CELAC
Lo que está
sucediendo en algunos países progresistas de América Latina en nada se
parece a las revueltas destituyentes que acontecieran a fines del siglo
XX. No son procesos destituyentes de masas. En esta ocasión, se trata de
diferentes arremetidas diseñadas desde arriba en busca de una
irradiación hacia abajo con el objetivo final de lograr un cambio de
rumbo político. El poder económico, el poder mediático y el poder
judicial operan como “poder detonante”. La estrategia no necesariamente
pasa por la vía del estallido social. Las movilizaciones sociales son
necesarias pero no suficientes. Se trata más bien de demostrar que hay
músculo social capaz de acabar con el actual ciclo político. El
propósito es crear un clima destituyente en base a la emergencia de un
nuevo imaginario: existen otras fórmulas políticas, no de izquierdas,
que también tienen capacidad para “ganar la calle”, para lograr un
futuro mejor. Pero no es éste el fin en sí mismo. La estrategia es
utilizar este “mal ambiente social” para hacer creíble la necesidad de
una ruptura definitiva con el orden constituido. Se persigue hacer ver
que estamos frente a una crisis de régimen, y entonces, no queda otra
que acudir a otras propuestas electorales.
Luego de años
intentándolo infructuosamente, esta vez parece que los resultados sí han
comenzado a llegar, aunque sean todavía parciales. Se logró en
Argentina con la llegada de Macri poniendo punto y final a la etapa K.
En Venezuela, la oposición ganó las elecciones del pasado 6D en la
Asamblea y ahora se fija como meta cambiar al Ejecutivo (sea por
revocatorio, o incluso procurando inconstitucionalmente achicar el
periodo presidencial de seis a cuatro años). En Brasil, se intenta con
ahínco destituir a Dilma a través de un juicio político al mismo tiempo
que se pretende sacar a Lula de la próxima pelea electoral también por
la vía judicial. En Ecuador, desde el año pasado se viene llevando a
cabo un plan de desestabilización con la vista puesta en lo que resta
para las elecciones de Febrero de 2017 en las que no se presenta Rafael
Correa. Y en Bolivia, se abre un nuevo periodo político luego de la
derrota del oficialismo en el referéndum para la repostulación de Evo
Morales de cara a la nueva cita electoral presidencial en 2019.
Cada
caso tiene su particularidad pero en todos y cada uno de ellos se
observa un proceso destituyente en desarrollo que comienza a tener un
alto grado de efectividad. La pregunta es por qué la tienen ahora y no
antes. La explicación no obedece únicamente a la fuerza descomunal de
quien lo intenta con todos sus medios. Los intentos de ese “poder
detonante” no son novedosos pero hasta ahora no habían mostrado
capacidad para dar el golpe certeramente. ¿Por qué ahora pareciera que
sí? Hay una importante cuota de explicación que radica en las propias
resquebrajaduras al interior de los procesos. Esta vez no son grietas
ocasionadas por políticas de ajuste neoliberal como aquellas que hace
décadas desprotegieron a las mayorías. No es eso. En esta oportunidad,
las fisuras abiertas al interior de los proyectos políticos progresistas
se derivan de otros factores que no han sido tenidos en cuenta en su
justa medida y a su debido tiempo. En muchas situaciones, aparecen
dilemas y contradicciones a resolver ocasionadas por la dinámica
transformadora de cada proceso. En este sentido, cabe atender a la nueva
clase media de origen popular creada en esta época, así como encontrar
la forma de sintonizar con los jóvenes, con los nuevos marcos
culturales, con los nuevos medios (redes sociales). Se abre un periodo
que requiere también un mayor grado de exigencia en la eficiencia de la
gestión pública. Y además, no se puede dejar por afuera la cuestión
económica como variable crítica en esta coyuntura. El viento de cola a
favor se tornó en contra. Los precios del petróleo y de otros commodities
están a la baja. El frente externo adverso constituye una limitación
para continuar con el ritmo de importaciones que había servido de
respuesta económica para satisfacer la expansión de la demanda interna.
El nuevo homo consumus latinoamericano quiere más a pesar de la
restricción económica externa. Por todo ello, se torna cada vez más
complicado ilusionar hacia adelante, y en consecuencia, se cae
excesivamente en un relato retrospectivo que abusa demasiado del pasado
en vez de crear expectativas de futuro.
Estas características de
época abonan un terreno relativamente fértil para la tentativa
destituyente. Aunque todavía ésta no ha contagiado con suficiente fuerza
hacia abajo. Por tanto, no todo está perdido a pesar de los augurios
tanto de los habituales derrotistas como de aquellos promotores de
profecías auto cumplidas. Los gobiernos progresistas tienen más margen
de maniobra del que creen. Las condiciones sociales-laborales actuales
todavía son sobradamente sólidas para pensar e iniciar una segunda fase
creativa-propositiva que afronte los nuevos desafíos. Seguramente se
terminó este “primer ciclo corto” que duró en muchos casos más de una
década. Sin embargo, el ciclo largo de transformaciones no se ha
acabado. Todo dependerá de quien sea el ganador del pulso entre una
nueva era generadora de cambios y el intento destituyente. Aún hay
tiempo para reaccionar, pero el tic tac ha comenzado a sentirse.
Este artículo ha sido publicado en el diario uruguayo El Cambio (http://www.elcambio.uy/clima-destituyente-en-america-latina/)
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