I
. “El bolchevismo está
llamando a nuestra puerta. No debemos dejarlo entrar […] América debe
permanecer incólume e incorrupta. Debemos proteger a los obreros de la
prensa roja y de la perfidia roja, y cuidar de que sus mentes se
mantengan sanas.”
II. “Maduro no es un patriota venezolano, sino un títere cubano… La
hora del ocaso del socialismo ha llegado a nuestro hemisferio… Los días
del socialismo y comunismo están contados en América…”
Entre ambos párrafos, median 90 años y dos épocas acaso no tan
distintas. El primero data de 1929 y fue parte de la intervención de Al
Capone frente a 10 mil estudiantes en el campo de deportes de la
Northwestern University de Chicago. Y el segundo proviene de un discurso
de Donald Trump en la Universidad Internacional de Florida (UIF), el 18
de febrero pasado. O sea, cuatro días antes del patético show del imperio para introducir
ayuda humanitariaa Venezuela.
En el tercer tomo de Memoria del fuego, Galeano cuenta que
en aquel año de la gran crisis capitalista mundial, el hampa organizada
celebró en Atlantic City su primer congreso nacional. “El congreso
resuelve que las bandas rivales no seguirán matándose entre sí… y para
garantizar la paz, los ejecutivos de la industria del crimen siguen el
buen ejemplo de la industria del petróleo” (t.3 El siglo del viento, p. 95).
Y así como Trump en la UIF, siempre alertas, entonces y hoy, contra una
amenaza rojaque puede ser la del roosveltiano Bernie Sanders, o las camisas rojas de Nicolás Maduro y Diosdado Cabello. Pero básicamente, el discurso del presidente fue dirigido a los miles de latinoamericanos antizquierdistas que desde los años 60 habitan en el sur de Florida: cubanos anticastristas y venezolanos antichavistas (junto con decenas de miles de conservadores de otras comunidades hispanohablantes) que ejercen gran influencia y un peso decisivo en los procesos electorales.
El condado de Miami-Dade cuenta una población de medio millón de
habitantes (junto con el área metropolitana llega a 5.4 millones),
siendo la séptima ciudad más poblada de Estados Unidos. El puerto de la
ciudad mueve el mayor volumen de cruceros del mundo, y el aeropuerto
internacional (el tercero más importante después de Nueva York y Los
Ángeles) recibe la visita de 30 millones a 34 millones de pasajeros al
año.
Miami es una potencia económica. En 2017 su PIB ocupó el séptimo
lugar entre los países de América Latina (263 mil millones de dólares),
convirtiéndose en la tercera más rica de Estados Unidos, vigésima en el
mundo. En Miami están los principales medios impresos que lavan el
cerebro de los
latinosdel continente (Miami Herald, Nuevo Herald, Diario de las Américas, etcétera), y las electrónicas Telemundo, Univisión, Venevisión Internacional y otras. Y para remate, la sede del Comando Sur del Pentágono está en Miami.
Como destaca el corresponsal de La Jornada en Estados
Unidos, David Brooks, el sector cubanoestaunidense de Miami (y en menor
medida, el de otras ciudades) ha mantenido un enorme nivel de poder
político y económico durante más de medio siglo. “Mas recientemente
–precisa Brooks– se han sumado sus contrapartes venezolanas, unas 100
mil en total, incluidos 36 mil que son ciudadanos naturalizados con
derecho al voto”.
Políticos como el senador Marco Rubio, la familia Díaz Balart y la loba
Ileana Ros Lehtinen (en particular Mauricio Claver Carone, director
para América Latina del Consejo de Seguridad Nacional) han ejercido una
influencia masiva sobre la política estadunidense hacia América Latina y
sobre todo hacia Cuba.
Por ahora, los intentos de golpe,
ayuda humanitaria, copamiento de cuarteles y el llamado a la deserción de los soldados bolivarianos, fracasaron. Pero la guerra sigue y seguirá (v. gr., el apagón masivo) y entonces deberíamos preguntarnos que hará el presidente Nicolás Maduro con esta suerte de
media victoriaque tiene en sus manos.
¿Qué pesará más en la política de Washington hacia Venezuela? ¿Irán, o
el inicio de la campaña para la eventual relección de Trump? El
gobierno revolucionario de Nicolás Maduro consiguió una suerte de
media victoria, y a ver qué hace con ella. Pero cuidado. Porque el payaso Guaidó empieza a sentir que, en cualquier momento, el imperio podría soltarle la mano.
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