El Salvador
Toda
guerra resulta ser la continuación de la política por otros medios y,
en consecuencia, la política puede entenderse como la continuación de
la guerra por otros caminos. Se establece, de esta manera, una relación
entrañable entre guerra y política, por eso, cuando se afirma que una
guerra termina, se está afirmando que continúa; pero de otra forma.
En la arqueología antropológica se sabe que la guerra aparece en la
humanidad muy relacionada con la cacería, porque esta era una actividad
que requería el accionar de un grupo, de una concertación, de la
organización de la fuerza, del nacimiento de un jefe y un líder, y
también, del aparecimiento del pensamiento abstracto. Todo esto está
vinculado a la cacería, pero esta actividad se convierte en guerra
cuando la presa es otro cazador y no un animal.
Sociológicamente la guerra es el punto más alto de un conflicto no
resuelto, un conflicto es una relación de intereses contrapuestos, y un
interés es una necesidad organizada. Al respecto señalamos que el
conflicto forma parte de la realidad, es un presupuesto necesario para
el desarrollo del pensamiento, de la acción y de los procesos
históricos. Siempre acompañarán al ser humano y a las sociedades.
Precisamente, cuando éstas pierden capacidad de solucionar los
conflictos, aparece la guerra como un motor que acelera los
acontecimientos y los procesos, poniendo a las sociedades en momentos
históricos diferentes.
En el caso de nuestro país, la guerra de
20 años fue el instrumento para terminar con la dictadura militar de
derecha montada a partir de 1932. Esta convirtió a la Fuerza Armada en
la clase gobernante de una oligarquía dominante. Los militares se
hicieron dueños de los aparatos del gobierno, se hicieron gobernantes
al servicio del sector oligárquico dominante. El logro político
determinante de la guerra civil de 20 años fue el fin de la Fuerza
Armada como clase gobernante. Esto no podía lograrse por vías
diferentes a la guerra.
Al finalizar esta guerra civil, se abre
un momento histórico diferente a aquel en que la guerra se organizó 20
años antes. La guerra continúa con el nombre de paz, sin que hubiera
ningún tipo de acuerdo sobre las causas y orígenes de esa guerra y,
mucho menos, sobre el conflicto que la originó. En ningún momento fue
posible ninguna verdad, ninguna justicia, ningún perdón, ninguna
reconciliación, y todo fue sepultado bajo el nombre de amnistía.
Se trató de un curioso y oscuro momento en donde las heridas que
condujeron a la guerra quedaron abiertas y sangrantes y la justicia
esperada quedó cubierta de un bálsamo llamado paz, que llegó a
significar, simplemente, el fin de la guerra. El corazón del pueblo
quedó anhelando mucha justicia; pero fue subyugado por la esperanza de
que las transformaciones esperadas empezaran a realizarse desde arriba
y ya no desde abajo, como se había intentado.
Este momento, que
expresaba ausencia de guerra y ausencia de paz, fue usado para
construir una nueva economía de capitalismo salvaje y privatizador, un
nuevo Estado sometido totalmente al mercado, un mercado dueño del poder
total, organizador de una nueva sociedad, una nueva educación, y
finalmente, un nuevo ser humano. Este se corresponde con la nueva
sociedad a la que nos hemos referido.
Para este proyecto, los
partidos políticos pasan a ser las piezas fundamentales, pero sobre
todo, ARENA y el FMLN, encargados de asegurar el control del mercado y
de impedir toda posibilidad de movilización, organización y protesta
popular. A todo este trabajo se le dio el nombre de democracia y junto
con la otra palabra mágica de paz, funcionaron como el opio necesario
para desmovilizar y adormecer política, ideológica y psicológicamente,
a millones de personas en nuestro país.
Este proyecto exigió la
construcción de un nuevo ser humano, muy diferente a aquel que pensó,
organizó y llevó adelante la más brillante guerra de nuestra historia.
Se trataba de impedir que el ser humano actuara de manera subversiva y
fuera capaz de transformar su realidad. Para lograr esto, se despojó a
las personas de dos elementos fundamentales: de su pertenencia y de su
seguridad, y se les sometió al control de 3 fuerzas colosales: el
capital, el mercado y la competencia. Hay que entender que todo este
proceso contó con la servidumbre del aparato del Estado y el compromiso
de todos los gobiernos establecidos después del fin de la guerra.
La sociedad que se construyó recibe el nombre de sociedad de mercado
total y el ser humano que se cinceló para esta sociedad representa a
una persona sometida a la mayor angustia, miedo e incertidumbre, que
resulta incapaz, hasta ahora, de advertir con claridad las cadenas que
los someten.
Veremos a continuación el proceso desarrollado para construir este ser humano.
Dagoberto Gutiérrez. Vicerrector de la Universidad Luterana Salvadoreña
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