David Brooks
La Jornada
Imagen provista por la Escuela Primaria Honkawa, donde fue encontrada,
muestra cómo se dividió la nube de hongo tras la caída de la bomba
atómica en Hiroshima. Se cree que fue tomada unas horas después del
bombardeo, el 6 de agosto de 1945, a unos 10 kilómetros del estallidoFoto Afp/Escuela Primaria Honkawa
El premio Nobel de la
Paz viajó a Vietnam la semana pasada, país que resistió una de las
guerras más largas de la historia moderna donde perecieron más de un
millón y tal vez hasta 2 millones de vietnamitas y unos 58 mil militares
estadunidenses, y, al reconocer las heridas y buscar cerrar este
capitulo bélico, ofreció no una rosa, ni un ramo de olivo, ni palomas de
la paz, sino… armas.
Más de medio siglo después del inicio de la intervención militar
estadunidense en el sureste asiático, el presidente Barack Obama visitó
Vietnam en actos de fuerte simbolismo tanto para ese país, y su pueblo,
el cual aún padece las secuelas de esa guerra, sobre todo el uso del
equivalente de armas químicas como el Agente Naranja y heridas
permanentes por el lanzamiento de más bombas que el total arrojado sobre
Alemania, Japón e Italia por los aliados en toda la Segunda Guerra
Mundial (algunas de las cuales no detonadas siguen estallando y
matando). Ahí siguen las imágenes imborrables del uso de armas tan
brutales como el napalm para quemar a la población civil, incluidos los
niños. Es ese mismo país donde ahora el presidente y otros políticos
estadunidenses creen tener la autoridad moral para atreverse a criticar
las violaciones de derechos humanos.
Pero la noticia con que culminó el viaje histórico, cuyo objetivo era
festejar el inicio de una nueva relación y superar el pasado, fue que
Obama anunció que Estados Unidos suspenderá el embargo a la venta de
armas a Vietnam. Ese era el regalo que llevaba el premio Nobel de la
Paz.
Al parecer, la mejor forma de festejar el fin de la historia bélica entre Washington y un país al cual intentó
destruir para salvarlo(la famosa frase es de un mayor estadunidense en referencia al pueblo en Ben Tre, quien le comentó al entonces reportero Peter Arnett, de Ap, que
fue necesario destruir al pueblo para salvarlode las fuerzas del Vietcong), es con una feria de armas.
Vale recordar que Estados Unidos, en el gobierno de Barack Obama,
rompió el récord de cualquier presidente desde finales de la Segunda
Guerra Mundial en el volumen de ventas de armas y equipo militar al
mundo. En el año fiscal 2015, el total del programa de ventas de armas
al extranjero –no incluye todas las transferencias de armas a otros
países– fue de 46.6 mil millones de dólares, según cifras del
Departamento de Defensa.
En Japón, segunda escala de la gira asiática del premio Nobel de la
Paz, Obama se convirtió en el primer presidente estadunidense en ir a
Hiroshima, sitio del primer y único ejemplo en la historia del uso de un
arma de destrucción masiva. Ahí, el 6 de agosto de 1945, Estados Unidos
arrojó una bomba atómica que mató a aproximadamente 140 mil hombres,
mujeres y niños (y otra tres días después sobre la ciudad de Nagasaki).
Tanto Hiroshima, como Nagasaki eran ciudades de civiles, no objetivos
militares (aunque había una base militar dentro de la primera ciudad).
Esta semana Obama colocó una corona de flores en el monumento a esa
tragedia, y recordó que “hace 71 años… la muerte cayó del cielo y el
mundo fue cambiado… un muro de fuego destruyó una ciudad y demostró que
la humanidad poseía los medios para destruirse”. No mencionó que la
narrativa oficial –esa que indica que se usó la bomba para evitar la
prolongación de la guerra que resultaría en muchas más muertes, o sea
que era la menor de dos males– ha sido no sólo refutada por
historiadores, sino que la mayoría ha concluido que, en gran medida, es
falsa, recordó el historiador Alex Wallerstein en The New Yorker.
Obama no ofreció ninguna disculpa (Washington casi nunca se
disculpa ante otros países), recordó que Japón tuvo la culpa de la
guerra, y en un mensaje emotivo declaró que se requiere
un despertar moralalrededor del mundo para deshacerse de armas nucleares, y pidió
tener la valentía de escapar de la lógica del temory promover un mundo sin armas nucleares.
Lo que no dijo entre las palabras siempre tan bonitas de este
presidente, es que, en los hechos, su gobierno ha impulsado un ambicioso
programa de un billón de dólares para modernizar el arsenal nuclear
estadunidenses en los próximos 30 años, que incluye el desarrollo de una
nueva generación de bombas nucleares tácticas, o minibombas nucleares,
para uso en campos de batalla.
Más aún, un informe del propio Pentágono
emitido la semana pasada y analizado por la Federación de Científicos
Americanos demuestra que el gobierno de Obama ha reducido el tamaño del
arsenal nuclear estadunidenses menos que cualquier otro presidente de la
post guerra fría, o sea menos que George W. Bush, Bill Clinton
y George Bush padre. En 2015, Estados Unidos tenía 4 mil 571 bombas
nucleares, una reducción, sí, de 702 bombas desde 2008, pero más que
suficiente para destruir el mundo varias veces.
Aunque el presidente Barack Obama asumió su puesto con un fuerte compromiso de Estados Unidos para reducir el número y el papel de las armas nucleares y dar pasos concretos hacia un mundo sin armas atómicas, su gobierno podría ser recordado, eventualmente, más por su compromiso con modernizar el arsenal nuclear estadunidense, advirtió el Boletín de Científicos Atómicos hace más de un año.
Vale recordar, en este contexto, que este premio Nobel de la Paz ha
continuado las guerras que heredó en Irak y Afganistán, y que ahora son
las más largas en la historia de este país. A la vez, el comandante en
jefe que fue electo a la Casa Blanca, en parte por su promesa de poner
fin a estas dos guerras, ha abierto nuevos frentes en Siria y Libia, y
ha incrementado la tensión bélica frente a China (parte del propósito
del viaje a Vietnam) y Rusia. A la vez, ha ampliado y coordinado una de
las campañas más amplias de operaciones especiales y de asesinato e
intervención internacional vía control remoto empleando drones en varios puntos del planeta.
En resumen, esta semana en los cielos volaba algo que no se alcazaba
identificar: ¿era una paloma de guerra o un águila de la paz?
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