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domingo, 3 de mayo de 2015

Uribe y Santos en trance de unidad




Que el expresidente Uribe se reúna intempestivamente con el principal ministro de la Presidencia, Néstor Humberto Martínez, después del encuentro que habían tenido la “Tutina” y Lina, esposas de las cabezas del santismo y el uribismo, es un síntoma de cómo las fuerzas del establecimiento oligárquico han empezado a medir y a calcular – no sin cierto temor – el crecimiento de las fuerzas democráticas en el país. La alerta está cantada y los intereses estructurales que ambos representan – latifundismo y burguesía trans-nacionalizada – se empiezan a juntar de nuevo. Esa ha sido la historia de siempre en Colombia.
¿Qué ocurre con Uribe y Santos? Nada más y nada menos que al primero se le acerca el lazo de la justicia al cuello. Sus cómplices deben estar presionando con mucha fuerza desde el exilio y la cárcel. Eso atemoriza a Uribe y pone nervioso a Santos. Son grandes los secretos y crímenes de Estado que ambos ocultan. Muchas cosas oscuras pasaron por sus manos. Son demasiados los riesgos que tienen si tensionan al máximo la cuerda. Todo apunta a que sus patrones mayores del Norte les dieron la orden de aflojar y llegar a acuerdos. Como hacen entre demócratas y republicanos en los EE.UU.
Pero eso no es lo más grave. El proceso de Paz necesita a un Uribe para que el establecimiento en su conjunto sea el ganador. Las clases dominantes no pueden darse el lujo de permitir que las fuerzas democráticas o las de la insurgencia aparezcan como triunfantes ante un sector de la oligarquía (Uribe). Los EE.UU. ratificaron en Panamá su apoyo a la negociación con las FARC en el marco de la distensión estadounidense con Cuba y es por ello que la orden perentoria a Uribe y a Santos es la de asumir una férrea disciplina oligárquica. El latifundismo y la gran burguesía trans-nacionalizada necesitan priorizar sus intereses vitales y el imperio marca la pauta estratégica e impone el orden.
Pero además, lo que más les preocupa es la situación económica. Vientos fuertes de crisis se avizoran en el panorama. Ya se presentan fuertes marejadas en el terreno de las finanzas estatales. Se está desinflando la burbuja inmobiliaria (vivienda) en la que se pretendía soportar el plan de desarrollo del segundo gobierno de Santos. Otras burbujas que se apoyaban en el mercado de automóviles y productos tecnológicos ya muestran su agotamiento. Las tarjetas de crédito ya no soportan la artificial bonanza de un mercado en proceso de cierre. Las ventas han empezado a derrumbarse. A ello se suma el fuerte déficit de la balanza de pagos que refleja la crisis del sector productivo colombiano que depende en grado sumo de los ingresos del petróleo y el sector minero. La caída de los precios del petróleo han golpeado con fuerza los ingresos del Estado y el futuro en ese campo no es promisorio.
Además, la política se torna compleja para las clases dominantes. Los sorpresivos resultados de las elecciones internas del Polo Democrático Alternativo – con más de 400.000 votos – los ha alarmado al máximo. Ellos contaban con que ese partido estaba en agonía. Ahora se encontraron con la candidatura de Clara López para la Alcaldía de Bogotá. Ella cabalga sobre una “ola mediana” que se formó fruto de la unidad de la izquierda en la 1ª vuelta presidencial del año pasado. Esa ola posteriormente se potenció en la 2ª vuelta con la consigna de la lucha por la Paz. Esa situación les ha hecho entender que hay que arremeter unidos contra los avances de los sectores democráticos y populares. Saben que las jornadas de los estudiantes en el 2011, el rechazo a la reforma de la justicia, los paros agrarios en 2013 y la actual protesta de los maestros, si encuentran respaldo y posibilidades de desarrollo en una Convergencia Democrática, van a desencadenar fenómenos políticos que no sólo serán el soporte para mantener el control de la administración capitalina sino que se pueden convertir en un posible antecedente de triunfo para el 2018.
Y es que ellos sí son absolutamente conscientes que el futuro de Colombia se define en gran parte en Bogotá. Todo apuntaba hasta hace unos pocos días que en las elecciones de octubre de 2015 se enfrentarían 3 bloques, dos de derecha y uno de izquierda. Pero es evidente que el uribismo y el santismo por separado le otorgan una enorme ventaja a una convergencia democrática encabezada por Clara López. Es por eso que los acercamientos entre Peñalosa y Pardo se han acrecentado, pero es indudable que un acuerdo de mayor tamaño se cocina entre bastidores. No es casual la gestión de Roy Barreras ante Uribe: los mandaderos no actúan por sí mismos. Santos y el gobierno de los EE.UU. son los verdaderos mandantes de esas gestiones.
Es por ello que… ¡ha llegado la hora y el momento de las definiciones...!!
El verdadero “centro político” que construyeron hace 8 años Antanas Mockus, Lucho Garzón, Sergio Fajardo y Enrique Peñalosa ha desaparecido del escenario político. Garzón y Peñalosa fueron cooptados por la casta política tradicional. Mockus a regañadientes se resiste después de su contrato con el gobierno de Santos y trata – al igual que Fajardo – de mantenerse en el campo independiente refugiándose en un pequeño partido, la Alianza Social Independiente, que es una amalgama informal e inorgánica de toda clase de expertos negociantes de la política “alternativa”, muy al estilo de los que sobreviven todavía en la cúpula burocrática de la Alianza Verde (dueños de Opción Verde).
La izquierda, progresistas, "verdes-sociales", alternativos, independientes, liberales sociales, tendrán que unificarse, y no tienen otro candidato/a más viable para la alcaldía de Bogotá que Clara López, con todos los defectos que ella pueda tener o que le achacan sus críticos de oficio. Para triunfar deberán disputarle a los otros dos bloques (santismo y uribismo en proceso de fusión) un gran sector de la clase media que está indecisa. Ese bloque democrático liderado por la izquierda tendrá que hacer un trabajo pedagógico para convencer a esas clases medias que la “inversión social sí paga” y que sus dirigentes tienen la decisión de rectificar su desempeño administrativo mejorando su capacidad gerencial y atendiendo problemas urgentes que requieren medidas de choque (movilidad, seguridad, ambiente).
El paro de los educadores es otro elemento que está ayudando a clarificar la política. Santos, ahora en la dinámica de unidad de acción con Uribe, con la intención de “hacerse pasito”, es decir, para buscar la mejor forma de perdonar los crímenes al expresidente y atenuar las penas a sus cómplices – entre ellos –, los militares, tiene que ser empujado y forzado a hacer la paz por las fuerzas democráticas. Dicha presión debe incluir la más amplia movilización contra sus políticas neoliberales y anti-populares. Esa dinámica social y política va a obligar a Petro y a algunos sectores que se hacían ilusiones con Santos, a integrarse – ojalá más temprano que tarde – al bloque democrático que lidera la izquierda en Bogotá.
En el resto del país seguro que habrá que barajar de nuevo. La alianza del santismo y el uribismo – en ciernes – clarificará la política de los sectores democráticos y populares. La lucha por la Paz sigue siendo una bandera viable. El voto táctico y consciente por Santos, potenció a las fuerzas democráticas pero también sirvió para agudizar las contradicciones entre Uribe y Santos. Hasta donde era posible y táctico lograrlo. Dicha estrategia sirvió para fortalecer la imagen de estadista de Clara López, y la convirtió en un gran capital político que es fundamental en las elecciones locales y regionales de octubre de 2015, y que son determinantes de cara al 2018.
Robledo va a salir a decir… ¡Se los dije, “Santos es igual a Uribe”! Pero no. No es así. Santos y Uribe son diferentes. El uno representa al latifundismo, el otro al gran capital trans-nacionalizado. Pero ambos, cuando surgen amenazas de los sectores populares y democráticos, se unifican alrededor de sus intereses oligárquicos y pro-imperiales.
Lo principal en el campo democrático es que no se crea que esta situación es resultado de la acción de la guerrilla, como ya lo pregonan ciertos sectores triunfalistas cercanos a ella. Las fuerzas amigas de la insurgencia pueden ser muy buenas para organizar marchas y concentraciones masivas (no tan grandes como se pregonan), con base en una militancia bien financiada y disciplinada, pero están muy lejos de poder obtener el respaldo electoral de amplios sectores de la población que tienen muchas reservas frente a su comportamiento degradado durante el conflicto y a su insondable y desconocida visión de gobierno.
El bloque democrático debe construir un amplio movimiento ciudadano de carácter social, poli-clasista y plural, que – como ya lo hace Clara López – convoque a todas las fuerzas de la civilidad y de las nuevas ciudadanías emergentes (ambientalistas, mujeres, jóvenes, LGTBI, ciclistas ecológicos, animalistas, practicantes del hip hop y el rap, movimientos culturales, profesionales precariados, etc.) que están ansiosas por participar y construir el cambio en nuestro país y ayudar a sacarlo de su sempiterno y eterno atraso.
La fusión entre el uribismo y el santismo (en desarrollo) debe interpretarse como el último esfuerzo por impedir la Paz que necesita Colombia. Esa Paz con justicia social ya empezó a ser construida desde la Bogotá Humana y va a tener continuidad con un gobierno democrático liderado por una izquierda moderna y ciudadana como la que representa Clara López. ¡Así debe ser! 

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