Miguel Marín Bosch
Mañana Barack Obama
hará algo que ningún presidente estadunidense en funciones ha hecho:
visitará la ciudad de Hiroshima, destruida el 6 de agosto de 1945 por la
primera de las dos bombas atómicas que se han lanzado. La segunda
aniquiló buena parte de Nagasaki tres días después. Desde entonces nadie
ha recurrido a esas armas de destrucción en masa.
Desde que llegó a la Casa Blanca, en 2009, Obama ha pensado en viajar
a Hiroshima. Cuando se anunció su visita se insistió en que no iría
para pedir perdón, sino para promover el desarme nuclear. Sus críticos
lo atacan por su supuesta tendencia pacifista, su oposición a las
guerras en Afganistán e Irak, su pacto con Irán en el campo nuclear, su
apertura hacia Cuba y otros ejemplos de su actitud conciliadora que
algunos califican de debilidad. Lo tildan del presidente que pide perdón
por ciertos aspectos de la conducta de Washington en el mundo.
Otros pensamos que sí debería pedir perdón a los japoneses cuando
visite el Monumento de la Paz en Hiroshima. Debería reunirse con los
hibakusha, los sobrevivientes de las bombas. El uso de las armas
atómicas o nucleares en agosto de 1945 fue un acto criminal e inmoral en
lo que fue el siglo más violento de la historia.
¿Cómo fue posible que seres humanos supuestamente racionales
desarrollaran, ensayaran y utilizaran las armas más terribles jamás
ideadas? He aquí una breve explicación.
Curiosamente todo empezó de manera tranquila, casi inocente. Los
avances científicos a finales del siglo XIX dieron pie a una competencia
saludable entre físicos, químicos y matemáticos, sobre todo en Europa, y
en Alemania en particular. Deseosos de descubrir los secretos del
átomo, los científicos se reunían en universidades, organizaban
congresos, comparaban notas de sus estudios, divulgaban los resultados
de sus experimentos y muchos de ellos acabaron siendo amigos. J. Robert
Oppenheimer, quien habría de dirigir las actividades científicas del
Manhattan Project en Los Álamos, Nuevo México, estudió en Harvard, luego
pasó por la Universidad de Cambridge en Inglaterra y acabó en la
universidad alemana de Göttingen, donde trabajó con Max Born.
Cuando estalló la Segunda Guerra Mundial, en septiembre de 1939, los
científicos alemanes y británicos se estaban acercando a la posibilidad
de fabricar una bomba atómica. Las victorias iniciales alemanas
presagiaron una contienda militar sangrienta. Los soviéticos y
británicos resistieron y el curso de la guerra cambió con la decisión
del presidente Franklin Delano Roosevelt de declararle la guerra a Japón
en diciembre de 1941. Hitler le declaró la guerra a Estados Unidos y
abrió así la entrada de ese país en el conflicto europeo.
Poco después, Albert Einstein alertó a Roosevelt de que Alemania
estaba construyendo una bomba atómica. Años más tarde, Einstein, tras
Hiroshima y Nagasaki, se arrepintió de haberlo hecho.
Roosevelt habló con Winston Churchill y el primer ministro del Reino
Unido estuvo de acuerdo en que los esfuerzos de los aliados por
construir una bomba atómica se llevaran a cabo en Estados Unidos y que
Canadá participara también. De ahí nació el Manhattan Project y los
científicos (casi todos europeos) reclutados por Londres y Washington
acabarían en Los Álamos.
La idea del proyecto era evitar una victoria alemana, y para
ello era necesario construir una bomba atómica antes que los nazis.
Hacia finales de 1944 se supo que Berlín había abandonado su propio
proyecto (seguramente por razones económicas). Pero los científicos en
Los Álamos continuaron trabajando con una sola excepción. Se trata de
Josep Rotblat, un físico polaco que en 1939 había sido reclutado por el
Reino Unido. Rotblat decidió abandonar Los Álamos ya que no habría una
bomba atómica alemana. Años después sería el artífice de una declaración
firmada por Einstein y Bertrand Russell en 1955, que condenó las armas
nucleares y creó lo que hoy sigue siendo el Movimiento Pugwash.
Roosevelt murió en abril de 1945 justo con la rendición de Alemania.
Harry S. Truman, el vicepresidente que había sido un discreto senador
por Missouri, asumió la presidencia y se enteró de la existencia del
Manhattan Project. Parece increíble que el vicepresidente de Estados
Unidos no supo antes del proyecto atómico.
Estados Unidos seguía enfrascado en la guerra contra Japón. La Unión
Soviética ofreció ayuda militar, pero Truman, que ya era bastante
antisoviético en 1945, rehusó el ofrecimiento de Moscú pensando que
quería hacerse de algunos territorios en el noroeste del Pacífico.
En julio de 1945, mientras navegaba hacia Europa para asistir a la
conferencia de Potsdam. Truman fue informado de que se había ensayado
con éxito un artefacto nuclear. Unos días después, en Potsdam informó a
Churchill y Josef Stalin de lo anterior. El primero seguramente ya lo
sabía y el segundo le aconsejó que
hiciera buen usode la bomba.
A su regreso a Washington, Truman consultó con militares e
intelectuales acerca del uso de bombas atómicas. Por lo general le
dijeron que sí, y así se terminaría la guerra. Los soldados
estadunidenses sufrían muchas bajas cuando invadían las distintas islas
japonesas. Hubo otros que se opusieron por los daños incalculables que
causarían a la población civil. El general Dwight David Eisenhower
estuvo en contra argumentando que los japoneses perderían la guerra en
muy poco tiempo. Truman nunca consultó a Eisenhower. Seguramente nunca
consideró no utilizarlas.
En 1945 eran muy pocas las personas que no habían oído hablar de las
decenas de miles de víctimas de los bombardeos con armas convencionales e
incendiarias. Londres había sufrido dichos ataques, varias ciudades
alemanas, incluyendo Dresden, fueron arrasadas por bombardeos de
saturación (carpet bombing, en inglés). En el verano de ese
año, Tokio también sufrió decenas de miles de muertes. La diferencia con
las armas nucleares es que con una sola bomba lanzada desde un solo
avión se obtenían los mismos resultados.
Obama debe pedir perdón y cerrar un capítulo nefasto de la historia de Estados Unidos.
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