Miguel Marín Bosch
La Jornada
No cabe duda de que el presidente Barack Obama está haciendo las cosas a su manera. Frente a un Congreso en manos de los republicanos, ha decidido actuar de manera un tanto insólita para un mandatario estadunidense que va de salida.
Ante una campaña presidencial sin precedente, ha tratado de mantenerse equidistante de los candidatos demócratas. Él sabe que Hillary Clinton sería la mejor para sucederlo, pero sabe también la fuerza que ha cobrado el senador Bernie Sanders. ¿Qué pasará con los seguidores de éste si Clinton gana las primarias? En su momento Obama tendrá que intervenir, pero por ahora no quiere hacerlo.
Ha sido crítico de los disparates de los candidatos republicanos. Pero sabe que ese partido está en peligro de extinción si Donald Trump acaba encabezándolo. Ello tendría influencia negativa para los republicanos en las elecciones para ambas cámaras del Congreso. En una de esas Obama podría obtener una mayoría en el Congreso entre noviembre y enero.
El mes pasado se aventó un tirito que resultó ser una provocación. Concedió a Jeffrey Goldberg una entrevista que apareció en la revista The Atlantic. Fue una amplia reflexión sobre su política exterior y que el entrevistador calificó de
la doctrina Obama. A calzón quitado, Obama pasó revista a lo que ha hecho. En el caso de Siria se refirió a su acción o, más bien, su inacción. Dejó en claro que Estados Unidos no está obligado a intervenir militarmente para salvar al mundo de las fuerzas del mal.
Aquí hay que señalar que Obama se resiste a aceptar lo que en la década pasada ha surgido como la idea de que las grandes potencias tienen una obligación de intervenir en otros países cuando sus dirigentes amenazan a su propia población. Conocida como la responsabilidad de intervenir, es una idea propugnada por Canadá y surgida en parte por la pasividad del mundo ante el genocidio en Ruanda en 1994. Obama, en cambio, sólo consideraría intervenir para prevenir desastres humanos si éstos amenazan directamente la seguridad de Estados Unidos. De ahí que haya decidido no bombardear a Siria tras desafiar a Assad en 2012.
Esa decisión causó revuelo dentro y fuera de Estados Unidos. Los críticos más benévolos hablaron de una pérdida de credibilidad, los más duros lo llamaron traidor. En Arabia Saudita (país que, mucho antes de asumir la presidencia, Obama llamaba
nuestro dizque aliado) montó en cólera. Afortunadamente, el arsenal químico de Assad fue desmantelado con la ayuda de Rusia. Hoy hay quienes creen que Obama hizo bien en cambiar de parecer acerca de Siria. Estados Unidos, según Obama, no puede por sí solo resolver los problemas del mundo.
Durante sus casi ocho años Obama ha logrado cambiar el estilo presidencial de gobernar en Estados Unidos. Ha detenido la propensión de un intervencionismo casi histérico y favorecido la diplomacia y búsqueda de soluciones no militares. Ha conseguido allanar el camino para el futuro papel de su país en el mundo. La apertura hacia Cuba es un ejemplo. El acuerdo con Irán sobre cuestiones nucleares es otro. En la lucha contra el ébola tuvo un papel clave. En el tema de cambio climático Obama ha tenido un papel preponderante. También lo es su insistencia en que otros países, sobre todo en Medio Oriente y Europa, colaboren más en la búsqueda de soluciones a los problemas que abruman al mundo, empezando por el terrorismo.
En lo interno también ha hecho cosas importantes en materia de salud e inmigración. Pero fracasó en cuanto al cierre de la prisión en Guantánamo.
Hace poco Obama hizo un periplo un tanto curioso. ¿Por qué viajó a Arabia Saudita? ¿Qué sentido tuvo su escala en el Reino Unido? ¿Qué mensaje le dio a Alemania y a la Unión Europea en Hannover? En un principio no entendí su propósito. Luego me di cuenta de que es muy mañoso. Se trató de una gira del regaño.
En Arabia Saudita les leyó la cartilla. En visita bilateral les dijo a sus dizque aliados que la relación había cambiado. Washington ya no dependía de su petróleo y ellos tendrían que aportar más a la lucha contra el llamado Estado Islámico. Les habló también de la tormenta que está gestándose en su Congreso para permitir que particulares estadunidenses puedan demandar a gobiernos extranjeros. Se trata de los familiares de las víctimas del 11 de septiembre de 2001. Resulta que hay una treintena de páginas del informe oficial sobre los atentados que involucran de alguna manera al gobierno saudita, páginas que fueron eliminadas del informe público. Aprovechó su estancia para reunirse con los dirigentes de los países del Golfo, a los que llamó también a involucrarse más en su propia defensa.
Es obvio que Obama es un individuo comprometido con Asia que ha visto su presidencia menoscabada por Medio Oriente, región que ya no considera importante para los intereses de Estados Unidos. Sabe que fracasó en Libia y que no logró sacar a sus tropas de Afganistán e Irak con la celeridad y orden que se propuso en 2009.
En Londres les dijo que sería un error garrafal salirse de la Unión Europea. Fue criticado duramente por su intervencionismo en los asuntos internos del Reino Unido. Al primer ministro David Cameron le dijo que tendría que aportar más a la OTAN y aumentar su presupuesto militar.
Ese mismo mensaje lo repitió en Hannover ante Alemania y un grupo de dirigentes europeos.
Ya sé que hay una parte del electorado estadunidense que detesta a Obama, en parte por el color de piel y en parte por su estilo de gobernar. Pero estoy convencido de que otro sector de la población lo va a extrañar cuando salga de la Casa Blanca. Es un ser pensante, un presidente fuera de serie.
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