La
Revolución Bolivariana está siendo sometida últimamente a uno de los
ataques más despiadados por parte del capital transnacional y el
cipayaje interno. La caída tendencial de la tasa de ganancia del
capital imperial, así como los altos costos del petróleo no
convencional extraído en los países desarrollados, empujan a los países
hegemónicos del capitalismo, a clavar sus garras en el territorio
venezolano, fuente inagotable de recursos naturales apetecidos por el
aparato productivo del capital céntrico, siendo el petróleo, la joya
más preciada que persigue el capital en estas latitudes. El costo de un
barril de petróleo extraído con la técnica del fracking anda rondando
los 100 dólares y, en la medida que se pase a yacimientos más difíciles
de penetrar, este costo se elevara indiscutiblemente. Con semejante
precio del barril, la recuperación de la tasa de ganancia en las
economías centrales resulta ilusoria. Esta realidad echa por tierra la
teoría conspirativa que intenta explicar la caída de los precios
petroleros como producto de una política yanqui destinada a perjudicar
los grandes productores de crudo como Rusia, Irán y Venezuela. Por
consiguiente, la caída estrepitosa del barril en los últimos meses sólo
se explica por la dinámica de la producción capitalista, donde la caída
tendencial de la tasa de ganancia resulta insoslayable a la hora de
explicar dicho fenómeno.
Frente a la prolongada recesión de las
economías desarrolladas que se viene produciendo desde 2008, el poder
hegemónico del capital, con el fin de darle solución de continuidad a
la misma, ha dictado la orden de capturar los recursos energéticos de
la periferia del sistema, utilizando la llamada “estrategia integral de
guerra”, donde se combinan todos las modalidades de combate, o sea,
Guerra de Cuarta Generación, donde el terrorismo económico es uno de
los expedientes más eficaces. Los casos de Afganistán, Irak, Libia,
Siria, Ucrania, entre otros, son indicativos de que el imperialismo
está decidido a llevarse por delante las soberanías nacionales de los
pueblos poseedores de recursos naturales, como expediente para abaratar
la composición orgánica del capital y revertir la caída de la tasa de
ganancia
En atención a lo expuesto hasta aquí, resulta urgente
declarar la Guerra de Todo el Pueblo en defensa de la Independencia de
suelo patrio, tal como lo plantea el Plan Patria 2013-2019 en su primer
Objetivo Histórico. El imperio viene a liquidar la soberanía
territorial para apoderarse de las inmensas reservas petroleras que
anidan en subsuelo venezolano. Obviamente, esta defensa debe descansar
en la más sólida alianza cívica-militar que implemente todas las
modalidades de guerra, para darle sustantividad a la defensa militar
del país. En este orden de ideas, la formación teórica del pueblo en
relación a la dimensión histórico-económica de nuestra sociedad debe
ser prioritaria. Un soldado armado del conocimiento histórico y de la
economía política petrolera será un David frente al Goliat imperial.
Igualmente, el sector civil armado con estas herramientas teóricas,
podrá fácilmente develar los intereses estratégicos y coyunturales de
los enemigos históricos de la patria. De no dársele esta formación
ideopolìtica al pueblo, serán muchos los civiles y militares seducidos
por el discurso ideológico neoliberal, barnizado de democracia y
xenofobia.
Históricamente, la defensa de la soberanía de
nuestros recursos naturales ha estado en manos del estamento militar
principalmente. En tal sentido, fue el gobierno del General Juan
Vicente Gómez(1908-1935) el que inició la batalla por nuestra soberanía
petrolera, promulgando la Ley de Hidrocarburos de 1920, donde se dejó
sentado el principio jurídico de la propiedad nacional estatal,
facultando al estado venezolano a cobrar una renta del suelo a todos
los empresarios extranjeros que explotasen este recurso natural. Con
semejante precepto jurídico la nación se armó institucionalmente para
comenzar un conflicto con el capital arrendatario petrolero, que se
decidiría a favor de nuestro país en la séptima década del pasado
siglo. Petróleo gratis para los nacionales y caro para los extranjeros,
ese fue el legado de la dictadura gomecista del que hoy es beneficiaria
la Revolución Bolivariana.
El gobierno del General Eleazar
López Contreras (1936-1941) dio un paso más en la defensa de la
soberanía petrolera, cuando intentó arrancarle más renta del suelo a
las compañías concesionarias, con el fin de invertirla en el desarrollo
económico del país (siembra del petróleo). Sin embargo, aunque no pudo
lograr su cometido, dejó sembrada en la conciencia nacional, la idea de
que el país poseyendo soberanía política podía legislar sin trabas la
materia petrolera en beneficio de los altos intereses nacionales. Esta
idea sería acogida por su sucesor, el General Isaías Medina Angarita.
Con
la administración medinista (1941-1945), la defensa de la soberanía
petrolera llegó a los altares. Siendo todavía un pobre país de poca
población y débil integración territorial, este gobierno obtuvo sobre
del capital imperialista, uno de los más sonados triunfos en materia de
defensa de nuestro recurso natural exportable. La concreción de esta
gesta fue la Reforma Petrolera de 1943, cuyas variables ideopolìticas y
económicas fueron las siguientes:
1.-Se del impuso al capital
imperialista la ideas de que nuestro estado poseía soberanía política,
y en consecuencia podía darse una legislación petrolera sin pedirle
permiso a ningún poder foráneo.
2.-Se le impuso al capital
imperialista la soberanía jurídica de nuestro país. En otras palabras,
los conflictos entre el Estado y las concesionarias se resolverían en
los tribunales nacionales.
3.-Se le impuso al capital
imperialista la soberanía impositiva petrolera del Estado venezolano.
El estado podía decretar impuestos petroleros cuando los considerara
pertinentes, sin pedirle permiso a ningún hegemòn. Con este fin había
promulgado la Ley de Impuesto Sobre la Renta en 1942.
4.-Se
obligó al capital imperialista petrolero a refinar una cantidad de
crudo en territorio nacional. De aquí nacieron las refinarías de Cardón
y Amuay en Paraguaná.
5.-Por vez primera en la historia, los
obreros petroleros hicieron a un lado sus luchas gremiales y se sumaron
a la batalla del gobierno medinista por la defensa del recurso natural
petróleo.
6.-El General Medina fue el primer presidente
venezolano que utilizó el petróleo como arma geopolítica, cuando
amenazó a los Aliados que luchaban contra Hitler, de no mandarles más
petróleo si no reconocían la soberanía venezolana en la Cuestión
Petrolera. Frente a tal amenaza, los poderes imperiales obligaron a sus
compañías petroleras, a negociar con la administración medinista, un
nuevo arreglo petrolero.
7.-Con la Ley Petrolera de 1943, la
participación fiscal del estado venezolano en el negocio petrolero
llegó a un 60 por ciento a su favor; participación que se vería
desmejorada a partir de 1945, con el 50/50 propuesto por la Standard de
Rockefeller y defendido por los adecos.
Al gobierno del general
Marcos Pérez Jiménez (1948-1958), le toco enmendar los entuertos de la
política petrolera del Trienio Adeco (1945-1948). La política petrolera
adeista fue un salto atrás, tanto en lo cuantitativo como en lo
cualitativo, si la comparamos con la del general Medina Angarita. En
relación a la participación fiscal del Estado, los adecos, obedeciendo
los dictados de la Standard, la rebajaron a un 50/50, cuando el
Medinismo la había llevado a un 60/40 a favor de la nación. Pero lo más
grave fue que los adecos se comprometieron con las compañías
concesionarias, a no modificar el régimen impositivo si consultarles
previamente, perdiéndose así, la soberanía impositiva del Estado,
lograda en el gobierno anterior. Ese entuerto se supo en 1958 cuando el
presidente Edgar Sanabria elevó de nuevo la participación del Estado en
los ingresos petroleros a un 60/40.
Le correspondió al gobierno
perezjimenista, ponerle fin a la política de NO MAS CONCESIONES, que
los adecos hicieron pasar como bandera nacionalista petrolera, cuando
en realidad, esta también fue una consigna de las Siete Hermanas que
persiguió cerrarle el paso al capital petrolero independiente
competidor, achicando de paso las posibilidades de un incremento de la
renta a favor del Estado. Cuando Pérez Jiménez abrió una nueva etapa de
concesiones petroleras a las compañías independientes en los años
cincuenta, no solamente liquidó una de las conquistas del capital
imperialista petrolero en estas tierras, sino que también, logró
regalías hasta de un 25 por ciento del crudo extraído; muy por encima
del 16 1/3 por ciento que pagaban la Siete Hermanas. El perezjimenismo
intento así, rescatar la soberanía impositiva y política petrolera que
los adecos habían comprometido en su Gobierno. Aun más, se le exigió al
capital concesionario que aumentara la cuota de crudo a refinar en el
país. Por último, correspondió también al perezjimenismo echar las
bases de la futura OPEP, cuando en 1949 el gobierno envió una
misión(integrada por antiguos medinistas) al Cercano Oriente, con la
finalidad de dar a conocer a los países árabes exportadores de
petróleo, las ventajas que había logrado nuestro país en sus arreglos
con el capital monopolista petrolero. La prehistoria de la OPEP, fue
también un logro de la política petrolera del general Marcos Pérez
Jiménez. Por estas circunstancias, el régimen perezjimenista perdió el
apoyo del imperio.
De esta tradición militar-hidrocarburera,
silenciada hasta el presente, se va a nutrir el nacionalismo petrolero
adeco/copeyano del periodo puntofijista para rematar con éxito, la
culminación del periodo concesionario, basado en las empresa
internacionales. Sin embargo, este nacionalismo fue menos radical que
el de Medina Angarita. La misma creación de la OPEP de indiscutible
origen militar y de naturaleza anticapitalista, ha sido escamoteada por
la historiografía adeco e izquierdista del país.
En el primer
lustro de la década del setenta de la pasada centuria, la OPEP llevo la
renta absoluta a limites siderales, cuando producto de las guerras
arabe-israeli y del embargo petrolero árabe, los precios petroleros
alcanzaron niveles prohibitivos para la acumulación de capital en los
países desarrollados. La reacción del imperio ante semejante amenaza,
fue decretar el fin del periodo concesionario, en el cual habían sido
absolutamente derrotados por los países exportadores y en su lugar,
imponer el régimen petrolero ingles del Mar del norte, de raigambre
neoliberal y totalmente a favor de los países consumidores de petróleo.
En
Venezuela, el capital imperialista petrolero puso fin al periodo
concesionario, cuando en 1983 le propuso al presidente Rafael Caldera,
la nacionalización de la industria petrolera. Por consiguiente, la
nacionalización no fue producto de un movimiento de fuerzas internas,
sino que fue un dictado de los intereses imperialistas. La
nacionalización devino así en toda una declaración de guerra del
capital imperial al Estado venezolano. A partir de 1976 las compañías
transnacionales petroleras, afincándose en la empresa nacional
petrolera (PDVSA) y su gerencia meritocratica, comenzarían la
implementación del régimen petrolero inglés, sepultando la soberanía
política, jurídica, impositiva alcanzada entre 1920 y 1975. Por
supuesto, la implementación de este nuevo régimen significó que la
renta petrolera percibida por el Estado se redujera a su mínima
expresión en beneficio de la tasa de ganancia del capital arrendatario.
La regalía fue rebajada del 16 2/3 al 0,0-1,0 por ciento. El impuesto
sobre la renta que pagaban las empresas en el periodo concesionario fue
rebajado al 34 por ciento. Esta fue la época de la PDVSA aperturista
que regaló el petróleo venezolano a los países ricos consumidores,
empezando por la Faja del Orinoco que a fin de cederla a precio de
gallina flaca al capital imperial, la denominaron Faja Bituminosa para
venderla como carbón. Si esta política petrolera no fue una traición a
la patria, estuvo bastante cerca de serlo.
El desmadre
antinacional de la meritocracia petrolera, apoyado por el bipartidismo
adecocopeyano agonizante, no encontró resistencia en el mundo militar,
a pesar del nacionalismo radical del militarismo precedente. Entre 1976
y 1992 un manto de silencio cubrió la actividad petrolera nacional y
PDVSA se convirtió en una caja negra. Las universidades y los medios de
comunicación fueron ganados por la meritocracia petrolera para que no
denunciaran su entreguismo de pedazos de soberanía nacional. La ilusión
de armonía social creada por el bipartidismo adecocopeyano parece que
adormeció la conciencia nacionalista del estamento militar.
Sera a partir de 1992 con la rebelión del 4 de febrero cuando
reapareció el viejo militarismo nacionalista petrolero de la mano de
los llamados COMACATES, mas pasional que científico, pero nacionalista
al fin, enfrentado a la meritocracia cipaya. Todavía por estos años
nuestros militares patriotas y rebeldes, consideraban que el problema
petrolero de la patria, estaba más en el destino de la renta que en el
origen de la misma. Consideraban que Venezuela era un país rico pero en
manos de una clase política corrupta. PDVSA era concebida como una
empresa estatal consustanciada con los altos intereses nacionales. Una
vez alcanzado el poder en las elecciones de 1998, el comandante Chávez
se llevó la sorpresa de su vida: descubrió que PDVSA era una empresa
del imperio.
A partir del golpe militar y del paro petrolero,
el comandante Chávez comenzó a descifrar la ecuación petrolera del
país; entendió que con la PDVSA meritocràtica y aperturista no podía
gobernar y lo que fue aun más importante, entendió que sus planes de
redención social del pueblo venezolano, reclamaban una política
petrolera enraizada en las mejores tradiciones del militarismo
petrolífero venezolano. De nuevo la vieja idea de la propiedad nacional
estatal nacida en el Gomecismo de la mano del coriano Pedro Manuel
Arcaya, fue rescatada, pero ahora para ponerla al servicio de las
clases más humildes del país. La concreción de este nuevo jalón de
nuestra historia petrolera dirigida por la mano militar, se plasmó en
la Ley de Hidrocarburos de 2001 y el Plan Patria 2013-2019. De nuevo la
nación rescataba la soberanía política, jurídica e impositiva que nos
habían legado nuestros militares del siglo XX. Con la Revolución
Bolivariana el nacionalismo petrolero fue llevado a los altares y la
defensa de la OPEP alcanzó ribetes religiosos. El petróleo volvió a
esgrimirse como arma geopolítica pero ahora en beneficio de todos los
pueblos del continente americano y en contra de los poderes imperiales;
la renta petrolera fue puesta al servicio del pago de la deuda social
del pueblo. Con Chávez la historia se hizo ingeniería social.
Si
tenemos en cuenta el devenir petrolero venezolano, entonces debemos
admitir que a los militares bolivarianos del presente hay que formarlos
en la historia y en la economía política petrolera; con esta formación
la conciencia nacionalista de nuestros militares avanzaría hacia la
conciencia de clases, en defensa de las clases humildes de este país,
que desde los tiempos coloniales vienen luchando por su definitiva
redención social. Definitivamente, un soldado sin cultura petrolera
será fácilmente vencido por los enemigos de la patria.
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