Mario Roberto Morales
Haber sido guerrillero o colaborador de esa gesta es motivo de orgullo.
El 17 de mayo participé en México en el Coloquio “Violencia y literatura en Guatemala”, organizado por un equipo de profesores e investigadores de la literatura latinoamericana en la Universidad Autónoma del Estado de México (campus de Amecameca) y por el Instituto de Investigaciones de la Literatura Nacional (Ineslin) de la Universidad de San Carlos de Guatemala. La conferencia inaugural fue ofrecida por el Dr. Marcio Palacios Aragón, Director de la Escuela de Ciencia Política de la USAC; la del segundo día de actividades por el Dr. Carlos Figueroa Ibarra, de la Benemérita Universidad de Puebla, y la de cierre por quien esto escribe.
Estudiantes y profesores de diferentes universidades mexicanas presentaron ponencias sobre novelas y testimonios guatemaltecos referidos a la lucha armada y la guerra popular en nuestro país. Hubo trabajos sobre el testimonio de mi buen amigo César Montes y sobre novelas acerca de la gesta guerrillera, en cuenta sobre dos de mis siete publicadas. Los enfoques que los jóvenes estudiantes mexicanos vertieron sobre este convulso período histórico nuestro –el cual sigue marcando la vida política y emocional de Guatemala–, así como las discusiones suscitadas entre profesores e invitados durante estas jornadas intelectuales, fueron en extremo enriquecedoras para todos (mexicanos y guatemaltecos). El Popocatépetl y el Iztaccíhuatl, siempre a la vista en esta zona llamada “de los volcanes”, nos acompañaron todo el tiempo, en especial durante las alegres y suculentas comidas al aire libre. Debo decir con inmensa satisfacción que mi novela Jinetes en el cielo tuvo una recepción entusiasta por parte de profesores y estudiantes, y que ese pecado de juventud llamado Los Demonios Salvajes, editada impecable y bellamente por la Editorial Praxis, se está vendiendo muy bien en las librerías mexicanas.
El viernes 20, el organizador del Coloquio, el Dr. Saúl Hurtado Heras, me trajo en su auto de Amecameca a Cuernavaca, a la hermosa y enorme casa de mi amigo Carlos López, en donde la Editorial Praxis lanza su producción bibliográfica al mercado desde que se trasladó del DF hacia acá hace un año. Ese mismo día, por la noche, Carlos presentó cuatro libros de Praxis en la Librería del FCE en la Colonia Condesa del DF. Lo acompañé, por supuesto. Y después de dormir ocho horas sin tregua, me puse a escribir estas líneas mirando el amplio jardín y la larga piscina de esta hermosa residencia campestre de Carlos, no sin antes haber ido con él a recorrer el centro de Cuernavaca, evocando ambos las correrías del Cónsul Geoffrey Firmin, el personaje central de la formidable novela de Malcolm Lowry, Bajo el volcán, la cual se desarrolla en estas sinuosas calles rodeadas de barrancas.
Me satisface inmensamente que nuestra gesta guerrillera sea percibida en México como un episodio histórico fundamental para la región y que su legado literario se considere un objeto de estudio digno por esclarecedor de las relaciones de poder que les revela a las generaciones posteriores. Haber sido guerrillero o colaborador de aquella gesta es un motivo de orgullo para todos aunque la guerra se haya perdido. Pues aquella proeza y su ejemplo constituyen un referente moral ante el descalabro en que la victoria de la derecha tiene sumido al país hoy, cuando la oligarquía se enseñorea de la narcoactividad, el crimen organizado, los monocultivos ecocidas y los golpes de Estado blandos.
www.mariorobertomorales.info
Haber sido guerrillero o colaborador de esa gesta es motivo de orgullo.
El 17 de mayo participé en México en el Coloquio “Violencia y literatura en Guatemala”, organizado por un equipo de profesores e investigadores de la literatura latinoamericana en la Universidad Autónoma del Estado de México (campus de Amecameca) y por el Instituto de Investigaciones de la Literatura Nacional (Ineslin) de la Universidad de San Carlos de Guatemala. La conferencia inaugural fue ofrecida por el Dr. Marcio Palacios Aragón, Director de la Escuela de Ciencia Política de la USAC; la del segundo día de actividades por el Dr. Carlos Figueroa Ibarra, de la Benemérita Universidad de Puebla, y la de cierre por quien esto escribe.
Estudiantes y profesores de diferentes universidades mexicanas presentaron ponencias sobre novelas y testimonios guatemaltecos referidos a la lucha armada y la guerra popular en nuestro país. Hubo trabajos sobre el testimonio de mi buen amigo César Montes y sobre novelas acerca de la gesta guerrillera, en cuenta sobre dos de mis siete publicadas. Los enfoques que los jóvenes estudiantes mexicanos vertieron sobre este convulso período histórico nuestro –el cual sigue marcando la vida política y emocional de Guatemala–, así como las discusiones suscitadas entre profesores e invitados durante estas jornadas intelectuales, fueron en extremo enriquecedoras para todos (mexicanos y guatemaltecos). El Popocatépetl y el Iztaccíhuatl, siempre a la vista en esta zona llamada “de los volcanes”, nos acompañaron todo el tiempo, en especial durante las alegres y suculentas comidas al aire libre. Debo decir con inmensa satisfacción que mi novela Jinetes en el cielo tuvo una recepción entusiasta por parte de profesores y estudiantes, y que ese pecado de juventud llamado Los Demonios Salvajes, editada impecable y bellamente por la Editorial Praxis, se está vendiendo muy bien en las librerías mexicanas.
El viernes 20, el organizador del Coloquio, el Dr. Saúl Hurtado Heras, me trajo en su auto de Amecameca a Cuernavaca, a la hermosa y enorme casa de mi amigo Carlos López, en donde la Editorial Praxis lanza su producción bibliográfica al mercado desde que se trasladó del DF hacia acá hace un año. Ese mismo día, por la noche, Carlos presentó cuatro libros de Praxis en la Librería del FCE en la Colonia Condesa del DF. Lo acompañé, por supuesto. Y después de dormir ocho horas sin tregua, me puse a escribir estas líneas mirando el amplio jardín y la larga piscina de esta hermosa residencia campestre de Carlos, no sin antes haber ido con él a recorrer el centro de Cuernavaca, evocando ambos las correrías del Cónsul Geoffrey Firmin, el personaje central de la formidable novela de Malcolm Lowry, Bajo el volcán, la cual se desarrolla en estas sinuosas calles rodeadas de barrancas.
Me satisface inmensamente que nuestra gesta guerrillera sea percibida en México como un episodio histórico fundamental para la región y que su legado literario se considere un objeto de estudio digno por esclarecedor de las relaciones de poder que les revela a las generaciones posteriores. Haber sido guerrillero o colaborador de aquella gesta es un motivo de orgullo para todos aunque la guerra se haya perdido. Pues aquella proeza y su ejemplo constituyen un referente moral ante el descalabro en que la victoria de la derecha tiene sumido al país hoy, cuando la oligarquía se enseñorea de la narcoactividad, el crimen organizado, los monocultivos ecocidas y los golpes de Estado blandos.
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