanas, incluso sectores de PDVSA, la empresa de energía que cuenta
con las reservas de petróleo y gas (en conjunto) más importantes del
mundo. La Fundación para la Educación Económica (FEE), una de las
instituciones que recoge el legado de Milton Friedman, se expidió de
inmediato frente a la propuesta: “Sería un honor [para FEE] poder
reconstruir a Venezuela”.
Una ayudita de Satán
USAID cuenta como entidad proveedora de información estratégica al
Albert Einstein Institute (AEI) un centro que dirigió hasta su
fallecimiento, en enero de 2018, Gene Sharp. Este cientista político
nacido en North Baltimore en 1928 escribió el famoso libro De la dictadura a la democracia,
donde detalla los mecanismos más eficaces para derrocar gobiernos a
través de golpes de Estados suaves, mediante tácticas de infiltración,
comunicación, confusión, generación de caos y siembra de desconfianza
pública. Sus recomendaciones fueron utilizadas explícitamente por las
delegaciones diplomáticas de Estados Unidos en el Magreb, durante la
llamada primavera árabe, en los Balcanes para dividir la ex Yugoslavia, y
en Crimea, con el objeto de atizar los viejos resquemores entre
ucranianos y rusos.
La historia de USAID incluye parte de la
subvención, implementada a fines del siglo pasado, durante el gobierno
de Alberto Fujimori en Perú, del programa de esterilización forzada.
Según investigaciones del Ministerio de Salud de ese país se llevaron a
cabo 331.600 esterilizaciones de mujeres y 25.590 de varones, sin que
las víctimas brindaran autorización para el procedimiento. Por su parte,
en Ecuador la USAID se ajustó con precisión a los decálogos sugeridos
por Sharp, motivo por el cual Rafael Correa les exigió que abandonen el
país el 28 de junio de 2012.
La fundamentación de la expulsión
se sustentó en que había promovido, en forma oculta, detrás de la ayuda
humanitaria, la organización de grupos opositores. Algo similar sucedió
en Bolivia poco tiempo después. El 1 de mayo de 2013, Evo Morales echó a
esa misma avanzada del Pentágono bajo la acusación de conspirar contra
el gobierno. En 2016 varios cables filtrados a través de Wikileaks
validaron las denuncias del presidente boliviano y pusieron en evidencia
que los funcionarios de Washington ligados a USAID ocultaron
información, al gobierno de Morales, sobre la planificación de un
magnicidio en su contra. [1]
Las tareas de USAID en Venezuela, previas a la actual ayuda
humanitaria, gestionada por el Comando Sur, se remontan a 2002 cuando
fracasó el golpe de Estado contra Hugo Chávez. El 9 de noviembre de 2006
el entonces embajador de Washington en Caracas, el texano William
Brownfield, envió una comunicación confidencial a su cancillería en la
que describía las tareas desarrollas en el terreno por USAID a través de
diferentes fundaciones, instituciones y ONGs. El detalle, que fue
filtrado por Wikileaks el 5 de abril de 2013, puntualizaba algunas de
las metas desarrolladas por la Agencia de los Estados Unidos para el
Desarrollo Internacional: “(a) Penetrar en la base política de Chávez;
(b) dividir al chavismo; (c) proteger los negocios vitales de
Washington; y (c) Aislar a Chávez internacionalmente”.
La
ejecución del ese plan de mediano plazo incluyó la donación de 22 becas
por un monto de U$S 726.000 para formar líderes de oposición al
chavismo. Con uno de esos beneficios fue premiado Juan Guaidó. En ese
marco, además, la USAID costeó alrededor de 3000 seminarios, foros y
talleres de debate de los que participaron un total de 238.000
activistas. El investigador Tim Gill de la Universidad de Carolina del
Norte, que realizó un relevamiento sobre las tareas desarrolladas por
USAID en Venezuela, entrevistó a varios de sus funcionarios. Uno de
ellos puntualizó que gran parte de la población objeto de reclutamiento
provenía de “miles de jóvenes tanto en institutos como universidades que
estaban horrorizados de que ese tipo con pinta de indio estuviera en el
poder”. [2]
En 2010 la asamblea legislativa
bolivariana aprobó una ley que prohibió la cooptación político-académica
con financiación extranjera, hecho que significó el fin de la Oficina
de Iniciativas de Transición (OTI), otra de las fachadas de USAID.
Además de las becas, la OTI sufragó 54 proyectos de desarrollo
comunitario por un valor de 1,2 millones de dólares, contexto que le
permitió a William Brownfield activar descontentos contra el gobierno
bolivariano entre poblaciones necesitadas.
La medicina de la pólvora
El presidente de USAID, Mark Green, expresó el último martes en una
conferencia de prensa en la ciudad de Cúcuta que se sentía orgulloso de
Juan Guaidó. Junto al titular de USAID se apostaron, sonrientes, otros
integrantes de la comitiva humanitaria, pero vestidos de ropa de fajina.
Los voceros de estos últimos informaron a la prensa que el portaaviones
USS Abraham Lincoln (CVN-72) se encuentra dispuesto para operaciones a
pocos días de navegación de la región del Caribe.
El Lincoln
posee propulsión y armamento nuclear y soporta al Escuadrón Aéreo
Embarcado (CVW) 7, conformado con los Lockheed F-35C Lightning II, los
aviones más recientes del arsenal estadounidense. Se conjetura que el
significativo despliegue bélico sólo podrá ser utilizado si Trump logra
imponer la visión (o realidad) de una tragedia monumental a los ojos de
los representantes demócratas del Congreso. Cualquier escaramuza en el
límite fronterizo serviría para alcanzar ese cometido.
El plan
de operaciones de USAID y el Comando Sur apuesta a la congregación
caótica en el límite fronterizo de uno y otro lado de la línea
fronteriza, la trasmisión en vivo del intento de ingreso de la ayuda
humanitaria por parte de las cadenas noticiosas asociadas a la lógica
injerencista (CNN, BBC, RCN, Caracol), la utilización de francotiradores
para instigar una tragedia, la posterior condena internacional y la
correspondiente autorización del Congreso de los Estados Unidos para
desplegar fuerzas militares en territorio venezolano o en su frontera.
Los demócratas hasta el último viernes se mostraban críticos con la
posibilidad de un conflicto armado. Algunos de sus representantes,
incluso, cuestionaron con severidad los antecedentes injerencistas de
quien hoy digita las actividades en el terreno, Elliot Abrams.
El último martes 19 se presentó el libro del ex director interino del FBI Andrew McCabe, titulado La amenaza (The Threat),
en el que se detallan las oscuras operaciones de Donald Trump con
corporaciones para llevar a cabo fraudes políticos, económicos y
electorales. Un día después, en el programa televisivo The Last Word
presentado por Lawrence O’Donnell, McCabe adelantó algunas anécdotas de
su libro: “En una sesión informativa privada con funcionarios de
inteligencia en julio de 2017, Trump preguntó por qué Estados Unidos no
estaba en guerra con Venezuela… tienen todo ese petróleo y están justo
en la puerta de atrás”. [3]
El secretario de Estado,
Mike Pompeo completó la idea el último jueves en una entrevista a la
NBC: “Esta es nuestra región.” Pocas veces sus gobernantes fueron tan
explícitos.
Notas:
Jorge Elbaum: Sociólogo, doctor en Ciencias Económicas, analista senior
del Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la ). Publicado en elcohetealaluna.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario