Erradicar
el hambre y la malnutrición en el siglo XXI ya no se limita a mejorar
la disponibilidad de alimentos, sino también su calidad.
A pesar de
los logros del sistema de alimentación mundial, unas 805 millones de
personas pasan hambre de forma crónica y unas 2.000 millones más
carecen de uno o más micro-nutrientes, al tiempo que hay 2.800 millones
de obsesos, según cifras da la Organización de las Naciones Unidas para
la Alimentación y la Agricultura (FAO), dadas a conocer en octubre.
El
debate sobre cómo superar ese desafío se polarizó al enfrentar a la
agricultura y el comercio global contra los sistemas locales y el
conocimiento ecológico tradicional, estilos de vida atados a la tierra,
así como una relación holística de dependencia mutua entre las
comunidades y la tierra.
Ese, entre otros temas, concentró la
atención de la segunda Reunión Global del Foro de los Pueblos
Indígenas, realizada en la sede romana del Fondo Internacional para el Desarrollo Agrícola (FIDA), el 12 y 13 de este mes en la capital italiana.
En
el encuentro se debatieron soluciones que combinan la necesidad de
garantizar la seguridad alimentaria y una dieta equilibrada para todos
con el conocimiento de los sistemas alimentarios y el sustento de las
comunidades originarias como un aporte al desarrollo sostenible.
Según
el presidente del FIDA, Kanayo F. Nwanze, “los territorios indígenas
están entre los lugares más diversos desde el punto de vista biológico
y ecológico de la Tierra. Recién ahora, en el siglo XXI, el resto del
mundo comienza a valorar la biodiversidad, que ha sido un valor central
de las sociedades originarias”.
Al ocupar casi 20 por ciento de
la superficie terrestre del planeta, los pueblos indígenas ofician de
custodios de la diversidad biológica.
Los participantes
discutieron sobre las posibilidades de los sistemas de autosustento y
las prácticas de las comunidades indígenas para contribuir e inspirar
nuevos enfoques de transformación del desarrollo sostenible y
sintetizar la cultura y la identidad, siempre sobre la base de los
derechos individuales y colectivos.
También analizaron la
cantidad de comunidades indígenas y ecosistemas en riesgo por la falta
de reconocimiento de sus derechos y de tratamiento justo por parte de
gobiernos y corporaciones, del crecimiento poblacional, el cambio
climático, las migraciones y los conflictos.
Los participantes
coincidieron en que la marginación de los indígenas devalúa no solo la
importancia de sus comunidades, sino también su conocimiento agrícola y
ecológico tradicional.
“De forma arrogante e insolente, la
humanidad cultivó la idea de un desarrollo y un progreso sobre la base
de que los recursos del planeta son infinitos y que la dominación
humana de la naturaleza no tiene límites”, subrayó Carlo Petrini,
fundador del movimiento internacional Slow Food
(comida lenta) en un encuentro paralelo dedicado a la interrelación
entre nutrición, seguridad alimentaria y desarrollo sostenible.
“El
avance en esa idea de progreso dejó a mujeres, jóvenes, ancianos y
pueblos indígenas al final de la fila, sin nadie que eleve su voz”,
denunció. “Todo el drama de la realidad moderna queda al descubierto:
la ‘gloriosa marcha’ del progreso está al borde del precipicio, la
actual crisis es el fruto de la codicia y la ignorancia”, subrayó el
activista.
Dirigiéndose en gran medida al mundo rico, el foro se
concentró en el gran número de buenas prácticas y en la sabiduría
empírica tradicional de los indígenas que merecen estudiarse con
atención. Por ejemplo, promover la agricultura y las economías locales,
junto con el respeto por las pequeñas comunidades, son formas de
reconciliar a los seres humanos con la tierra y la naturaleza.
Asimismo,
numerosas comunidades originarias tienen ciertos alimentos, como el
maíz, la malanga y el arroz silvestre, que consideran sagrados y que
cultivan con prácticas sostenibles para el uso de la tierra y el agua.
Esa
forma se contradice con la producción, la distribución y el consumo
global de alimentos, que no presta atención a la pérdida de agua y de
la fertilidad del suelo, a la genética de las plantas y la erosión
animal, así como tampoco al desperdicio de alimentos sin precedentes.
En
el foro también se mencionó la importancia del papel de los sistemas de
alimentación de los pueblos indígenas en los proyectos de la FAO, que
gestiona el Centro para el Ambiente y la Nutrición de los Pueblos
Indígenas (CINE, en inglés), de la Universidad McGill, en la ciudad
canadiense de Montreal.
“Años de trabajo documentaron los
sistemas tradicionales de alimentación de los pueblos indígenas y sus
hábitos alimenticios para comprender el matriarcado y el papel de las
mujeres en la seguridad alimentaria y la paz en Canadá”, destacó
Harriet V. Kuhnlein, profesora emérita de nutrición humana y directora
fundadora del CINE.
La especialista también compartió detalles
de una de las iniciativas del CINE, el Proyecto Kahnawake de Prevención
de la Diabetes Escolar, de tres años, y centrado en un programa de
prevención primaria para quienes sufren diabetes mellitus, que no es
insulinodependiente, en la comunidad mohawk, vecina de Montreal.
Entre
otros objetivos, el proyecto organiza actividades en la comunidad,
donde promueve estilos de vida saludables, y demostró que “un programa
de prevención de diabetes en una comunidad nativa es posible mediante
una investigación participativa que incorpore la experiencia local y la
cultura indígena”, explicó Kuhnlein.
Los participantes del foro
coincidieron en que la reintroducción de alimentos locales es esencial
para alimentar al planeta, “aquí vemos una verdadera democracia en
acción”, destacó un orador, quien añadió que se necesita un gran
esfuerzo para evitar prácticas que exacerben las consecuencias
negativas que la producción de alimentos y el consumo tienen en el
clima, el agua y los ecosistemas.
También se pidió que la agenda
de desarrollo posterior a 2015 asegure un ambiente saludable como un
derecho humano internacional garantizado, y que los Objetivos de
Desarrollo Sostenible (ODS) que reemplazarán a los Objetivos de
Desarrollo del Milenio, a fines de este año, alienten a los gobiernos a
trabajar hacia políticas agrícolas que sean compatibles con la
sostenibilidad ambiental, y que las normas comerciales sean
consistentes con la seguridad alimentaria.
Hubo consenso
respecto de que no serán metas fáciles de implementar y que se
requerirá de un marco de responsabilidad fuerte y de la voluntad de
cumplirlo, incluso mediante el reconocimiento de la responsabilidad
corporativa en el sector privado.
Cuando el mundo se prepara
para la agenda de desarrollo post 2015, el Foro de los Pueblos
Indígenas remarcó la importancia de incorporar la seguridad
alimentaria, cuestiones ambientales, la reducción de la pobreza y los
derechos de los pueblos indígenas a los nuevos objetivos de desarrollo
sostenible que involucran a los ciudadanos, los gobiernos, las
instituciones académicas, las empresas privadas y las organizaciones
internacionales.
Fuente: http://www.ipsnoticias.net/2015/02/indigenas-tienen-la-clave-para-una-alimentacion-de-calidad/
Editado por Phil Harris / Traducido por Verónica Firme
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