El Nobel de la Paz Adolfo Pérez Esquivel advierte sobre retrocesos en Argentina con el gobierno de Mauricio Macri
Blanche Petrich
Periódico La Jornada
Cien días y ninguna flor. No es un poema, sino una
de esas frases que saltan de pronto en la conversación con Adolfo Pérez
Esquivel, el activista de derechos humanos que durante la dictadura
argentina soportó 14 meses de cárcel y tortura, y en 1980 recibió el
Premio Nobel de la Paz. Se refiere a los resultados que están a la vista
a 100 días del gobierno de Mauricio Macri.
Enumera: los despidos de empleados y trabajadores de empresas
públicas y privadas llegan a 110 mil. Y aunque el nuevo mandatario
prometió en su campaña
pobreza cero, según un estudio de la Universidad Católica de Argentina, ya sumó 2 millones de nuevos pobres a la estadística.
A lo anterior se agrega el desmontaje gradual de importantes avances logrados en 12 años en materia de derechos humanos, señala.
Pero más que enumerar lamentos y entuertos, Pérez Esquivel subraya un
ángulo de análisis poco explorado hasta ahora en el escenario
poselectoral de Argentina:
¿Por qué pasó lo que pasó, después de 12 años de gobiernos kirchneristas? Es la primera vez en la historia de Argentina que llega al poder un partido de derecha por la vía de las elecciones. Cuando veo esto a nivel de mi país no puedo dejar de hacer una lectura a escala continental, porque no hay casualidades ni hechos aislados.
Este nativo del barrio porteño de San Telmo, defensor que abraza
causas justas sin importar fronteras, aclara que no se identifica con el
kirchnerismo,
aunque rescato algunas cosas positivas de ese periodo y las apoyé desde una posición de independencia.
Desde esta postura crítica, con frecuencia confrontada sobre todo en la administración de Cristina Fernández, habla con La Jornada.
–Lo que se construyó en Argentina en cuestión de derechos humanos, de
justicia transicional y memoria histórica en los últimos 12 años es muy
interesante; en algunos casos son acciones referentes para América
Latina...
–En algunas cosas sí, en otras no. Por ejemplo, fue bueno que cuando
las organizaciones de derechos humanos reclamamos a Néstor Kirchner la
nulidad de las leyes de impunidad, tuvo la voluntad política de hacerlo.
Se abrieron las compuertas para juzgar los crímenes de lesa humanidad.
Esto lo apoyamos ciento por ciento. Pero también el kirchnerismo se
quiso apropiar de la política de derechos humanos y manejarla
políticamente.
“Hubo organismos que se sumaron a la militancia política partidaria. A
nosotros, en el Servicio por la Paz y la Justicia (Serpaj), nos pareció
que teníamos que ser independientes.
Comprendo que madres, abuelas, familiares que nacieron con el fin de
saber el paradero de sus seres queridos no trabajaron la política de
derechos humanos en su integridad. Y yo respeto eso, pero algunos se
incorporaron políticamente a los gobiernos de los Kirchner. Fueron muy
subvencionados, y frente a graves violaciones de derechos humanos que
ocurrieron en estos tiempos guardaron silencio. Nosotros, en cambio,
fuimos muy marginados.
Hoy hay una división entre los que tienen una inclinación partidista y los que no la tienen, y esto tiene un costo político. No hay unidad, y tenemos que ser conscientes de ello, pero si algunos defensores se quedan únicamente en la época de la dictadura, nosotros preguntamos ¿qué pasa hoy?
–¿Qué casos puede citar de este periodo?
–Muchos. El caso de la megaminería, persecuciones de dirigentes
opositores, daños ambientales, aumento del cáncer en el caso del
glifosato en los cultivos de soya. Hay constancias, incluso de
nacimientos con malformaciones, y la consecuente violación a los
derechos de las comunidades indígenas y campesinas.
–En el terreno de los derechos humanos, ¿qué medidas de las que ha tomado Macri recientemente critica usted?
–Un ejemplo: cuando nos reunimos con el nuevo secretario de Derechos
Humanos, Claudio Avruj, nos aseguró que el gobierno va a respetar los
juicios. Es mentira: no corresponde a ellos respetar o no los juicios;
ese es un tema estrictamente judicial. Lo que van a hacer es otra cosa,
quitarle apoyo a las organizaciones, campañas de desprestigio. Ya
empezaron. En el Archivo de la Memoria Histórica, que se creó en la ex
Esma (la macabra Escuela Mecánica de la Armada, por donde pasaron 5 mil
argentinos que fueron torturados, asesinados, desaparecidos), nos
echaron a todos.
En los últimos años creció mucho el trabajo de la memoria, dice Adolfo Pérez EsquivelFoto Roberto García Ortiz
“Otro ejemplo es el intento de desacreditar a las organizaciones. En Clarín,
Jorge Lanata, un columnista muy de derecha, escribe que hay que crear
nuevos organismos de derechos humanos creíbles. ¿Creíbles para quién?
Para ellos, el nuevo oficialismo, para llevar agua a su molino, para que
respondan a las políticas neoliberales que quieren imponer.”
Los lamentos no construyen
A Pérez Esquivel, quien a partir de agosto impartirá
cátedra en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, le
parece
imparableel avance de la derecha en América Latina.
Es a partir de los llamados golpes de Estado de Honduras, Venezuela y Paraguay que se perfilan los llamados golpes blandos, en complicidad con los poderes Judicial, político y empresarial. Hasta ahora, que se gesta el golpe que amenaza a Brasil.
–¿Ve el riesgo de una marcha atrás en Argentina?
–En cuanto a la marcha atrás, a la sociedad este momento no la agarra
tan desprevenida. En todos estos años aprendimos muchas cosas. Lo que
falta hacer es un trabajo de construcción colectiva, de propuestas de
alternativas; si no, nos quedamos con los lamentos y éstos no
construyen.
“En los últimos años creció mucho, y no por el gobierno, el trabajo
de la memoria. Fue por eso que el 24 de marzo de este año –40
aniversario del golpe de Estado– hubo una movilización extraordinaria,
donde dominaban los jóvenes que no vivieron lo que nosotros vimos.”
–Por cierto, el aniversario de la dictadura y esa movilización coincidieron con la visita de Barack Obama.
–Macri lo quiso llevar esa fecha para bloquear la atención mediática sobre la movilización. Y lo logró en parte. Clarín no publicó en el periódico impreso nada en primera plana. La Nación, apenas unos párrafos. Nada de televisión, apenas unos flashes.
–Se ha documentado, en el tema de represión y derechos humanos, que
hoy día el mayor número de víctimas son defensores del medio ambiente.
–Eso no es de ahora, viene de hace muchos años. Hay que hablar de
Chico Mendes en la Amazonia brasileña, pero se ha agudizado en tiempos
recientes. En Ecuador, con el caso de Chevron, que huye del país porque
la justicia lo condena a pagar millones de dólares por daños
ambientales, ¿y qué hace? Se va a Argentina, y Cristina Kirchner lo
recibe y le entrega las tierras de Vaca Muerta, en Neuquén, para que las
explote con fracking. Son territorios del pueblo mapuche, con lo cual se violan sus derechos con total impunidad.
“Además, Monsanto ingresa a Argentina con total impunidad, también
bajo el gobierno de Cristina, y ahora está tratando de regularizar sus
patentes.
Frente a esto, uno se pregunta: ¿cuáles son los gobiernos progresistas y cuáles los neoliberales? Tenemos serias dudas hacia dónde caminamos.
–Entonces, ¿cuál es el saldo del llamado ciclo progresista?
–Hubo cosas muy positivas que apoyamos, pero falta generar conciencia
de integración continental. Eso lo tenía muy claro Hugo Chávez, pero
todavía a nivel continental no tenemos los instrumentos necesarios de
soberanía y autonomía; mientras tanto, vamos a seguir boyando en la
tormenta y seguiremos sujetos a los intereses de las grandes
corporaciones, sin capacidad de decisión. Así seguiremos girando y dando
más vueltas que el perro para acostarse.
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