La Jornada
El asesinato de Floyd, quien llamó por su madre en los últimos momentos de su vida mientras la rodilla de un policía blanco le quitaba el suspiro, fue uno más en una larga lista de tragedias cometidas de forma sistemática contra hombres, mujeres y personas trans y no binarias negras en Estados Unidos.
En febrero Ahmaud Arbery, un joven hombre negro, fue cazado y asesinado por dos hombres blancos mientras trotaba en Brunswick, Georgia. Un video del crimen fue entregado a la policía, pero no detuvieron a los responsables hasta que la grabación fue filtrada y apareció en redes sociales. En marzo, Breonna Taylor, una mujer negra que trabajaba como técnica médico de emergencia, fue asesinada por policías mientras dormía en su casa en Louisville, Kentucky. Y a finales de mayo, Tony McDade, un hombre negro trans, fue asesinado por un policía en Tallahassee, Florida. Su asesino ha usado una ley para protejer la identidad de víctimas para quedar en el anonimato.
En un artículo publicado en mayo, Kimberlé Williams Crenshaw llam ó a los asesinatos de Arbery y Taylormaterializaciones modernas del terror racial que datan de un tiempo que nos gusta creer que ya quedó en el pasado: el reino de la impunidad blanca, con raíces en la esclavitud y Jim Crow
. Cabe recordar que Jim Crow es la manera en que se conoce el cuerpo de leyes segregacionistas y discriminatorias que estuvo vigente en el país del norte hasta 1965.
El giro cotidiano que instaló la revuelta tras el asesinato de Floyd en el contexto de la pandemia fue enorme: en lugar de quedarse en casa, cientos de miles de personas empezaron a salir a la calles, de Minneapolis a Nueva York a Los Ángeles y más allá.
Las y los manifestantes han sido atacadas por policías y la Guardia Nacional con balas y balas de goma, rociadas con gas lagrimógeno, atropellados con sus patrullas y más. Por lo menos 12 personas han muerto en el contexto del levantamiento, muchos han sido heridos, y más de 9 mil han sido detenidos.
A pesar del intento de aplastar las protestas por la fuerza, la revuelta sigue. El lema principal en las calles es Black Lives Matter (Las Vidas Negras Importan
), frase que desde 2013 ha llegado a ser constitutiva de la actividad política autónoma y popular en Estados Unidos.
La insurrección en las calles también nos ha dejado en claro que más reformas a una institución fundada sobre el despojo de pueblos indígenas y el control de personas esclavizadas, que continúa ejerciendo violencia blanco-supremacista con garantía de impunidad, no bastarán.
Tres días después del asesinato de Floyd, en el contexto de protestas, motines y saqueos, fue incinerado el tercer recinto de la policía de Minneapolis. Según la autora Vicky Osterweil, ese acto fue pieza clave en empujar una demanda mucho más radical: abolir la policía.
La abolición de las cárceles y la policía ha sido arduamente trabajado, principalmente por mujeres negras, durante décadas. Activistas y pensadoras como Angela Davis, Ruth Wilson Gilmore, Miriame Kaba y muchas más han estado abriendo el horizonte de la abolición, apelando al movimiento para abolir la esclavitud.
Tal y como los abolicionistas del siglo XIX fijaron los términos de su lucha más allá de mejorías incrementales a la esclavitud, los abolicionistas hoy afirman que la vigilancia policial y el encarcelamiento tienen que avanzar más allá de propuestas modestas que fundamentalmente mantienen el sistema
, escribió Malaika Jabali en The Guardian.
Ejemplos de reformas policiacas introducidas en los años recientes incluyen más leyes para regular el uso de la fuerza, la adopción de cámaras en chalecos ( body cams) por policías y mejorar el aceso a la información.
Pero las activistas nos hacen recordar que muchas de estas reformas ya han sido adoptadas, y que los policías siguen matando a gente, y de forma desproporcional, a gente negra.
La revuelta actual ha hecho que la experiencia y sabiduría de la lucha abolicionista haya cobrado importancia a escala masiva. Si los fondos destinados a la policía fueran invertidos en educación, salud, alojamiento seguro, transporte y demás programas sociales, argumentan las y los abolicionistas, la sociedad se transformar ía, siendo más justa y digna y menos violenta para todas y todos.
El movimiento abolicionista en Estados Unidos también mira más allá de la policía y las cárceles, hacia la abolición del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas y también del ejército.
Nos urge tomar en serio las demandas que han surgido desde las calles en el país del norte. Las vidas negras y la liberación negra importan. La revuelta en Estados Unidos ha ayudado a empujar un debate necesario sobre el racismo y el antirracismo en todo el mundo.
También ha dejado en claro que los intentos de reformar la policía durante los pasados 60 años han fracasado. Hoy día en Estados Unidos, se está abriendo un horizonte político que incluye la abolición de la policía y las cárceles, y por ende, apunta a la transformación de la sociedad. Todo eso nos da mucho para pensar desde otras geografías.
* Periodista canadiense y autora de Capitalismo antidrogas: una guerra contra el pueblo .
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