Vuelco en Europa
Luis Hernández Navarro
Foto Reuters
En
Grecia ganó el voto de la dignidad sobre el voto del miedo. Fracasó el
intento de las instituciones de dar un golpe de Estado blando contra un
gobierno antiausteridad y de humillar al pueblo griego. Este 5 de
julio, con la victoria del no, la política de la gente derrotó al chantaje económico.
Como dijo el clásico: fue un triunfo claro, contundente e inobjetable. El no
ganó por una diferencia de casi 22 puntos porcentuales y lo hizo en
todas las regiones, incluidas las zonas rurales, donde las políticas de
la Unión Europea destrozaron la producción agrícola.
Triunfó el no remontando una campaña de temor en la que el
Banco Central Europeo cerró la posibilidad de aportar más liquidez a
los bancos helenos, forzando el control de capitales y el cierre de
entidades financieras.
Ganó el no, al frenar la intentona de la troika de
dar un golpe de Estado blando para derrocar el gobierno de Syriza. Como
lo denunció el ministro de Finanzas, Yanis Varoufakis, en una
entrevista con el diario El Mundo: “todo esto lo tenían
preparado desde el principio. Ya hace cinco meses existía un plan para
acabar con un gobierno que no aceptaba dejarse chantajear por el establishment europeo”.
Los tiempos están cambiando. El 31 de octubre de 2011 el entonces
primer ministro griego, Yorgos Papandreu, intentó someter a referendo
la firma del segundo plan de rescate financiero, acompañado de
draconianas medidas de austeridad. Los jerarcas europeos, con Angela
Merkel y Nicolas Sarkozy a la cabeza, se le fueron al cuello: llamaron
a Papandreu a la cumbre que el G-20 realizaba en Cannes y lanzaron un
ultimátum: la consulta no podría ser sobre el rescate, sino sobre la
pertenencia de Grecia al euro.
El primer ministro se dobló. Un buen número de legisladores de su
partido, el socialdemócrata PASOK, lo traicionó y buena parte de la
oposición le declaró la guerra. Papandreu retiró el llamado al
referendo y dimitió, a pesar de que él iba a pedir que se votara por la
aceptación del plan de austeridad. En su lugar se nombró un gobierno de
coalición encabezado por el ex banquero Lucas Papademos.
Pero ahora la historia fue diferente. Aunque las instituciones
quisieron repetir la medicina que le recetaron a Papandreu y dieron de
manotazos en la mesa, Alexis Tsipras sostuvo el referendo, llamó a
votar por el no y obtuvo una abrumadora mayoría.
Su posición negociadora es ahora más fuerte. Tiene el respaldo
mayoritario de su pueblo, de casi el doble de los que votaron por él en
enero de 2015. O, dicho de abajo arriba, la intensa movilización social
contra la austeridad que se vive en el país heleno desde las protestas
juveniles de diciembre de 2008 cuenta hoy con un primer ministro que la
expresa y defiende.
Los griegos hablaron y ahora les toca mover ficha a los
representantes de la Europa de los capitales. Algunos de sus
representantes más conspicuos se empeñan en hacer realidad sus amenazas
y poner a Grecia fuera de la eurozona (lo que se ha bautizado como Grexit). Para ellos, el no griego significa un no
a Europa. Ni tardas ni perezozas, las firmas JP Morgan y Credit Suisse
expresaron su preocupación por el futuro y señalaron, cada una por su
lado, que la posibilidad de que se produzca la Grexit es de 70 y 75 por ciento.
Y, ante el triunfo del no,
Georg Fahrenschon, presidente de las cajas de ahorro alemanas
(Deutscher Sparkassen und Giroverband), uno de los principales
inversores privados en deuda pública europea, dijo que Grecia rompió
las reglas del euro y debe abandonar la moneda única.
Pero el primer ministro Tsipras –y con él la mayoría de los griegos–
no están de acuerdo con estas afirmaciones. Para él, la realización del
referendo nunca tuvo que ver con la permanencia o no de su país en la
eurozona. Es más, ni siquiera trató sobre el fin de la política de
austeridad. Lo central de la consulta consistió en refrendar o no el
reclamo de un descuento de 30 por ciento a la deuda y
un periodo de gracia de 20 añospara pagarla, así como de una política de austeridad distinta. “Europa –dijo Tsipras– no puede ser un camino único que conduce a las políticas de austeridad. El pueblo griego ha respondido que quiere la Europa de la democracia y la justicia.”
Este 5 de julio una nueva historia comienza y su final no está
escrito. Para la Europa de los capitales representa un verdadero dolor
de cabeza. Los vientos de cambio helénico podrían impulsar la nave de
Podemos y sus aliados en los comicios españoles en noviembre de este
año, y la del Sinn Fein en Irlanda, el próximo febrero. O podrían
contagiar a países como Italia y Portugal, agobiados por sus deudas. Y,
si los grandes capitales optan por darle un manotazo al tablero europeo
y decir a los griegos que ya no juegan allí, ellos podrían optar por
salir de la OTAN y acercarse a Rusia y China.
Por lo pronto, el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude
Juncker, comenzó a consultar con los jefes de Estado y de gobierno de
los otros 18 países de la eurozona (sin incluir al primer ministro
griego) para decidir cuál será la respuesta de la Unión Europea al
desafío heleno. Y este lunes celebrará una conferencia telefónica con
el presidente del Banco Central Europeo, Mario Draghi, y el presidente
del Eurogrupo, Jeroen Dijsselbloem.
Hace alrededor de un siglo, el gran poeta heleno Constantino Cavafis anunció en su poema Che Fece...Il Gran Rifiuto que “A algunos hombres les llega un día/en que deben el gran sí o el gran no/decir”. Ese día les llegó a los hombres y mujeres de su patria. Y ellos dijeron un justo y digno no. Y no se arrepienten de haberlo hecho a pesar del miedo, la incertidumbre y las amenazas que padecen. Porque al decir no, preservan, para ellos y para todos nosotros, la frágil flor de la democracia.
Twitter: @lhan55
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