“Es
la primera vez que un país vino de otro continente no para llevarse
algo, sino para ayudar a los africanos a conseguir su libertad.”
Nelson Mandela desde su prisión sudafricana en referencia a Cuba. Es
necesario recordar que EE.UU. incluyó a Mandela en la lista de miembros
de organizaciones terroristas hasta el año 2008, aun cuando Mandela en
el año 1993 obtuvo el premio Nobel de la Paz.
Hay epopeyas
que merecen recordarse por su gran simbolismo y significado en la
liberación de los pueblos. Una de estas es la contribución trascendental
de Cuba en las guerras anticoloniales y por la independencia de varios
países de África durante la segunda mitad del siglo XX. Mucha de esa
historia es recogida en una gran investigación realizada por Piero
Gleijeses (profesor en la Universidad Johns Hopkins – EE.UU.) y
presentada en su libro: “Misiones en conflicto”.
En el marco de
esas luchas, hubo una batalla que repercutió decisivamente en la
consolidación de la independencia de Angola y luego en la obtención por
Namibia de su propia independencia en 1990, y en el fin del apartheid
en Sudáfrica, nos referimos a la batalla de Cuito Cuanavale (1988,
sureste de Angola, en donde participaron 55.000 soldados
internacionalistas cubanos), que infligió una derrota política, militar,
moral y psicológica contundente al ejército racista sudafricano, que
durante doce años hostigó Angola y ocupaba militarmente Namibia en donde
luchaba la Organización del Pueblo del Suroeste Africano (SWAPO), luego
de lo cual el régimen del apartheid y EE.UU. tuvieron que sentarse a negociar y retirarse de Namibia.
¿Qué enseñanzas nos puede dar Cuito Cuanavale en el actual entorno
geoestratégico? Considerando los diferentes contextos y circunstancias
geopolíticas e históricas: ¿Es posible infringir una nueva derrota
político-militar al imperialismo yanqui, de características y
repercusiones similares? Cuando hacemos estas preguntas, estamos
pensando en la potencial intervención militar yanqui en Venezuela.
En primer lugar se debe señalar que los mayores fracasos de la política
internacional de EE.UU. han sido provocados por su incapacidad
histórica de actuar en el escenario mundial de acuerdo a sus supuestos
ideales democráticos, así por ejemplo, al mismo tiempo que negaba los
derechos a su población afroamericana y asesinaba a sus líderes (Martin
Luther King, Malcom X, y otros); en el período de las guerras de
independencia de África, EE.UU. nunca dejó de apoyar al régimen del apartheid
en Sudáfrica, y llevaba a cabo diferentes operaciones encubiertas para
sostener a los regímenes colonialistas y racistas que aún se sostenían y
brindar decisivo apoyo a gobiernos dictatoriales como el de Mobutu Sese
Seko en Zaire (actual República Democrática del Congo), que fue
producto de la injerencia estadounidense en 1960-61 y en donde la
revuelta de 1964 no fue provocada por el ‘comunismo internacional’ sino
por las atrocidades del ejército zairense y los mercenarios contratados
por Occidente y el salvajismo del gobierno.
Como vemos, se
repite una constante histórica, el ‘destino manifiesto’ del imperialismo
yanqui es promocionar y apoyar a las fuerzas reaccionarias del mundo,
con el objetivo de prolongar su hegemonía, pero este combustible, por
decirlo de algún modo, se le está agotando, y últimamente a una
velocidad ascendente. Todo el acumulado de injerencias, guerras y demás
atrocidades en las cuales ha intervenido EE.UU. le ha provocado un
creciente desprestigio cada vez más difícil de ocultar y esto le resta
libertad de acción en la arena internacional. Ya en Cuito Cuanavale no
pudo actuar directamente, justamente por su aun fresca derrota en
Vietnam y porque se veía muy feo verse involucrado junto a regímenes
racistas, pero igual toda la verdad de su apoyo al Frente Nacional para
la Liberación de Angola (FNLA), a la Unión Nacional para la
Independencia Total de Angola (UNITA) y al régimen del apartheid
sudafricano, herramientas que utilizó EE.UU. para enfrentar al
Movimiento Popular para la Liberación de Angola (MPLA), se llegó a
conocer.
En segundo lugar, la batalla de Cuito Cuanavale se dio
en un escenario geoestratégico que favoreció el apoyo internacionalista
de Cuba, que actuó por convicción revolucionaria y no como pieza en el
ajedrez de la Guerra Fría, como lo demuestra categóricamente Gleijeses
en su voluminoso libro. Un aspecto, entre otros, por ejemplo, que
facilitó el apoyo de Cuba fue, como ya habíamos mencionado, la derrota
de EE.UU. en Vietnam y el apoyo internacional a la descolonización de
África.
Pero en la actualidad hay algunos elementos que
favorecen a la Venezuela Bolivariana. En la época de la Guerra Fría a
más del conflicto entre el bloque socialista y el capitalista, se dio la
ruptura entre China y la Unión Soviética, tanto así, que en el caso de
la guerra de liberación de Angola, la China de Mao Tse Tung llegó a
apoyar al FNLA solo para contradecir a la Unión Soviética. Hoy concurre
una situación completamente diferente, China y Rusia son aliados y están
impulsando un Nuevo Orden Internacional, que tiene entre otros
objetivos: a) desdolarizar la economía mundial, ya que el dólar es un
instrumento de chantaje del imperialismo yanqui, b) impedir que las
políticas o leyes de EE.UU. tengan alcance extraterritorial, ya que
están afectando al comercio internacional, y c) que los organismos
mundiales se rigen por el derecho y los acuerdos establecidos
internacionalmente, y no sean caprichosamente utilizados a conveniencia
de EE.UU.
Es paradójico que EE.UU., otrora fanático impulsor
del ‘libre mercado’, ahora despliegue un proteccionismo anacrónico e
imponga guerras comerciales y busque expulsar del mercado con su asiduo
instrumento de las sanciones a empresas como Huawei, por ejemplo.
El escenario geopolítico multipolar vigente no hace más que seguir
fortaleciéndose, y coloca en el tablero más competidores dispuestos a
defender sus intereses. Es risible que en este contexto geopolítico
multipolar, los diplomáticos gringos sigan actuando como museos andantes
del neocolonialismo y haya gobiernos lacayos dispuestos a quedar en
ridículo como los del Grupo de Lima y algunos europeos que no hacen más
que poner en movimiento sus antiguos reflejos colonialistas.
En
tercer lugar, EE.UU. utilizó a Sudáfrica para sus objetivos de política
exterior, de la misma manera que hoy utiliza a Colombia. Justamente
escudarse tras un régimen decadente como el del apartheid
sudafricano fue una de las razones que le llevó a EE.UU. a su humillante
derrota. De igual forma, EE.UU. fracasará si cree que apoyarse en el
régimen narcoparamilitar y genocida colombiano es posible derrotar a la
vigorosa Revolución Bolivariana. Solo EE.UU. cree que el gobierno
colombiano y las élites dominantes de ese país gozan de algún prestigio y
credibilidad. Una cosa es el blindaje mediático que EE.UU. le brinda a
las oligarquías colombianas y otra es la realidad que se conoce y se
comparte entre los pueblos de Nuestra América. El problema de EE.UU. es
que se convence de sus propias mentiras y de las mentiras de sus títeres
corruptos y lacayos lamebotas. Pero dado el ‘destino manifiesto’ de
EE.UU. de apoyar a las fuerzas reaccionarias del mundo, la CIA siempre
ha dependido de los mequetrefes.
Otra diferencia entre
Sudáfrica y Colombia, es que Colombia padece contradicciones internas
aún más graves que las que sufrió Sudáfrica, un ejemplo de lo mencionado
es la perseverante insurgencia político-militar. A esto hay que sumar,
desde nuestro punto de vista, el fracaso del proceso de paz con las
FARC-EP, que en el corto o mediano plazo puede dar paso a nuevas
insurgencias o al salto cualitativo desde el punto de vista militar de
guerrillas como la del Ejército de Liberación Nacional (ELN) que pueden
seguir el ejemplo tecnológico de los ejércitos populares de Próximo y
Medio Oriente que resisten con éxito al sionismo y al imperialismo
yanqui.
De ahí que una aventura militar yanqui en Venezuela,
puede terminar repercutiendo negativamente al régimen narcoparamilitar y
genocida colombiano, de la misma manera que la derrota imperialista en
Cuito Cuanavale condujo a la independencia de Namibia y al fin del apartheid en Sudáfrica.
En cuarto lugar, EE.UU. tiene muchos frentes abiertos, entre otros
tenemos los siguientes: empantanamiento y fracaso en Afganistán; derrota
en Siria e Irak; van perdiendo en Yemen, otra guerra por encargo de
EE.UU. aunque ellos en la práctica la dirigen; conflicto permanente con
la República Islámica de Irán e imposibilidad de atacarla por su
fortaleza militar; guerras comerciales buscando sostener su decadente
hegemonía en el marco de un ‘libre comercio’ que ya no controlan;
contradicciones con sus propios aliados; incremento de los problemas
sociales en la sociedad estadounidense; de ahí que una aventura militar
en Venezuela tiene riesgos que el imperialismo yanqui tiene que
contemplar. Cuando se hacen cálculos equivocados, se vienen
consecuencias geopolíticas definitivas, le sucedió a Sudáfrica y ha
ocurrido en otros episodios de la humanidad, así por ejemplo, Europa
nunca recuperó el liderazgo en el orden internacional luego de los
resultados de la primera Guerra Mundial.
Desde que EE.UU. entró
en la arena política mundial con decisión y fuerza, en 1917, y logrando
la cima de su apogeo luego de la segunda Guerra Mundial, hoy no puede
dominar completamente el actual ordenamiento internacional y está
surgiendo uno nuevo. Pero aún creen que pueden imponer soberbiamente su
voluntad, no toman conciencia cabal de la realidad multipolar vigente,
no creen en el equilibrio de poderes o en algún concepto de equilibrio y
peor participar en algún sistema de tal naturaleza, piensan que todavía
pueden modelar el mundo a su gusto. En consecuencia, la geoestrategia
seguirá moviéndose con la lógica de siempre, todo lo que gane un actor o
grupos de actores, lo perderá el otro. Así, otras potencias, y en
especial Rusia, seguirán armando a la Fuerza Armada Nacional Bolivariana
(FANB) y a las Milicias Bolivarianas; y el gobierno Bolivariano tiene
que permanentemente seguir desarrollando sus capacidades defensivas,
tanto materiales como inmateriales.
En el caso de la
comparación que estamos haciendo, la Unión Soviética entregó armas a
Angola para su defensa, pero su cooperación se enmarcó solo en ese
nivel.
Por otro lado, la agresión gringa a Venezuela está
permitiendo el resurgimiento de un nuevo internacionalismo popular
latinoamericano y un nuevo movimiento contra la guerra en los EE.UU.
Recordemos que hay antecedentes históricos, en nuestra guerra de
independencia lucharon juntos latinoamericanos de todas las regiones y
algunos europeos con experiencia militar que les interesaba debilitar al
Imperio español.
Los dirigentes y pueblo venezolanos tienen
una gran responsabilidad frente a la historia, si se frustra la
Revolución Bolivariana, esto significaría menos oportunidades para un
mundo de justicia, libertad y dignidad.
Mario Ramos: Director CENAE
No hay comentarios:
Publicar un comentario