Entrevista con el escritor sirio Yassin al-Haj Saleh
Fuentes: Al-Jumhuriya English
Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández
El escritor sirio y expreso de conciencia Yassin al-Haj Saleh
dialoga con la activista bielorrusa Marina Naprushkina sobre el auge
global de los autoritarismos, la “plaga” del putinismo y por qué ha
llegado el momento de nuevos movimientos políticos.
La entrevista que se
expone a continuación con el escritor sirio y cofundador de Al-Jumhuriya, Yassin al-Haj Saleh, fue llevada
a cabo por Marina Naprushkina, artista bielorrusa y activista por la
democracia, y se celebró en Berlín, en
abril de 2020.
Marina Naprushkina (MN): Yassin, me gustaría preguntarte
sobre la revolución siria, la guerra y el asedio, tus dieciséis años en
prisión, el tiempo que viviste después en Turquía y ahora en Berlín; también
sobre el amor. En las cartas que
escribiste a tu esposa Samira al-Khalil (secuestrada en Duma, Siria, en 2013,
fecha desde la que no se sabe nada de ella) le dices: “Tu esposo sigue siendo el mismo escritor que no dispone más de un
‘arma’: sus palabras”. ¿Qué es lo que piensas? ¿Hacia dónde tenemos que dirigir
hoy nuestras “armas”?
Yassin al-Haj Saleh (YHS): La conexión entre las
palabras y la revolución siria es absolutamente fundamental. La revolución intentó
acceder a las capacidades políticas; es decir, se trataba de poder hablar de
temas públicos, de poder reunirse y de poder protestar en la esfera pública.
Partiendo de esto, creo que es bastante justo decir que nuestra lucha tuvo que
ver esencialmente con las palabras: con poder usarlas, interpretarlas y
protestar con ellas. Tanto la revolución como las palabras han sido aplastadas a
lo largo de nueve años troyanos, durante los cuales Siria ha sido reducida al campo
de batalla de unos poderes inhumanos, mientras a los sirios se les hacía replegarse
al silencio y la ausencia; dispersos, empobrecidos, “subalternizados”, se les
ha negado tener voz sobre su destino.
Por ello, creo que
nuestras palabras deben estar dirigidas contra aquellos que generan ausencia, o
cuya presencia se basa en producir y consolidar nuestra ausencia. Eso implica,
en primer lugar, un régimen dinástico genocida, cuyo objetivo principal es
permanecer en el poder para siempre, que entregó al país a las potencias
extranjeras a cambio de que le protegieran. En segundo lugar, un régimen
internacional jerárquico y racista, amparado por los Estados soberanos, que
puede convertirse fácilmente en genocida, especialmente en esta era de la “Guerra
contra el Terror”. En tercer lugar, en el contexto sirio, un islamismo
nihilista que hizo mucho daño en los países musulmanes, aunque creo está ya en
declive. Los tres monopolizan para sí mismos el derecho a hablar y a tener una
presencia legítima. Nuestra lucha contra ellos tiene que ver con representarnos
a nosotros mismos -con hablar por nosotros mismos como personas que tienen “derecho
a tener derechos”, como expresó Hannah Arendt- y con el reconocimiento de nuestra
presencia. En este contexto, la ausencia de Samira es para mí una causa, una
motivación y un símbolo de una condición nacional y global.
MN: En el ensayo
en el que criticas el concepto de solidaridad dices que la solidaridad es como
una mercancía y que hoy existe un “mercado de la solidaridad”. En un debate
manifestaste que, finalmente, no estamos dispuestos a luchar por nuestras
convicciones como lo estás tú. Estuviste detenido durante dieciséis años por
ser, en aquel momento, miembro de [un grupo disidente del] Partido Comunista.
La artista Milica Tomić hace esta pregunta en una de sus obras: “¿Hay algo por
lo que estés dispuesto a dar tu vida?” ¿Vivimos en una época de oportunistas?
¿Qué es lo que explica este desarrollo?
YHS: Bien, no pretendía culpar a la gente por no luchar por
sus convicciones “como yo”. Y eso ha sucedido, en parte, porque no he podido
evitarlo. Hubiera preferido una lucha menos cruel y desesperada.
Es solo que pensé que
la solidaridad se estaba convirtiendo en una alternativa pasiva a un compromiso
más activo en la lucha por un mundo mejor. Sirve para aliviar muchas
conciencias en Occidente al seleccionar una lucha y patrocinar a sus agentes.
Lejos de ser una actividad para cambiarnos a nosotros mismos y al mundo, la
solidaridad entendida de esa forma es compatible con no cambiar nada. Cuando
las personas se solidarizan con esta u otra causa que seleccionan en el mercado
solidario, tienden más bien a desarrollar una especie de conciencia de autocomplacencia
que anula la necesidad de cambiarte a ti mismo y luchar contra la
autosatisfacción.
La derrota del comunismo
en la década de 1980 tuvo el efecto de normalizar el orden capitalista
neoliberal, incluso entre aquellos que están en contra y que parecen haber
aceptado la famosa afirmación de Margaret Thatcher de que “no hay otra
alternativa”. Llevamos más de tres décadas en esta etapa, eso es mucho tiempo.
La solidaridad con las ONG pertenece a este orden. Ahora, después de Siria y en
medio de la actual crisis del coronavirus, creo que la necesidad de otras
formas de compromiso común y lucha común es extrema. Estamos en una encrucijada
que conducirá a formas renovadas de fascismo y racismo en nombre de lazos
orgánicos y de la tradición, como pronostica el ideólogo de Putin, Aleksander
Dugin, o a formas más militantes y emancipadoras de lucha por la igualdad, la
dignidad humana y la vida en el planeta. Deseo ver a muchas personas
desaprender las prácticas condescendientes, complacientes y selectivas de
solidaridad y, en cambio, conectar con las luchas por la igualdad y la
libertad.
MN: Después de la Segunda Guerra Mundial, las poblaciones
de los países afectados trabajaron para reconstruir sus hogares, escuelas y
ciudades. Creo que esto le sirvió de ayuda a esa generación para sobrevivir a los
acontecimientos tan crueles por los que pasaron durante la guerra. Ese no es el
caso en Siria. En el propio país, la guerra y la dictadura no han terminado.
Las personas que dejaron Siria viven en diferentes países, y pocas son capaces
de participar en la vida social en el exilio. ¿Qué experiencias tienes tú y tus
compatriotas aquí, en Berlín? ¿Cómo puede Berlín convertirse en un nuevo hogar?
YHS: Permíteme decir primero por qué este no es el caso en
Siria. A diferencia de Ruanda en 1994 y Camboya en la segunda mitad de la
década de 1970, e incluso de la Alemania nazi, el régimen genocida en Siria ha
sido de nuevo instalado en el poder. Ni siquiera se ha logrado un mínimo de
justicia: no hay transición política; no se reconoce el sufrimiento del pueblo
sirio; no hay nada. Esto equivale a la promesa de un genocidio aún mayor en
perspectiva. ¿Por qué? En esencia, nuestra lucha es una lucha contra el racismo,
aunque sin razas. Según Frantz Fanon, las razas se construyen en todas partes mediante
el racismo y la discriminación. Lo que sucede es que nuestras “razas” se llaman
sectas, y el orden mundial islamofóbico de hoy construye una profundidad
estratégica para este tipo específico de racismo. A este orden le resulta
beneficioso que haya una agencia llamada “Estado soberano” que se esté ocupando
de matar negros sirios. Por este motivo no vas a escuchar protestas contra las
salvajadas rusas en Siria. Se trata solo de una nueva ronda de la antigua mission civilisatrice.
Junto a amigos y
colegas, continuamos produciendo ideas y análisis para una mejor comprensión de
nuestra lucha, de nuestros exilios y del mundo. Defendemos nuestra capacidad y
voluntad de actuar, ya sea política, ética o epistemológica, como individuos y
como personas. Nos resistimos a ser reducidos a casos humanitarios o víctimas
pasivas. Como te puedes imaginar, es muy difícil seguir luchando, y sucede que
a veces nos sentimos extremadamente exhaustos, pero somos conscientes de lo
crucial que es la sostenibilidad de nuestra lucha. Supongo que muchos de
nosotros estamos tratando de conseguir una vida lo más normal posible y de
seguir representando a nuestro desamparado país. Además, somos conscientes de
la necesidad de vincular nuestra causa con otras causas en el mundo y con la
causa mundial: salud, humanidad y planeta. Creo que algo vamos avanzando a este
nivel.
MN: Hoy tenemos muchas mejores oportunidades para
intercambiar información a nivel mundial, tomar fotos para documentar la guerra
y el crimen, comunicarnos y establecer contactos. Pero, ¿qué es entonces lo que
frustra la solidaridad, la solidaridad que también se convierte en acción?
YHS: Si mi análisis sobre la solidaridad es correcto, su
incapacidad para traducirse en acción es parte integral de la misma. Está
diseñada para que aporte buenos sentimientos, no para hacer bien las cosas.
Además, hoy no hay
mucha solidaridad en nuestro mundo. En Occidente (y la solidaridad, con sus
características de mercado y paternalismo, es una mercancía producida
principalmente en Occidente), la solidaridad se destina solo a aquellos que
comparten nuestros valores, que no son diferentes de nosotros, que en realidad
son como nosotros. Por lo tanto, es algo narcisista, una especie de sentimiento
de “yo me amo”. Lo que quiero decir es que, además de ser una relación de
poder, carente de igualdad y reciprocidad, la solidaridad como se practica hoy
es también narcisista y exclusivista.
Soy plenamente
consciente de que hay muchas personas maravillosas que están completamente
fuera de ese molde de “yo me amo” y piensan en su activismo solidario como un
componente de una lucha más amplia para desafiar y cambiar un mundo lleno de
racismo, discriminación y persecución. Quizás sea ahora el momento adecuado
para nuevos movimientos y comunidades basados en la igualdad, el respeto, la diversidad y
el coraje.
MN: Vengo de Bielorrusia, donde nuestro primer presidente
lleva en el poder desde 1994. Las dictaduras de hoy son más estables que nunca.
¿Cómo puede explicarse esto?
YHS: ¿26 años? ¿Está preparando tu presidente a su hijo para
heredar el poder de él, como hizo el nuestro? Llevamos 50 años bajo el dominio
de la familia Asad. Debido a los tres yugos -el geopolítico (Israel, seguridad
y superioridad); el geoeconómico (mercados de consumidores de petróleo y del
Golfo); y el geocultural (Islam, etc.); un triple yugo llamado Oriente Medio-,
decenas de miles de seres fueron asesinados en Siria, con cifras similares de
encarcelados y torturados cuando era joven, y ahora, cuando he llegado a mi
sexta década, cientos de miles han sido asesinados y millones desplazados.
Nuestra primera guerra de tortura fue durante la última década de la era de la
Guerra Fría, mientras que la segunda nos sobrevino en la era de la Guerra
contra el Terror, que es solo otra guerra de tortura global como muchas guerras
coloniales del pasado (y presente: Palestina). Rusia es el principal protector
hoy de nuestro régimen genocida. Supongo que tu país, Bielorrusia, es también
un protectorado ruso, y tu Lukashenko está ampliando sus márgenes de libertad
hacia su pueblo al haber sido elegido por Putin, un líder ultranacionalista que
ahora se está preparando para cambiar la constitución y mantenerse en el poder
dieciséis años más. Esto es una cadena perpetua para Rusia y, muy
probablemente, también para la mucho más pequeña Bielorrusia.
La Rusia de Putin es
nuestra plaga. Aunque dominan nuestro país, no se preocupan por la gente, ni
muy probablemente por el inútil mismo de Asad; se trata de su grandeza y su
arrogancia imperialista. Putin se jactó de haber probado más de 200 armas en
Siria. Se felicitó a sí mismo de que Rusia haya conseguido 15.000 millones de
dólares en ventas de armas, y de que tengan planes para vender 55.000 millones
de dólares más.
MN: Tu esposa y tú habéis dejado claro que en Siria se
está librando una guerra mundial, pero una guerra dirigida contra un pueblo. ¿Puedes profundizar
en esto?
YHS: Samira dijo exactamente eso tras la masacre
química de agosto de 2013 y el acuerdo químico del mes siguiente entre
Estados Unidos y Rusia, que fue aún más criminal que la masacre misma.
El significado de la masacre, seguida del acuerdo, fue: puedes matar a
tu pueblo con armas químicas y así estarás aún más involucrado que antes
en la política internacional, mientras que tus víctimas seguirán aún
más excluidas de la política; que en aquel momento habían pagado ya el
precio de la desaparición de 100.000 vidas. Los sirios fueron aún más
“invisibles” después del año en que Samira desapareció. Solo puedo
repetir que la «Guerra contra el Terror», que fue la justificación
detrás de ese sórdido acuerdo que ayudó a cegar a muchos en el mundo
sobre la victimización de los sirios, no es en modo alguno una guerra.
Es una tortura, y lleva décadas debilitando la democracia en todo el
mundo. Es trágico que muchos no encuentren nada más que el paradigma de
la Guerra contra el Terror para formular la lucha contra la pandemia de
la COVID-19.
MN:
¿Qué se puede aprender de la revolución siria? ¿Por qué no hablamos de ella
ahora?
YHS: Creo
que Siria fue victimizada en el altar de la apatía e indiferencia
institucionalizadas, a largo plazo y a nivel global, hacia todo lo que suceda
en Oriente Medio. Y en el arraigado racismo en las formas de islamofobia y
apoyo ciego a una política racista como la de Israel, consolidada por los Estados
rentistas del Golfo gobernados por dinastías extremadamente corruptas y
patriarcales que Occidente ha patrocinado durante un siglo, cuando no más. Todo
eso convergió para hacer que la lucha siria contra un régimen genocida y
racista sea invisible y sin sentido. Oriente Medio es el nombre de un espacio
de excepción donde el colonialismo no concluye nunca. Estados Unidos es una
parte integral del sistema de Oriente Medio, aunque esté geográficamente fuera
de la región. Europa también es parte del sistema, y ahora
Rusia se está afianzando allí.
Debemos
aprender esto bien y desaprender las cosas culturalistas que reducen la
política a la cultura y la cultura a la religión que todavía siguen dominando
en Occidente (y en el mundo) en lo que se refiere a nuestra región. El
Occidente “secular” debería secularizar su comprensión de la región para entenderla.
Eso incluye el surgimiento del islamismo nihilista entre la década de 1980 y la
Primavera Árabe.
Siria
es un microcosmos fuera de mundo, y creo que ahora estamos viendo un mundo
sirianizado que fracasa del mismo modo en que se hizo fracasar a los sirios, abandonándolos
ante la masacre, deshumanizándolos, considerándolos superfluos, por usar la
terminología de Arendt.
Ya no
se habla de Siria porque el mundo de los gobiernos y los medios de comunicación
tuvo mucho éxito al inhibir incluso un entendimiento aproximado de la mayor
lucha de este siglo. Consideran que “todo allí es muy complicado” y dan la
espalda a lo que está sucediendo. Es cierto que la situación en Siria es
complicada, pero puede analizarse de forma que muestre a los “complicadores” en
acción. Los principales son Rusia, Estados Unidos y sus satélites, Israel
durante décadas. Debo añadir que comprender mejor Siria está volviéndose aún
más importante precisamente ahora porque el mundo ha sido progresivamente sirianizado.
Es aconsejable que los humanos se conozcan a sí mismos.
MN: Se considera que el escritor ruso
Varlam Shalamov, que pasó más de quince años en la región ártica de Kolyma, es
el cronista definitivo de los campos del Gulag. Dijo que las experiencias del
campo no enseñan nada. Hoy, miles de personas están en las cárceles de Asad en
Siria. ¿Hay esperanza de que estas personas regresen finalmente con sus
familias? Y una pregunta personal, que no tienes por qué responderme: ¿cómo es
pasar un día, un mes, diez años en prisión? ¿Qué te ayudó a superar ese tiempo?
YHS: Como
“licenciado” en la cárcel, tiendo a estar en desacuerdo con Shalamov.
Transformar nuestras experiencias, por crueles que sean, en ideas y
significados es lo que nos ayuda a liberarnos de ellas y a dejar que se hundan
en el pasado. Tomé consciencia de la obra de Viktor Frankel hace muy poco
tiempo, pero mi trabajo se ha centrado en los significados de manera no muy
diferente al psiquiatra austríaco y superviviente del Holocausto, comenzando
por el vínculo etimológico entre significado y sufrimiento en árabe.
Representar nuestras experiencias y producir significados a partir de ellas nos
permite comunicarnos con los demás y construir una comunidad de significados-
sufrimientos con ellos. La historia y la sociedad están hechas de estas
experiencias.
No
atribuyo valores creativos o positivos inevitables a estas experiencias que
fueron destructivas para muchos. Solo quiero decir que podemos reducir la
destrucción representando nuestras
experiencias y produciendo ideas e imágenes a partir de ellas. Por sí mismas no
tienen sentido, y están destinadas a privarnos de sentido. Resistimos si las
incorporamos a nuestras vidas y alcanzamos la emancipación superando la
crueldad y la destrucción.
Sin
embargo, ni siquiera esta emancipación es en modo alguno una compensación
justa. No hay compensación posible. No hay repuestos para nuestros años veinte
y treinta que fueron devorados por el monstruo de la cárcel. En mi caso
personal, me devoraron la mayoría de esos años. Pero debemos domesticar al
monstruo tanto como podamos para poder sobrevivir. Algunos de nosotros pudimos lograrlo.
Y creo que ese es un acto genuino de resistencia.
A
veces, especialmente después de la silenciosa ausencia de Samira, me pregunto
si no me he transformado en un monstruo. ¿Sobrevive realmente uno a las
monstruosidades?
Marina Naprushkina es una artista bielorrusa y activista por la democracia que vive en Berlín. Es la fundadora de Office for Anti-Propaganda.
Fuente:
Esta traducción puede reproducirse
libremente a condición de respetar su integridad y mencionar a la autora, a la
traductora y a Rebelión.org como fuente de la misma.
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