Michael Cohen, ex abogado de Donald Trump, compareció frente al Comité de Justicia de la Cámara Baja de Estados Unidos. Durante siete horas reiteró la información que casi todo el mundo conocía sobre las infidelidades, mentiras e iniquidades que Trump ha cometido, antes y después de llegar a la Casa Blanca. La diferencia es que, en esta ocasión, el espectáculo fue en vivo y a todo color con la participación estelar de uno de los protagonistas del thriller que el propio Trump, tan afecto al espectáculo y emulando a Mario Puzo, ha escrito dirigido y protagonizado.
La forma en la que Cohen buscó su redención fue dramática. Declaró haber mentido al Congreso, a su familia y desde luego a la sociedad, con el único afán de proteger la reputación y trapacerías de su ex jefe. Su recuento de los hechos conmovió a casi todos los que presenciaron la comparecencia, excluyendo a los integrantes republicanos de dicha comisión. Fue patético advertir la forma en que estos últimos pretendieron desacreditar el testimonio de una persona a la que no había necesidad de desacreditar más de lo que ya estaba. No se tomaron la molestia de inquirir una sola sobre la vez sobre la investigación que se sigue a Trump por los delitos de los que se acusa a Cohen, quien de cualquier manera terminará en la cárcel, por lo que no tenía nada que ganar acusando a su ex jefe.
A fin de cuentas, no quedó claro si los representantes republicanos intentaron defender al líder virtual de su partido, obstaculizar la investigación de delitos como el contubernio con los rusos para ganar la elección de 2016, la evasión de impuestos, o escabullir las acusaciones sobre su participación en otras actividades ilegales. Tal vez los republicanos se equivocaron en la necedad de defender a un miembro del selecto club al que pertenecen, incluido el propio Trump. Eso, pudiera costarles caro en las elecciones de 2020.
Lo sorpresivo fue la revelación de la investigación que se sigue a Trump en un distrito de Nueva York en torno a la comisión de diversos delitos derivados de sus operaciones comerciales y financieras. La congresista Ocasio Cortez puso de relieve esta situación cuando pidió a Cohen los nombres de los operadores financieros de Trump. Para rematar, Cohen hizo una terrible admonición sobre la reacción de su ex jefe y lo abrupta en que pudiera convertirse la transición en caso de perder su relección. Cabe preguntar qué pasará si la gana. En ambos casos el panorama es obscuro para la sociedad estadunidense, y para las naciones con las que tiene una estrecha relación.
El hecho es que las posibilidades de que se enjuicie criminalmente a un presidente de Estados Unidos en funciones históricamente han sido contadas. También un juicio político para defenestrarlo se ve lejano en tanto que el Partido Republicano, que ostenta la mayoría en el Senado, por ahora, no parece contemplar esa posibilidad. Más aún cuando, por increíble que parezca, casi 90 por ciento de su membresía apoya la gestión del mandatario.
De lo que no hay duda es que Trump continuará con su agenda de socavar las instituciones de las que los estadunidenses se han ufanado durante tanto tiempo, en particular la democracia. Tampoco hay duda de que continuará culpando a los migrantes de los males que padece Estados Unidos y, por supuesto, la necesidad de levantar una muralla para detener su paso. Eso le dio votos y se los dará nuevamente.
En tal sentido, no es lejana la posibilidad de que culpe a nuestro país de no aceptar su pretensión de convertir nuestra frontera con Guatemala en una barrera para evitar el paso de migrantes de Centroamérica. Por esa razón, no estaría por demás recordar las ofensas de Trump en contra de nuestro país. Quienes han pensado que el espíritu de la Doctrina Estrada de no intervención en los asuntos internos de otras naciones es obsoleto, deberían meditarlo de forma más detenida.
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