Por Roberto Pineda
En nuestros sueños de adolescentes urbanos de izquierda, de
principios de la ya lejana década del setenta del siglo pasado, la
revolución que estábamos preparando iniciaba seguramente con una huelga
general del proletariado industrial en el Bulevar del Ejército, ya que
Soyapango era el indiscutible corazón de nuestra insurrección. Al
final, las olas caprichosas de […]
En nuestros sueños de adolescentes urbanos de izquierda, de
principios de la ya lejana década del setenta del siglo pasado, la
revolución que estábamos preparando iniciaba seguramente con una huelga
general del proletariado industrial en el Bulevar del Ejército, ya que
Soyapango era el indiscutible corazón de nuestra insurrección.
Al final, las olas caprichosas de la historia nos empujaron hacia
las montañas de Guazapa, Chalatenango y Morazán y a que el ejército
popular fuera constituido en su inmensa mayoría por jóvenes campesinos,
dirigidos por una pequeña burguesía radicalizada, en una larga guerra
rural a lo Mao, de diez años, que desembocó en unos inesperados
acuerdos de paz, supuestamente sin vencedores ni vencidos.
El proletariado industrial de esa época heroica y sus organizaciones
sindicales, fueron rabiosamente perseguidos y sus locales dinamitados,
sus dirigentes se fueron al exilio a México o Suecia y unos pocos a la
montaña. Y al concluir el conflicto en 1992 la agricultura y la
industria estaban debilitadas. Y el proletariado y sus organizaciones
se habían también atomizado y disminuido.
Incluso la izquierda salvadoreña abandonó su referencia de clase y
se identifico más como sujeto popular. Han pasado 23 años desde
entonces pero la situación persiste. Y resulta interesante y además muy
útil para la construcción de una estrategia de poder popular, conocer
que ha pasado con nuestra industria y por consiguiente, dónde camina
nuestro actual proletariado industrial.
En ese espíritu de búsqueda, a continuación exploramos el estado
actual de la industria salvadoreña, sus niveles de desarrollo y en un
próximo estudio abordaremos como estas dinámicas impactan en la
conformación orgánica del proletariado, su organización y sus luchas.
Antecedentes históricos
La industria salvadoreña ha sufrido considerables cambios en las
últimas décadas, distinguiéndose varias etapas durante su evolución y
desarrollo tecnológico. El desarrollo de la industria se basa
inicialmente en la producción y exportación de bienes agrícolas, cacao,
bálsamo y añil en primera instancia, y después café, algodón y azúcar.
Es en los obrajes, beneficios e ingenios que se va gestando un sector
diferenciado del trabajador agrícola, así como del artesano urbano. El
proletariado agrícola salvadoreño. Pero luego ya en el siglo XX surge
la industria en las ciudades.
En 1906 en Santa Ana el guatemalteco Rafael Meza Ayau creó la
primera fábrica de cerveza, La Constancia. En 1912 Fernando Sagrera
padre creo la primera fábrica textil, dedicada a la producción de
casimires, penetrando incluso el mercado hondureño. En 1942 cambió su
nombre por Hilandería Salvadoreña, HILASAL y en las últimas décadas se
dedica la producción de coloridas toallas.
La primera guerra mundial (1914-1918) provocó la instalación de
grandes talleres artesanales que se vieron fortalecidos por la
paralización de las importaciones de mercancías industriales. En 1927
Juana Mathies crea la primera fábrica de ladrillos de cemento. En 1922
se crea la primera fábrica de hilaturas de algodón, llamada “Minerva”
propiedad del catalán Andres Molins.
En 1923 surge la fábrica textil “La Estrella” de Víctor y Teodulo
Safie, en 1932 se crea la fábrica “El León” del palestino Arturo Gadala
María. Y también participan en este auge textil inicial las familias
Saca, Martínez Saprissa, etc. En 1944 los principales grupos
industriales-comerciales están encabezados por las familias Meza Ayau,
De Sola y Daglio.
En 1948 el gobierno de Oscar Osorio marca un viraje en el rumbo
económico del país y entre sus primeras medidas pro industrialización,
paga favores y nombra a Víctor de Sola presidente de CEL, puesto que
mantuvo hasta 1978. Esto le permitió a este clan familiar de origen
judío, convertirse en “la cabeza de una fracción poderosa y
relativamente nueva de la gran burguesía nacional” (Castellanos 2002) y
además por su presencia en la Compañía Salvadoreña del Café pudieron
aprovechar las oportunidades abiertas por el mercado internacional,
para obtener fabulosas ganancias.
De Sola era el mayor beneficiador y comercializador del café,
fabricante de aceites y jabones, y lotificador de terrenos urbanos. El
siguiente año, en 1949, se crea la empresa Cementos de El Salvador,
CESSA, (hoy propiedad del gigante suizo-francés Holcim-Lafarge) que era
propiedad de la familia Belismelis, dueños de la caleras de Metapan. Y
en alianza con la familia Regalado.
El gobierno de Osorio marcó la entrada a una etapa basada en el
modelo de sustitución de importaciones, y entre los años 1945 a 1952 el
sector industrial experimenta un notable crecimiento e incluye la
producción fabril de bebidas, alimentos, tabaco, textiles y calzado que
pasan de ser pequeños talleres artesanales con tecnología rudimentaria
a sistemas mecanizados.
En 1950 la irrupción de estos sectores industriales modernizantes
permite la ruptura del férreo control que los grupos agro exportadores
de café, Quiñonez y Guirola, mantenían sobre el Banco Salvadoreño, el
que desde 1885 representaba los intereses de los cafetaleros de la zona
central (Familias Trigueros, Duke, Guirola). Y es así que en ese año un
extenso grupo de cafetaleros de las tres zonas del país (Dueñas,
Regalado, Hill, García Prieto) junto con el mayor industrial de la
época, Rafael Meza Ayau hijo, fundan el Banco de Comercio (hoy
Scotiabank).
Meza Ayau representaba un emergente sector comercial-industrial de
la gran burguesía, que había monopolizado durante cuarenta años la
producción de cerveza. Y de esta manera rompen con el monopolio
ejercido por el Banco Salvadoreño desde 1935, avalado por el General
Martínez. Y cinco años más tarde, otro fuerte grupo de agricultores,
ganaderos y comerciantes, se separa del Banco Salvadoreño, esta vez
dirigido por los grupos empresariales Sol-Millet y Escalante Arce para
dar origen al banco Agrícola Comercial, hoy propiedad de Bancolombia.
En 1953 se crea la primera fábrica de café soluble, Productos de
Café S.A., con un capital social de 3.5 millones de dólares, divididos
entre la estadounidense Ibec Food Inc. (empresa del Grupo Rockefeller)
y los grupos empresariales salvadoreños De Sola, Dueñas, Hill, Palomo y
Álvarez). En este contexto, el capitla japonés crea en 1955 la fábrica
Industrias Unidas (IUSA) y en 1966 la fábrica Industrias Sinteticas de
Centro America (INSINCA) . Por esos años aparecen en el mercado los
famosos peines plásticos, que eran producidos por la empresa Amapola,
propiedad de Jacin Hasbun, pionero d ela industria plástica en El
Salvador.
Para la década comprendida entre los años de 1960 a 1970, la
industrialización en El Salvador crece aún más fundamentalmente por la
creación del Mercado Común Centroamericano. Y los productos
salvadoreños invaden Honduras y Nicaragua. Durante este período surgen
importantes ramas industriales como petróleo, maquinaria eléctrica y no
eléctrica, plástico y minerales no metálicos. Es en este periodo que
surge por vez primera un proletariado industrial. Pero en julio de 1969
el conflicto con Honduras viene a quebrar este proceso y a abrirle paso
a una prolongada crisis estructural.
En los años setenta la industria manufacturera entra en crisis como
resultado de la ruptura del Mercado Común Centroamericano, aunque logra
desarrollarse la producción de bienes intermedios tales como textiles,
productos químicos, papel, cartón y derivados del petróleo. En los años
ochenta la Guerra Popular Revolucionaria ocasiona la virtual
paralización del desarrollo industrial, el cual recupera su vitalidad
luego de los Acuerdos de Paz de 1992 y se ha venido desarrollando con
sus altibajos hasta la actualidad, enfrentando nuevas situaciones.
Entre estas, los procesos de privatización de los años noventa del
siglo pasado ( energía, telecomunicaciones, AFP), los caules junto con
los procesos de globalización neoliberal de este siglo ( venta de
bancos, cemento, línea aérea, cerveza) han provocado el surgimiento de
una nueva clase dominante, de una nueva burguesía, integrada por
representantes de filiales de corporaciones transnacionales; la antigua
oligarquía financiera ( siete grupos empresariales alrededor de cinco
bancos) hoy dedicada al mundo del comercio y los servicios; nuevos
sectores burgueses no oligárquicos ( de la construcción, seguridad
privada, medios de comunicación, exportación de café, entre otros) y
una empresa municipal de capital salvadoreño-venezolano, del Grupo
Alba, que participa en combustibles, alimentos y servicios financieros
(Pineda 2013)
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