Que
el expresidente Uribe se reúna intempestivamente con el principal
ministro de la Presidencia, Néstor Humberto Martínez, después del
encuentro que habían tenido la “Tutina” y Lina, esposas de las cabezas
del santismo y el uribismo, es un síntoma de cómo las fuerzas del
establecimiento oligárquico han empezado a medir y a calcular – no sin
cierto temor – el crecimiento de las fuerzas democráticas en el país.
La alerta está cantada y los intereses estructurales que ambos
representan – latifundismo y burguesía trans-nacionalizada – se
empiezan a juntar de nuevo. Esa ha sido la historia de siempre en
Colombia.
¿Qué ocurre con Uribe y Santos? Nada más y nada menos
que al primero se le acerca el lazo de la justicia al cuello. Sus
cómplices deben estar presionando con mucha fuerza desde el exilio y la
cárcel. Eso atemoriza a Uribe y pone nervioso a Santos. Son grandes los
secretos y crímenes de Estado que ambos ocultan. Muchas cosas oscuras
pasaron por sus manos. Son demasiados los riesgos que tienen si
tensionan al máximo la cuerda. Todo apunta a que sus patrones mayores
del Norte les dieron la orden de aflojar y llegar a acuerdos. Como
hacen entre demócratas y republicanos en los EE.UU.
Pero eso
no es lo más grave. El proceso de Paz necesita a un Uribe para que el
establecimiento en su conjunto sea el ganador. Las clases dominantes no
pueden darse el lujo de permitir que las fuerzas democráticas o las de
la insurgencia aparezcan como triunfantes ante un sector de la
oligarquía (Uribe). Los EE.UU. ratificaron en Panamá su apoyo a la
negociación con las FARC en el marco de la distensión estadounidense
con Cuba y es por ello que la orden perentoria a Uribe y a Santos es la
de asumir una férrea disciplina oligárquica. El latifundismo y la gran
burguesía trans-nacionalizada necesitan priorizar sus intereses vitales
y el imperio marca la pauta estratégica e impone el orden.
Pero además, lo que más les preocupa es la situación económica. Vientos
fuertes de crisis se avizoran en el panorama. Ya se presentan fuertes
marejadas en el terreno de las finanzas estatales. Se está desinflando
la burbuja inmobiliaria (vivienda) en la que se pretendía soportar el
plan de desarrollo del segundo gobierno de Santos. Otras burbujas que
se apoyaban en el mercado de automóviles y productos tecnológicos ya
muestran su agotamiento. Las tarjetas de crédito ya no soportan la
artificial bonanza de un mercado en proceso de cierre. Las ventas han
empezado a derrumbarse. A ello se suma el fuerte déficit de la balanza
de pagos que refleja la crisis del sector productivo colombiano que
depende en grado sumo de los ingresos del petróleo y el sector minero.
La caída de los precios del petróleo han golpeado con fuerza los
ingresos del Estado y el futuro en ese campo no es promisorio.
Además, la política se torna compleja para las clases dominantes. Los
sorpresivos resultados de las elecciones internas del Polo Democrático
Alternativo – con más de 400.000 votos – los ha alarmado al máximo.
Ellos contaban con que ese partido estaba en agonía. Ahora se
encontraron con la candidatura de Clara López para la Alcaldía de
Bogotá. Ella cabalga sobre una “ola mediana” que se formó fruto de la
unidad de la izquierda en la 1ª vuelta presidencial del año pasado. Esa
ola posteriormente se potenció en la 2ª vuelta con la consigna de la
lucha por la Paz. Esa situación les ha hecho entender que hay que
arremeter unidos contra los avances de los sectores democráticos y
populares. Saben que las jornadas de los estudiantes en el 2011, el
rechazo a la reforma de la justicia, los paros agrarios en 2013 y la
actual protesta de los maestros, si encuentran respaldo y posibilidades
de desarrollo en una Convergencia Democrática, van a desencadenar
fenómenos políticos que no sólo serán el soporte para mantener el
control de la administración capitalina sino que se pueden convertir en
un posible antecedente de triunfo para el 2018.
Y es que
ellos sí son absolutamente conscientes que el futuro de Colombia se
define en gran parte en Bogotá. Todo apuntaba hasta hace unos pocos
días que en las elecciones de octubre de 2015 se enfrentarían 3
bloques, dos de derecha y uno de izquierda. Pero es evidente que el
uribismo y el santismo por separado le otorgan una enorme ventaja a una
convergencia democrática encabezada por Clara López. Es por eso que los
acercamientos entre Peñalosa y Pardo se han acrecentado, pero es
indudable que un acuerdo de mayor tamaño se cocina entre bastidores. No
es casual la gestión de Roy Barreras ante Uribe: los mandaderos no
actúan por sí mismos. Santos y el gobierno de los EE.UU. son los
verdaderos mandantes de esas gestiones.
Es por ello que… ¡ha llegado la hora y el momento de las definiciones...!!
El verdadero “centro político” que construyeron hace 8 años Antanas
Mockus, Lucho Garzón, Sergio Fajardo y Enrique Peñalosa ha desaparecido
del escenario político. Garzón y Peñalosa fueron cooptados por la casta
política tradicional. Mockus a regañadientes se resiste después de su
contrato con el gobierno de Santos y trata – al igual que Fajardo – de
mantenerse en el campo independiente refugiándose en un pequeño
partido, la Alianza Social Independiente, que es una amalgama informal
e inorgánica de toda clase de expertos negociantes de la política
“alternativa”, muy al estilo de los que sobreviven todavía en la cúpula
burocrática de la Alianza Verde (dueños de Opción Verde).
La
izquierda, progresistas, "verdes-sociales", alternativos,
independientes, liberales sociales, tendrán que unificarse, y no tienen
otro candidato/a más viable para la alcaldía de Bogotá que Clara López,
con todos los defectos que ella pueda tener o que le achacan sus
críticos de oficio. Para triunfar deberán disputarle a los otros dos
bloques (santismo y uribismo en proceso de fusión) un gran sector de la
clase media que está indecisa. Ese bloque democrático liderado por la
izquierda tendrá que hacer un trabajo pedagógico para convencer a esas
clases medias que la “inversión social sí paga” y que sus dirigentes
tienen la decisión de rectificar su desempeño administrativo mejorando
su capacidad gerencial y atendiendo problemas urgentes que requieren
medidas de choque (movilidad, seguridad, ambiente).
El paro
de los educadores es otro elemento que está ayudando a clarificar la
política. Santos, ahora en la dinámica de unidad de acción con Uribe,
con la intención de “hacerse pasito”, es decir, para buscar la mejor
forma de perdonar los crímenes al expresidente y atenuar las penas a
sus cómplices – entre ellos –, los militares, tiene que ser empujado y
forzado a hacer la paz por las fuerzas democráticas. Dicha presión debe
incluir la más amplia movilización contra sus políticas neoliberales y
anti-populares. Esa dinámica social y política va a obligar a Petro y a
algunos sectores que se hacían ilusiones con Santos, a integrarse –
ojalá más temprano que tarde – al bloque democrático que lidera la
izquierda en Bogotá.
En el resto del país seguro que habrá
que barajar de nuevo. La alianza del santismo y el uribismo – en
ciernes – clarificará la política de los sectores democráticos y
populares. La lucha por la Paz sigue siendo una bandera viable. El voto
táctico y consciente por Santos, potenció a las fuerzas democráticas
pero también sirvió para agudizar las contradicciones entre Uribe y
Santos. Hasta donde era posible y táctico lograrlo. Dicha estrategia
sirvió para fortalecer la imagen de estadista de Clara López, y la
convirtió en un gran capital político que es fundamental en las
elecciones locales y regionales de octubre de 2015, y que son
determinantes de cara al 2018.
Robledo va a salir a decir…
¡Se los dije, “Santos es igual a Uribe”! Pero no. No es así. Santos y
Uribe son diferentes. El uno representa al latifundismo, el otro al
gran capital trans-nacionalizado. Pero ambos, cuando surgen amenazas de
los sectores populares y democráticos, se unifican alrededor de sus
intereses oligárquicos y pro-imperiales.
Lo principal en el
campo democrático es que no se crea que esta situación es resultado de
la acción de la guerrilla, como ya lo pregonan ciertos sectores
triunfalistas cercanos a ella. Las fuerzas amigas de la insurgencia
pueden ser muy buenas para organizar marchas y concentraciones masivas
(no tan grandes como se pregonan), con base en una militancia bien
financiada y disciplinada, pero están muy lejos de poder obtener el
respaldo electoral de amplios sectores de la población que tienen
muchas reservas frente a su comportamiento degradado durante el
conflicto y a su insondable y desconocida visión de gobierno.
El bloque democrático debe construir un amplio movimiento ciudadano de
carácter social, poli-clasista y plural, que – como ya lo hace Clara
López – convoque a todas las fuerzas de la civilidad y de las nuevas
ciudadanías emergentes (ambientalistas, mujeres, jóvenes, LGTBI,
ciclistas ecológicos, animalistas, practicantes del hip hop y el rap,
movimientos culturales, profesionales precariados, etc.) que están
ansiosas por participar y construir el cambio en nuestro país y ayudar
a sacarlo de su sempiterno y eterno atraso.
La fusión entre
el uribismo y el santismo (en desarrollo) debe interpretarse como el
último esfuerzo por impedir la Paz que necesita Colombia. Esa Paz con
justicia social ya empezó a ser construida desde la Bogotá Humana y va
a tener continuidad con un gobierno democrático liderado por una
izquierda moderna y ciudadana como la que representa Clara López. ¡Así
debe ser!
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