Mientras los grandes
medios, los partidos y las centrales sindicales se focalizan en la
crisis política y la destitución de la presidenta Dilma Rousseff, miles
de jóvenes están viviendo un proceso de autoformación como militantes
anticapitalistas. Hacia fines de 2015 comenzó una oleada de
movilizaciones de estudiantes secundarios de colegios situados en
barrios populares, que se tradujo en cientos de ocupaciones donde
jóvenes de 13 a 18 años establecen el autogobierno escolar.
En estas páginas han sido analizadas las ocupaciones de 200 centros
secundarios en el estado de Sao Paulo y la derrota que los jóvenes
propinaron al gobernador conservador Geraldo Alckmin, quien debió dar
marcha atrás en su proyecto de reorganizar el sistema educativo cerrando
colegios para ahorrar fondos públicos (http://goo.gl/fK4sU4).
En los meses siguientes, el movimiento se expandió a otros estados con
demandas sobre la merienda escolar y la calidad de las infraestructuras,
en alianza con una parte de los docentes.
Este mes de mayo hubo 65 centros ocupados en Río de Janeiro, 110 en
Río Grande do Sul y 49 en Ceará, a los que deben sumarse los 25 que
estuvieron ocupados en diciembre en Goiás. Las cifras tienen
oscilaciones importantes, ya sea por los desalojos que impulsan los
gobiernos estaduales o porque se suman nuevas ocupaciones. En total,
desde septiembre pasado fueron ocupados 500 colegios en cinco estados.
El filósofo y militante social Pablo Ortellado calcula un promedio de 30
a 50 jóvenes en cada ocupación, por lo que sólo en Sao Paulo
tuvimos entre 6 y 10 mil activistas que se formaron en este ciclo(http://goo.gl/wgwtwm).
Si el cálculo es correcto, en los cinco estados involucrados en las
ocupaciones se foguearon entre 15 y 20 mil militantes. “Son personas
–destaca– que se formaron políticamente con la idea de que es posible
derrotar el poder del Estado cuando amenaza los derechos sociales, de
que esa lucha puede hacerse fuera de las instituciones”. Esta camada de
militantes, la mayor parte mujeres, va a fortalecer los movimientos
populares preparando un ciclo de luchas que no podemos saber cuándo va a
germinar.
Para llegar a esas conclusiones es necesario ampliar la mirada
temporal y bajar a los detalles, observar qué hacen los jóvenes durante
las ocupaciones, que siempre fueron escuelas de organización y
activismo.
La primera cuestión a tener en cuenta es que la oleada de ocupaciones
es hija de las movilizaciones de junio de 2013, cuando alrededor de 10
por ciento de los brasileños salieron a las calles, más de 20 millones,
en su inmensa mayoría jóvenes. Fue un tsunami cultural y político sin el
cual es imposible comprender la crisis actual. Las ocupaciones llevan
la impronta del
estilo MPL(Movimento Passe Livre) que protagonizó junio de 2013.
La segunda es menos visible porque se relaciona con la vida cotidiana
en las ocupaciones. En este punto hay enormes diferencias, ya que
algunas duran pocos días y otras se mantienen durante meses. Lo común es
la apropiación del espacio mediante el cuidado del centro, la limpieza,
pintura de aulas y áreas comunes, y en ocasiones haciendo pequeñas
reformas. Durante el tiempo que mantienen la ocupación, establecen
comisiones en las que participan todos los ocupantes: alimentación,
comunicación, actividades, estructura y seguridad, son las más
frecuentes.
Suelen levantarse muy temprano, sobre las 6:30 en algunos
colegios. Dedican mucho tiempo a recoger alimentos y productos de
limpieza que aportan padres, profesores, comerciantes y vecinos del
barrio. Quienes no cumplen sus tareas o incumplen las normas suelen ser
castigados, como en un colegio de Río de Janeiro, con una hora de
retraso a la hora de servirles el almuerzo.
Todos los días realizan asambleas, que pueden extenderse durante
horas, en las que se toman todas las decisiones. Las relaciones con los
medios suelen ser problemáticas. Dafine, una joven de 15 años de un
colegio de la periferia paulista, comunicó a la periodista de El País la decisión de la asamblea en estos términos:
Decidimos que puede entrar. Pero recién a las 10:45. Sólo puede permanecer media hora y no tomar fotos(http://goo.gl/vsg04O).
La tercera cuestión a destacar son las actividades que organizan
durante la ocupación: talleres, conferencias, estudio en grupos,
convocatoria a profesionales y artistas, con actividades casi diarias
que se amplían los fines de semana. Las ocupaciones son espacios de
debates intensos y permanentes, como parte del proceso de autoformación
que viven. Hacia afuera hacen actos en el barrio y en la puerta de los
centros, manifestaciones en áreas centrales y cortes de tránsito en las
avenidas más importantes. Ocupar es trabajar todo el tiempo.
Los jóvenes se apropian de los centros pero, sobre todo, se apropian
de sus vidas. En la ocupación de la escuela técnica Paula Souza, en Sao
Paulo, un grupo de jóvenes reflexionó junto al colectivo Passa Palavra:
“Las personas que participaron en el movimiento el año pasado sufrieron
un impacto muy fuerte en su vidas (…) cuando el movimiento termina no
quieren retornar a la misma vida de antes, quieren cambiar el mundo, ser
militantes” (http://goo.gl/eyupn1).
Para cambiar el mundo es necesario convertirse en sujeto de la propia
vida; dejar de ser espectador, incluso si el espectáculo lo dan
partidos de izquierda. La conversión en sujeto es un proceso subjetivo,
potente, de enamoramiento de la vida en colectivo. Las lecturas pueden
ayudar, como ayuda la participación en actos y manifestaciones. Pero es,
en lo fundamental, un proceso íntimo que se realiza en grupos acotados,
con base en relaciones cara a cara, donde fluye la mística de lo
colectivo. Las ocupaciones son espacio-tiempos apropiados para la
autogestión y la creación.
Si queremos impulsar la lucha anticapitalista, trabajemos en esa
fragua, fortaleciendo la ética del compromiso sin esperar nada. Lo otro
es pretender que el mundo se cambia desde arriba.
No hay comentarios:
Publicar un comentario