Julia Evelyn Martínez (*)
Milton
Friedman, principal referente intelectual del neoliberalismo, solía
recomendar a sus seguidores estar atentos a cualquier crisis que pudiera
presentarse en una sociedad, porque estas crisis pueden convertirse en
oportunidades para que lo políticamente imposible se vuelva
políticamente inevitable.
En
su opinión, toda crisis (guerras, golpes de Estado, atentados
terroristas, desastres naturales, hiperinflación, desempleo, etc.)
conlleva una situación de confusión, temor y/o ansiedad, en la cual, las
sociedades están dispuestas a aceptar (o a no oponerse) a propuestas
económicas novedosas de solución a los problemas cotidianos de su
existencia. Estas coyunturas serían las oportunidades para que las ideas
neoliberales sean puestas en práctica a través de reformas económicas,
que pueden contar entonces con el apoyo y/o el consenso de grupos que,
en otras circunstancias, se opondrían a estas ideas y a estas reformas.
Esto podría ser lo que está ocurriendo en la sociedad salvadoreña, y la
marcha oficial del 1º de mayo parece confirmarlo.
Según
el paradigma neoliberal, la gran tarea del Estado es la creación y
mantenimiento de las condiciones del “clima de negocios” que las
empresas necesitan para innovar, invertir, y crear empleos. La
construcción de este clima de negocios puede abarcar acciones como el
aseguramiento de los derechos de propiedad privada individual (como la
protección de derechos de autor, la autorización de patentes), la
creación y mantenimiento de una institucionalidad del libre mercado y
del libre comercio (como los acuerdos de comercio e inversión), la
apertura de nuevos espacios para la acumulación de capital
(privatizaciones y concesiones de bienes y servicios públicos), así como
la aprobación de reformas laborales, económicas, fiscales y sociales
que disminuyan los costos de operación de las empresas e incrementen su
tasa de ganancia.
De
manera específica, este clima de negocios exige un cambio en las
relaciones de poder entre la clase capitalista y la clase trabajadora,
para que la segunda no se convierta en un obstáculo para las nuevas
formas de inversión de capital de la primera. Es por ello que las
reformas neoliberales consideran la aplicación de reformas en el mercado
laboral para “flexibilizar” las condiciones de contratación y de
despido de la fuerza de trabajo, y para debilitar el poder de las
organizaciones sindicales.
La
flexibilización laboral tiene diversas modalidades, como por ejemplo
loscontratos temporales o de tiempo parcial, contratos por servicios
profesionales, subcontrataciones, remuneración por metas de producción o
por desempeño personal, empleo a domicilio, entre otras. Estas
modalidades de flexibilización laboral se encubren invocando diversas
justificaciones, como la necesidad de modernización del mercado laboral,
la modernización de la función pública y/o las políticas de
conciliación. Pero cualquiera sea la modalidad y/o la justificación de
la flexibilidad laboral, su resultado es el mismo: abaratar los costos
laborales de las empresas (y del Estado) y debilitar la capacidad de
defensa y de lucha de las organizaciones sindicales, mediante el fomento
de la competencia entre la clase trabajadora, el debilitamiento dela
conciencia de clase y la reducción de la membresía de sindicatos.
En
El Salvador, durante el período 1989-2009 la creación de este clima de
negocios favorable para el fortalecimiento de la clase capitalista ypara
el debilitamiento de la clase trabajadora, estuvo a cargo de los
gobiernos del partido ARENA. Durante todo este tiempo, en mayor o menor
medida, la mayoría de organizaciones sindicales y populares se opusieron
y/o resistieron al neoliberalismo, y con ello, lograron mantener viva
la esperanza de qué otra manera de organización de la economía era
posible. No siempre lograron llevar a cabo con éxito esta tarea, pero es
innegable la consecución de importantes hitos, como el retroceso de la
privatización de los servicios médicos del Instituto Salvadoreño del
Seguro Social (ISSS) y la no aprobación de la jornada de 12 horas de
trabajo en las maquilas.
Sin
embargo, esta oposición y esta resistencia sindical y popular al
neoliberalismo, se ha ido agotando progresivamente a partir de 1 de
junio de 2009, de forma coincidente con la llegada del primer gobierno
del partido FMLN. Este gobierno, que logró imponerse electoralmente
gracias al apoyo de una importante base del movimiento sindical y
popular, no ha dudado en realizar una gestión económica basada en la
continuidad de las reformas neoliberales de las dos décadas anteriores,
al mismo tiempo que ha asumido nuevos compromisos con el gobierno de
Estados Unidos y con los organismos financieros internacionales, para
avanzar a una nueva etapa de reformas estructurales de corte neoliberal,
como el Asocio para el Crecimiento, el Acuerdo de Asociación con la
Unión Europea y los Asocios Público Privados.
Finalmente,
este 1º de Mayo en El Salvador se ha concretizado lo que previamente
era impensable. Un bloque importante de sindicatos y organizaciones
sociales populares (ambientalistas, feministas, cooperativistas,
defensores de derechos humanos, etc.) ha marchado con la dirigencia del
partido FMLN a la cabeza, y de esta manera han respaldado las políticas
económicas neoliberales que está llevando a cabo este gobierno y que el
próximo gobierno ha adelantado que mantendrá en curso.
Entre
estas medidas se puede mencionar por ejemplo la Ley de la Función
Pública, que se ha incorporado en el acuerdo de Asocio para el
Crecimiento como una condición para estimular la inversión privada y el
crecimiento económico en los próximos años. Esta ley facilitara la
reforma laboral en el sector público bajo el argumento de la búsqueda
del aumento de la eficiencia de la burocracia estatal. Este objetivo se
pretende lograr mediante la sustitución de la conciencia y la
solidaridad de clase por el individualismo y por el desempeño
competitivo, y mediante la sustitución de la organización de clase por
la organización profesional. Por supuesto, que esta “modernización” es
considerada una condición previa para que los capitales privados se
decidan a invertir en los asocios público privados, puesto que dentro de
esta lógica se debe evitar que los sindicatos en el sector público
puedan oponerse a la reducción de costos laborales y al aumento de las
ganancia privadas en la explotación de los bienes públicos, los
servicios públicos y/o en los servicios de interés general.
Parece
pues que la crisis originada por la violencia, la criminalidad, la
corrupción y el miedo al desempleo y a pobreza, ha conducido a un
segmento significativo de la clase trabadora salvadoreña, a una especie
de shock individual y colectivo, que le ha hecho perder temporalmente la
memoria histórica sobre el rol que el neoliberalismo ha tenido en la
configuración de su problemática actual y/o a aceptar finalmente al
neoliberalismo como una realidad política inevitable. (Ver: La doctrina
del shock, Nahomi Klein, Editorial Paidos, 2007)
Ojalá
en unos años estadirigencia sindical y popularno tenga que preguntarse:
¿adonde estábamos mientras se realizaban estas nuevas reformas
neoliberales y perdíamos los derechos conquistados con tanta sangre,
sufrimiento y sacrificio? Podría ser una sorpresa desagradable darse
cuenta que, mientras estas reformas se gestaban y/o se ponían en
práctica, ellos y ellas estaban en la plaza, al pie del monumento al
Salvador del Mundo, apoyándolas y vitoreando a quienes las hicieron
posible.
(*) Columnista de ContraPunto
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