CELAG
I
La llegada al
poder no garantiza nada y esto también cuenta para las derechas. Llegar
es solo el primer paso. Ganar una elección es eso: ganarlas. Luego, hay
que crear legitimidad, conducir y construir una dinámica de
gobernabilidad con los diversos actores. Macri (Argentina) y Temer
(Brasil) han inaugurado gobiernos recientes. Llegaron de diversas
maneras, pero están ahí dirigiendo los resortes estatales. Otros
accedieron a la primera magistratura y se fueron apagando. Solo con
recordar a Humala (Perú), Franco (Paraguay), Piñera (Chile) y el actual
Peña Nieto (México). Fueron “consumidos” y erosionados por los actores y
sus intereses. El voto no bastó para salvarlos y menos a sus partidos.
Aunque fueron rodeados de ciertas expectativas, se transformaron en
dirigentes de “baja intensidad”. Todos eran dirigentes de buenos
modales, parte de la estetización que asumen las dirigencias
neoconservadoras, pero con exiguas capacidades de organizar los
reclamos, tanto de los poderosos, como de sectores subalternos. La
“sociedad” los fue rechazando progresivamente y buscaron opciones.
II
Las dirigencias conservadoras, en términos generales, tienen problemas
para legitimar un modelo de gobernabilidad regional. Cada nación se
volvió un mundo. Están sometidas a las coyunturas y a los procesos
globales, tanto ellas, como los gobiernos progresistas. Lo que parece
más estabilizado en Europa –salvo por las experiencias griega y
española-, en América Latina está subordinado a coyunturas cambiantes.
Su modelo societal, económico y gubernamental tiene problemas. Ello no
reside en su ingeniería o comunicación política, sino en el despliegue
de su s gobiernos, tocan todas las fibras de construcción de
legitimidad. No logran “linkear” con los deseos de la ciudadanía. El
neoconservadurismo –al igual que los gobiernos de izquierdas- no posee
la garantía de continuidad ni de legitimidad extendida.
III
Todos los gobiernos movilizan demasiados recursos simbólicos y
materiales para suscitar el apoyo ciudadano, pero ello siempre puede
“caerse”. Principalmente, las naciones latinoamericanas no pueden
dirigir o morigerar algo que las vulnerabiliza: la globalización y los
modos en que éstas se integran. Ni siquiera las simbologías y deseos que
esta suscita. Vivimos en épocas (latinoamericanas) de legitimidades
movedizas o en redefinición. Las izquierdas concluyen sus periodos y se
presentan a elecciones manteniendo un importante caudal electoral (el
kirchnerismo, como el lulismo, mantendrán –de manera diferencial- cierta
cuota electoral en las próximas elecciones). No se han transformado en
esos grandes “monstruos” que les permita a las derechas ser la opción
menos mala, ni consolidar un modelo a futuro. Una derecha es una
derecha, nada más. Éstas se ven complicadas en una “zona gris” que
desestabiliza su identidad y potencia. Cuestión que –inclusive- las
llevó en las elecciones a plantear propuestas establecidas por gobiernos
progresistas para mantener electorados volátiles. Aunque luego, fuesen
barridas por sus políticas económicas.
IV
Mantener el
poder se ha vuelto uno de los “milagros políticos” más significativos en
la contemporaneidad. Es un momento, más que de giros, de
recalibramientos identitarios, de mediciones mutuas. De avances y
retrocesos de todos los gobiernos y tendencias. Puede venir una época de
mosaicos gubernamentales que una región mayoritariamente habitada por
una tendencia política.
Los neoconservadores –recién llegados al
poder- han demostrado profunda ineficiencia e ineficacia en la
superación de los gobiernos “populistas” o progresistas. El laboratorio
argentino ya no es tan seductor como en sus inicios y Temer todavía
tiene que demostrar que no será fagocitado por la corrupción antes que
por la gobernabilidad. Inclusive, aquellos que continúan gestiones
neoconservadoras tienen el desafío de no “apagarse” como los anteriores y
de acrecentar su legitimidad, porque no hay cine continuado para nadie
en política. A veces, los ciudadanos “suspenden la credulidad” en un
proyecto o gobierno y las cosas se complican.
V
La arena
movediza de las subjetividades políticas y económicas se ha vuelto el
“material humano” que más condiciona a los gobiernos. La propia derecha
sufre sus propias creaciones globales. En esa arena se tejen
expectativas y rechazos. Tan volátiles como un snapchat. Allí es donde
se construyen victorias electorales e impugnaciones gubernamentales.
Parafraseando a Napoleón, podemos decir que los gobiernos caminan sobre
sus “estómagos” subjetivos. Cada vez más locales y nacionales. Con pocas
capacidades de inaugurar un giro actual. El año 2000 de muchos
gobiernos de un mismo signo en la región se ha terminado para todos.
Inclusive, para los neoconservadores.
Este artículo se encuentra publicado en http://www.celag.org/derechas- en-territorios-movedizos/
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