La Jornada
El presidente de
Argentina, Mauricio Macri, anunció ayer que repatriará al país los 1.2
millones de dólares que la semana pasada reconoció tener en el paraíso
fiscal de las Bahamas. Esta medida es parte de su programa contra el
blanqueo de capitales y para que los potentados argentinos regresen al
país el dinero depositado en cuentas extranjeras. Por otra parte, en
Brasil el ministro de Transparencia y encargado del combate a la
corrupción, Fabiano Silveira, dimitió a su cargo luego de que se
difundiera un audio en el que da consejos legales a un político
involucrado en el caso de la petrolera estatal Petrobras. Se trata de la
segunda renuncia de este nivel en los 17 días de gobierno del
presidente interino Michel Temer.
Los casos anteriores muestran cómo los nuevos gobiernos de derecha en
Argentina y Brasil –Macri asumió el 10 de diciembre de 2015 y Temer el
pasado 12 de mayo– ostentan la marca de la corrupción y la opacidad,
independientemente de que el empresario bonaerense haya llegado al poder
con la legitimidad de las urnas mientras el paulista obtuvo la
presidencia mediante lo que muchos han llamado un golpe institucional.
La demostración de conductas indebidas por parte del mandatario
argentino y de personas del entorno inmediato del interino brasileño
contrasta con la falta de sustento que caracteriza a las acusaciones
contra la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner y la mandataria
suspendida, Dilma Rousseff. Cabe recordar que hasta el momento no existe
ninguna prueba que justifique la andanada de señalamientos vertidos
acerca de la supuesta participación de ambas en conductas ilícitas.
Pese a esa falta de evidencias, los grandes medios de
comunicación occidentales han articulado una ininterrumpida campaña para
instalar en el público la percepción de un comportamiento ilegal de las
gobernantes de izquierda como si se tratara de un hecho probado que no
requiere mayor argumentación. En tal campaña se ha buscado manchar hasta
al antecesor de Rousseff, el ex presidente Luiz Inacio Lula da Silva,
quien a pesar de todo sigue a la cabeza en las encuestas de cara a las
elecciones presidenciales de 2018.
Por más que se intente desviar las miradas hacia otro lado, la
comprobación y admisión de que el presidente de Argentina y los
colaboradores del de Brasil han incurrido en prácticas ilícitas pone al
descubierto el cinismo estructural que es el sello de sus gobiernos.
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