David Brooks
Una quinta parte de la población estadunidense se ha expresado en
marchas, mítines y actos de protesta durante los pasados dos años,
reporta el Washington Post. Los temas principales de las
movilizaciones son: derechos de las mujeres, asuntos ambientales e
inmigración. Hoy día son los maestros quienes con huelgas en varios
estados exigen revertir la destrucción de la educación pública en
Estados Unidos. En la imagen, docentes en Oklahoma, hace unos díasFoto Ap
Ante las agresiones de
esta presidencia contra las instituciones y normas democráticas del
país, incluidas las libradas contra los derechos y libertades civiles y
las que podrían librar todo tipo de guerras, muchos aquí apuestan a las
elecciones intermedias de noviembre para lograr una mayoría demócrata en
por lo menos una de las cámaras del Congreso como un primer paso para
contrarrestar al peor y más peligroso presidente en tiempos modernos.
Pero aquí vale recordar que existe un juego de la democracia y, por otro lado, una lucha por la democracia. No son lo mismo.
El juego democrático es literalmente uno entre multimillonarios, quienes se atribuyen el derecho de definir los
interesesnacionales para la llamada sociedad civil. Las disputas sobre políticas nacionales son definidas por multimillonarios, algunos conservadores, otros liberales, algunos demócratas otros republicanos y varios que son ambidiestros.
Por ejemplo, sobre la educación, los que impusieron su visión de
reformafueron Bill Gates, la familia Walton (de Walmart) y otros parecidos. Hoy, son la familia multimillonaria DeVos (incluida la secretaria de Educación, Betsy DeVos). Las disputas sobre otros temas nacionales son determinadas y manipuladas por, a la derecha, los hermanos Koch, Sheldon Adelson y los Mercer, entre otros, y por el lado liberal están los George Soros, Warren Buffett, Michael Bloomberg y varias fundaciones que se dicen progresistas.
Muchos lucran con la disputa y juegan en ambos lados, donde se podría
colocar, por ejemplo, al joven poderoso de Facebook, Mark Zuckerberg,
ahora criticado por permitir –y tal vez hasta lucrar– con el uso de la
información de sus clientes con fines políticos.
Los mega-ricos financian los foros donde se debate todo esto ,
incluyendo la influencia del dinero sobre el proceso político, como los
tanques pensantes, centros de investigación, universidades,
publicaciones, todo tipo de ONG y organizaciones políticas y sociales,
que de cierta manera son desplegados como ejércitos en esta pugna entre
diversos sectores de las cúpulas, aunque se disfraza de debate
democratico(sin invitar al demos a la mesa).
En los medios están derechistas como los Murdoch y también liberales como los Jeff Bezos, fundador de Amazon y dueño del Washington Post, entre
otros. Por cierto, impero en las noticias de esta última semana el
ataque de Trump contra Bezos, desatando un debate donde pareciera que
uno tenía que alinearse con uno u otro en esta bronca entre dos
multimillonarios, y no una disputa sobre el bien común.
Como lo resume el analista político Thomas Frank en su artículo en The Guardian, en la supuesta mayor democracia mundial,
tenemos a los republicanos multimillonarios, con su intolerancia y su guerra sobre todo el rubro público, y a los multimillonarios demócratas, con su ideología inconsciente global y tecnológica. Para el pueblo común, convocado en toda nuestra majestad, la pregunta transcendental es: ¿a quién odias más?
No es nada nuevo, y vale recordar que el multimillonario
populistaen la Casa Blanca llegó ahí, en parte, porque denunció que este juego democrático era una farsa controlada por los más ricos, señalando que él mismo era uno de esos que controlaban este juego.
El ex presidente demócrata Jimmy Carter comentó en 2015 que Estados Unidos ahora
es sólo una oligarquía con soborno político ilimitado. El gran intelectual, escritor e historiador Gore Vidal había dicho hace décadas que “sólo existe un partido en Estados Unidos, el partido de la Propiedad (…) y tiene dos alas derechas: Republicana y Democrata”.
En este contexto, vale recordar que hace unos años el hoy republicano
Trump estaba registrado como demócrata. Para él era más o menos lo
mismo.
Todo esto sólo ha empeorado en tiempos recientes. Los dueños del
juego han incrementado su poder económico, y, con ello, el político. Hoy
día, el l por ciento más rico controla más que la riqueza combinada del
90 por ciento de abajo. A escala mundial, según un nuevo informe, se
pronostica que el 1 por ciento –si nada cambia– llegará a controlar dos
tercios de la riqueza mundial para 2030, reportó The Observer.
La mayoría sabe, desde hace tiempo, que este juego no es para bien de
las mayorías, según toda encuesta sobre el asunto. Pero ahora –y en
esto tal vez se le tiene que dar un poco de crédito al presidente– se
expresa cada vez más un ya basta ante este juego en las calles del país.
Una quinta parte de la población estadunidense se ha expresado en
marchas, mítines y actos de protesta durante los pasados dos años,
reporta el Washington Post. De ellos, 19 por ciento nunca
habían participado en un acto político anteriormente. Setenta por ciento
del total estaba motivado por su oposición a Trump. Los temas
principales de los participantes en movilizaciones y protestas fueron:
derechos de las mujeres, asuntos ambientales e inmigración.
Hoy día son los maestros con sus huelgas y paros en varios estados
quienes exigen revertir la destrucción de la educación pública, y los
estudiantes, que crearon un nuevo movimiento contra la violencia por
armas y los que lucran con ella, los que están educando al país. No
están alineados con ningún partido, sino que insisten en cuestionar el
juego de las élites que son cómplices de los intereses que han llevado a
estas crisis.
Estos movimientos recientes se están aliando con otros que han
surgido en tiempos recientes (inmigrantes, Black Lives Matter,
ecologistas, indígenas, la diáspora de Ocupa Wall Street), que están
desafiando el juego político controlado por los de arriba. Muchos
participarán de alguna manera –tal vez más que en tiempos recientes– en
las próximas elecciones intermedias, pero muchos señalan también que no
pueden depender sólo del juego electoral corrompido por ese club
exclusivo de los mega-ricos.
La disputa por esta nación ya no se puede reducir a una contienda
entre demócratas y republicanos, sino a una lucha para rescatar algo más
fundamental: la democracia.
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