Donald Trump ha conseguido transformar la
huida hacia adelanteen una forma de gobernar. Tapa la investigación sobre la injerencia de Rusia en su campaña, armando una guerra comercial con China; tapa el desastre que le están generando los nuevos aranceles chinos en sus bases de agricultores, mandando tropas a la frontera con México. Tapa la posible reacción mexicana a sus injurias, amagando una invasión a Siria. Y así se va, haciéndose cada vez más rico, de crisis en crisis... En la lucha libre, sería un gran
rudo, por fanfarrón, cobarde y marrullero; es un estilo diametralmente opuesto a la sobriedad patricia histórica del presidente de Estados Unidos.
Dada esta estrategia, interesa constatar que lo que le está costando
más trabajo tapar a Donald Trump no son los conflictos con los grandes
intereses económicos y políticos internos y externos, sino el sinfín de
abusos y groserías que acumuló en una larga carrera de playboy y
cuasi proxeneta. Hay toda una estela de conejitas, actrices y
prostitutas que han presentado quejas por acoso sexual; y otras tantas
que, simplemente, quieren hablar de la vez en que se acostaron con él.
Hasta ahora, la estrategia para acallar este contingente se ha basado
más que nada en la cooptación, sellada en un documento legal llamado en
inglés un non-disclosure agreement (
acuerdo de no divulgación), que puede ser entendido como el equivalenta corportivo de la famosa omertá, o pacto de silencio de la mafia italiana. Si firmas, no puedes hablar.
El uso de estos acuerdos de no divulgación ha sido una obsesión de Trump. Así, hace unas semanas The Washington Post
reportó que el ahora presidente obliga a todos los miembros de su
equipo en la Casa Blanca a firmar esta clase de contratos, aunque está
seriamente en cuestión si este pacto no viola la ley, que obligaría a
estos funcionarios a declarar si hubiesen presenciado alguna violación
de las normas. No importa. Trump ha hecho su fortuna invirtiendo
carretadas de dinero en abogados –los usa para intimidar o acallar a los
más pobres– y, sobre todo, para firmar acuerdos de silencio a cambio de
dinero. Y todo eso le ha funcionado de maravilla.
Sólo que, como dicen, nunca falta un roto para un descocido, y Trump
ha encontrado por fin un contrincante que está a su medida: la
estrella pornográficaStormy (Tormentosa) Daniels. Un clavo saca a otro clavo, y quizá sólo una ruda pueda desbancar al rudo que desgobierna desde la Casa Blanca. Así, la tormentosa Stormy, con su inteligente abogado, amenaza con ganar tanto el pleito de abogados, como el que se viene en los medios.
Stormy Daniels y Donald Trump tuvieron relaciones sexuales
pocos meses después de que Melania dio a luz a Barron Trump. Ese hecho
hubiera bastado para desbancar a cualquier otro presidente de Estados
Unidos, pero estamos ya en otra realidad, en otro país, donde hasta los
evangélicos apoyan a un conocido acosador sexual, a cambio de
concesiones políticas. Tiempo después, cuando Trump iniciaba su campaña
política, su abogado, Michael Cohen, dio a Stormy 130 mil dólares a
cambio de que firmara un acuerdo de no divulgación de sus relaciones con
su jefe. Es justo que Trump ahora se esté tambaleando no tanto por
haberse acostado con Stormy, sino por hacerla firmar este convenio.
Y es que el acuerdo de no divulgación que firmó Stormy no viene
signado por Trump, por lo cual el abogado de Stormy pide que se aclare
quién está obligando a quién a hacer qué. Presionado ya por la prensa,
Trump declaró que él no había firmado el arreglo, ni sabía nada de
aquello, y ahora el abogado de Stormy busca que un juez declare inválido
el contrato, cosa que significaría que Donald Trump tendría que
declarar ante un juez, lo que lo abriría a la posibilidad de perjurio,
si declarara, por ejemplo, que nunca tuvo relaciones con Stormy Daniels,
y resultara que ella tiene pruebas de lo contrario; o si declarara que
no tenía conocimiento alguno de las acciones de su abogado, y Stormy
tuviera por ahí pruebas que sugiriera que sí las tenía.
Por otra parte, si Trump y Cohen deciden que el acuerdo de no
nivulgación no existe, y que Stormy es libre de declarar lo que quiera,
no sólo tendrá el presidente que enfrentar la publicación de un best-seller garantizado,
y declaraciones sin fin en la prensa de Stormy que hablen del tamaño
del pene del presidente, o lo que sea, sino que además tendrá Trump que
enfrentar una demanda de Stormy por difamación, ya que ha dicho
bastantes cosas sobre ella.
Hay, por último, un importante detalle. Si Trump no pagó los 130 mil
dólares, como ha declarado, sino que los pagó su abogado de su propia
bolsa, cabe una investigación judicial para ver si ese dinero no
constituiría entonces una donación de campaña, ilegal, por parte de
Cohen a Trump. Y en esas estamos. Anteayer, la FBI cateó las oficinas de
Michael Cohen e incautó sus documentos. Trump ya está gritando que se
trata de
una cacería de brujas, pero lo cierto es que Stormy está consiguiendo lo que no había logrado nadie.
El mundo debe estar atento y sobre aviso, porque la estrategia de Trump será, sin duda, intentar otra
huida hacia adelante.
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