Temas
Catalejo da continuidad a su serie ¿Qué socialismo? con esta entrevista a la socióloga cubana Mayra Espina Prieto.
Carolina García Salas (CGS): El
actual proceso de reformas implica determinadas transformaciones en las
concepciones y prácticas del socialismo cubano. ¿Cuáles considera que
sean los rasgos que distinguen ese nuevo tipo de socialismo que se
construye en el país?
Mayra Espina Prieto (MEP):
Habría que empezar diciendo que un socialismo con reformas es válido.
Esa discusión que parte de entender el socialismo como un momento de una
revolución mucho más profunda y que lo considera, por tanto, más
revolución permanente que reforma, ha sido superada por la propia vida.
Además, me parece una mala comprensión, porque aunque el socialismo en
la concepción tradicional es una etapa para llegar a otro momento, nadie
puede predecir su duración, depende de muchos factores y contextos.
La
práctica actual parece indicar que es un momento largo, prolongado, que
no se ajusta a esa visión soviética de paso número uno y dos; que es un
proceso también contradictorio, con avances y retrocesos, que incluso
hay retrocesos imprescindibles para avanzar después, o para sobrevivir
en determinadas circunstancias y preservar esencias. Aunque ya sabemos
que la perspectiva de quienes comparten esta manera de ver el futuro y
el progreso es que va a ser superado, desde el punto de vista temporal
podemos pensarlo como un momento prolongado, como una sociedad de
llegada en sí misma.
De este modo, creer que es perfectible e
introducir reformas que tengan que ver con el avance de esa propia
sociedad, de lo que no se logró, de los errores cometidos, o del
contexto más o menos difícil o positivo para esa experiencia, es lo más
normal del mundo. Es un socialismo que se reforma en la misma
dialéctica, si recordamos toda esa visión de los cambios cuantitativos y
cualitativos.
Ahora bien, pensar que siempre el cambio es
revolucionario es excesivo. Si lo miramos desde la teoría de la
complejidad y desde la dialéctica, los cambios cuantitativos o
cualitativos no necesariamente son revolucionarios, pero son un elemento
de progreso, quizás no en una línea general de concepción del
desarrollo, pero sí para una circunstancia específica. Un cambio puede
ser contradictorio con relación a un modelo, a un programa, a una
visión, a un concepto, y sin embargo ajustarse a un momento y ser
necesario. Esto puede parecer muy largo y complicado, pero lo que quiero
decir es que dentro de una teoría del socialismo se ubican
perfectamente cambios reformistas, que no necesariamente son
revolucionarios, pero están en una línea de progreso de acuerdo con las
circunstancias concretas. Una teoría general del socialismo que imagina
que toda sociedad tiene que describir la misma trayectoria, también ha
sido superada por la vida.
Creo que la reforma actual es
consciente de la situación crítica del país especialmente en términos
económicos, y de que sin sostenibilidad económica el proyecto
político-social difícilmente pueda no solo sobrevivir, sino lo más
importante, trazarse metas mayores. Tampoco está en el vacío. Podemos
estar más o menos satisfechos con el final, pero creo que la Conceptualización, los Lineamientos y el Programa
han recogido un montón de demandas que surgieron de la producción
científico-social o de la opinión pública, y han tratado de hilvanarlas.
Claro, no es una reproducción de todo lo que se ha propuesto, entiendo
yo, mirándolo desde fuera, sino que tienen la visión y el enfoque del
Partido, los grupos y los actores a los que se les encomendó la tarea de
producirlos, que interpretaron esas demandas y pusieron su propio
sello. El Partido tiene su propia teoría del cambio y ahí la plasma.
Fernando Luis Rojas (FLR): ¿Dónde estarían las continuidades y rupturas con etapas anteriores?
MEP:
Creo que uno de los principales cambios de la actual reforma en
relación con otros momentos y modelos es el tránsito desde ese
socialismo estadocéntrico hacia una visión multiactoral. Eso había sido
dicho por todas las vías posibles, creo que desde los años 80. Se trata
de una propuesta que parte de aceptar que el socialismo es una
construcción de actores múltiples y que no solo descansa sobre la
propiedad estatal, sino sobre otro conjunto de actores económicos y
sociales que tienen roles que deben estar coordinados por una
intencionalidad social de la economía.
Un segundo cambio,
relacionado con el anterior, es el de una organización descentralizada
de la sociedad. Es decir, nuestro socialismo ha apelado siempre a una
gestión económica, social y política centralizada, vertical, sectorial.
No recuerdo que se haya usado oficialmente esta terminología, pero creo
que es un poco inspirada en eso de “las poleas de trasmisión”, la idea
de que hay un centro que está arriba, que tiene mayores
responsabilidades y una visión integrada de la sociedad, que sabe más
que los demás, y se relaciona así, de abajo a arriba, de arriba a abajo.
En
la reforma actual se percibe una intención descentralizadora, de
redistribución del poder económico, de gestión organizacional hacia
empresas y hacia los actores territoriales, y dentro de eso un fuerte
peso del desarrollo local, de la municipalidad. Todo eso está en el
espíritu de los documentos, que son la plataforma de cambio.
Un
tercer punto está relacionado con el sistema tributario, es decir,
organizar la base económica de la política social y del manejo
gubernamental sobre la base de impuestos, de una fiscalidad más
transparente, diferente. Eso me parece muy bien, la contribución
directa. Entiendo que la intención perspectiva es que todos los que
reciben ingresos por vías diferentes hagan una contribución al fisco.
Cuando eso esté bien estructurado y tenga la otra parte, la
transparencia sobre el uso de los recursos, será un elemento muy
importante para la renovación del socialismo, porque esa idea de una
propiedad estatal que nos representa a todos, que vela por todos, diluye
al sujeto individual y colectivo diverso y también lo enajena de sus
derechos y de sus deberes.
CGS: Y en términos de política social, ¿qué distingue a esta reforma de otras realizadas en etapas anteriores?
MEP:
La política social también ha sido objeto de cambios, aunque no están
demasiado explicitados. El primero es en el tema de la eficiencia y
concentración de recursos en aquellos más necesitados. Es decir, no hay
una intención de desmantelamiento de la universalidad —lo cual me parece
excelente— y se quiere concentrar recursos en aquellas necesidades
prioritarias de la población y en grupos vulnerables diversos, creo que
la discapacidad y la tercera edad son los mejor visibilizados, con
reconocimiento de la necesidad de su atención prioritaria.
Otra
modificación importante, hay un cambio hacia una política social de
acciones públicas que no esté por encima de los recursos reales con que
cuenta el Estado, cuya base fundamental va a ser la política tributaria.
De manera que la social se va a sostener cada vez más y,
perspectivamente, a partir de los ingresos que el Estado tiene por la
vía de los impuestos de los diferentes actores. Ese era un tema que no
estaba muy claro en momentos anteriores.
También hay cambios
importantes en la política de empleo e ingresos, que en el modelo
tradicional corrió a cuenta del Estado. En los años 80 algunas cifras
indicaban que entre 96% y 97% de la fuerza de trabajo estaba vinculada
al sector estatal, entonces eran muy pocos los campesinos y un minúsculo
sector no estatal urbano. Ahora hay un cambio radical en esto, que ha
sido explicitado por diferentes autoridades.
En los inicios de
este proceso de ampliación del pequeño sector privado escuché que se
esperaba que absorbiera alrededor de 40% de la ocupación, no sé si la
cifra es exacta, pero lo que quiero decir es que hay una declaración
formal de las autoridades del papel del sector no estatal como generador
de empleo e ingresos adecuados. Para mí ese es un cambio grande en la
política social, que modifica mucho los regímenes laborales y donde
queda pendiente recobrar un análisis crítico de todo lo que está
pasando, en qué medida genera un trabajo de calidad, cómo se garantizan
los derechos para esos trabajadores, etc.
Otro elemento que me
parece trascendental es que, aunque tampoco está muy bien perfilado, se
infiere de los documentos de la plataforma de cambio que tomarán mayor
protagonismo los gobiernos locales, provinciales y municipales, tendrán
mayores posibilidades de adaptación y de iniciativa propia. Por la Ley
Tributaria todas las empresas enclavadas en un territorio tienen que
contribuir con 1% de sus ganancias al gobierno municipal, y también está
en proceso de afinamiento el mecanismo para que el gobierno use con
fines de desarrollo local esa contribución. Ya ese es un recurso
financiero que permite más libertad y autonomía para tomar decisiones.
Por
supuesto, habrá gobiernos municipales en los que ese 1% represente
mucho en términos cuantitativos porque tienen mayor cantidad de empresas
o algunas importantes enclavadas, mientras que en otros será menos. El
hecho concreto es que representa un avance en términos de financiamiento
al desarrollo local. Para mí es el potencial de renovación más
importante en materia de política social, de manejo de la desigualdad,
de promoción de equidad. Ello requerirá que los gobiernos municipales
adquieran capacidades y competencias, porque el marco jurídico está por
debajo de lo necesario, habrá que aprender a usar recursos con
finalidades de política económica y social, y tendría que haber una
preparación ciudadana más efectiva para mejorar su estructuración de
demandas. Entonces yo veo ahí una fortaleza, aunque por el momento esté
solo esbozada.
Como ves, yo me siento afín a estas tendencias de
cambio, me parece que han identificado bien diferentes retos económicos y
sociales de la sociedad cubana actual. Para mí fue una sorpresa muy
agradable encontrar que en los documentos que se produjeron, debatieron y
aprobaron en el VII Congreso del PCC, la noción de participación tomó
un protagonismo mayor que en el Congreso anterior. En uno de ellos,
aparece como eje central el tema del gobierno eficaz, y varias veces se
refiere al componente de la participación como un elemento del mismo.
También hay un eje de desarrollo humano y sostenible donde se contempla
la participación, la descentralización, la multiactoralidad. Estos
serían los aspectos más renovadores para un modelo de socialismo en
Cuba, junto con esa política social más local, más centrada en
vulnerabilidades.
FLR: ¿Cuáles son los puntos débiles de este proceso?
MEP: A mi modo de ver, la premura o la fuerza del reto económico termina solapando lo demás. En los Lineamientos está muy claro, la Conceptualización y el Programa lo
matizan un poco, pero de todas maneras lo que percibo es que todo se
subordina al reflote económico del proyecto, y por lo tanto parecería
que hay un conjunto de tareas sociales y políticas que dependen de esto.
Entiendo y comparto esa fuerza decisiva que impone el reto económico,
pero no la idea de los después. El llamado "efecto derrame" es un
concepto que el neoliberalismo usó mucho y parte de la noción de que
“cuando tengamos más, repartiremos más”. Pero para una distribución
equitativa, para emprender tareas de política social de mayor fortaleza,
no hay que esperar a tener más, cuando tienes más lo haces mejor.
La
intencionalidad social de la economía es un rasgo irrenunciable del
socialismo. Claro que para esto hay que tener economía, y casi no
tenemos, pero en cualquier caso la intencionalidad social tiene que
regir el proceso. Entonces este es un déficit en el diseño de la
plataforma de transformación del país, la subordinación a la tarea
económica le resta potencial a esta renovación en términos sociales y
políticos.
En mi campo, el de las políticas sociales y la
desigualdad, esto se aprecia muy bien en términos prácticos, se está
implementando un conjunto de acciones: el cuentapropismo, la ampliación
de las Pymes, la entrega de tierras en usufructo, los créditos, los
subsidios, etc. Ahora bien, cuando uno hace una lectura de estas como
generadoras de nuevas oportunidades de trabajo e ingresos y la cruza con
quiénes son los que pueden acceder, lamentablemente no hay
estadísticas, al menos públicas, que trasciendan datos generales. Las
investigaciones sociales apuntan que el patrón de desventaja que ha
atravesado todo el proceso y que se hizo muy fuerte en la crisis de los
90, se sigue reproduciendo. Mujeres, negros y mestizos, los adultos
mayores, y algunos territorios específicos, tienen menos oportunidades
para aprovechar esos nuevos nichos de ingresos. Hay cifras que señalan
que las mujeres están subrepresentadas en el trabajo por cuenta propia y
que la mayoría de ellas no es propietaria sino asalariada, lo mismo
pasa con los jóvenes, los negros y mestizos. Los estudios de caso
alertan sobre la posibilidad de una sobrerrepresentación de hombres
blancos, adultos no jóvenes que están copando las mejores oportunidades
en las Pymes o en otros sectores como el turismo. Estas cuestiones
fueron señaladas por diversos centros de investigación del país desde
los años 90; recuerdo varias del Centro de Investigaciones Psicológicas y
Sociológicas (CIPS) y del Instituto de Antropología. Estudios
recientes, como los del Centro de Estudios de la Economía Cubana (CEEC),
dan cuenta de estas desigualdades, los de Dayma Echevarría sobre
mujeres en el trabajo por cuenta propia son un ejemplo. Todas esas
investigaciones indican que se continúa reproduciendo que los grupos en
desventaja tienen menos oportunidades para aprovechar estos nuevos
nichos.
Desde un análisis de políticas sociales y de acciones de
promoción de equidad, lo que está faltando es el acompañamiento de
acciones de redistribución de activos, porque para aprovechar estas
oportunidades hay que tener activos: casa, carro, dinero, vivienda en
lugares céntricos… hay que tener condiciones favorables de partida, o
dinero o el bien como tal, y esos son activos que en la sociedad cubana
están asimétricamente distribuidos, por grupos sociales, por
territorios. Entonces una reforma que lance estas oportunidades tiene
que prever que hay grupos que no van a poder aprovecharlas y tiene que
acompañarlas entonces de instrumentos, microcréditos para grupos en
desventaja, capacitación para mujeres y negros, hay que hacer una
especie de discriminación positiva.
Desde los niveles centrales
se podrían impulsar estas propuestas de herramientas, pero donde mejor
ajustan es a nivel local, porque se trata de poder tomar decisiones para
mejorar cosas que solo se conocen con exactitud allí y, por otra parte,
también contribuiría a mejorar al actor sociedad civil, para que pueda
construir mejor sus demandas, porque por el momento nuestra sociedad se
queja mucho del pan, de los trámites de vivienda, del trasporte, pero
creo que hay un déficit de construcción de demandas para mejorar su
acceso a oportunidades. Esta es una sociedad civil que espera mucho y
usa poco la concertación para identificar, proponer y presionar. La
reforma está urgida de este otro tipo de herramientas de redistribución
de activos para que los grupos en desventaja, cuyos puntos de partida
están en un nivel inferior, puedan aprovechar las nuevas oportunidades.
Otra
cosa que me parece imprescindible, la institucionalidad cubana de
política social a mi modo de ver está un poco atrasada, requiere de una
modernización, es todavía muy sectorial y fragmentaria: educación,
salud, trabajo etc. No quiere decir que no haya que tener una estructura
institucional así, hay que tenerla porque este tipo de tema requiere
especialización, pero exige también una especie de complemento, que es
una institucionalidad transversal, un ministerio, una secretaría, una
comisión… de desarrollo social y equidad, cuya función es la de
coordinar esas instituciones sectoriales en términos de acciones y de
presupuesto, y de decisión sobre a qué cuestiones se le dedica qué y
cómo. Entonces habría una visión transversal que se concreta en lo local
también.
Es muy difícil llevar adelante este tipo de reformas
sin consecuencias negativas sobre la equidad si no se moderniza la
institucionalidad de las políticas públicas, sociales, y si no se le
ponen otros ingredientes de herramientas más direccionadas, afirmativas
hacia los grupos en desventaja. No se trata para nada de desmantelar
políticas universales, sino de complementarlas con este otro tipo de
herramientas.
CGS: El tema de las desigualdades en el
socialismo ha sido siempre objeto de polémica. En Cuba en algún momento
devino tabú. ¿Estamos en un momento distinto en términos de
reconocimiento de las desigualdades y la pobreza?
MEP: Estamos en un momento distinto, pero por debajo del necesario. Los documentos de los que hemos estado hablando (Lineamientos, Conferencia del Partido, Conceptualización…)
son una expresión de la política social en un nivel más general, de
toma de decisiones macro, y en estos visualizo algunos cambios. Los Lineamientos,
por ejemplo, apuntan que se requiere atender las vulnerabilidades, no
es muy explícito, no hace un conteo, pero ahí hay un reconocimiento de
que hay gente que está en una situación peor que otras, hay un
reconocimiento de las desigualdades.
Luego, el documento de la Conferencia del Partido
—me quedan dudas de cuál es su rol, si es solo algo interno u otra
cosa— también lo leo como programático de la reforma. Ahí hay una
declaración de que no se puede permitir discriminación en acceso a
cargos, ni por razones de sexo, de edad, género, raza etc., y se
refieren los desbalances territoriales. No se habla de clases, no se
habla de pobreza, pero al menos hay un reconocimiento de que en nuestra
sociedad puede existir la discriminación. En cualquier caso, se trata de
un momento de mayor apertura hacia el reconocimiento de desventajas, lo
cual es algo muy positivo, porque para atender desventajas y para
desplegar acciones hay que reconocerlas. Me parece, por ejemplo, que a
pesar de todos los déficits que tenemos, las acciones de inclusión a la
discapacidad y a la tercera edad marchan a un ritmo mayor, creo que es
por el reconocimiento de que ahí hay un nicho de desventaja muy fuerte.
El
VII Congreso rescata bastante la idea de la equidad, en varios lugares
se hace referencia a la necesidad de un desarrollo con equidad social.
Entonces me parece que, efectivamente, estamos en un nuevo y mejor
momento.
Ahora bien. Quedan varios puntos flojos por resolver.
Como decía anteriormente, en esos documentos, en los discursos y las
acciones concretas, no hay referencia a la pobreza. Sin embargo, el
Instituto Nacional de Investigaciones Económicas (INIE), que pertenece
al ministerio de Economía y Planificación (MEP), a inicios de los 2000
hizo pública la existencia de un veinte por ciento de pobreza urbana.
Esa es una realidad que no ha sido superada, por lo tanto, un programa
de cambio como este debería comprometerse y aceptar que existe, una
“pobreza amparada”, como le ha llamado Aurelio Alonso, una pobreza que
no es extrema, pero la hay. Ese es un reto para las políticas sociales,
porque pobreza significa desventaja colocada, desigualdad colocada al
nivel de necesidades muy básicas. Hay amparo, pero también muy poca
perspectiva de que los grupos que están en esa situación tengan opciones
para superarlo. Reconocerlo es lo que te permite accionar, y este sigue
siendo un déficit importante.
Con otros asuntos sucede lo mismo.
Por ejemplo, el tema de la desigualdad racial, existe la Comisión
Aponte que lidera la UNEAC, pero esta no es la institución para hacer
política social. Aunque me parece muy bien su liderazgo y la manera en
la que han logrado colocar un asunto que es también cultural, creo que
tendría que haber un comprometimiento público mayor con este tipo de
desigualdad (mujer, raza, edad, territorios, ingresos…) y una
institución transversal e interseccional sería la que podría atender
mejor esto. Veo ahí un nudo que es difícil desatar, creo que por una
tradición política, porque asumir esas desigualdades y la existencia de
pobreza es fuerte, es como una autocrítica, y justo ahí está el error.
El país ha vivido una crisis, es pobre, subdesarrollado, viene de una
tradición de integración, de superación de desigualdades, pero hay cosas
que han hecho reemerger o han fortalecido desventajas que nunca
pudieron ser eliminadas. Esto requiere de un enfoque complejo y si lo
reconoces, tu política es diferente.
Creo que uno de los pocos
instrumentos que es un reconocimiento tácito a esas desventajas es el
subsidio para viviendas. Esto me parece muy bien, porque justamente el
acceso a una vivienda decorosa y con estándares mínimos, dignos, es uno
de los marcadores de desigualdad más grandes que hay en el país. Y otra
cosa interesante, el subsidio es un instrumento, sus fondos surgen de
las ganancias por ventas de productos de construcción locales, es decir,
se forman en los municipios, lo otorgan los gobiernos municipales. Todo
el proceso transcurre en la comunidad, esto implica el reconocimiento
de que hay grupos que requieren atención especial, y de que solo es
posible hacerlo eficiente a escala local. Lo que hace la autoridad
central es crear el mecanismo, la herramienta, pero se gesta con dinero
local y se aplica, se decide, en la localidad. Tiene montones de fallas
en las que no podríamos detenernos ahora, pero veo ahí un atisbo del
tipo de instrumento que se puede aplicar para hacerse cargo de
desventajas sustantivas, reconociendo que el microespacio es el más
adecuado para hacerlo.
CGS: Me parece muy interesante
esta lectura de la reforma en Cuba que mira más allá de sus posibles
efectos negativos en términos de incremento de las desigualdades. ¿Dónde
más están esos nichos de potencialidades para la ampliación de la
equidad?
MEP: Creo que tiene mucho potencial; en
primer lugar, ese del que acabamos de hablar, el reconocimiento del
espacio local y de las políticas sociales a escala micro, legitimando
también el protagonismo del actor gobierno y del actor sociedad civil
para identificar las desventajas más agudas, las prioridades. Si uno
cruza esto con una desconcentración de poder económico por la vía de las
Pymes, de las cooperativas, de las tierras en usufructo, te das cuenta
que todavía es mayor el potencial, porque lo que quiere decir la reforma
es que la capacidad de un Estado empleador, productor, distribuidor,
llegó hasta un tope. Nunca debió haber sido así. Algunos piensan que
esto sucedió porque la crisis cercenó la capacidad del Estado para
hacerse cargo de todas esas cosas, pero para mí esa es una comprensión
errónea de los roles del Estado socialista. Independientemente de los
criterios de base, la idea es que ese modelo se agotó, entonces, ¿dónde
está la solución?, pues en la generación de otros actores. Creo que
podrían haber más, comunitarios, organizaciones sociales, que pueden ser
también sujetos de propiedad y de iniciativas. Con las condiciones
—internas y externas— en las que se desenvuelve nuestro país, apostaría a
las soluciones que vienen por diversificar instrumentos de acción, de
generación de ingreso, de generación de presupuesto, de cambios a escala
micro. No quiere decir que esto último vaya a resolverlo todo, pero ahí
hay un potencial, hay que desatarlo y hacerlo correr con todo eso otro
que corresponde al espacio más macro: la inversión extranjera, la
empresa mixta, las iniciativas estatales productivas y de otro tipo. Es
decir, hay que apelar a una disimilitud de herramientas, y creo que la
reforma es consciente de ese potencial, quizá no todo lo que
quisiéramos.
En fin, si se unen la diversificación de los actores
económicos, de los actores que generan empleo e ingreso, del papel de
los gobiernos y las sociedades locales, hay un potencial grande de
promoción de equidad. Claro, eso hay que acompañarlo de herramientas
para modificar los puntos de partida de los grupos en desventaja, porque
de lo contrario vuelve a ser hegemonizado por los que están en mejor
situación, y terminas creando nuevas oportunidades que solo favorecen a
los que ya estaban en un nivel mayor.
FLR: Un concepto
que también ha sido muy problematizado desde las ciencias sociales
cubanas es el de sociedad civil. ¿Qué rasgos y espacios usted cree que
son propios de la sociedad civil en el socialismo?
MEP:
Esa vieja polémica de que el socialismo no tiene sociedad civil siempre
me ha parecido caricaturesca. De hecho, creo que la Revolución cubana
generó una sociedad civil muy inclusiva, si uno mira la cantidad de
organizaciones sociales que surgieron, de gente que nunca tuvo
representación, te das cuenta de que entre sus primeros impactos estuvo
justamente ese efecto político-inclusivo, de potenciación de una
sociedad civil muy amplia, reconociendo la heterogeneidad de actores.
Para
hablar de este tema con profundidad habría que ser experta y no es el
área en la que me muevo. Mi acercamiento tiene más que ver con el
potencial de la sociedad civil para construir demandas e involucrarse en
políticas sociales de equidad. No lo trabajo desde la política, no
tengo instrumentos de la sociología política para analizarlo con
profundidad, pero mi impresión es que esa sociedad civil inclusiva y muy
abarcadora que creó el socialismo, reprodujo también el modo de
organización de la gestión de Estado, la verticalidad, la centralidad de
sus estructuras. Eso supuso también un estilo de sociedad civil de
agregación de demandas, el de abajo le informa al otro nivel, este al
otro, y lo que va llegando a eso que se llama “arriba” es ya un filtraje
donde los individuos y el grupo pequeño quedan desdibujados totalmente.
Entonces, se crea una sociedad civil poco dinámica, que se mueve mucho
por demandas de las direcciones centrales y poco por iniciativas de
base. Creo que en algún momento eso pudo haber funcionado bien, quizás
hasta los ochenta, por el tipo de tareas que se emprendió, pero ya
cuando los actores se diversifican mucho, cuando se vive una crisis, hay
un conjunto de factores que hacen que ese tipo de organización de la
sociedad civil tenga que ser superado, porque la hace casi inoperante.
Entonces,
se requiere un diseño más horizontal, más dinámico, más de
participación directa y menos de agregación, no se trata de desechar
estas formas, sino de acompañarlas de otras que le pongan claro al
individuo, a los grupos, a las organizaciones, cuál es su vínculo con la
decisión final en cualquier esfera. La distancia entre las personas y
los niveles en los que se decide a veces es tan larga que terminan
alejándose del proceso y descomprometiéndose.
Un rediseño de la
sociedad civil es también el reconocimiento de nuevos intereses,
organizaciones, la gente quiere formar grupos a partir de otras
motivaciones, con otras maneras de relacionarse. Habría que potenciar
entonces un activismo mayor a escala local. Quedan muchas cosas por
hacer para dar una expresión más concreta al compromiso individual con
un proyecto social que no está ya muy visible.
FLR: Y en función de esto, ¿qué renovaciones usted cree que necesitaría el sistema político cubano?
MEP:
Para hablar de este tema también hay que ser experto. Mis propuestas
quedan en este nivel tan general: horizontalidad, mayor diversidad de
organizaciones, otras maneras de colocar las demandas de la gente para
balancear un poco ese sistema agregado de abajo para arriba, una
representación más directa, etc.
Creo que debería modificarse la
manera en que son elegidos los diputados, mi percepción aquí es de
ciudadana, cuando he tenido que votar por alguien en mi municipio me
pregunto, ¿pero de verdad corresponde votarlo por aquí? Esa persona no
debería ir a representar un municipio sino una idea. Ese es un tema que
requiere revisión, la democracia representativa, pero no puedo hacer
ninguna propuesta seria porque no tengo herramientas sobre cómo se
estructura de modo participativo un sistema de toma de decisiones de
gobierno.
También creo que debería complementarse ese tipo de
sistema con otras herramientas de participación directa, como pueden ser
consultas públicas, presupuestos participativos, etc. Hay un conjunto
de nociones que pueden ser mejor usadas a nivel local y no
necesariamente tiene que implementarlo todo el mundo a la vez, sino que
un determinado gobierno municipal puede decidir qué cosas somete a
consulta, qué tipo de presupuesto otorga a una experiencia
participativa, qué convocatorias hacer a su ciudadanía de manera
directa, qué quedaría para un sistema de delegados y representantes, y
qué otras cosas pueden hacerse de manera directa, etc.
Por otro
lado, esa renovación del sistema político requiere información clara
para una participación efectiva. Habría que trabajar en función de un
gobierno electrónico, de mayor acceso a la información. Aquí reacciono
como una ciudadana que piensa en su contexto, en dónde y cómo quisiera
participar.
CGS: ¿De qué manera cree que las ciencias
sociales han acompañado todo este proceso de cambio? ¿Cuáles serían los
principales desafíos?
MEP: Las ciencias sociales en
nuestro país siempre han tenido una vocación de participación en el
cambio. En todo el proceso de organización de la ciencia de los años
ochenta, era un requisito para la presentación de proyectos que
concluyeran con propuestas concretas, incluso debían tener, no sé si
sigue así, un usuario. Digamos que formalmente eso ha estado siempre en
las concepciones sobre su papel en la sociedad.
Pero este tema es
más complejo, no es cualquier investigación ni toda la investigación.
Hay un tipo cuya intencionalidad final es mejorar políticas y tiene una
metodología particular. No se trata de entregar al final un mandamiento
al decisor, sino que es un estilo donde el operador de políticas tiene
un mayor grado de involucramiento, donde los dos actores dialogan y se
conocen más para que cada uno pueda colocar en el otro sus prioridades,
su manera de construir saberes.
Entonces creo que las ciencias
sociales cubanas tienen esa vocación, hacen un esfuerzo grande porque
sus resultados lleguen a la política, pero están lastradas por
metodologías, por tradiciones que limitan mucho el poder colocarse en el
tempo y en la lógica del decisor, por supuesto, de esa parte también se
ponen obstáculos; existen muchos prejuicios mutuos.
Todo el proceso de los Lineamientos
y de la reforma ha modificado un poco ese contexto, porque los
encargados políticos han convocado a muchos investigadores para que
participen de los grupos. Entiendo que muchas de las llamadas “tareas”
para la solución de temas concretos, que se organizan alrededor de la
Comisión de Implementación, son ejecutadas por investigadores e
instituciones de las ciencias sociales. Ahí está un poco esbozado ese
modelo de la producción de conocimiento para la toma de decisiones.
Mi
percepción, desde fuera, es que efectivamente hay un momento renovador,
pero todavía no ha sido leído y sistematizado en función del cómo se
podrían mejorar esos vehículos.
El reto justamente está en que la
reforma no abandone el conocimiento científico como un factor de
desarrollo y encuentre una manera de diálogo. No quiere decir que toda
la investigación deba tener un propósito práctico inmediato, eso sería
erróneo, porque esta es fundamental en todas las áreas y es
imprescindible para que no se atrase la ciencia. Se trata de identificar
un tipo de conocimiento, un área, para tributar directamente a las
políticas, a las decisiones en diferentes escalas, y construir ese
conocimiento de otra manera, establecer otro tipo vínculo con la toma de
decisiones, mucho más cercano, de producción conjunta, de
retroalimentación.
Otra cuestión que me parece decisiva: no se
trata solo del diálogo investigación-decisores, ahí también tiene que
estar la sociedad. Esto es más complicado porque la noción tradicional
de conocimiento científico supone que el portador es el investigador, el
que tiene la metodología, esa es una parte de la verdad, pero el
conocimiento cotidiano, la manera en que la sociedad civil percibe sus
propias condiciones es un nutriente fundamental en esa relación, para
que el conocimiento se vuelva política. Ese es el desafío, el
involucramiento de la sociedad civil y sus diferentes grupos y una
manera distinta de dialogar entre políticos, investigadores y sociedad
civil, y que eso quede construido como una herramienta de la sociedad en
su conjunto, como una forma de gestión.
El socialismo en su
utopía siempre apeló a esa idea de la ciencia como un resorte del
desarrollo, yo creo que eso hay que hacerlo real, y estamos en un
momento que podría traducirse en eso, en otra manera de gestionar la
ciencia.
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