Entrevista al sociólogo y politólogo brasileño Emir Sader
Aparentemente
el neoliberalismo apuesta por el mercado, el sector privado y la
desregulación en todos los ámbitos, de manera que (a simple vista) el
estado constituiría una barrera para el libre discurrir de la oferta y
la demanda. Sin embargo, los gobiernos de corte neoliberal hacen un uso
intensivo del aparato estatal para desarrollar sus contrarreformas. En
América Latina, sin embargo, los gobiernos progresistas o
“posneoliberales” han rescatado al estado y le han otorgado otra
función, según el sociólogo y politólogo brasileño Emir Sader: la
prioridad de las políticas sociales en lugar del ajuste fiscal; o la
primacía de la integración regional y los intercambios Sur-Sur, frente
a los Tratados de Libre Comercio (TLC) con Estados Unidos. Emir Sader
es uno de los fundadores-impulsores del Foro Social Mundial de Porto
Alegre, además de profesor retirado de las universidades de Sao Paulo y
del Estado de Río de Janeiro. Entre 2006 y 2012 fue secretario
ejecutivo del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO).
Entre su abundante bibliografía figuran “Lula y Dilma, 10 años de
gobiernos posneoliberales en Brasil”; “El nuevo topo: los caminos de la
izquierda latinoamericana”; “Porto Alegre: otro mundo es posible” o “La
venganza de la historia”. Es también coordinador de la Enciclopedia
Contemporánea de América Latina y el Caribe.
-El fracaso del
neoliberalismo, con las políticas privatizadoras, desreguladoras y
sumisas al Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, inaugura
en América Latina una era de gobiernos que has llamado
“posneoliberales”. ¿En qué contexto se desarrolla el neoliberalismo y
cómo se fragua la respuesta “posneoliberal”?
El paso del
capitalismo a su era neoliberal fue el resultado de varios factores de
cambio a escala mundial. Primeramente la derrota del campo socialista
en la “guerra fría”, y el paso de un mundo “bipolar” a otro “unipolar”
bajo hegemonía imperial estadounidense. Además, se produce el final del
ciclo largo expansivo del capitalismo, que viene de la segunda guerra
mundial y se prolonga hasta los años 70, y que implica el paso de un
modelo regulador keynesiano a un modelo liberal de mercado. Estos
factores representan un cambio en la correlación de fuerzas muy
favorable al bloque occidental liderado por Estados Unidos. El
neoliberalismo surge en este marco. En la idea de que el capitalismo
había dejado de crecer, y entrado en un largo ciclo recesivo, porque
–se decía- había una excesiva cantidad de reglamentaciones.
Desregulado, el capitalismo volvería a funcionar y todos ganarían. Pero
lo que realmente sucedió con la “liberalización” fue una inmensa
transferencia de recursos del sector productivo al sector especulativo,
además de la hegemonía de éste a escala mundial. Ocurre entonces que
las fuerzas populares y anticapitalistas se sitúan a la defensiva.
América Latina, en particular, fue una víctima especial porque sufrió
la crisis de la deuda en el paso de los años 70 a los 80; dictaduras
militares en países políticamente tan importantes como Brasil, Uruguay,
Argentina o Chile; y la mayor cantidad de gobiernos neoliberales del
mundo, en una modalidad muy “radical”. La reacción se produjo en la
forma de elección de gobiernos que expresaban un rechazo al
neoliberalismo y al fracaso de su gestión.
-Los gobiernos
“posneoliberales”. ¿En qué países acceden al poder ejecutivo, cuáles
son sus características y qué políticas desarrollan?
Sea
por la crisis mexicana de 1994, Brasil (1998-99) o Argentina
(2001-2002), sea porque no cumplió sus promesas (ni siquiera el control
inflacionario) y, sobre todo, porque profundizó la desigualdad y la
exclusión social, ciertamente el neoliberalismo fracasó en América
Latina. La ola de gobiernos que empieza con Chávez (1999) y llega hasta
Rafael Correa (2007) se plantean esencialmente la superación del modelo
neoliberal. Algunos se plantean como objetivo estratégico superar el
capitalismo (Venezuela, Ecuador o Bolivia), pero lo que los une es la
idea de superar el neoliberalismo y sustituirlo por otro modelo al que,
por no haber encontrado una palabra mejor para definirlo, he llamado de
gobiernos “posneoliberales”. Se caracterizan básicamente por la
prioridad de las políticas sociales en lugar del ajuste fiscal; la
primacía de la integración regional y los intercambios Sur-Sur, frente
a la firma de Tratados de Libre Comercio (TLC) con Estados Unidos. Por
último, son gobiernos que impulsan el “rescate” del estado. Contra la
centralidad del mercado, el rol activo del estado en los político, lo
económico y para la garantía de los derechos sociales.
-En
2013 coordinaste un libro sobre una década de gobiernos del PT en
Brasil. ¿Cuáles son los principales logros y déficit? ¿Han conseguido
los gobiernos de Lula y Dilma Rousseff romper con el neoliberalismo?
Los gobiernos del PT han cerrado el ciclo de gobiernos
“posneoliberales” de Fernando Collor de Mello y Fernando Henrique
Cardoso. Han terminado con los procesos de privatización, rescatado la
prioridad de las políticas sociales y priorizado otros elementos de lo
que denominé gobiernos “posneoliberales”. Sin embargo, por la herencia
negativa que han recibido, no han realizado cambios estructurales en el
país. Por ejemplo, la hegemonía del capital financiero continúa
vigente, lo que es un obstáculo para mantener niveles de crecimiento
altos. El peso del agronegocio en el campo es otro obstáculo al avance
de políticas de autosuficiencia alimentaria y reforma agraria. En
tercer lugar, el monopolio privado de los medios de comunicación es un
elemento que fortalece a la oposición política. El último factor es la
financiación privada de las campañas electorales, que produce congresos
muy copados por los grupos de presión corporativos. En algunas de las
circunstancias mencionadas, el gobierno empieza a plantear cambios,
pero en otras no encontró la forma de hacerlo. Ello hace que los
avances tengan límites.
-En 2014 se cumplía el 30
aniversario del Movimiento de los Trabajadores Sin Tierra de Brasil
(MST), uno de los más potentes del mundo y en el que participan 1,5
millones de personas. ¿Cuál es su relación con los gobiernos del PT,
sobre todo en la cuestión de la agroindustria?
El MST es
un movimiento social muy especial. Pelea por la reforma agraria pero
tiene también una visión política de los asuntos. Si el MST se
orientara sólo por la política agraria del gobierno, debería tener una
posición más dura. Y la tiene en esa cuestión. Pero dado que se ubica
también como movimiento social y político, sabe que en la polarización
nacional (y no sólo en Brasil), la alternativa está en la derecha.
Incluso cuando algunos sectores salen o se desplazan del gobierno, como
Marina Silva en Brasil, se van a la derecha. El MST tiene, por tanto,
una actuación de lucha contra la derecha y las perspectivas golpistas
que lo hacen estar más cerca del gobierno de lo que debería estar, si
sólo considerara la cuestión agraria, en la que los avances fueron
pequeños.
-El neoliberalismo es también (o sobre todo) una
escala de valores, una cosmovisión y una manera de entender el mundo.
¿Han abierto alguna brecha los gobiernos de izquierda latinoamericanos
en la hegemonía neoliberal?
Éste es un elemento presente
en todos los países, porque el neoliberalismo no sólo transforma las
estructuras económicas y sociales, sino también los valores. Impone una
cultura elitista y centrada en el consumidor, no en los derechos de la
gente, lo que al final representa un factor de fuerza para los Estados
Unidos. Es el llamado “modo de vida norteamericano”, que tiene en el
Shopping Center (y la maquinaria publicitaria que lleva aparejada) su
forma ejemplar de estilo de vida. Aun en los países en los que hubo un
progreso socioeconómico importante (Venezuela, Ecuador, Bolivia,
Brasil, Argentina o Uruguay), no se ha logrado todavía generar
ideologías alternativas. Sobre esta cuestión, el historiador británico
Perry Anderson hizo una reflexión muy seria: cuando la izquierda llegó
finalmente al gobierno, por el agotamiento de los gobiernos
neoliberales, había perdido la batalla de las ideas. Éste es el punto
en el que la izquierda encuentra más dificultades para contrarrestar la
ola neoliberal.
-¿Qué función han otorgado al estado los gobiernos “posneoliberales”?
El estado fue también una víctima del neoliberalismo, al disminuir sus
atribuciones y privatizar propiedades que estaban en manos públicas.
Los gobiernos progresistas de América Latina han rescatado el rol del
estado. Pero es un estado que, por citar un e jemplo de su modo de
funcionar, no está adecuado para una relación distinta con el
movimiento popular. No cuenta habitualmente con mecanismos para ello.
Es un “milagro” que en Brasil se haga llegar a través de tarjetas el
programa “bolsa familia” a 60 millones de personas. Ciertamente no sé
cómo logra hacerse, pero es algo que no se compadece con el carácter
profundamente burocrático e inerte del estado. Esto lo entendieron muy
bien los países que impulsaron la refundación del estado, sobre todo
Ecuador y Bolivia, más que Venezuela. El estado venezolano continúa con
problemas gravísimos de diferente orden. La refundación en este caso se
hizo muy al comienzo del gobierno, cuando a lo mejor no se tenía la
misma claridad de perspectiva que después en Ecuador o Bolivia. En mi
opinión, todos nuestros países han de refundar el estado, porque es un
estado hecho para la inercia y para la reproducción de las relaciones
de dominación existentes. No es un estado para transformar la sociedad.
Se trata de un elemento de enorme debilidad. No basta, por tanto, con
una reforma electoral o de la financiación de los partidos.
-¿Qué opinas de las luchas que en América Latina se despliegan de
manera “autónoma” respecto al estado y los partidos políticos?
Creo que fracasaron en el momento de construir una hegemonía
alternativa. El Foro Social Mundial fue vaciado por la presencia
predominante de las ONG, que tenían una postura antiestatal,
antipartidaria y antipolítica. Fue posible un frente común en la
resistencia al neoliberalismo, pero llegó finalmente el momento de
buscar alternativas. Consignas como las del movimiento de los
“piqueteros” –“¡Que se vayan todos!”- fue suicida. Con todos sus
méritos, los zapatistas también excluyen una disputa por la
alternativa. Como si fuera posible, sin una disputa política nacional,
transformar desde “abajo” no ya la realidad mexicana, sino siquiera la
de Chiapas. Creo que perdieron el tren de la historia. Movimientos
similares en Venezuela, Ecuador y Bolivia construyeron partidos,
pugnaron por la hegemonía y pasaron a dirigir la sociedad. Además, las
tesis fundamentales del Foro Social Mundial no podrían ponerse en
práctica sin el estado. Regular la libre circulación de capitales,
afirmar los derechos sociales… ¿Quién va a hacerlo? En definitiva,
fueron elementos castradores que redujeron el Foro Social Mundial a la
intrascendencia.
-En cuanto al adversario político de los
gobiernos “posneoliberales”, ¿se trata de la derecha tradicional, o
constatas un reciclado para hacerse más presentable?
Los
partidos de la derecha latinoamericana o los “reconvertidos” de la
derecha socialdemócrata están presos aún a sus modelos. En última
instancia, sus candidatos en Brasil, Uruguay, Venezuela o Argentina
defienden políticas de libre comercio. Es cierto que conceden, en lo
verbal, que van a mantener las políticas sociales, pero cuando hablan
de sus propuestas económicas, se trata de modelos que hacen inviables
cualquier política social. En Brasil, el diagnóstico del “gurú” de
Marina Silva es que el problema del país son los salarios excesivamente
altos. Aunque digan que la van a mantener, por conveniencia electoral,
de la banca pública no va a quedar nada. Ahora bien, los canales
tradicionales, partidarios, de la derecha, no tienen viabilidad, porque
heredan la imagen de gobierno fracasado. Quien triunfó en Chile,
Sebastián Piñera, lo hizo con el prestigio de empresario de éxito. Luis
Lacalle en Uruguay, Capriles en Venezuela, Mauricio Rodas en Ecuador,
Sergio Massa en Argentina… Se trata de buscar gente que venga de
“afuera” del sistema de partidos tradicionales. Por ejemplo, del mundo
mediático. En Brasil se intentó hacer con Marina Silva, con la idea de
superar la polarización izquierda-derecha, en términos de “nueva
política” y discursos similares. Tienen que buscar figuras con esos
rasgos, que superen el pasado de la derecha (no sólo el más lejano
dictatorial y represivo, sino también el neoliberal). Pero cuando estos
candidatos definen su modelo terminan cayendo en los principios
neoliberales. Aun con caras nuevas. Éste es su elemento más frágil.
-Constituye ya un lugar común la consideración de los medios de
comunicación privados como el “partido de la derecha” en América
Latina. ¿Han avanzado los gobiernos “posneoliberales” en la
nacionalización de medios o en promover legislaciones reguladoras?
Los medios de comunicación son un elemento de fuerza de la derecha. Aun
cuando los gobiernos progresistas nacionalizan medios y se quitan de
encima medios de la oposición, promueven canales públicos sin todos los
elementos de atracción de la televisión privada (deportes,
espectáculos, series norteamericanas…). Y, ciertamente, no vivimos en
una época de profunda politización de la sociedad para que un canal
informativo público de 24 horas cuente con audiencias muy altas. A
pesar de que se realicen nacionalizaciones, y que cuenten con
noticieros mucho mejores (como TeleSur), la competencia con los medios
de comunicación privados continúa siendo muy desigual. En las
elecciones presidenciales de 2010 en Brasil, la presidenta de la
Asociación Nacional de la Prensa y directora del periódico Folha de Sao
Paulo, afirmó que frente a la debilidad de los partidos, los medios
eran el verdadero partido de la oposición. Cosa que ya sabíamos, pero
en este caso ellos lo confiesan. Estos medios nunca han logrado la
elección de sus candidatos a nivel nacional, pero tienen un poder
significativo en debilitar la capacidad de gobierno de los ejecutivos
progresistas.
-¿Por qué no cuajan opciones progresistas
similares en una Europa, sobre todo la periferia, también sometida a
grandes ajustes fiscales y políticas de austeridad? ¿Cuándo “torció” su
camino la socialdemocracia europea?
Un momento
significativo fue el paso del primer gobierno de Mitterrand a los años
siguientes. Entonces se produjo un viraje importante. Posteriormente el
PSOE asumió el modelo neoliberal, lo que supuso una “reconversión”
grave de la socialdemocracia. Ahora bien, estas dificultades se
agrandaron con la forma en que se fraguó la unificación europea y con
el euro. Ésta era una “trampa” que blinda la Unión Europea de políticas
alternativas. Aunque ganen las elecciones partidos progresistas, están
“amarrados” al modelo. En América Latina todo estaba preparado para que
el ALCA uniera a Brasil y Estados Unidos, pero Brasil vetó e invalidó
esta opción. Estados Unidos pasó entonces a la política de acuerdos
bilaterales. Pero, por otro lado, se abrió a partir de ese momento el
camino a la integración regional, lo que no sucedió en Europa.
- ¿Cómo encajan estos ejecutivos progresistas en el mundo “multipolar”
que abre fisuras en la hegemonía norteamericana? ¿Qué apoyo reciben de
los BRICS y, en concreto, de países como China y Rusia?
Más allá del juicio que se tenga sobre el sistema político de China y
Rusia, objetivamente desempeñan un rol importante en la lucha por un
mundo “multipolar”, que quiebre la hegemonía estadounidense. En agosto
de 2013, Estados Unidos pensaba que se daban todas las condiciones para
bombardear a Siria, lo que sería el preámbulo de un ataque a Irán.
Además de la falta de apoyo a la iniciativa de Obama, Rusia propuso
negociaciones con Siria, lo que frenó la perspectiva de bombardeos y
abrió espacios para las negociaciones con Irán. Hay elementos, hoy, de
debilidad en la capacidad “unipolar” norteamericana (la única potencia
mundial que tiene intereses en todas partes). Por otra parte, los BRICS
han suscrito acuerdos y mantenido reuniones con los países del
MERCOSUR, UNASUR y la CELAC. China y Rusia han firmado numerosos
acuerdos bilaterales que cambian la relación de América Latina con el
mundo. Hay elementos contradictorios, pero en principio son unas
relaciones dinámicas.
-Medios occidentales critican en
sus páginas los ataques a la oposición, a la libertad de expresión y la
corrupción en algunos de los países integrados en el acrónimo BRICS.
Sobre las perspectivas económicas, por ejemplo en América Latina, se
habla de “recesión” y “frenazo” ¿Hay intereses de fondo detrás de estos
enfoques?
Hace más de diez años que se habla de la
disminución del crecimiento económico de China. Pero si China crece hoy
a un 7,5%, esto es más que crecer a un 10% hace una década, porque
actualmente parte de un crecimiento mucho más alto. Además, ¿Qué país
tiene hoy tasas de crecimiento económico del 7,5%? En los medios se
habla, sin embargo, de un “tendencia decreciente”. También se habla de
una disminución de las tasas de crecimiento de los países
latinoamericanos. Está claro. Pero no se trata de una “recesión”, lo
que sí ocurre en la Unión Europea. Otra cuestión es la campaña de la
derecha brasileña respecto a Petrobras, de la que se hacen eco los
medios. Es una gran conquista que la petrolera, principal empresa
brasileña, sea estatal, no privada. Eso les incomoda mucho y por ello
sacan asuntos laterales para intentar descalificar. Tanto es así que
generaron un clima de opinión tal que parecía que Dilma Rousseff fuera
a poner al mando de Petrobras a un ejecutivo privado, con el fin de
rescatarla. Si lo hiciera, sería un suicidio. Pero todos los días
salían determinadas “figuras” en los medios diciendo que el
nombramiento era inminente. Sin embargo, Dilma Rousseff nombró a
Aldemir Bendine, expresidente de una empresa estatal, el Banco do
Brasil, para rescatar la imagen de Petrobras. Y se reafirmó en el
discurso de que todos los principios de Petrobras se mantienen
vigentes. Ésta es una consecuencia grave del monopolio privado de los
medios de comunicación.
-¿Por qué razón diarios como El
País toman como referencia de “buen hacer” económico a países como
Colombia o México, y también a la Alianza del Pacífico (integrada por
Colombia, Chile, México y Perú), mientras se arremete con saña contra
los países del ALBA o MERCOSUR?
Esto habla muy
negativamente no ya del posicionamiento político, sino del periodismo
que practican E l País y sus corresponsales. Hay un lobby internacional
que funciona especialmente en contra de Brasil, formado por El País,
The Economist, The Wall Street Journal, The New York Times o Financial
Times. Lula, como gran líder mundial de la lucha contra el hambre, les
incomodaba. Igual que les incomoda Brasil, un país que no se sitúa en
las coordenadas neoliberales. Lo importante en Brasil es la
transformación del panorama social. Hacer buen periodismo sería, por
tanto, ir a ver qué cambió en el país; explicar por qué a pesar del
“cerco” mediático, el PT eligió por cuarta vez al presidente de la
república. Recientemente planteaban estos medios, incluso, que la
situación de México es mejor que la de Brasil. Ahora ya no pueden
hacerlo. Perú tiene un gobierno absolutamente desprestigiado. Bachelet
acercó a Chile a MERCOSUR, y bajó el perfil del país en la Alianza
Pacífico. Colombia está dentro del eje, pero mantiene intercambios
económicos muy grandes con Brasil y otros países. No es la Colombia de
Uribe. Lo que ocurre es que El País no sólo representa una posición
política, sino los intereses de los grandes monopolios españoles en
América Latina, que son afectados por los gobiernos de Venezuela,
Bolivia, Ecuador o Argentina. Los puntos de vista del periódico, así
pues, están muy viciados por los intereses de los bancos, Repsol y las
corporaciones privadas españolas.
-Por último, escribiste un libro titulado “La venganza de la historia”. ¿Qué querías decir con esta expresión?
Se planteó el fin de la historia. Quien estaba ganando el partido,
quería que se terminara en ese momento, pero la historia no se ha
adecuado a ese planteamiento. Hay contradicciones objetivas que no
fueron resueltas con el fin del campo socialista. Al contrario, Estados
Unidos pudo imponer la “Pax Americana” en el mundo, pero el número de
conflictos ha aumentado. Y además, muchos están fuera de control.
Estados Unidos no ha podido siquiera resolver los conflictos de Iraq y
Afganistán a la vez. Por tanto, se multiplican los espacios de
enfrentamiento, ya que la victoria económica de Occidente no representó
el progreso, sino el neoliberalismo, la crisis y la especulación
financiera. Hay una dinámica histórica que no se puede frenar con
voluntad o mediante decretos. En la década de los 90 nos parecía que
América Latina no rompería con el marco establecido (endeudamiento con
el FMI, derrota y desmoralización de la izquierda, represión, una
maquinaria brutal del modelo de vida norteamericano…), pero contra lo
que pudiera esperarse, Estados Unidos nunca ha estado tan aislado en la
región como ahora. La historia demostró que las contradicciones siguen
vivas. En el fondo, el mejor propagandista del socialismo es el propio
capitalismo.
Imagen: Andreu Marin Argente
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