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jueves, 17 de marzo de 2016

Los regímenes no neoliberales en América Latina



Octavio Rodríguez Araujo
La Jornada
Un régimen político puede corresponder clara y abiertamente a la lógica y a la esencia del Estado o puede ser una forma desviada de éste, para usar una expresión de Pierre Salama. Una forma desviada de la existencia del Estado capitalista se da –explica el autor– cuando el régimen político se apoya más en grandes movimientos de masas que en las clases dominantes. Y si esto ocurre se trata de una contradicción, frecuentemente de corta duración, que sólo se resuelve por la negación de uno de sus términos, como ocurrió en Chile durante el gobierno de Allende (el libro fue publicado en francés en 1983, por lo que no podía contemplar otros ejemplos que ocurrieron después).
El Estado, como lo concibe Salama en su libro, escrito con Mathias (El Estado sobredesarrollado), es una abstracción derivada del capital, y a la vez es garante de las relaciones de producción capitalista. El régimen político, en cambio, es la forma de existencia del Estado, la forma en que se manifiesta éste. Su definición, dice, se da en relación con las clases y las fracciones de clase o, en mis términos, en función de la correlación de fuerzas sociales y económicas en un momento dado. Se caracteriza por el tipo de autonomía que posee en relación con las clases sociales, por la diferenciación que opera entre ellas, por la legitimación que obtiene y, además, en los países subdesarrollados, por la autonomía relativa que tiene frente a los regímenes políticos del centro. En otras palabras, el régimen político estará determinado –en un país capitalista– no sólo por la clase dominante (la burguesía) sino principalmente por fracciones de éstas y por su diferenciación con quienes forman las clases dominadas. Estará determinado también por la legitimación que tiene u obtiene, que no será igual si se trata de fracciones de la clase dominante que si se trata de fracciones de las dominadas. En el ámbito de las clases dominantes estoy incluyendo no sólo a las de países como Estados Unidos y los de la Unión Europea, sino a los grupos de poder económico que dominan, para el caso, en un país latinoamericano.
Me interesa el debate implícito en lo anteriormente citado, pues una forma desviada de Estado es aquel en que el régimen político cambia, en los tiempos actuales, de neoliberal a antineoliberal por medio de procesos electorales en los que una mayoría vota en contra de los partidos que defienden el neoliberalismo y apoya a sus contrarios, con frecuencia de nueva creación. En pocos países de América Latina ha ocurrido este fenómeno y los ejemplos se pueden citar fácilmente: se dio en Nicaragua con el triunfo revolucionario del Frente Sandinista de Liberación Nacional (1979), pero por la acción de Estados Unidos y de las derechas inconformes en ese país, las elecciones de 1990 hicieron que el neoliberalismo se reimplantara. El proyecto sandinista fue, sin duda, de corta duración y, debe decirse, también influyeron varios errores cometidos por aquel primer gobierno de Ortega.
En Argentina el justicialismo de izquierda, y luego de una seria crisis económica y política (2001), se impuso electoralmente con Néstor Kirchner y posteriormente con su esposa (Cristina Fernández). Ambos trataron de llevar a cabo políticas no neoliberales, pero el corto plazo se cumplió y en las elecciones de finales de 2015 se impuso otra vez el neoliberalismo. Algo semejante se ha presentado en Brasil: cuando los militares abrieron una fisura democrática que llevó a Sarney (civil) al gobierno. Entonces surgió el Partido de los Trabajadores, encabezado por Luiz Inácio Lula da Silva. Los gobiernos civiles posdictadura fueron neoliberales, incluido el del ex intelectual Fernando Henrique Cardoso. Éste reformó la Constitución y pudo relegirse en 1998, pero en 2002, con enorme apoyo popular, fue sucedido por Lula, quien también se religió y posteriormente influyó para que ganara Dilma Rousseff. Con ésta, más que con su antecesor, los poderes fácticos han estado tratando de crear una crisis política de gran enver­gadura y se preparan para ganar las elecciones (como en Argentina) en contra de Lula si éste mantiene sus intenciones releccionistas.
En Venezuela se interrumpió también el avance del neoliberalismo, que impulsaba, en medio de gran corrupción y de políticas ostensiblemente antipopulares, Carlos Andrés Pérez. Se le hizo juicio político por malversación y peculado. Después de dos breves interinatos Caldera llegó nuevamente al gobierno en medio de altas sospechas de fraude electoral. Su gobierno estuvo permeado de una gran crisis financiera y la quiebra de cientos de empresas, altísima inflación y la adopción de medidas típicas de los gobiernos neoliberales. El descontento de la población era mayúsculo. La alternativa fue presentada por Hugo Chávez y en las elecciones de 1998 triunfó. Desde el gobierno, el régimen político sufrió un cambio de 180 grados: del neoliberalismo vinculado dependientemente a Estados Unidos, al nacionalismo, populismo y mayor intervención del Estado con intenciones de implantar una suerte de socialismo sui generis denominado por el mismo Chávez socialismo del siglo XXI. Los poderes fácticos (internos y externos) no cejaron en su lucha e intentaron un golpe de Estado en 2002, que no sólo les falló sino que fortaleció a Chávez. Su partido era también nuevo: el Socialista Unido de Venezuela (PSUV). Chávez falleció en 2013 y le sucedió Nicolás Maduro, no tan hábil como su antecesor. La derecha se unió en contra de éste y en medio de una considerable crisis y de gran descontento, le ganó a Maduro la mayoría de la Asamblea Nacional del país (diciembre de 2015). La contradicción entre el régimen político antineoliberal y la esencia del Estado podría resolverse también por la negación de uno de sus términos.
Hasta ahora, sin embargo, siguen más o menos fortalecidos los nuevos regímenes instaurados en Uruguay, Bolivia y Ecuador. Están en la mira, sin duda, pero se espera que los apoyos populares que tienen Tabaré Vázquez, Evo Morales y Rafael Correa les permitan consolidar sus regímenes no neoliberales.

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