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viernes, 14 de junio de 2019

Asestar una nueva Cuito Cuanavale al imperialismo yanqui, pero esta vez en Nuestra América




“Es la primera vez que un país vino de otro continente no para llevarse algo, sino para ayudar a los africanos a conseguir su libertad.”
Nelson Mandela desde su prisión sudafricana en referencia a Cuba. Es necesario recordar que EE.UU. incluyó a Mandela en la lista de miembros de organizaciones terroristas hasta el año 2008, aun cuando Mandela en el año 1993 obtuvo el premio Nobel de la Paz.
Hay epopeyas que merecen recordarse por su gran simbolismo y significado en la liberación de los pueblos. Una de estas es la contribución trascendental de Cuba en las guerras anticoloniales y por la independencia de varios países de África durante la segunda mitad del siglo XX. Mucha de esa historia es recogida en una gran investigación realizada por Piero Gleijeses (profesor en la Universidad Johns Hopkins – EE.UU.) y presentada en su libro: “Misiones en conflicto”.
En el marco de esas luchas, hubo una batalla que repercutió decisivamente en la consolidación de la independencia de Angola y luego en la obtención por Namibia de su propia independencia en 1990, y en el fin del apartheid en Sudáfrica, nos referimos a la batalla de Cuito Cuanavale (1988, sureste de Angola, en donde participaron 55.000 soldados internacionalistas cubanos), que infligió una derrota política, militar, moral y psicológica contundente al ejército racista sudafricano, que durante doce años hostigó Angola y ocupaba militarmente Namibia en donde luchaba la Organización del Pueblo del Suroeste Africano (SWAPO), luego de lo cual el régimen del apartheid y EE.UU. tuvieron que sentarse a negociar y retirarse de Namibia.
¿Qué enseñanzas nos puede dar Cuito Cuanavale en el actual entorno geoestratégico? Considerando los diferentes contextos y circunstancias geopolíticas e históricas: ¿Es posible infringir una nueva derrota político-militar al imperialismo yanqui, de características y repercusiones similares? Cuando hacemos estas preguntas, estamos pensando en la potencial intervención militar yanqui en Venezuela.
En primer lugar se debe señalar que los mayores fracasos de la política internacional de EE.UU. han sido provocados por su incapacidad histórica de actuar en el escenario mundial de acuerdo a sus supuestos ideales democráticos, así por ejemplo, al mismo tiempo que negaba los derechos a su población afroamericana y asesinaba a sus líderes (Martin Luther King, Malcom X, y otros); en el período de las guerras de independencia de África, EE.UU. nunca dejó de apoyar al régimen del apartheid en Sudáfrica, y llevaba a cabo diferentes operaciones encubiertas para sostener a los regímenes colonialistas y racistas que aún se sostenían y brindar decisivo apoyo a gobiernos dictatoriales como el de Mobutu Sese Seko en Zaire (actual República Democrática del Congo), que fue producto de la injerencia estadounidense en 1960-61 y en donde la revuelta de 1964 no fue provocada por el ‘comunismo internacional’ sino por las atrocidades del ejército zairense y los mercenarios contratados por Occidente y el salvajismo del gobierno.
Como vemos, se repite una constante histórica, el ‘destino manifiesto’ del imperialismo yanqui es promocionar y apoyar a las fuerzas reaccionarias del mundo, con el objetivo de prolongar su hegemonía, pero este combustible, por decirlo de algún modo, se le está agotando, y últimamente a una velocidad ascendente. Todo el acumulado de injerencias, guerras y demás atrocidades en las cuales ha intervenido EE.UU. le ha provocado un creciente desprestigio cada vez más difícil de ocultar y esto le resta libertad de acción en la arena internacional. Ya en Cuito Cuanavale no pudo actuar directamente, justamente por su aun fresca derrota en Vietnam y porque se veía muy feo verse involucrado junto a regímenes racistas, pero igual toda la verdad de su apoyo al Frente Nacional para la Liberación de Angola (FNLA), a la Unión Nacional para la Independencia Total de Angola (UNITA) y al régimen del apartheid sudafricano, herramientas que utilizó EE.UU. para enfrentar al Movimiento Popular para la Liberación de Angola (MPLA), se llegó a conocer.
En segundo lugar, la batalla de Cuito Cuanavale se dio en un escenario geoestratégico que favoreció el apoyo internacionalista de Cuba, que actuó por convicción revolucionaria y no como pieza en el ajedrez de la Guerra Fría, como lo demuestra categóricamente Gleijeses en su voluminoso libro. Un aspecto, entre otros, por ejemplo, que facilitó el apoyo de Cuba fue, como ya habíamos mencionado, la derrota de EE.UU. en Vietnam y el apoyo internacional a la descolonización de África.
Pero en la actualidad hay algunos elementos que favorecen a la Venezuela Bolivariana. En la época de la Guerra Fría a más del conflicto entre el bloque socialista y el capitalista, se dio la ruptura entre China y la Unión Soviética, tanto así, que en el caso de la guerra de liberación de Angola, la China de Mao Tse Tung llegó a apoyar al FNLA solo para contradecir a la Unión Soviética. Hoy concurre una situación completamente diferente, China y Rusia son aliados y están impulsando un Nuevo Orden Internacional, que tiene entre otros objetivos: a) desdolarizar la economía mundial, ya que el dólar es un instrumento de chantaje del imperialismo yanqui, b) impedir que las políticas o leyes de EE.UU. tengan alcance extraterritorial, ya que están afectando al comercio internacional, y c) que los organismos mundiales se rigen por el derecho y los acuerdos establecidos internacionalmente, y no sean caprichosamente utilizados a conveniencia de EE.UU.
Es paradójico que EE.UU., otrora fanático impulsor del ‘libre mercado’, ahora despliegue un proteccionismo anacrónico e imponga guerras comerciales y busque expulsar del mercado con su asiduo instrumento de las sanciones a empresas como Huawei, por ejemplo.
El escenario geopolítico multipolar vigente no hace más que seguir fortaleciéndose, y coloca en el tablero más competidores dispuestos a defender sus intereses. Es risible que en este contexto geopolítico multipolar, los diplomáticos gringos sigan actuando como museos andantes del neocolonialismo y haya gobiernos lacayos dispuestos a quedar en ridículo como los del Grupo de Lima y algunos europeos que no hacen más que poner en movimiento sus antiguos reflejos colonialistas.
En tercer lugar, EE.UU. utilizó a Sudáfrica para sus objetivos de política exterior, de la misma manera que hoy utiliza a Colombia. Justamente escudarse tras un régimen decadente como el del apartheid sudafricano fue una de las razones que le llevó a EE.UU. a su humillante derrota. De igual forma, EE.UU. fracasará si cree que apoyarse en el régimen narcoparamilitar y genocida colombiano es posible derrotar a la vigorosa Revolución Bolivariana. Solo EE.UU. cree que el gobierno colombiano y las élites dominantes de ese país gozan de algún prestigio y credibilidad. Una cosa es el blindaje mediático que EE.UU. le brinda a las oligarquías colombianas y otra es la realidad que se conoce y se comparte entre los pueblos de Nuestra América. El problema de EE.UU. es que se convence de sus propias mentiras y de las mentiras de sus títeres corruptos y lacayos lamebotas. Pero dado el ‘destino manifiesto’ de EE.UU. de apoyar a las fuerzas reaccionarias del mundo, la CIA siempre ha dependido de los mequetrefes.
Otra diferencia entre Sudáfrica y Colombia, es que Colombia padece contradicciones internas aún más graves que las que sufrió Sudáfrica, un ejemplo de lo mencionado es la perseverante insurgencia político-militar. A esto hay que sumar, desde nuestro punto de vista, el fracaso del proceso de paz con las FARC-EP, que en el corto o mediano plazo puede dar paso a nuevas insurgencias o al salto cualitativo desde el punto de vista militar de guerrillas como la del Ejército de Liberación Nacional (ELN) que pueden seguir el ejemplo tecnológico de los ejércitos populares de Próximo y Medio Oriente que resisten con éxito al sionismo y al imperialismo yanqui.
De ahí que una aventura militar yanqui en Venezuela, puede terminar repercutiendo negativamente al régimen narcoparamilitar y genocida colombiano, de la misma manera que la derrota imperialista en Cuito Cuanavale condujo a la independencia de Namibia y al fin del apartheid en Sudáfrica.
En cuarto lugar, EE.UU. tiene muchos frentes abiertos, entre otros tenemos los siguientes: empantanamiento y fracaso en Afganistán; derrota en Siria e Irak; van perdiendo en Yemen, otra guerra por encargo de EE.UU. aunque ellos en la práctica la dirigen; conflicto permanente con la República Islámica de Irán e imposibilidad de atacarla por su fortaleza militar; guerras comerciales buscando sostener su decadente hegemonía en el marco de un ‘libre comercio’ que ya no controlan; contradicciones con sus propios aliados; incremento de los problemas sociales en la sociedad estadounidense; de ahí que una aventura militar en Venezuela tiene riesgos que el imperialismo yanqui tiene que contemplar. Cuando se hacen cálculos equivocados, se vienen consecuencias geopolíticas definitivas, le sucedió a Sudáfrica y ha ocurrido en otros episodios de la humanidad, así por ejemplo, Europa nunca recuperó el liderazgo en el orden internacional luego de los resultados de la primera Guerra Mundial.
Desde que EE.UU. entró en la arena política mundial con decisión y fuerza, en 1917, y logrando la cima de su apogeo luego de la segunda Guerra Mundial, hoy no puede dominar completamente el actual ordenamiento internacional y está surgiendo uno nuevo. Pero aún creen que pueden imponer soberbiamente su voluntad, no toman conciencia cabal de la realidad multipolar vigente, no creen en el equilibrio de poderes o en algún concepto de equilibrio y peor participar en algún sistema de tal naturaleza, piensan que todavía pueden modelar el mundo a su gusto. En consecuencia, la geoestrategia seguirá moviéndose con la lógica de siempre, todo lo que gane un actor o grupos de actores, lo perderá el otro. Así, otras potencias, y en especial Rusia, seguirán armando a la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB) y a las Milicias Bolivarianas; y el gobierno Bolivariano tiene que permanentemente seguir desarrollando sus capacidades defensivas, tanto materiales como inmateriales.
En el caso de la comparación que estamos haciendo, la Unión Soviética entregó armas a Angola para su defensa, pero su cooperación se enmarcó solo en ese nivel.
Por otro lado, la agresión gringa a Venezuela está permitiendo el resurgimiento de un nuevo internacionalismo popular latinoamericano y un nuevo movimiento contra la guerra en los EE.UU. Recordemos que hay antecedentes históricos, en nuestra guerra de independencia lucharon juntos latinoamericanos de todas las regiones y algunos europeos con experiencia militar que les interesaba debilitar al Imperio español.
Los dirigentes y pueblo venezolanos tienen una gran responsabilidad frente a la historia, si se frustra la Revolución Bolivariana, esto significaría menos oportunidades para un mundo de justicia, libertad y dignidad.
Mario Ramos: Director CENAE

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