El
gobierno de Alexis Tsipras, líder de Syriza, mantiene su postura en la
renegociación con la Unión Europea (UE) de los términos del
irónicamente llamado “rescate”. Hasta hoy, 18 de febrero, no hay
acuerdo y lo que se le ha dicho a Atenas por los jerarcas de Bruselas
es que pudiera quedar sin un céntimo de no llegarse a un acuerdo antes
del 28 de febrero. Un ultimátum, en palabras de Yanis Varoufakis, el
popular ministro de finanzas heleno.
Respetuoso de su electorado,
Tsipras, tan pronto asumió, se dio a la tarea de cumplir las más
urgentes promesas de campaña. Al hacerlo, favoreció a los griegos más
desposeídos por los crueles recortes de la Troika, un ente ilegal –pero
muy eficiente en el saqueo de países- formada por el Fondo Monetario
Internacional, el Banco Central Europeo y la Comisión Europea.
Entre otras medidas, Tsipras restableció el salario mínimo y la
cobertura universal de salud existentes antes de las “reformas” y mandó
a detener y revisar todas las privatizaciones. En América Latina
podemos comprender a los griegos, pues hemos comprobado como los
efectos de las llamadas reformas y de las privatizaciones neoliberales
solo han enriquecido a una exigua elite a costa de la miseria de
nuestros pueblos.
El Ejecutivo griego también ha adoptado
medidas drásticas de austeridad para los funcionarios, entre ellas
vender la mayor parte de los autos y aviones del gobierno. Consecuente
con la soberanía nacional, ha rechazado las sanciones a Rusia y
manifestado que los parlamentarios de Syriza no votarán por un tratado
de libre comercio, en referencia al asimétrico y leonino Tratado
Trasatlántico que Washington quiere imponer a Europa.
En 2009
se supo que la deuda y el déficit público griegos eran mucho mayores a
lo que durante años informó el gobierno derechista a la UE con la
complicidad del banco de inversión estadunidense Goldman Sachs (GS).
Curiosamente, Mario Draghi, presidente a la sazón y hasta la actualidad
del Banco Central Europeo (BCE), era vicepresidente de GS cuando este
informó los datos falsos a la UE.
Las genocidas calificadoras
de riesgo declararon chatarra los bonos de la deuda griega. El pueblo
heleno paga desde entonces con altos intereses la astronómica deuda
acumulada, lo que ha llevado el desempleo general al 27 por ciento y el
juvenil a 50, así como a continuas rebajas de salarios y pensiones,
supresión de derechos sociales, privatización de empresas públicas,
subida considerable de impuestos a los trabajadores pero no a los
ricos, y una pobreza infantil de 40 por ciento. Todo en beneficio de
los bancos alemanes respaldados por una inconmovible Merkel.
Lo admirable de Syriza ha sido su capacidad para trasformar el enorme
descontento popular, expresado en una larga ola de huelgas y protestas,
y la crisis de legitimidad de los partidos políticos, en una sólida y
organizada voluntad de cambio social mediante el voto, a la vez que
lograba laboriosamente la unidad de la mayoría de las izquierdas.
Con sus colores, sabores y proporciones en cada país, en América Latina
y el Caribe (ALC) hemos visto triunfar estrategias antineoliberales
semejantes en Venezuela, Brasil, Argentina, Bolivia, Ecuador, Uruguay,
Nicaragua y El Salvador. No es casual la admiración de Tsipras por Hugo
Chávez y los procesos de cambio en ALC.
Para Syriza comienza
ahora lo más difícil y en condiciones muy desventajosas, aunque goza de
un abrumador apoyo en Grecia y una creciente solidaridad en Europa y en
el mundo, ganada por la valentía y la dignidad con que se ha conducido.
No sería raro que Rusia le echara una mano.
Trescientos
destacados economistas internacionales en apoyo a Syriza han expresado
que las políticas de la UE en Grecia “Ni han traído la recuperación
económica ni la estabilidad financiera o puestos de trabajo, ni
siquiera la inversión extranjera directa. Han dañado la sociedad griega
y debilitado sus instituciones”.
Tsipras ha dicho y reiterado
que no es su objetivo abandonar la UE pero también que recuperar la
dignidad de los griegos es su objetivo más importante. El tiempo corre
y es de esperar que Merkel flexibilice su posición pues a nadie
conviene la salida de Grecia de la UE.
Al parecer, lo que
buscan ahora los flexibles pero firmes negociadores griegos, es un
refinanciamiento por seis meses que les conceda tiempo para alcanzar un
acuerdo que eche a andar por fin la economía con la mayor justicia
social.
Syriza merece ya un monumento. Dos si consigue ese acuerdo.
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