Néstor Kohan *
Organizaciones de izquierda protestaron ayer en Buenos Aires por la
visita del presidente estadunidense Barack Obama a Argentina
Foto Afp
La Jornada
Las marcas mugrientas
de esta fecha emblemática las llevamos en el cuerpo y en el corazón. No
hay jabón ni detergente que pueda borrarlas. No hay esponja que las
deteriore. En el cuerpo, en el corazón y en la memoria, sí. Por lo que
hemos leído, por lo que hemos visto en películas, por lo que nos
contaron, por lo que estudiamos.
Pero también por las marcas personales de nuestra pequeña infancia.
En la memoria de mi padre huyendo de su casa amenazado de muerte,
escondido, sin ver a sus dos hijos pequeños (uno bebé). En mi escuela,
frente al fanatismo delirante y militarista que nos inculcaban las
maestras (que personalmente no eran malas, sino simplemente parte de un
andamiaje que las excedía y no controlaban). En esos recuerdos
nauseabundos y bizarros de mi niñez marchando como un soldado por las
calles de mi barrio de la periferia de la provincia de Buenos Aires
junto con mis compañeritos, en una edad donde deberíamos haber estado
jugando con figuritas y no marchando como si fuéramos militares. En mi
adolescencia trunca, mochada, frustrante, que todavía hoy, varias
décadas después, me sigue generando angustia en la garganta y ahogo en
el pecho de tan sólo rememorarla. En el recuerdo de escuchar a mi padre,
sin que él se diera cuenta ni lo registrara, contar a sus amigos las
torturas militares, las violaciones, el arrojar viva a la gente desde
los aviones.
¿Quién dijo que
nadie sabía nada? Si yo lo escuché muy clarito en mi casa y en la casa de los amigos de mi padre cuando todavía se me caían los mocos de la nariz y tenía las rodillas lastimadas de jugar a la pelota. Si todo mi barrio sabía que la hija de la directora de mi escuela primaria, pública y estatal, con paredes de madera y calle de tierra, estaba desaparecida. ¡Todo el barrio lo sabía! Hasta el más tonto, hasta el más gil, hasta el más distraído.
Cuarenta años después… y con tanta agua bajo el puente, ¡cuantos mitos debemos todavía remover!
–
Estados Unidos sabía que se gestaba el golpe, tituló hace unos años una conocida periodista de medios masivos, ex militante (renegada) del PRT-ERP. ¿EU
sabía? ¡No! Por favor. No seamos hipócritas. ¡EU dirigía! El imperialismo no
sabíani
estaba enterado. ¡Organizaban, financiaban y decidían! Dirigían el golpe, dirigían la campaña de terror previa que lo posibilitó y lo preparó. Dirigían y enseñaban la tortura. Y dirigían la internacionalización de las dictaduras, principalmente de la argentina y la chilena, por lo menos hasta la guerra de Malvinas (1982), cuando las fuerzas armadas dejaron de participar en las torturas y los entrenamientos de la contrarrevolución centroamericana destinada a derrotar la revolución sandinista.
–
Fue sólo un golpe militar, de tres generales borrachos y cuatro sargentos violadores. No señor, no señora. Según un informe que el diario La Nación, vocero orgánico de la dictadura y de todo extremismo de derecha hasta el día de hoy, publica en aquella época nefasta, basado en un estudio de la propia inteligencia militar de la SIDE de 1978, en el cual se informa que los 23 gobernadores militares de la dictadura militar contaban con 35 por ciento de intendentes de la Unión Cívica Radical (UCR) (310 intendentes); 20 por ciento del Partido Justicialista (PJ) (169 intendentes); 12 por ciento del Partido Demócrata Progresista (PDP) (109 intendentes); 10 por ciento del MID –liderado por Frondizi y Frigerio (94 intendentes); 9 por ciento Fuerza Federalista Popular –liderado por Manrique (78 intendentes); Partidos Conservadores provinciales 8 por ciento (72 intendentes); Neoperonistas 3 por ciento (23 intendentes); Demócrata Cristianos (DC, fuerza dirigida por el Vaticano) 2 por ciento (16 intendentes); Partido Intransigente de Óscar Alende 0.5 por ciento (4 intendentes). (Véase Diario La Nación, 25 de marzo de 1979, sección
Semana política, titulada
La participación Civil). Si a eso le sumamos la activa participación de la burocracia sindical (todavía hoy con juicios pendientes por complicidad en los secuestros de comisiones internas, como en la empresa Mercedes Benz o Ford) y el apoyo de las altas jerarquías eclesiásticas a la dictadura… el golpe está armado desde una estrategia político-militar, pero acompañada de un apoyo y sustento también financiero, civil, mediático y eclesiástico. Su finalidad fue reordenar de raíz el capitalismo argentino.
–“La revista Humor (de signo político radical)
encabezó la resistencia cultural en medio de la oscuridad”. No es
cierto. El periódico judío de izquierda Nueva Presencia, dirigido
por Herman Schiller, loco de la guerra que en plena dictadura publicaba
a las madres de plaza de mayo, al PRT, a los Montoneros y a cuanto
militante revolucionario anduviera sobreviviente por allí, fue muchísimo
más opositor y jugado en el campo cultural que la revista Humor. ¿Hasta cuándo vamos a seguir repitiendo el mito de los radicales y la autoapología de la clase media –hoy macrista–
paladín de los derechos humanos?
–
La culpa del golpe y los desaparecidos corresponde a la ultraizquierda, a los foquistas, a los guerrilleros. Patético análisis repetido ya no sólo por los más derechosos y apologistas de la dictadura, sino incluso por algunos segmentos de la izquierda institucional. ¡Todavía hoy! Ese diagnóstico unilateral
se olvidade dos libros fundamentales que confirman aquel viejo refrán de abogado
A confesión de parte, relevo de pruebas.
Uno de ellos, escrito por el principal o uno de los principales
estrategas de las fuerzas armadas, el general Osiris G. Villegas. Cuando
ni el PRT ni los Montoneros habían nacido, este general proponía matar y
asesinar en masa, revivir la inquisición y las cruzadas (sic), a través
de la guerra contrarrevolucionaria, siguiendo el ejemplo de Francia y
sus campos de tortura en Argelia y Estados Unidos en Vietnam. Había que
aplastar al comunismo y comenzar por la cultura. (Véase General Osiris G. Villegas: Guerra revolucionaria comunista (1962 Biblioteca del oficial), Buenos Aires, Pleamar, 1963).
La otra prueba contundente fue redactada por el padre ideológico del
proyecto socio económico y cultural de Macri, Menem y Cavallo: el
capitán-ingeniero y aprendiz de economista neoclásico, Álvaro Alsogaray.
Este espécimen integrante del género porcino, ya en 1962 (no existían
ni Montoneros ni PRT-ERP) le recomendaba a su hermano el general Julio
Alsogaray, subsecretario de guerra, comprar armas para la guerra
interna, pues lo que se venía en Argentina era la guerra insurgente y
comunista y había que matar y asesinar en masa para frenar a la
subversión(Véase Álvaro Alsogaray: Experiencias de 50 años de política y economía argentina. Buenos Aires, Planeta, 1993. p.117).
Después de las confesiones anticipadas de Osiris Villegas (corazón de
la estrategia político-militar) y Alsogaray (cerebro del capital
financiero, incluso antes que Martínez de Hoz) ¿como seguir repitiendo
semejante disparate contra la insurgencia?
Y los mitos siguen y siguen. Imposible abordarlos todos en tan pocas líneas.
El desafío es a largo plazo, con paciencia, con tenacidad y con el
pueblo. Sin poner jamás la otra mejilla... Sin olvidar, sin renegar, sin
perdonar. Estoy absolutamente convencido de que ninguna lucha fue en
vano. Alguna vez hasta el más mínimo gesto de resistencia, hoy
olvidado, denostado, insultado, recobrará su sentido y recién allí nos reencontraremos con nuestros muertos, nuestros caídos, nuestros torturados y torturadas, nuestros desaparecidos. Simplemente me despido con un deseo, tonto, infantil, insignificante y pequeño, pero irrenunciable porque seguimos amando la vida: quisiera estar vivo para verlo. O alguna vez tener hijos para que ellos o ellas lo vean.
A la memoria de Aníbal (Óscar Antinori), jefe de mi padre,
combatiente de varias guerras. Obrero, tenía tercer grado de primaria.
Gracias Aníbal por regalarme tus libros de Lenin.
* Profesor de la Universidad de Buenos Aires (UBA).
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