Entre enero y abril del 2019, de acuerdo con datos de la Secretaría
de Gobernación, más de 400.000 personas cruzaron la frontera sur de
manera irregular.
Al menos la tercera parte de ellos son niños y adolescentes. Muchos
viajan no acompañados o se mueven con lo que queda de su familia.
La mayoría proviene de América Central, especialmente de Honduras,
pero en el río humano también se mezclan personas de Asia, África, Medio
Oriente, América del Sur y el Caribe.
Prácticamente todos se dirigen a la frontera norte con la esperanza
de cruzar a Estados Unidos, con el que este país comparte 3.169
kilómetros de frontera.
De hecho el Servicio de Control de Inmigración y Aduanas de ese país reporta que entre enero y abril detuvo a unas 100.000 personas cada mes, en promedio.
Es, pues, una migración que proviene de medio mundo, y que por momentos sorprendió a las autoridades mexicanas.
La cantidad de migrantes es mayor a todas las cifras registradas
hasta ahora. En los momentos de mayor intensidad en el éxodo migrante,
la década pasada, por la frontera entre el sureño estado de Chiapas y
Guatemala cruzaron entre 140.000 y 400.000 personas al año.
En los primeros meses de este 2019 el ingreso rompió el récord y de
mantenerse la tendencia al finalizar el año, México habría atestiguado
el paso de por lo menos 1,2 millones de personas.
En esta danza de números, llama la atención el origen de los datos.
Hasta el año pasado eran las organizaciones no gubernamentales las que
estimaban el flujo de migración irregular.
Ahora, el gobierno de México es quien reconoce el tamaño de la
voluntad de la gente de salir de su propio país por la situación de
violencia y empobrecimento que predomina.
De hecho, la secretaria de Gobernación
(ministra de Interior), Olga Sánchez Cordero, estima que, a diciembre
de este año, unos 900.000 migrantes irregulares habrán llegado a la
frontera norte del país.
¿Por qué esta inédita oleada de migrantes? Hay varias razones.
Honduras
En el caso de Honduras existe un acelerado proceso de deterioro en la
vida cotidiana del país centroamericano, que se profundizó a partir de
la reelección del presidente Juan Orlando Hernández, en los comicios de
noviembre de 2017, que desembocó en una crisis política.
El país centroamericano enfrenta una añeja crisis de seguridad por el
acecho de bandas de narcotráfico y pandillas de maras (grupos del
crimen organizado). Pero, además, el último proceso electoral se
acompañó de ataques a organizaciones civiles y defensores de derechos
humanos.
El conflicto político agravó todavía más la situación interna del
país. Y al mismo tiempo apareció en el escenario el fenómeno de las
caravanas.
Es una nueva forma de caminar hacia el norte que tiene su origen en
el viacrucis migrante de 2014, iniciado en el estado Oaxaca, en el
suroeste de México, y que derivó en una marcha multitudinaria hacia la
frontera norte.
Muchos de quienes acompañaron la caminata lograron su objetivo,
quedarse en Estados Unidos a partir de un asilo humanitario. La noticia
se esparció rápidamente en la región centroamericana.
Desde entonces se han realizado otros viacrucis similares. Después apareció el fenómeno de las caravanas a finales de 2018.
Los migrantes descubrieron que es más seguro viajar en grandes
grupos, además, se multiplica la posibilidad de llegar a la frontera
norte.
El fenómeno, sin embargo, también ha sido aprovechado por bandas de
tráfico de personas. La Secretaría de Gobernación insiste en que hay un
proceso de organización en las recientes oleadas de migrantes que
emprenden el camino desde Honduras al norte.
De hecho el gobierno mexicano solicitó a las autoridades hondureñas
que investiguen la forma en cómo se promueven las caravanas, pues creen
que podría haber bandas internacionales de trata en el proceso.
La sospecha surge en los puntos de revisión fronterizos. Personal del
Instituto Nacional de Migración (INM) ha detectado a menores que viajan
con adultos que se hacen pasar por sus familiares.
Esta situación es más evidente en el caso de los migrantes
extracontinentales, quienes desde hace algunos años cambiaron su ruta de
viaje a Europa –donde las restricciones fronterizas se profundizaron- y
se enfilaron a Estados Unidos.
En lo que va del año el INM ha detectado ciudadanos de países como
Afganistán, Eritrea, Bangladesh, Nepal, Pakistán, India, China o
Nigeria, entre otros, así como del sudamericano Brasil.
En este nuevo camino cruzan por México, apoyados por bandas de
tráfico de personas, dice Alejandro Encinas, subsecretario de Derechos
Humanos de la Secretaría de Gobernación.
“Hay una recomposición de los flujos migratorios internacionales
asociados a grupos delictivos en el tráfico de personas”, explica.
Cuba
En este nuevo río humano también se registra un aumento importante en
la cantidad de cubanos que cruzan irregularmente la frontera sur
mexicana.
“Es un notable incremento en el número de nacionales de Cuba”, dice
la secretaria Sánchez Cordero. “Pasan por Nicaragua y posteriormente
entran a nuestro país en tránsito a Estados Unidos”, detalla.
Esto representa una variación en la tradicional ruta migratoria que seguían los cubanos.
A partir de 2016, miles de personas abandonaron la isla con rumbo a
Estados Unidos. Lo más usual era viajar a Venezuela o Ecuador y desde
allí emprender el camino hacia el norte según documentaron
organizaciones civiles.
Esto ocurrió después que el entonces presidente estadounidense Barack
Obama canceló la posibilidad de que los cubanos obtuvieran residencia
legal con solo pisar el territorio de su país.
A esa política se le conocía como “pies mojados, pies secos” pues la
mayoría de quienes emprendían ese camino cruzaban el estrecho entre Cuba
y Florida.
Actualmente, según el INM, existen más de 1.000 cubanos varados en la
frontera sur del país y al menos otros 2.000l en Ciudad Juárez, en la
frontera con Estados Unidos, a la espera de solicitar asilo en
territorio estadounidense.
La situación puede agravarse, reconocen las autoridades, pues no hay señales de que el flujo migratorio se detenga.
Y en ello, coinciden especialistas, existe una alta probabilidad de
que el gobierno del izquierdista presidente Andrés Manuel López Obrador
aliente de alguna manera el éxodo.
En los sexenios anteriores la estrategia fue restringir el paso de
personas en situación migratoria irregular. Inclusive, a partir de 2014
el entonces presidente Enrique Peña Nieto (2012-2018) desplegó a cientos
de soldados, marinos y policías para contener a los migrantes
centroamericanos.
Fue el llamado Plan Frontera Sur que no detuvo el flujo pero lo desvió a lugares más peligrosos. Ahora la situación es distinta:
Quienes pretendan entrar a México solo deben registrarse ante las
autoridades migratorias, y con ello pueden incluso obtener una tarjeta
de visitante temporal que les permite obtener empleo en el sureste del
país.
Hace unas semanas, de hecho, se extendió el beneficio a los
originarios de Honduras y El Salvador con lo cual se incluye a
prácticamente todos los países del llamado Triángulo Norte de
Centroamérica, que incluye también a Guatemala.
Antes el salvoconducto era exclusivo para los migrantes de Belice y Guatemala, los vecinos más inmediatos.
Al mismo tiempo el gobierno de López Obrador promueve una política de
inversión y desarrollo en los países centroamericanos, una especie de
Plan Marshall (similar al aplicado en Europa tras la Segunda Guerra
Mundial) con el que se pretende cancelar los motivos de la migración
irregular.
No está claro si la estrategia puede funcionar pues las caravanas y el éxodo de hondureños se mantiene.
Hace varios años, ante las peticiones de organizaciones civiles para
cancelar el requisito de visa para los países del Triángulo Norte,
algunos especialistas y autoridades advirtieron que dar ese paso podría
provocar un éxodo masivo de personas.
Honduras podría vaciarse, dijeron algunos. Ahora la profecía parece cumplirse.
Este artículo fue originalmente publicado por En el Camino, un proyecto de Periodistas de a Pie . IPS-Inter Press Service tiene un acuerdo especial con Periodistas de a Pie para la difusión de sus materiales.
RV: EG
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