La historia de la
derecha brasileña es de sucesivos fracasos. El país fue liderado por la
derecha hasta la crisis de 1929. La responsabilidad de ésta cayó
unánimemente en la derecha, porque era liberal y el liberalismo permitió
que la crisis se extendiera, con su opinión de que el mercado produce
periódicamente una crisis, pero el mismo reconstruye a la economía;
algunas empresas más frágiles quiebran, mientras las más sólidas
saldrían más fuertes y la economía seguiría adelante. Pero esa vez la
recesión fue más profunda que nunca, el desempleo en Estados Unidos e
Inglaterra alcanzó 30 por ciento y el mercado no pudo restaurar la
economía y el empleo.
Todas las reacciones fueron antineoliberales, ya sea el fascismo, la
URSS o el estado de bienestar. Esto, con Roosevelt, se convirtió en el
modelo de gobierno hegemónico durante décadas. Europa tuvo 30 años de
pleno empleo. Un presidente de derecha en Estados Unidos, como Richard
Nixon, llegó a decir:
todos somos keynesianos. Quien implementó el estado de bienestar en Europa no fue predominantemente la socialdemocracia, sino la derecha, en Alemania, Italia, Francia, Inglaterra, por lo que este tipo de estado fue consensuado. No se habló de educación privada, sino pública. El liberalismo desapareció de la escena política, considerada una ideología exótica, que defendía posiciones antiestatales, completamente contrarias al consenso mayoritario.
En Brasil, la derecha fue derrotada sucesivamente desde que cayó por
la revolución de Getulio Vargas, en 1930. Su último presidente,
Washington Luís, se destacó por la declaración de que
el problema social es un asunto de la policía. La caída de Getulio, en 1945, no representó el fin del getulismo, que continuó con el propio Getulio en 1950.
La derecha se concentró en las ofensivas golpistas, coordinadas por
la Escuela Superior de Guerra, fundada por Golbery do Couto e Silva y
Castelo Branco, los mismos que lideraron el golpe de 1964. El suicidio
de Vargas, en 1954, pospuso la dictadura durante 10 años, pero antes, el
gobierno de Kubitschek representó un cambio estructural importante, con
la llegada de inversiones masivas desde EU, con la industria automotriz
como el punto más avanzado, que cambió la dirección del desarrollismo
brasileño, ahora bajo la hegemonía del capital extranjero. Goulart fue
vicepresidente de Kubitschek, mostrando cómo los sectores populares
estaban subordinados en el nuevo gobierno.
La mayor victoria de la derecha en la historia de Brasil no ocurrió
de manera democrática, sino a causa del golpe de Estado de 1964, que
terminó con un periodo de inestabilidad política y afirmó un modelo
económico eficiente para el capitalismo brasileño. Afirmó el camino
brasileño como una alternativa en América Latina, allanando el camino
para otras dictaduras, en Uruguay, Chile y Argentina que, sin embargo,
no tuvieron éxito porque perdieron el final del ciclo expansivo del
capitalismo, utilizado por Brasil. La dictadura militar fue el periodo
más exitoso para la derecha brasileña. En la democratización, logró
derrotar una salida de amplia redemocratización y puso en práctica un
modelo económico distinto. El gobierno de Sarney evitó una salida a la
izquierda de la dictadura, pero fue un fracaso político como gobierno.
La otra gran victoria de la derecha se dio en el periodo neoliberal,
con los gobiernos de Collor y Cardoso. Derrotaron a Lula y al PT tres
veces seguidas, dos en la primera ronda. Parecía que enterrarían a la
izquierda y consagrarían al neoliberalismo, con la condena del Estado,
del gasto público, de los derechos de los trabajadores, con el ajuste
fiscal como un valor absoluto. El giro de la página del getulismo,
anunciado por FHC, tenía la intención de pasar la página de la división
derecha-izquierda, de las alternativas de izquierda al neoliberalismo,
del liderazgo de Lula, de los sindicatos y de todos los movimientos
sociales.
Fue una victoria cambiar la centralidad de los problemas sociales, en
el país más desigual del continente, a la agenda neoliberal: inflación,
gasto excesivo e ineficiente del Estado, el mercado como el mejor
asignadorde recursos, que han permanecido en la opinión pública hasta hoy, excepto en los años de los gobiernos del PT. La inflación fue contenida pero, sin políticas sociales, la desigualdad social aumentó, la recesión tuvo lugar, junto con el desempleo. La victoria se convirtió en una derrota.
Los años de los gobiernos del PT fueron la mayor derrota de la
derecha en Brasil, donde se vivió con desarrollo económico, distribución
del ingreso, reducción de las desigualdades y mayor inclusión social,
además de la creación de más de 20 millones de empleos formales. El
sueldo mínimo subió 70 por ciento por encima de la inflación. La
democracia política se mantuvo, al igual que la libertad de prensa. La
imagen de Brasil en el mundo nunca fue tan buena, el país proyectó a
Lula como el líder político mundial más importante.
Derrotada en cuatro elecciones seguidas, la derecha buscó sabotear a
los gobiernos del PT. Acusaciones de corrupción, apoyadas por acciones
ilegales de sectores del Poder Judicial, campañas en los medios para
desestabilizar a los gobiernos y movilizaciones para generar el clima
que hizo posible el golpe de 2016 en contra de Dilma Rousseff.
Nueva y abrumadora victoria para la derecha. ¿Qué pasó? Hace cuatro
años, podemos darnos cuenta del desastre en el que tuvo lugar la acción
concertada de la derecha: medios de comunicación, empresas, Poder
Judicial: en el mayor desastre de la historia de Brasil, con una
recesión y desempleo récord, con un descrédito mundial sin precedente,
con más de mil brasileños asesinados por día, sin ninguna acción
efectiva por parte del gobierno. Brasil se encuentra sin gobierno, sin
presidente, generando la peor crisis de su historia, en manos de la
derecha.
Una vez más, ésta ha fallado; mostrando lo que tiene para ofrecer a
la nación. Bolsonaro es el resultado de la acción de la derecha. El
Brasil de hoy es el producto de lo que la derecha tiene para ofrecer al
país. La izquierda ha mostrado, con los gobiernos del PT, su propuesta
para Brasil y la validez de la polarización entre derecha e izquierda,
con proyectos radicalmente contradictorios para nuestra nación.
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