Para
Grzybowski, cofundador del Foro Social Mundial y director del Instituto
Brasileño de Análisis Sociales y Económicos (Ibase), esas
condicionalidades, “que fueron poco, incomodan mucho y están en el
origen del esfuerzo para derrotar al PT y al Gobierno de Dilma
Rousseff”, suspendida de sus funciones el 11 de este mes mientras el Senado conduce un juicio político en su contra.
A tono con el Banco Mundial
Injusticia fiscal
La próxima semana, el presidente interino Michel Temer debe anunciar medidas para reducir el déficit fiscal y estimular la economía, que en 2015 se contrajo 3,8 por ciento y este año puede sufrir un retroceso similar.
Un estudio realizado en 2010 estimó que 20.000 familias brasileñas detentaban entonces el grueso de la deuda pública brasileña.
“Si se considera a la familia extensa que va de los abuelos a los nietos, un millón de personas recibían unos 3.000 reales por día de intereses (850 dólares al cambio actual)”, dijo.
En opinión de Grzybowski, si Temer insiste en tocar los gastos de salud, educación, pensiones y asistencia social, sobre los cuales la Constitución fijó recursos obligatorios del Estado, “puede generar de inmediato una reacción contraria incluso de sectores que se manifestaron contra Dilma”.
Universidades más populares
Grzybowski reconoce como un “gran cambio” el sistema de cuotas universitarias para negros y pobres.
“Las universidades públicas y gratuitas de Brasil eran para las élites”, y cuando “los pobres querían estudiar, tenían que ir a la universidad privada”, aseguró.
Hoy las universidades son más populares y la matrícula tuvo una “expansión formidable” de tres a 10 millones de estudiantes, dijo el analista.
Pero se redujeron a la mitad los cupos para quienes no son pobres, negros o indígenas, “y esto también incomoda a las élites brasileñas”, sostuvo Grzybowski.
El PT, creado en 1980 como alternativa de izquierda democrática, llegó al poder con
Luiz Inácio Lula da Silva
(2003-2011) y se mantuvo con Rousseff (2011-2016).
Su
acento social se resume, para Grzybowski, en un crecimiento de 70 por
ciento del salario mínimo en términos reales, “la mejora más
sustancial”, el programa Beca Familia, “una obligación ética para
garantizar lo más básico a la gente muy pobre”, y las cuotas
universitarias para negros y pobres.A tono con el Banco Mundial
A
juicio de Grzybowski, el Beca Familia es un programa de emergencia,
“muy adecuado a la visión del Banco Mundial, distribuir renta en
pequeñas proporciones sin cambiar las estructuras sociales”, si bien su
alcance “es impactante, porque son 13 millones de familias
beneficiarias, más de 50 millones de personas” en un país de 200
millones de habitantes.
Su costo es muy bajo, “menos de un día del interés que cobran los que especulan con la deuda del Estado; nada”, sentenció.
Sin
embargo, “incomoda porque da un mínimo de dignidad y se lo considera un
gasto improductivo, se le critica que no estimula a la gente a
trabajar, etcétera”, observó.
Injusticia fiscal
La próxima semana, el presidente interino Michel Temer debe anunciar medidas para reducir el déficit fiscal y estimular la economía, que en 2015 se contrajo 3,8 por ciento y este año puede sufrir un retroceso similar.
Temer
ha dicho que no tocará los programas sociales, pero ha advertido que
mantener el valor del salario mínimo no es sostenible y que se necesita
una reforma laboral y previsional así como revisar los montos asignados a
la educación y a la salud.
En el debate de cómo se gastan los
recursos del Estado, ni Temer “ni ninguno de sus economistas discuten
que la mitad del presupuesto se destine a pagar a los acreedores de la
deuda pública”, criticó Grzybowski.Un estudio realizado en 2010 estimó que 20.000 familias brasileñas detentaban entonces el grueso de la deuda pública brasileña.
“Si se considera a la familia extensa que va de los abuelos a los nietos, un millón de personas recibían unos 3.000 reales por día de intereses (850 dólares al cambio actual)”, dijo.
Esta “enorme transferencia de recursos no es vista como el centro de la crisis fiscal”, añadió.
En
cuanto a las fuentes del presupuesto, “los Gobiernos de Lula y de Dilma
nada hicieron en justicia impositiva: nos quedamos con un sistema
regresivo en el que el pobre, proporcionalmente, paga más que el rico”,
dijo Grzybowski.En opinión de Grzybowski, si Temer insiste en tocar los gastos de salud, educación, pensiones y asistencia social, sobre los cuales la Constitución fijó recursos obligatorios del Estado, “puede generar de inmediato una reacción contraria incluso de sectores que se manifestaron contra Dilma”.
Universidades más populares
Grzybowski reconoce como un “gran cambio” el sistema de cuotas universitarias para negros y pobres.
“Las universidades públicas y gratuitas de Brasil eran para las élites”, y cuando “los pobres querían estudiar, tenían que ir a la universidad privada”, aseguró.
Una
ley de 2012 reserva la mitad de los cupos a estudiantes de enseñanza
pública; 50 por ciento de ellos deben proceder de familias con un
ingreso mensual de 1,5 salarios mínimos, mientras las cuotas para negros
e indígenas se determinan proporcionalmente en cada estado según los
censos oficiales.
El sistema comenzó en 2002 en el sureño Río de Janeiro y se fue extendiendo durante la administración de Lula.Hoy las universidades son más populares y la matrícula tuvo una “expansión formidable” de tres a 10 millones de estudiantes, dijo el analista.
Pero se redujeron a la mitad los cupos para quienes no son pobres, negros o indígenas, “y esto también incomoda a las élites brasileñas”, sostuvo Grzybowski.
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