Yelina Gómez Martínez
¡Estamos obligados a no olvidar!
El
deseo claro es que no se repitan las matanzas impunes y el deseo claro
es que la democracia por sí misma tenga el valor que hasta el momento el
capitalismo salvaje no le ha permitido.
Carlos Monsivais
En la Plaza de las Tres Culturas
en 1968 durante el gobierno de Gustavo Díaz Ordaz, que se caracterizó
por su intolerancia, los estudiantes a través de manifestaciones por la
falta de democracia, la falta de igualdad y justicia social, se
levantaron en un paro estudiantil indefinido. El Consejo Nacional de
Huelga que sostenía conversaciones con el gobierno convocó ese 2 de
octubre de 1968 a una manifestación pública (ya la plaza estaba tomada
por el ejército) con el propósito de dar a conocer los resultados de
esas conversaciones con el gobierno y proponer acciones. Comandos de
francotiradores apostados en el techo de la iglesia de Santiago de
Tlatelolco y de otros edificios comenzaron a disparar contra los
manifestantes. La cifra de asesinados y presos fue enorme y superior a
la asumida oficialmente. Es una de las matanzas más sangrientas de la
historia mexicana perpetrada por el gobierno, fue “un laboratorio de experimentos represivos a gran escala”. La Violencia de estado caracterizó al México de aquel entonces. (Montemayor: 2008).
La
violencia continúa acompañando a este capitalismo del siglo XXI donde
hay poca o ninguna oportunidad para los jóvenes, donde lo único que
interesa es la acumulación parasitaria de capital como relación de
poder, donde en nombre de la paz mundial se fabrican guerras
que provocan desplazamientos de millones de personas incluyendo a los
niños y a los jóvenes, donde se enseña desde el modelo de sociedad
impuesto por la hegemonía angloestadounidense que el consumismo es más
importante que el compromiso social y político con la patria, que hay
que olvidar la historia.
Capitalismo que usurpa la
tierra, privatiza el agua, esclaviza a los campesinos, obtiene cifras
exorbitantes de dinero con la trata de personas y con el narcotráfico.
Un capitalismo que crea las condiciones políticas, culturales y
sociorrelacionales para el retroceso a un ecocidio.
En México el neoliberalismo se arrecia, tragedias sociales como el feminicidio, el trabajo infantil, pululan como si nada. Continúa la violencia de estado.
Ayotzinapa:
noche del 26 al 27 de septiembre de 2014, la policía de Iguala abre
fuego contra los estudiantes y “desaparecen” a 43 de ellos. El crimen es
flagrante, aún no se sabe el paradero de los muchachos, sus familiares
siguen exigiendo justicia. México sigue sumiéndose en la corrupción, la
violencia es política de ese estado para implantar el terror en la
población, para atemorizar a todo aquel que se oponga a las políticas
del gobierno de Peña Nieto, al autoritarismo y a un modelo de país
militarizado apoyado por los EE.UU.
La lucha de
los estudiantes de Tlatelolco y Ayotzinapa es la lucha por el cambio
social, es la lucha contra la injusticia y contra la falta de
oportunidades para los jóvenes y para la mayoría desposeída, es la lucha
contra la dominación y la sumisión. ¡No podemos descansar hasta
esclarecer la verdad! ¡No, a la impunidad, no a la violencia de estado!
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