Por Marcelo Colussi*
Guatema,
17 mar (PL) Estados Unidos, como gran potencia imperial que es, se
arroga el derecho de decir lo que es bueno y malo para el mundo. Ningún
otro país tiene el descaro de “premiar” (certificar) o “castigar”
(descertificar) a otro en nombre de supuestos valores universales.
Durante todo el siglo XX, y más aún a partir del fin de la Segunda
Guerra Mundial, se erige como el gran poder que decide lo que pasa a
escala planetaria: su punto de vista pasó a ser la vara con que se mide
el mundo. El siglo XXI, al menos de momento, no parece haber cambiado
mucho en esta tendencia.
Hoy día su economía no está floreciente
como décadas atrás; pero lejos se encuentra de la bancarrota. Si
alguien piensa que el imperio está cayendo, se equivoca profundamente.
Estados Unidos sigue marcando el ritmo y, si bien la coyuntura
internacional no es la misma que la de la Guerra Fría, su potencial aún
es ampliamente dominante. Pero que domine no significa que tenga la
razón.
Estados Unidos, como gran potencia económica, política,
cultural y militar, tiene una población sojuzgada y manipulada como el
más atrasado país del Tercer Mundo. Por supuesto que entre sus más de
300 millones de habitantes hay de todo; sin embargo, en términos
generales, el ciudadano medio estadounidense está perfectamente
retratado por el personaje de Homero Simpson.
Vulgar,
absolutamente desinteresado por lo político-social, con una mentalidad
centrada en el consumo y el hedonismo ramplón, convencido del "destino
manifiesto" de los wasp (white, anglosaxon, protestant: blanco,
anglosajón y protestante) como figura supremacista del país, repitiendo
acríticamente la visión hollywoodense de "vaquero bravucón" que
atropella "salvajes indios" que representan un "obstáculo" para el
progreso, el personaje de marras pinta la conciencia del votante
promedio de esta nación.
Es por eso que el candidato republicano
Donald Trump puede ir punteando en las expectativas de voto dentro de
su partido. El magnate con aspiraciones presidenciales habla el mismo
lenguaje que habla Homero Simpson: autoritario, machista, sexista,
racista. Es decir: lo mismo que por décadas legó Hollywood, inundando
las cabezas de los estadounidenses, sin mayores posibilidades de
disenso. Su posesión de miles de millones de dólares no altera un
milímetro los prejuicios en juego.
Trump denigró a los mexicanos
(y por su intermedio a todos los latinoamericanos), y al hacerlo ganó
su popularidad inicial. Luego ultrajó a los musulmanes y esa popularidad
subió notablemente. Más adelante faltó el respeto a una distinguida
periodista al contestar su pregunta haciendo alusión al período
menstrual de ésta y -contrario a lo que podría suponerse- la simpatía de
las mayorías republicanas hacia el presidenciable subió aún más. Luego
se burló de la discapacidad de un opositor parapléjico, y su celebridad
continuó en ascenso.
La serie de atropellos y abusos siguió.
Recientemente hizo una clara y explícita referencia al tamaño de sus
órganos genitales y -para sorpresa de todos- sus adeptos le aplaudieron
delirantes y su "prestigio" volvió a acrecentarse.
No
pretendemos hacer un pormenorizado análisis de las perspectivas
políticas que se mueven para las próximas elecciones presidenciales de
Estados Unidos. La intención -mucho más modesta- es llamar la atención
de por qué un mensaje tan alejado de la "corrección política" como el de
Donald Trump puede atraer tantos adeptos.
¿De dónde salió eso
del "amor" por la libertad y la democracia del pueblo estadounidense?
Sin dudas, producto de una refinada manipulación mediática que ha hecho
creer, a Homero Simpson y al mundo entero, que tales valores son los
dominantes dentro del país del Norte.
Pero lo que está
sucediendo con el meteórico ascenso de Trump muestra la verdadera cara
de la situación: Estados Unidos está construido sobre la base de un
autoritarismo descarado y un consumismo barato. Y el votante promedio
-perfectamente pintado por la caricatura de marras- más que un defensor
de causas universales es un superficial consumidor, marcado por un
espíritu conservador, rayano en el fascismo.
*Sociólogo y articulista argentino.Colaborador de Prensa Latina |
No hay comentarios:
Publicar un comentario