Javier Flores
El sistema científico
brasileño se encuentra en peligro. Vive una paradoja, pues por una parte
es reconocido a escala mundial por el importante crecimiento que ha
experimentado en años recientes y por sus contribuciones al conocimiento
pero, por otro lado, enfrenta un grave riesgo, pues el gobierno
interino de Michel Temer –sustituto de la presidenta Dilma Rousseff,
quien enfrentará juicio político– decidió fusionar el ministerio de
ciencia, tecnología e innovación con el de telecomunicaciones, lo que en
opinión de las principales organizaciones científicas de Brasil
representa un franco retroceso.
Brasil se había convertido en el modelo a seguir por el resto de los
países latinoamericanos. Es la única nación de la región que invierte
más de 1 por ciento de su producto interno bruto en investigación y
desarrollo; pasó de la posición número 17, a la 13 a escala mundial en
la producción de artículos científicos (en el periodo 2001-2013), y ha
construido un sistema científico con instituciones muy sólidas. Un
ejemplo muy reciente es cómo se ha enfrentado y se enfrenta la crisis
producida por el virus zika.
Un editorial publicado el miércoles en la revista Nature reconoce a la infraestructura de investigación brasileña entre las tres principales razones del éxito de lo que considera
una de las investigaciones más rápidas de la historia en la ciencia básica, que llevó a dilucidar en un periodo muy corto (seis meses) que el virus zika provoca daños en el sistema nervioso en desarrollo, ofreciendo una explicación plausible de cómo lo hace (las otras dos razones son, de acuerdo con el editorial citado, los avances en las neurociencias, en especial los estudios en células troncales neurales y en organoides cerebrales –cuya explicación puede encontrarse en este mismo espacio, La Jornada 17/5/16– y la respuesta de la comunidad sanitaria mundial ante el brote de la enfermedad producida por el virus zika).
Desde antes de su llegada al poder, Michel Temer había generado
irritación e inquietud entre la comunidad científica de Brasil al
sugerir ante los medios de comunicación que podría colocar a un obispo
evangélico creacionista al frente del ministerio de ciencia, como puede
leerse en la nota de Claudio Angelo publicada el 12 de mayo también en Nature. Temer parece tener mucha prisa, pues apenas unos días después de asumir su encargo temporal publicó en la Gaceta Oficial
la mencionada fusión del Ministerio Federal de Ciencia, Tecnología e
Innovación con el ministerio que se encarga de las telecomunicaciones y
las regulaciones de Internet, al frente del cual colocó al conservador
ex alcalde de Sao Paulo, Gilberto Kassab.
Pareciera que el presidente provisional Michel Temer, quien,
como todo mundo sabe, a diferencia de Rousseff no llegó a ese puesto por
la vía del sufragio, quiere realizar una transformación a fondo y en
corto tiempo de todas las estructuras de Brasil. En la ceremonia donde
asumió su cargo Kassab, realizada en el palacio presidencial, fueron
ungidos otros 21 nuevos ministros.
Los científicos brasileños han manifestado su oposición a esta
medida, 13 asociaciones científicas, encabezadas por la Sociedad
Brasileña para el Progreso de la Ciencia y la Academia Brasileña de
Ciencias (ABC), enviaron una carta a Temer donde advierten que la fusión
sería perjudicial para el desarrollo científico y tecnológico del país:
La combinación de estas actividades dispares en un único ministerio debilitaría a la ciencia, la tecnología y la innovación, que en otros países se consideran el motor del desarrollo y ganan importancia en una economía cada vez más global basada en el conocimiento, dice la misiva.
Luiz Davidovich, presidente de la ABC y profesor de la Universidad
Federal de Río de Janeiro, dijo en entrevista para la revista brasileña Época que
la fusión de los dos ministerios era una señal de que la ciencia no era
considerada algo importante para los nuevos gobernantes.
Un crecimiento sin precedente de los recursos económicos para la
ciencia ocurrió durante el gobierno del presidente Luiz Inacio Lula da
Silva, lo que generó grandes esperanzas para el desarrollo, no sólo de
Brasil, sino que se convirtió en ejemplo de una ruta a seguir en todo el
continente. Luego, con la crisis económica y la caída de los precios
del petróleo, estos recursos vinieron a la baja, aunque el Ministerio de
Ciencia, Tecnología e Innovación realizaba gestiones para obtener un
crédito del Banco Interamericano de Desarrollo por mil 400 millones de
dólares, cuyo destino ahora se ha vuelto muy incierto.
El gobierno provisional de Michel Temer ha degradado al ministerio de
ciencia, lo que parece ser señal de que las versiones contemporáneas de
los golpes de Estado buscan retroceder a los tiempos de la asfixiante
dependencia científica y tecnológica que hemos padecido y seguimos
padeciendo en la mayoría de las naciones latinoamericanas.
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