José Murat *
La Jornada
Desde mi colaboración
de octubre del año pasado, en este mismo espacio de reflexión, llamé a
no subestimar el riesgo del movimiento encabezado por el neopolítico
fascista Donald Trump para las democracias del mundo, incluida la de
Estados Unidos, y no sólo para los trabajadores migrantes y el futuro de
México. Si se deja seguir creciendo al precandidato republicano, cabeza
de su partido en la mayoría de estudios de opinión, no sólo nos puede
quitar el sueño, sino arrebatarnos la estabilidad y los precarios
equilibrios de la geopolítica mundial.
El triunfo en las elecciones primarias de Nueva Hampshire y Carolina
del Sur, y sobre todo en las elecciones del llamado súper martes,
Alabama, Arkansas, Georgia, Massachusetts, Tennessee, Virginia y
Vermont, y después las de Luisiana y Kentucky, refuerzan mi convicción
de que se trata del huevo de una serpiente que no se ha querido ver,
como en su momento tampoco se advirtó el significado ominoso del ascenso
de Adolfo Hitler a la jefatura del gobierno alemán y después su
embestida contra las democracias occidentales y la vida civilizada
durante la Segunda Guerra Mundial.
En su tiempo no se dimensionó tampoco a otros movimientos fascistas,
como el italiano con las camisas negras de Benito Mussolini; la falange
española, creada por José Antonio Primo de Rivera, y del que después
emergerían Francisco Franco y el propio Adolfo Suárez (ya con otro
perfil, proclive a pactar), y el salazarismo militarista, en Portugal.
De todos estos movimientos el que más me viene a la memoria es el
nazismo alemán, pues como Hitler hizo en su momento, hoy Trump usa los
instrumentos y las amplias libertades públicas de la democracia para
degenerar los principios y anular los mecanismos de la democracia. Ambos
casos son estafas a la democracia.
El inefable precandidato republicano ha llevado su fundamentalismo
primario y su arrogancia mesiánica tan lejos que ya no sólo agrede
verbalmente a las minorías y expulsa a periodistas de sus conferencias
de prensa, sino que afirma que podría disparar contra una persona en
medio de cientos de testigos en el mayor centro urbano de su país sin
que a su popularidad y su carrera al máximo cargo político de su país
les pase nada.
A sus ataques a la comunidad hispana ha sumado gradualmente otras
expresiones raciales y contra culturas distintas a la anglosajona, como
ya advertíamos el año pasado, cuando decíamos que los emigrantes del sur
eran sólo el principio de su batalla contra otras nacionalidades y
credos ideológicos, pues en el núcleo de un espíritu fascista está el
odio y la intolerancia contra las diferencias.
Hoy lo estamos comprobando con el ataque virulento de Trump a las
culturas del Medio Oriente y a las economías del sudeste asiático, junto
con la de México en el continente, la libre competencia que ahora
estima lesiva para los intereses estadunidenses, una
estafaque ahora se compromete con sus fieles a eliminar o a renegociar.
Vamos a traer a los mejores para negociar en contra de China, Japón, México, Vietnam y todos los países que nos han estafado. Vamos a traer de regreso nuestros trabajos y nuestra industria manufacturera. Vamos a dejar de ser los tontos. Ya hemos sido engañados durante mucho tiempo, afirma en un video distribuido masivamente.
De llegar a la presidencia de Estados Unidos, si conquista la
candidatura republicana en la convención de su partido en julio y luego
gana la elección constitucional del 8 de noviembre, Donald Trump no sólo
alteraría las coordenadas de la política estadunidense, sino los
propios parámetros, políticas y criterios de la comunidad global, dado
el peso y la influencia de la primera potencia militar, política y
económica del mundo.
Sin necesidad de fundar un nuevo colonialismo formal, la
sombra de la derecha gobernante en la capital financiera del mundo se
sentiría en muchos países y mercados, como en su momento se proyectó la
influencia sajona en las naciones que formaron parte del imperio
británico, quienes conquistaron su soberanía nominal pero siguieron
sometidas a las directrices de Londres mediante la Commonwealth of Nations, la Comunidad Británica de Naciones: 53 países independientes y semiindependientes de soberanía acotada.
Nada más erróneo que subestimar a quien al principio sólo se vio como cabeza de playa de un movimiento outsider,
anómalo, antisistema, y que se ha convertido, ante la indiferencia del
mundo libre y la cultura intelectual, en una seria y grave amenaza a las
minorías raciales y culturales de Estados Unidos y al propio libre
mercado en que se fundado la construcción de la mayor economía mundial.
Libre mercado del que forman parte esencial el trabajo, el consumo y
los impuestos de millones de trabajadores migrantes como ya lo
documentamos: la contribución del trabajo de los migrantes al producto
interno bruto (PIB) de Estados Unidos casi se cuadruplicó de 1994 a
2007, hasta llegar a 586 mil millones de dólares, 4 por ciento del PIB
de ese país, equivalente a 38 por ciento del PIB de México. Esa cifra no
ha hecho más que crecer en los recientes nueve años.
Con esos datos duros y estadísticamente fundamentados es un
despropósito monumental seguir culpando a los trabajadores migrantes de
origen mexicano de las problemáticas de coyuntura de nuestro principal
socio comercial, en lugar de reconocer y encomiar su importante papel en
el funcionamiento cotidiano del engranaje de la economía estadunidense.
Tiene razón un grupo de 67 científicos, artistas, intelectuales,
académicos hispanos e hispanoamericanos, quienes en una carta difundida a
fines del año pasado convocaron a la conciencia mundial a no desdeñar
esta criatura fascista ya en gestación:
Trump (...) ha acusado a los inmigrantes mexicanos de ser criminales, violadores y traficantes de drogas (...) Su discurso de odio apela a las más bajas pasiones, como la xenofobia, el machismo, la intolerancia política y el dogmatismo religioso. Todo lo cual inevitablemente recuerda campañas que en el pasado se han dirigido contra otros grupos étnicos, y cuya consecuencia fue la muerte de millones de personas. De hecho, las agresiones físicas contra los hispanos y los llamados a prohibir el uso público del español han comenzado ya.
Yo tampoco subestimo esta amenaza a la democracia, los derechos
humanos y la estabilidad mundial. Desde los propios valores democráticos
y el respeto a la soberanía de Estados Unidos, hagamos conciencia sobre
la gravedad de que incube y eclosione el huevo de la serpiente. Una
sociedad heredera del pensamiento de Jefferson, Madison, Lincoln y
Luther King Jr. no debe permitirlo.
(*) Ex gobernador de Oaxaca
No hay comentarios:
Publicar un comentario