Traducción del inglés para Rebelión de Carlos Riba García |
Los presidentes de Estados Unidos, los líderes europeos y sus
portavoces académicos han atribuido la creciente participación, el
superávit comercial y la potencia tecnológica de China al “robo” de
tecnología occidental que esta ha hecho, al comercio “desleal” o carente
de reciprocidad y sus restrictivas prácticas de inversión. El
presidente Trump ha lanzado una “guerra comercial”–aumentando
fuertemente los aranceles, especialmente a las exportaciones chinas–,
una guerra diseñada para instaurar un régimen económico proteccionista.
Quienes en el mundo occidental condenan a China ignoran las
experiencias de desarrollo en los últimos 250 años, empezando por la
política del Estados Unidos post-revolucionario destinada a proteger las
“industrias recién nacidas”.
En este ensayo procederemos a
criticar el modelo que subyace en el actual ataque occidental a China.
Después describiremos la experiencia de países que superaron el atraso
mediante una exitosa industrialización.
El desarrollo en perspectiva histórica
Los ideólogos occidentales sostenían que las “economías atrasadas”
debían transitar el camino originalmente seguido por los países
triunfantes, específicamente el Reino Unido.
Decían que las
“etapas de desarrollo” deben comenzar por la adopción de las políticas
de libre mercado, especialmente sus “ventajas comparativas”,
concretamente, la exportación de materias primas. La “modernización”
económica conduciría, etapa a etapa, a la sociedad madura de alto
consumo.
Los defensores de la teoría liberal de las etapas
dominaban en los departamentos económicos de las principales
universidades de Estados Unidos y estaban al servicio de la
planificación de la estrategia favorecida por los responsables políticos
estadounidenses.
Al principio, los historiadores económicos
que discrepaban señalaron serias anomalías. Por ejemplo, a los “primeros
desarrolladores”, les encantaban las seguras ventajas comerciales
proporcionadas por un imperio de ámbito mundial, que obligaba a que las
colonias exportaran materias primas en desfavorables condiciones
comerciales, una ventaja de la que carecían los “países tardíos”.*
Después, el Estados Unidos post-revolucionario conducido por el
secretario del Tesoro Alexander Hamilton promovió –con éxito– políticas
de proteccionismo industrial para proteger sus “industrias recién
nacidas” frente al Imperio Británico ya establecido. La guerra civil
estadounidense tuvo lugar precisamente para impedir que los propietarios
de las plantaciones vincularan sus exportaciones con los comerciantes
libres y los fabricantes británicos.
A mediados del siglo XIX y
comienzos del XX, los países en vías de desarrollo como Alemania, Japón
y la Rusia soviética rechazaron la ideología del libre comercio y
mercados abiertos en favor de la industrialización protegida por el
Estado. Consiguieron vencer el atraso, competir y superar a los
“primeros desarrolladores”, como lo había hecho el Reino Unido.
En el periodo que siguió a la Segunda Guerra Mundial, después de varios
intentos fallidos de seguir el modelo del “libre mercado occidental”,
Corea del Sur, Taiwan y Malaysia siguieron exitosamente modelos
estatistas de protección de las exportaciones.
Las regiones y
los países que, adoptando las políticas occidentales de libre mercado,
se especializaron en la exportación de materias primas –como América
latina, África, Oriente Medio y Filipinas– fracasaron en la lucha contra
el estancamiento y el atraso.
El importante historiador económico Alexander Gerschenkron sostenía –en Economic Backwardness in Historical Perspective: A Book of Essays (Atraso
económico en perspectiva histórica: un ensayo)– que el atraso económico
proporcionaba a los países emergentes ciertas ventajas estratégicas,
entre ellas la sustitución sistemática de la importación por una
industria nacional que asegurara el crecimiento dinámico y la
consiguiente pericia competitiva para exportar.
Los países en
vías de desarrollo que triunfaron más adelante tomaron prestadas las
últimas tecnologías de producción y se apropiaron de ellas, mientras que
los que se habían realizado su desarrollo industrial más tempranamente
continuaron con los anticuados modos de producción. En otras palabras,
guiados por el Estado, los países en desarrollo se “saltaron” etapas de
crecimiento y superaron a sus competidores.
China es un
magnífico ejemplo del modelo descrito por Gerschenkron. Con la
intervención del Estado, se impuso a las limitaciones existentes en el
imperio –impuestas por el control monopólico– y avanzó rápidamente
mediante la apropiación de las tecnologías e innovaciones más avanzadas;
después, avanzó para convertirse en el más activo aportante de patentes
de avanzada en el mundo. En 2017, con 225 nuevas patentes, China superó
a Estados Unidos, que le seguía con 91 (Financial Times, 3/16/18 p.13).
Un excelente ejemplo de los avances de China en innovación tecnológica
es el Grupo Huawei, que en 2017 gastó 13.800 millones de dólares en
investigación y desarrollo y proyecta aumentar la financiación de esta
actividad a los 20.000 millones de dólares anuales. En la próxima
generación, las empresas chinas estarán a la cabeza en relación con las
tecnologías, entra ellas las de interconexión (Financial Times,
3/31/18 p.12). Que Washington recurra a la exclusión de China de los
mercados estadounidenses no tiene nada que ver con el supuesto “robo” de
patentes y secretos de Estados Unidos y, sí, todo que ver con el gasto
en Investigación y Desarrollo de Huawei dirigido a conseguir talento,
tecnología, equipo y socios internacionales. El chinofóbico
proteccionismo de la Casa Blanca está motivado por su temor a los
adelantos chinos en las redes informátixas de alta velocidad de quinta
generación, que están debilitando la capacidad estadounidense de
competir en la tecnología más avanzada.
La excelencia
competitiva de China es el resultado de la sustitución sistemática de
tecnología avanzada realizada por el Estado, lo que ha permitido que la
economía se liberalice poco a poco y compita ventajosamente con Estados
Unidos tanto en el mercado global como en los nacionales.
China
ha seguido y superado el ejemplo de los países de desarrollo temprano
(Alemania y Japón). Ha combinado el crecimiento de las exportaciones
industriales de avanzada del sector de punta con un sector agrícola
relativamente atrasado que ha proporcionado mano de obra barata y
alimentos de bajo costo.
En estos momentos, China está subiendo
la escalera del desarrollo, profundizando el marcado interno,
adelantando su sector de la tecnología de punta y reduciendo
gradualmente la importancia del consumidor de poco valor y las
industrias obsoletas.
Las economías lloronas se vuelven hacia el proteccionismo
El fracaso competitivo de Estados Unidos en relación con China y
–debido a ello– su déficit comercial son la consecuencia de su
incapacidad para incorporar nuevas tecnologías, aplicarlas a la
producción civil nacional, aumentar los ingresos, y mejorar e incorporar
a los trabajadores en los sectores competitivos, que podrían defender
el mercado nacional.
El Estado ha renunciado a ejercer su papel
destacado ante las elites financiera y militar que erosionaron el
espíritu competitivo de la industria estadounidense. Por otra parte, a
diferencia de China, el Estado ha fracasado en la provisión de un
liderazgo capaz de identificar los objetivos prioritarios compatibles
con la extendida competencia por parte de China.
Mientras China
exporta productos de precios económicos, Estados Unidos exporta armas y
guerras. Este país tiene superávit en la exportación de armas y un
déficit comercial cada vez mayor.
China ha invertido muchos
miles de millones de dólares en la infraestructura de más de 50 países;
esto mejora su superávit comercial. Estados Unidos ha gastado muchos
miles de millones de dólares en más de 800 bases militares en el
extranjero.
Conclusión
La acusación de Estados
Unidos a China de haberse convertido en una potencia económica mundial
haciendo comercio desleal y robando tecnología estadounidense desconoce
la totalidad de la historia de los países de desarrollo temprano,
empezando por el ascenso Estados Unidos y el declive del Reino Unido en
el siglo XIX.
El intento de Estados Unidos de regresar al
pasado, a una anticuada etapa proteccionista no aumentará su
competitividad ni su participación en el mercado interior.
El
proteccionismo de Estados Unidos solo conseguirá precios más altos, mano
de obra no calificada, deudas de guerra y monopolios financieros. Una
“guerra comercial” por parte de EEUU, sencillamente permitirá que el
Estado chino desvíe el comercio desde Estados Unidos hacia otros
mercados, redireccione sus inversiones para profundizar la economía de
China y aumente sus vínculos con Rusia, Asia, África, América latina y
Oceanía.
Estados Unidos se equivoca al culpabilizar a China. En
lugar de eso, debería cuestionar su confianza en una economía basada en
el laissez faire, sin plan ni inteligencia. El recurso a los
aranceles hará crecer los costos sin que aumenten los ingresos ni mejore
la innovación.
El actual proteccionismo estadounidense nació
muerto. La Casa Blanca ya ha reducido los aranceles destinados a algunos
de sus competidores. Además, los 60.000 millones de dólares en
aranceles a los productos provenientes de China afectan a menos del 3
por ciento sus exportaciones.
En vez de tratar de culpabilizar a
sus competidores extranjeros –como China– sería más inteligente
aprender de su experiencia y absorber sus avances tecnológicos e
inversiones estratégicas en infraestructuras y consumo interior.
Mientras Estados Unidos no reduzca en dos tercios sus gastos bélicos y
no subordine su sector financiero a la industria y a la población
nacional continuará estando detrás de China.
En lugar de volver
a la estrategia de los países atrasados, que confían en la protección
de industrias pueriles, Estados Unidos debería asumir su responsabilidad
de competir mediante un desarrollo dirigido por el Estado y asociado
con la mejora de la fuerza de trabajo, el aumento de sus destrezas y la
expansión del bienestar social.
* El autor llama “países
tardíos” a que aquellos que se incorporaron al comercio mundial unos
cuantos años después del Reino Unido. (N. del T.)
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