Nueva Tribuna
El pensamiento
neoliberal hoy es el dominante a ambos lados del Atlántico Norte. Tanto
las ramas ejecutivas como las legislativas del Estado federal de EEUU,
así como la rama ejecutiva (el Consejo Europeo), administrativa (la
Comisión Europea) y legislativa (el Parlamento Europeo) del
establishment europeo y también del Estado federal alemán (que domina en
general el gobierno de la Eurozona) están controladas por partidos
políticos, llámense conservadores, liberales, o incluso socialdemócratas
(en realidad, socioliberales), que están todos ellos imbuidos de la
ideología liberal. Y un elemento clave de tal ideología es que para
salir de la crisis en la que todavía estamos (tanto en EEUU como en
Europa) los países tienen que ser más competitivos, siguiendo la huella del modelo alemán, basado
en las exportaciones, siendo estas el eje del estímulo de la economía
alemana. Esta visión ha alcanzado los niveles de dogma, y como tal se
reproduce a base de fe en lugar de evidencia científica.
Esta fe
ha llevado a que se hayan firmado gran número de contratos bilaterales
entre la UE y otros países, así como entre EEUU y otros tantos países.
En este mensaje, el estímulo del comercio es la solución a la crisis
económica que tenemos. Y ahora el reto mayor –según el pensamiento
neoliberal- es aprobar la joya de la corona, la Asociación
Transatlántica de Comercio e Inversión (el TTIP en sus siglas en
inglés). Tal tratado se promueve como elemento clave de la recuperación
económica, pues facilitaría la recuperación de las tasas de crecimiento
económico que Europa solía tener, con la consiguiente creación de
empleo. Según la Comisión de Comercio del Parlamento Europeo, “el
TTIP podría impulsar la contribución de la industria al PIB europeo,
pasando de un 15% a un 20% del PIB en el año 2020, al facilitar la
entrada en el mercado estadounidense de pequeñas y medianas empresas,
pudiendo tener acceso a un mercado potencial (entre la UE y EEUU) de 850
millones de consumidores”. Es así como se presenta tal tratado por
parte del pensamiento hegemónico neoliberal que domina los
establishments político-mediáticos a ambos lados del Atlántico Norte.
El
elemento central del TTIP (como lo ha sido en tratados anteriores, como
NAFTA –entre Canadá, EEUU y México-) es no solo la reducción de
aranceles (ya de por sí muy bajos) entre los dos continentes, sino
también la homogeneización a ambos lados del Atlántico Norte de las
regulaciones en las áreas de actividad económica, que incluyen
agricultura, seguridad alimentaria, productos manufacturados y técnicos,
servicios (incluyendo servicios financieros), protección de la
propiedad intelectual e intervenciones públicas (entre otras), que
afectan a la actividad económica privada de cada país.
El secreto como característica del proceso de elaboración de tal tratado
Una
característica de la preparación de este tratado es el secretismo que
envuelve el proceso, secretismo que, paradójicamente, es defendido por
el equipo que prepara tal tratado por la necesidad de proteger a ese
equipo de la influencia de los lobbies de las empresas afectadas por
dicho tratado. Utilizo la expresión “paradójicamente” porque la
evidencia muestra claramente que es precisamente al revés. El secreto
favorece a los lobbies, que sí que saben lo que se está tramando,
habiendo redactado gran parte de los tratados. Los que no saben su
contenido son los ciudadanos y sus representantes de cada uno de los
países.
Ello ha quedado claro a partir del último 1º de mayo,
cuando Greenpeace de Holanda publicó 248 páginas de los documentos
secretos que muestran que la realidad sobre tal tratado es incluso peor
que lo que los grupos escépticos habían señalado. Greenpeace Netherlands
hizo un gran servicio a las poblaciones a los dos lados del Atlántico
Norte al recibir y publicar tales papeles, que contienen los elementos
más importantes de los borradores de tal tratado. Lo que esas páginas
muestran es el ataque frontal a las medidas de protección del ciudadano
que los gobiernos y los movimientos sociales (desde las asociaciones
ecologistas a los sindicatos) habían ido consiguiendo a lo largo de
estos años en los países de la UE. En breves palabras, lo que estos
papeles muestran es que:
- Las reglas aprobadas para proteger el medioambiente han desaparecido en tal tratado. Reglas tan sencillas (y a la vez tan importantes) como el derecho de los países a proteger la vida humana, la vida animal y la vida vegetal, han desaparecido. El bien conocido Principio de Precaución vigente en la legislación europea permite a los Estados prohibir o limitar la distribución de productos o la introducción de sustancias que pudieran causar daño a la salud humana o a la vida animal y vegetal, incluso en el caso de que la comunidad científica no haya dictaminado de una manera definitiva su efecto nocivo. Este principio es distinto (en realidad, opuesto) al vigente en EEUU, donde el Estado no puede intervenir hasta que no se haya probado definitivamente la nocividad de la sustancia o de los productos. El TTIP adopta el principio vigente en EEUU, desprotegiendo al ciudadano consumidor, trabajador o residente en un territorio. Dejaría de ser práctica común en la UE, entre otras cosas, que se escribiera el etiquetado en los productos alimenticios, por ejemplo, notificando al consumidor que se trata de productos transgénicos. Y así, un largo etcétera.
- Las reglas aprobadas para proteger a la población frente al cambio climático (como la necesidad de mantener un incremento de la temperatura por debajo de 1,5 grados, tal como se aprobó en la Conferencia de París sobre el clima) no aparecen por ninguna parte en el TTIP. Y sí, en cambio, aparecen normas para eliminar las reglas que obstaculizan y/o frenan la importación de fuentes de energía altamente productoras de CO2.
El debilitamiento del poder público en su potestad de proteger al ciudadano
- El tratado debilita el papel de los Estados para regular nuevas sustancias que puedan tener consecuencias desconocidas pero preocupantes, como, por ejemplo, la introducción de productos químicos que puedan afectar la producción hormonal en seres vivos.
- Da gran protagonismo al mundo empresarial privado para que participe en la elaboración de cualquier nueva norma o regla que se establezca, señalando (en los papeles que no estaban destinados a conocerse) el rol que muchas empresas ya han tenido en la elaboración de tales normas. La persona que dirige el área de comercio de la Comisión Europea ha respondido, cínica y antidemocráticamente, a las protestas de asociaciones cívicas diciendo que “la Comisión no recibe su mandato de la población europea” (ver el artículo de Thomas Fazi “TTIP: We Were Right All Along”, Social Europe Journal, 06.05.16).
- Abre la puerta a un proceso constantemente litigioso, en el que cualquier empresa que considere que las regulaciones existentes en un país afectan negativamente sus intereses, puede llevar al Estado en el que existen tales regulaciones a los tribunales, controlados por agentes próximos al mundo empresarial, que paga a tales agentes. Frente a la enorme crítica sobre la composición y financiación de estos tribunales, estas han variado algo, pero no lo suficiente, porque el tribunal estará todavía sesgado a favor de que las empresas inicien el litigio, pues a mayores litigios, mayores los ingresos de tales tribunales. De ahí que el nuevo cambio en la composición de dichos tribunales, que estarán formados por jueces en lugar de árbitros legales, no resuelva el problema del sesgo de tales tribunales a favor de las empresas, estimulando que favorezcan la actitud litigiosa, en la cual el Estado puede perder muchos millones de euros.
La necesaria defensa de la democracia
En
resumidas cuentas, este tratado es un intento descarado de las grandes
transnacionales de controlar las economías y las sociedades. Ello
explica la enorme oposición que está generando tal tratado. El
porcentaje que se opone a él ha pasado de ser en Alemania del 25% en
2014 al 45% en 2015. Un tanto igual en otros países. En Francia, el 54%
de la población vive en localidades que se han declarado “TTIP free”, es
decir, que no quieren que el TTIP se aplique en su territorio. Y el
gobierno francés ha señalado su oposición a tal tratado. Lo que es
lamentable es que en el Parlamento Europeo, donde los conservadores y
liberales tienen mayoría, la oposición al TTIP sea muy débil. Y lo que
es todavía peor es que los socialdemócratas, como síntoma de su
neoliberalización, apoyan también tal tratado.
En EEUU la
oposición de las clases populares explica el gran éxito del candidato
republicano Trump y del demócrata Sanders, y el cambio de actitud de la
candidata demócrata Clinton que, de apoyarlo, ha pasado a oponerse al
TTIP. En España, el PP, el PSOE, C’s y Convergència lo apoyan, mostrando
una vez más que las fuerzas políticas que hacen gala de su nacionalismo
y amor a la soberanía nacional son las primeras en apoyar tratados que
eliminarían tal soberanía. Es necesario que se recuperen las soberanías
populares que frenen una globalización que beneficia única y
exclusivamente a las empresas transnacionales cuyos beneficios están
basados en la pérdida de derechos laborales y sociales que la población
había adquirido.
Vicenç Navarro es Catedrático de Ciencias
Políticas y Políticas Públicas. Universidad Pompeu Fabra, y ex
Catedrático de Economía. Universidad de Barcelona
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