“La diferencia entre la descripción de una parte de la historia
y la descripción de la historia como un proceso unitario
no es por lo demás una diferencia de alcance….
sino una contraposición metodológica,
una contraposición de puntos de vista”
Giorgy Luckas en Historia y conciencia de clase
Escribo
estas notas (para los “míos”, como dice Malena, para mis compañeros de
lucha por la dignidad humana en los territorios de las periferias del
mundo burgués contemporáneo) como un intento de balance conceptual de
estos primeros meses de lucha del año 2018. De las nuestras contra el
Macrismo y la ofensiva generalizada e integral contra todos y cada uno
de nuestros derechos. Y contra el Derecho como tal.
Y de mis
viajes por el País Vasco (febrero 2018), Paraguay y Brasil (abril 2018),
con el corazón apretado por las noticias del genocidio en tiempo
presente en los territorios palestinos ocupados por Israel (por donde
caminé en el 2016) y la muerte anunciada de mi hermano colombiano Jesús
Santrich, empeñado, sin retorno posible, en revelar, en sacar del
silencio y las sombras de la infamia otros presos, otras muertes de sus
compañeros insurgentes desarmados; a quien visité en junio del 2017
cuando todavía no habían acuchillado el convenio de paz firmado por la
Farc y el estado Colombiano.
No escribo desde la plácida
superficie académica ni mucho menos desde el cinismo de aquellos que
trabajan de “opinólogos” de luchas ajenas (Pitrola, Altamira, Del Caño y
otros dirigentes del FIT argentino), administradores de un supuesto rojímetro
que les permite negar solidaridad a Lula por no dar el piné de
revolucionario y callar ante el secuestro de Jesús Santrich, porque su
saber urbano y súper institucional cita ni registra la voz de un
guerrillero ciego empecinado en no quedar en el lugar del derrotado que
tantos pretenden para él. Incluida alguna izquierda miserable que
celebra como supuestos éxitos propios, las derrotas ajenas.
Pretendo,
primero, que no se pretenda uniformidad de diagnóstico a los que
describimos el mismo listado de agravios, que son solo síntomas de algo
por interpretar y explicar. Segundo, que se reflexione críticamente en
que la ilusión del “fin de los golpes de estado” era eso y que el culto
,casi pornográfico, al camino institucional (incluso por aquellos que no
lo habían practicado jamás) debe superarse, si queremos, al menos,
tener chance de luchar contra el Imperio realmente existente.
Destituyeron
a Zelaya en Honduras, a Lugo en Paraguay y a Dilma en Brasil por
métodos cuasi institucionales que incluían porciones muy limitadas de
acción militar. Insólitamente a esos golpes de estado se los llamó
“blandos” “constitucionales” o “legales”. El lenguaje es siempre uno de
los primeros territorios del combate, y la aceptación de las voces
enemigas, una de las demostraciones de debilidad más lamentables.
Macri basura, vos sos la dictadura
Desde
el año 2009, ya por nueve años, una Operación Continental de
Contrainsurgencia Imperial de Neocolonización de Nuestra América se
lleva adelante siguiendo un libreto único, con las lógicas adaptaciones
nacionales: utilización de aquellos poderes que nunca se pusieron en
cuestión (así hablaba de ellos los documento imperiales estratégicos
conocido como Santa Fe elaborados por la CIA entre 1980/1986): el Poder
Judicial, el Poder Mediático y el aparato armado del Estado no importa
el nombre que tenga: Fuerzas Armadas, Servicios de Inteligencia,
Gendarmería o Policías, para recuperar plenamente aquellos poderes que
sí se someten a la consulta electoral: el Poder Ejecutivo y el
Legislativo que han ido volviendo a sus manos en Paraguay, Honduras,
Argentina, Brasil, Chile y aún en Ecuador donde ni siquiera ganaron las
elecciones como en Chile o Argentina.
¿Qué queda por fuera de su
dominio imperial?: Acaso Venezuela y Bolivia, Uruguay en mínima medida,
el gobierno del Farabundo Martí en El Salvador está en picada, el
gobierno sandinista de Nicaragua sobrevive con muchos problemas y por
supuesto, fuera de estas lógicas, la Cuba Socialista que acaba de
realizar una renovación de su liderazgo digna de aplausos y esperanzas.
Pareciera
no quedar dudas que, contra lo predicado por años, a más progresismo,
menos gobernabilidad y a más radicalidad política, económica y
diplomática, más estabilidad y posibilidades de triunfar
A
este cambio en los gobiernos de la región, que expresa una estrategia de
dominación imperial y que viene demoliendo el edificio de la
integración latinoamericana creada en estos años, más o menos autónoma,
la denomino “fin del ciclo de los gobiernos progresistas de la región”.
Fin del ciclo de los gobiernos progresistas de la región, cualquier otra
interpretación corre por el que la hace, pero negarse a ver la realidad
suele ser complicado y para ser rigurosos constituye una crisis aguda
de percepción de la realidad de la que el compañero Jorge Beinstein ha
llamado la atención muchas veces [1].
De eso se trata esta nota.
Digamos,
para ser más gráficos que si la Picana Eléctrica, el Falcón sin Patente
o la Bota Militar podía simbolizar el periodo de dominación militar que
se inicia con el Golpe de Estado de 1954 en Paraguay y Guatemala, se
afirma con los sucesivos golpes en Brasil (1964), Chile (1973), Uruguay
(1974) y el de Videla de 1976, este nuevo ciclo de dominación colonial
tiene a la Cárcel y la Toga de los Magistrados Judiciales como la cara
más visible. En la Cárcel están Lula en Brasil; Milagro Sala, Facundo
Jones Huala y otros en Argentina, los Seis Campesinos, los de Curuguaty y
muchos, muchos más en Paraguay; los mapuches en Chile y otros cientos
en Honduras, Colombia y casi todos los países latinoamericanos. La cara
del Juez Moro, del fiscal paraguayo Jalil Rachid o el Juez argentino
Bonadio se conoce tanto como eran conocidos los rostros de Stroessner o
Pinochet, y es que su función de ejecutor de políticas de eliminación de
toda forma de resistencia o aún de mínima autonomía frente al plan de
normalización imperial, es de igual sentido esencial, aunque no manejen
ametralladoras ni usen capuchas.
Y que se enoje Le Monde Diplomatique o los amigos brasileros de Pagina 12 como Emir Sader
que siguen pregonando las bondades del sistema democrático
representativo como si fuera ciego ante la evidencia brutal de que el
periodo en que se respetaba más o menos el voto de las personas y la
formalidad de la letra jurídica, ha pasado. Podría darse una vuelta por
la cárcel de Curitiba o por las favelas militarizadas de Río, aprendería
sobre su país bastante más que lo que le dicen sus papeles, amarillos
de viejo y “fuera de época” [2].
Con todo su “sabiduría”
no se dio cuenta que el mundo, creado por el fin de la segunda guerra
mundial, ese mundo, resultado de la Revolución Socialista Rusa y el
triunfo sobre el nazi fascismo en 1945, el mundo diseñado por la
organización de las Naciones Unidas, la Declaración Universal de los
Derechos Humanos y el Convenio de Prevención y Castigo al Celito de
Genocidio, firmado en 1948, no existe más como tal y lo que queda está
debilitado y en vías de demolición.
Sader y sus discípulos latinoamericanos, intelectuales y políticos, los que firmaron el Consenso de Buenos Aires [3]
(1997) y los que soñaron como cualquier otro “triunfador” de la
política que “hubo historia, ya no lo hay”, no comprenden lo fundamental
e imprescindible para triunfar sobre el fascismo contemporáneo: asumir
que vivimos una nueva etapa histórica en que sus ilusiones progresistas
se han derrumbado, y aplastado a millones con sus escombros.
No
entienden quienes son los nuevos gobernantes de América Latina. Digo, no
entienden por qué Macri, Temer, Piñera, Santos o Uribe que son lo
mismo, Cartes o quien lo suceda Creen que el hecho de ser electos por
tramites institucionales o consultas electorales los convierte en
mandatarios democráticos. No ven que estamos ante un grupo de polítcos
fascistas, contenidos por ahora en su furia genocida.
Si
quieren, de guante blanco, pero no “democráticos”, ni “civilizados”, ni
“humanizados”. Salvajes asesinos que auspician y sueñan con un nuevo
genocidio. Digo, con asesinar un dirigente social cada dos días como
hicieron en Colombia en el año 2017, el año que comenzó a pocos día de
que entregaran el premio Nobel de la Paz a Santos. La paz de los
cementerios.
Nos enfrentamos pues a una paradoja enorme: sostener
la lucha por los derechos humanos y en el terreno del Derecho en
tiempos en que la misma concepción de los Derechos Humanos y del Derecho
están en coalición con los valores dominantes desde el Setiembre del
2001 (Acta Patriótica), potenciados con el acceso de Trump al gobierno
de los EE.UU. en noviembre de 2016, de la lucha contra el Terrorismo y
la doctrina del Derecho del Enemigo que niega, justamente, todo derecho,
incluido el de la presunción de inocencia o el debido proceso, a todas y
todos los que no se le subordinan o aún más, pretenden enfrentarlos.
Pues ese es nuestro cometido, ni dejarnos asimilar por los valores
dominantes ni dejarnos expulsar del espacio que hemos conquistado en
largos años de lucha de manera colectiva. Ni nos vamos ni dejaremos de
plantear nuestra verdad en todos los terrenos. Como casi en toda la
historia de la Liga, pero más que nunca. Nos enfrentamos al mayor
intento de actuar como una dictadura brutal en un periodo de vigencia
formal de una Constitución reformada siempre a favor de la dominación
burguesa. Por eso, en la Plaza de Mayo, este 24 de Marzo dijimos lo que
dijimos.
Macri basura, vos sos la dictadura.
No
todo es reflejo falso de lo real; también es reflejo verdadero de una
falsa realidad, que no es lo mismo aunque parezca parecido.
"No hay nostalgia mayor que añorar lo que nunca jamás existió”
Joaquín Sabina
León
Trotsky, al cual muchos de sus autoproclamados seguidores podrían leer
con mucho provecho, decía que lo que en teoría son diferencias de
milímetro, cuando llegan al terreno de la política pueden ser
diferencias insalvables por lo lejanas. Y comienzo diciendo que en
tiempos de peligros y retrocesos evidentes como el de este 2018,
conviene dedicar tiempo a la reflexión teórica puesto que sin comprender
lo que nos pasa, seguro que todo esfuerzo de lucha será estéril. No en
vano, pero estéril.
Puntualmente, el peligro de hablar demasiado
del Law Fare, de esta ofensiva pornográfica e inescrupulosa de los
fiscales y jueces de Brasil, Argentina y Paraguay (por lo menos) es
perder de vista el fenómeno principal que es el cambio de régimen de
dominación en la región. Están instalando un régimen de terror explícito
con formas democráticas constitucionales.
Fue Atilio Borón quien se atrevió a calificar al periodo pos dictatorial como el de “capitalismo democrático” [4] para insistir que en el par conceptual capitalismo democrático
lo principal era la persistencia del sistema capitalista, advirtiendo
hace ya muchos años que el capitalismo puede dejar de ser “democrático”
sin volver a la forma de dictadura militar tan conocida en
América del Sur pero casi nunca vigente en México o Colombia, donde la
combinación de terror con elecciones viene de lejos, casi del fondo de
la historia. Acaso desde el asesinato de Gaitán en la Bogotá de abril de
1948 o desde el verdadero final de la “Revolución Mexicana” con la
conclusión del gobierno de Lázaro Cárdenas en 1940.
Conviene
repasar el ciclo histórico sudamericano: conquista colonial imperial
militar; rebeliones de los pueblos originarios sofocadas; independencia
formal en condiciones de debilidad centro imperial español y rápida
derrota de fuerzas revolucionarias a favor de partidarios de la
subordinación a los ingleses; en ese marco Brasil fue el último país con
esclavos y perpetró su propio genocidio sobre Paraguay en 1870 con
colaboración de Mitre y el partido Blanco de Uruguay consumando
definitivamente el primer genocidio [5] de modo tal que la
llamada democracia sudamericana, representativa, republicana, formal,
burguesa o como quieran llamarla, no era otra cosa que el modo de
dominación más pertinente al carácter semicolonial de Argentina y el sur
americano.
El Código Penal que sancionaron y la Corte Suprema
que impusieron estaban al servicio de tal tarea, la convalidación del
primer golpe de estado por parte de la Corte (en el mismo año de 1930)
en acordada histórica por lo hipócrita, lo confirma.
Cuando esa
democracia formal, y el “imperio de la Ley y el Derecho”, la
“preeminencia de la Constitución Nacional” no bastaron para asegurar el
orden vigente y la moral indicada, es que vinieron los golpes sucesivos
de 1930/1943/1955/1962/1966 y el del 1976. La democracia formal entre
golpe y golpe se fue haciendo cada vez más delgada e instrumental a
pesar del costado social de la Reforma Constitucional peronista de 1949 y
la “corrección” de 1957 (apenas el artículo 14 Bis, de extensión de los
derechos sociales, jamás respetado, por cierto)
Y más allá de
consecuencias positivas derivadas de la última Reforma de 1994 (la
preeminencia de los Pactos Internacionales de los derechos humanos sobre
la misma Constitución y el orden jurídico nacional, entre otros como el
reconocimiento tardío y formal de los derechos de los pueblos
originarios) la Reforma de 1994 no pasó de permitir la reelección de
Menem, garantía del Orden Pos Dictatorial, neoliberal y sumiso de la
hegemonía imperial norteamericana.
Dice en estos días el sumiso
Emir Sader: “Esa ofensiva solo confirma cómo la derecha latinoamericana
no tiene compromiso con la democracia, mientras que es la izquierda la
que nace, se desarrolla y gobierna por medios democráticos, y la que
pelea democráticamente por seguir gobernando o por volver a hacerlo.
Quien crea que la vía democrática se ha agotado es un iluso. Incluso
porque la vía insurreccional sería camino a la derrota y la catástrofe
para la izquierda, como el caso colombiano lo demuestra”. No es cierto,
la izquierda latinoamericana nació fuera del orden institucional y
luchando contra él. Desde el partido Comunista de la Argentina en 1918
al Ejercito de Liberación Nacional de Bolivia fundado por el Che
Guevara. No es su culpa la tragedia de los genocidios sufridos sino del
Imperio y las burguesías latinoamericanas. Poner a la víctima en el
lugar de la responsabilidad por la violación de los derechos humanos lo
pone a Sader fuera del progresismo y las posiciones tibias. Lo deja del
otro lado.
La decisión de renunciar a toda otra forma de lucha
que no sea la institucional no fue tomada “libremente” sino como una de
las consecuencias directas del último genocidio sufrido en la región
(conocido como Terrorismo de Estado, o por sus figuras paradigmáticas
Pinochet, Videla o Stroessner): la hegemonía del posibilismo en el
movimiento popular, la desarticulación del bloque histórico que había
bregado por la Independencia verdadera y la fascistización del sujeto
burgués, descompuesto como clase nacional, cleptómano y mafioso para
siempre.
Traigamos al debate al cubano Roberto Regalado que
explica el surgimiento del ciclo de gobiernos progresistas de un modo
más complejo que la mayoría de los opinólogos conocidos. Dice Regalado
en un texto preparado especialmente para un debate organizado por el PT
mexicano y disponible en la web Rebelión [6]:
1. El
acumulado de las luchas de las fuerzas populares libradas a lo largo de
su historia y, en particular, en la etapa abierta por el triunfo de la
Revolución Cubana (1959-1989), en la cual, aunque su desenlace no fue el
cumplimiento de los objetivos que las organizaciones político-militares
se habían planteado, a saber, la conquista del poder y la instauración
de un nuevo Estado y un nuevo sistema social, los pueblos demostraron
una voluntad y una capacidad de combate de tales magnitudes que
obligaron al imperialismo y a las clases dominantes de la región a
reconocerles los derechos políticos que hasta entonces les habían sido
negados.
2. El repudio mundial al genocidio y la fuerza
bruta históricamente utilizados en el subcontinente como medios de
apuntalar la opresión y la explotación, en especial, por parte de los
Estados de «seguridad nacional» que asolaron a la mayor parte de la
región entre 1964 y 1989, que compulsó al imperialismo norteamericano y a
las oligarquías criollas a buscar formas más mediadas de dominación.
(inscribamos en ese punto la lucha histórica del movimiento de lucha
contra la impunidad de la Argentina y de nuestra propia Liga, nota del
autor)
3. El aumento de la conciencia, organización,
movilización, y lucha social y social-política, ocurrido en el fragor de
la batalla contra el neoliberalismo, que estableció las bases para un
aumento sin precedentes de la participación electoral de la gran parte
de los sectores populares tradicionalmente marginada de ese ejercicio
político, y un cambio en los patrones de votación de la otra parte de
ellos que estaba subsumida en la lógica del sistema de dominación.
4.
El voto de castigo de amplios sectores sociales contra los efectos
devastadores de las políticas neoliberales impuestas a partir de finales
de la década de 1970, cuya pionera fue la dictadura militar chilena
encabezada por el general Augusto Pinochet.
5. Tratamiento especial merece el
«error de cálculo» del imperialismo norteamericano, que creyó poder
dejar de oponerse «de oficio», de manera abierta y directa, a todo
triunfo electoral de la izquierda, tal como había hecho
históricamente, confiado en que su nuevo sistema de dominación
continental, cuyo pilar político es la implantación de «democracias
neoliberales» en todos los países de América Latina y el Caribe, sujeto a
mecanismos transnacionales de control y sanción de «infracciones»,
blindaría a los Estados de la región contra cualquier intento de
penetración por parte de fuerzas políticas de izquierda y progresistas.
Esta confianza lo llevó a establecer un pacto de élites de defensa de la
democracia representativa, es decir, de la democracia burguesa que
asume explícitamente la forma de democracia neoliberal, y al
establecimiento de una llamada cláusula democrática en todos los
organismos y mecanismos continentales y subcontinentales. No previó
entonces que, con estricto apego a las normas de la democracia
representativa, fuesen electos candidatos presidenciales como Chávez,
Lula, Kirchner, Tabaré, Evo, Correa, Daniel, Cristina, Dilma y otros. No era la primera vez
que, convencido de tener garantizado el control de una subregión o de
la región en su conjunto, el imperialismo norteamericano impuso pactos
de «defensa de la democracia» y sanción a las interrupciones del orden
constitucional. Así hizo en Centroamérica en la década de 1920 como
medio de disuasión a las constantes guerras entre conservadores y
liberales, pero la gesta antiimperialista del general Sandino en
Nicaragua y la insurrección indígena campesina y popular de enero de
1932 en el Salvador, aplastada con métodos genocidas por el dictador
Maximiliano Hernández Martínez, lo llevaron a desistir de ese empeño.
Así ocurrió también tras el triunfo de la Revolución Cubana, cuando el
presidente John F. Kennedy decidió aislarla y estigmatizarla rodeándola
de «democracias representativas», y terminó derrocando gobiernos
constitucionales que no se plegaban al bloqueo contra Cuba, y apoyando a
dictaduras militares que sí lo hacían. Todo ello ratifica que el
imperialismo no tiene principios, sino intereses. Con claridad lo
expresó el sucesor de Kennedy, Lyndon B Johnson, cuando, al apoyar el
golpe de Estado contra Joao Goulart en Brasil, en 1964, proclamó la
doctrina que lleva su nombre: Los Estados Unidos prefieren tener a
aliados seguros, que vecinos democráticos . A la aplicación de la
Doctrina Johnson regresa el imperialismo norteamericano para borrar del
mapa a los gobiernos progresistas y de izquierda, no mediante los golpes
de Estado tradicionales, sino mediante la desestabilización de espectro
completo y los golpes de Estado «de nuevo tipo». En América Latina,
tras una acumulación de fuerza social y política iniciada en los años
ochenta con la lucha de los movimientos populares contra el
neoliberalismo, incrementada en los noventa con la ocupación de espacios
en gobiernos locales y legislaturas nacionales, que alcanza el clímax
en la década de 2000 con el ejercicio del gobierno nacional en una
decena de países, desde finales de esta última, la correlación de
fuerzas comienza a cambiar a favor de los sectores oligárquicos
proimperialistas y, en apenas cinco años, la pérdida de capacidad de
movilización popular, la falta de estrategias, medios y métodos
adecuados para derrotar la desestabilización de espectro completo,
los reveses electorales y los golpes de Estado «de nuevo tipo», llegan a
tal punto que la derecha se ufana en proclamar el «fin del ciclo
progresista» [7]. ¿Es este un vuelco tan
imprevisible o inesperado de la situación política, que no se pudo
evitar o no dio oportunidad para una preparación a tiempo que permitiese
enfrentarlo en mejores condiciones? Sería imposible responder esa
pregunta sin hacernos otra: ¿vuelco imprevisible o inesperado… para
quién? La involución de la situación política y económica de la región
en general, y de cada país gobernado por fuerzas progresistas y de
izquierda en particular, de ningún modo fue ignorada por todas y todos
los dirigentes, cuadros militantes, activistas y analistas del bloque
popular. Sin embargo, los liderazgos principales y las corrientes
políticas e ideológicas hegemónicas en los partidos, frentes y
coaliciones progresistas y de izquierda, primero ignoraron o
subestimaron el deterioro creciente de la correlación de fuerzas, que
pudieron y debieron enfrentar cuando tenían mayores y mejores
posibilidades de éxito, y luego quedaron impávidos ante sus
consecuencias. ¿Por qué ese inmovilismo? ¿Es atribuible a la
«mala intención» o incluso a una «traición»? La respuesta es no, salvo
casos específicos que ciertamente pueden existir. Los liderazgos
individuales y colectivos de los gobiernos, partidos, movimientos,
frentes y coaliciones progresistas y de izquierda, también son productos
de correlaciones de fuerzas, tanto en la sociedad en su conjunto, como
dentro de ese espectro político e ideológico en particular, y en la
América Latina de finales del siglo XX e inicios del XXI, la hegemonía
de las fuerzas políticas multitendencias características de la etapa, la
ejercen el «progresismo», proveniente de sectores democráticos de los
partidos tradicionales, y lo que podríamos llamar la «nueva
socialdemocracia latinoamericana»
Ambas corrientes comparten:
[...] la maniquea concepción de la democracia burguesa como sistema político supuestamente imparcial e incluyente,
que en América Latina solo funcionó con relativa estabilidad en Uruguay
y Chile, y solo lo hizo mientras el imperialismo y las oligarquías de
esos dos países no identificaron a la izquierda como una amenaza al
sistema, pero tan pronto la percibieron como tal, en ambos implantaron
férreas dictaduras.
[...]
De ahí parte
la sorpresa e incomprensión que incluso hoy, después de haber sido
expulsadas del gobierno o estar en riesgo de serlo —sin haberlo visto
venir, ni saber, a ciencia cierta, cómo evitarlo y revertirlo—, y de
haber sido criminalizadas y judicializadas, o de estar a punto se serlo,
siguen manifestando [...], y también de ahí que la mayor parte de los
análisis y reflexiones publicados al respecto, se limiten a denunciar
las manipulaciones, transgresiones y violaciones que la derecha hace
contra los gobiernos y las fuerzas progresistas y de izquierda, y poco o
nada se mencionen las deficiencias y errores de estas últimas que
contribuyeron a torcer la correlación regional de fuerzas en su contra.
Paradojas, desafíos, oportunidades del momento histórico
En esas desveladas noches de las que te hablo, pienso, también,
en el intransferible y perpetuo aprendizaje de los revolucionarios: perder, resistir.
Perder, resistir. Y resistir. Y no confundir lo real con la verdad
Andrés Rivera, "La revolución es un sueño eterno"
Casi
todos coincidimos en que nos enfrentamos a desafíos y peligros muy
grandes, pero no todos vemos en esos desafíos paradojas y oportunidades
de crecimiento. Dicho de otro modo, nos enfrentamos a muchas paradojas
que podríamos sintetizar en una central: La paradoja de que para luchar
en el terreno jurídico no hay que creer en la neutralidad del Derecho ni
de los jueces, como para acumular en la lucha institucional hay que
construir subjetivad revolucionaria y poder popular. Si así lo hacemos
el espacio de acumulación es enorme, puesto que es nada menos que el
enorme espacio de la lucha democrática en momentos en que la burguesía
en todas sus expresiones, incluida su ala progresista, abandona la lucha
democrática en aras de una supuesta institucionalidad republicana y
democrática que es todo lo contrario. Algo de esto pude compartir en las
experiencias vividas en estos pocos meses del 2018.
En el País
Vasco compartimos tribuna con los compañeros de Kalera Kalera, todos
ellos sobrevivientes a la lucha armada de ETA y la cárcel franquista.
Kalera Kalera ha realizado una convocatoria por la libertad de los
presos este 21 de abril en Bilbao, con decenas de miles participantes en
una ciudad de medio millón de habitantes [8] . Estos compañeros
expresan un cambio de estrategia de una fuerza que nació en 1959 y en
estos días se considera en extinción activa, digamos que renace en
muchas otras, pero que al asumir la lucha institucional lo hace con las
mismas caras y los mismos objetivos autonomistas y socialistas de su
historia. Las derechas no dejan de estigmatizarlos y pretender su muerte
civil, pero desde ese perfil y posicionamiento han ganado posiciones en
el Congreso Vasco y son parte de un inmenso movimiento que en los
últimos meses ha ganado las calles de un modo sorprendente para toda
Europa en temas tales como el 8M contra el patriarcado, en defensa de
las pensiones y derechos previsionales y por la libertad de los presos y
la memoria histórica que es un verdadero movimiento de masas (en cada
pueblo donde se perpetraron violaciones de derechos humanos, un
movimiento local y miles de manifestantes cada vez que vuelve un preso
político liberado (quedan unos trescientos y unos cuatrocientos
exiliados perseguidos políticamente) a pesar de que tales
manifestaciones pueden caer bajo el peso de tres figuras jurídicas:
apología del delito, ley antiterrorista y enaltecimiento del terrorismo
que supera todo lo conocido e imaginado. En la aplicación de dicha ley
sobresalió el Juez Baltazar Garzón quien fundamentó la detención (y
convalidó la tortura) de decenas de directores de diarios, radios,
organizaciones culturales, etc. en el hecho que no condenaban a la ETA o
demostraban simpatía personal por alguno de sus miembros. Así Garzón y
la Justicia española condenan a quines portan la foto de un preso
político o cantan un rap contra el Rey. Algo de eso intentó la Bullrich
con el tema Santiago Maldonado, la respetamos como un cuadro de la
Inteligencia Imperial a la que no subestimamos.
En Paraguay, en
el campamento de la Coordinadora por la Vivienda Digna, compartimos una
asamblea donde asoma, aún tímidamente, que el derecho a la vivienda
digna, complemento necesario de un trabajo bien renumerado y en
condiciones saludables, se afinca en la legitimidad más que en la
legalidad. Legalidad que en el Paraguay existe desde el periodo post
dictatorial, en la Constitución que proclama un ilusorio Estado de
Derecho Social y otras leyes y Convenios. Desde el fin de la dictadura
de Stroessner son cientos los dirigentes campesinos asesinados y en los
últimos tiempos es la condena a penas casi perpetua lo que se descarga
sobre los compañeros. En el Paraguay real el Poder Judicial es el
moldeado por el Stronerismo con el principio “jurídico” de que lo que es
“publico” no necesita “prueba”. Por ejemplo, al momento de voltear al
presidente electo Lugo, el senador acusador dice que como los delitos de
Lugo son públicos no necesitan demostración y así fue, se lo destituyó
sin aceptar ninguna otra instancia de apelación. Y si eso hicieron a
Lugo, ya sabemos cómo condenaron a los Seis Campesinos, a los de
Curuguaty o a unos setenta campesinos acusados de pertenecer o tener
relaciones con el Ejercito Paraguayo del Pueblo (EPP). En Tacumbú están
casi todos ellos, en una cloaca humana a plena vista de todas y todos.
En un barrio de Asunción, la capital de Paraguay puede ser que esté el
futuro de Latinoamérica, esperandonos. Es tarea nuestra que ese futuro
no llegue. O como decía Castelli: “si ven al futuro, diganle que no
venga”.
Que no venga.
Acaso Brasil se la expresión más
condensada y brutal de todo lo expuesto. Del Law Fare conducido por Moro
y la propia CIA. Y de los límites de un progresismo que creyó tocar el
cielo con las manos y hoy se encuentra casi con las manos vacías. Y más
dudas y errores de percepción que casi todos los “izquierdistas” de
América Latina. Las causas por las que destituyeron a Dilma y encerraron
a Lula pueden estudiarse como paradigmáticas: construcciones
dialécticas en base a las convicciones de los juzgadores, sin
prueba alguna, en base a testimonios de personas interesadas en canjear
información falsa por conveniencia o por decisión política. En la
Universidad de Paraná, en su sede de Curitiba, el rector, el Dr. Ricardo
Marcelo Fonseca presidio un acto de celebración del treinta aniversario
de la Constitución Nacional Brasilera (1988) que mostró esta
contradicción en toda su complejidad cultural. Los mismos que celebraban
la “conquista” de la Constitución Mass avanzada de América burguesa
exponían de un modo inapelable la perversión de los fiscales, jueces y
legisladores brasileros; o dicho en sentido opuesto, los mismos que
denunciaban el encierro arbitrario, sin ninguna prueba, de Lula,
clamaban por el estricto cumplimiento de una Constitución que hoy está
ignorada y pisoteada por la Corte Suprema, el Comando en Jefe del
Ejercito, el monopolio mediático de O Globo y la mayoría absoluta del
Congreso. Recuerden Uds. que uno de los senadores que votó por la
destitución de Dilma lo hizo en honor a su torturador.
Y tres
escenas más que retengo en mis retinas. La primera, en el salón de
fiestas del Hotel “Petras” donde nos alojaron a costas del Movimiento
Sin Tierras, observé un grupo de gente muy bien vestida, hombres y
mujeres, que brindaban y reían como en una serie inglesa de castillos y
nobles. Me dijeron que eran los senadores del PT y los miembros de la
Comisión de Derechos Humanos del Senado que habían visitado a Lula.
Hacía falta tanta impudicia en el refrigerio?. Una parte de esos
senadores había votado por la destitución de Dilma. Cual es el punto que
separa la jugada política de la conciliación con el Imperio?
La segunda escena fue en el Campamento Lula Libre. Estuvimos desde el
medio día hasta la nochecita. A los diez minutos que nos retiramos unos
quince miembros de una barra brava futbolera, del Curitiba
específicamente, atacaron el campamento con una barras de hierro en la
mano e hirieron a dos campesinos. No había seguridad propia y a ese
lugar habían ido en base a un acuerdo con la Policía. Seguirán creyendo
que la Policía los va a proteger? Y no era que el MST iba a quemar todo
si encerraban a Lula? Al otro día, unos campesinos de la región paulista
(700 Km. de distancia) me preguntaron si Lula saldría en una semana o
en un mes?. En una ciudad conservadora, nunca gobernada por el PT ni sus
aliados, un campamento de mucho menos de mil personas, es como una
marca finita en un mural. Ni se nota.
La tercera es la más
esperanzadora. Al medio día del jueves, los dirigentes nacionales de
todas las centrales estudiantiles y los nueve secretarios generales de
las Centrales de Trabajadores hablaron y convocaron a una movilización
nacional para el primero de mayo. En sus discursos se exponían todas las
visiones en debate pero prevaleció una saludable unidad de acción. Que
para algunos sea suficiente y que para otros apenas el comienzo de una
larga marcha de organización y resistencia no me parece lo importante.
Lo importante es que no se paralicen ni sueñen con recuperar el gobierno
de Lula y Dilma en las urnas. Eso no parece posible y hay que luchar
por lo que se puede conquistar.
En América Latina lo posible hoy es luchar. Resistir.
Vale
la pena recordar a Juan José Castelli el orador mayor de la Revolución
de Mayo, derrotado y enfermo de cáncer de garganta que le escribe a un
amigo: "En esas desveladas noches de las que te hablo, pienso, también,
en el intransferible y perpetuo aprendizaje de los revolucionarios:
perder, resistir. Perder, resistir. Y resistir. Y no confundir lo real
con la verdad" según cuenta Andrés Rivera en La Revolución es un sueño
eterno. Toda una táctica y una estrategia. "y resistir. y no confundir
lo real con la verdad."
“me acojo al sueño eterno
de la revolución... Te escribo, y el sueño eterno de la revolución
sostiene mi pluma, pero no le permito que se deslice al papel y sea, en
el papel, una invectiva pomposa, una interpelación pedante o, para
complacer a los flojos, un estertor nostálgico. Te escribo para que no
confundas lo real con la verdad”
Andres Rivera
Notas:
[1]
El nuevo panorama ha provocado una notable crisis de percepción donde
la realidad choca con principios ideológicos, conceptualizaciones y
otras componentes de un “
sentido común” heredado del pasado. No
somos víctimas de un rígido encuadramiento de la población con
pretensiones totalitarias explícitas anulando toda posibilidad de
disenso, buscando integrar al conjunto de la sociedad a un simple
esquema militar, sino ante sistemas flexibles, en realidad embrollados,
que no intentan disciplinar a todos sino más bien desarticular, degradar
a la sociedad civil convirtiéndola en una víctima inofensiva,
apabullada por la tragedia. No se presentan proyectos nacionales
desmesurados, propios de los militares “
salvadores de la patria”
de otros tiempos o imágenes siniestras como la de Pinochet, ni siquiera
discursos híper optimistas como el de los globalistas neoliberales de
los años 1990 o personajes cómicos como Carlos Menem, sino presidentes
sin carisma, por lo general torpes, aburridos repetidores de frases
banales preparadas por los asesores de imagen que conforman una red
regional globalizada de “formadores de opinión”
made in USA. En
suma, las dictaduras blindadas y triunfalistas del pasado parecen haber
sido reemplazadas por dictaduras o protodictaduras grises que ofrecen
poco y nada montadas sobre aplanadoras mediáticas embrutecedoras.
Siempre por detrás (en realidad por encima) de estos fenómenos se
encuentran el aparato de inteligencia de los Estados Unidos y los de
algunos de sus aliados. La CIA, la DEA, el MOSSAD, el M16 según los
casos manipulan los ministerios de seguridad o de defensa, los de
relaciones exteriores, las grandes estructuras policiales de esos
regímenes vasallos y diseñan estrategias electorales fraudulentas y
represiones puntuales.
https://beinstein.lahaine.org/las-nuevas-dictaduras-latinoamericanas/
[5]
en el sentido que la derrota de las luchas de la independencia
confirman el carácter pos genocidio de las sociedades coloniales y de
las nuevas repúblicas. Paraguay represnetó el esfuerzo mayor por
consumar la verdadera liberación de la Colonia, sin caer en la Neo
Colonia Inglesa. Por ello fue exterminada de un modo tal que nunca se
recuperó del todo de aquella sangría (tres de cuatro paraguayos varones
asesinados)
[7]
no acepto esa formulación de fin de ciclo progresista, porque alude a
las luchas y perspectivas, mi fin de ciclo de los gobiernos alude a un
hecho material, pero al ciclo de lucha.
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